Colombia | Feminismos populares: pistas y alternativas para comprender la avanzada de la extrema derecha

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Feminismos populares: pistas y alternativas para comprender la avanzada de la extrema derecha

Por Angie Morales*

En el día mundial de la mujer trabajadora, y como cada año, las feministas seguimos desmantelando toda felicitación que oculte discursos fetichistas sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos. Porque no se trata de festejar nuestra existencia bajo calificativos religiosos o estereotipos físicos, intelectuales e incluso emocionales. No. Desmontamos los dispositivos ideológicos que el sistema patriarcal impone sobre nosotras, pero también denunciamos la estrecha conexión que esta estructura de poder tiene con el capitalismo, el colonialismo y el racismo.

Reconocemos que la batalla ideológica avanza en materia social y política en toda Nuestra América, y Colombia no se separa de esta realidad. Hoy nos enfrentamos a una avanzada de la ultraderecha que pone en riesgo las luchas ganadas por el campo popular. En particular, las luchas que por décadas las feministas, las disidencias sexuales, el pueblo trabajador, las comunidades étnicas, campesinas y populares se han ganado codo a codo en la movilización, en la calle.

Los pueblos excluidos por este modelo reproductor de barbarie han padecido saqueo y muerte, mientras los gobiernos de ultraderecha apelan a discursos de “libertad” lanzando discursos de odio, persiguiendo y golpeando cualquier iniciativa que busque subvertir el orden que les mantiene en las cúpulas de poder. Lo hacen de manera directa bajo la brutalidad policial, la criminalización al movimiento social y a la desmedida militarización en el campo y la ciudad, pero también lo hacen en sus medios masivos de comunicación, ridiculizando, invalidando e incluso tergiversando nuestros repertorios de lucha.

Pero, ¿por qué tanta molestia a las luchas sociales y en particular al feminismo?

Porque las castas políticas no están dispuestas a negociar y soltar el poder, entonces reprimen y castigan todo aquello que funcione a favor de la subversión de ese poder, a una desigualdad estructural sostenida por el poder político, económico y mediático. Un poder contrahegemónico como se viene construyendo desde los feminismos comunitarios y populares, bajo prácticas solidarias, cooperantes, que pelean cualquier forma de opresión en la teoría y en la práctica. Los feminismos que tantas luchas han conquistado en términos de derechos para las mujeres tiene capacidad de objetar a las élites aunque minen e instalen y proliferen discursos de odio, porque es masivo y contestatario, porque desborda las calles a nivel global. 

Para el caso colombiano, que atravesamos por una etapa diferenciada en materia de gobierno, vivimos por primera vez un gobierno progresista. los pueblos hemos decidido acompañar esta apuesta bajo la premisa del cambio. Esta posibilidad, aún con críticas y debates que caben dentro de las distintas formas y concepciones dentro de la construcción democrática, han facilitado diálogos que nos permiten avanzar, porque entendemos que la derecha pretende desestabilizar, y en el caso particular de Colombia así sucedió en las últimas elecciones regionales y locales que tuvieron lugar en octubre del 2023. 

Hoy, a más de un año de gestión del gobierno de Petro, las feministas populares seguimos exigiendo garantías para nuestras vidas, porque las estructuras mafiosas y paramilitares siguen presentes en nuestros territorios. La gran conclusión de la contienda electoral fue reconocer que las redes clientelares, continuistas y corruptas de la derecha siguen enraizadas en la cultura política que bebe de las dinámicas más locales,  que no es un mal menor si hablamos en prospectiva de la correlación de fuerzas que se viene configurando a nivel nacional, en términos de disputa por el ordenamiento territorial y en materia del abanico de reformas. Por ejemplo,la reforma a la salud, donde se pelea el acceso a una atención de calidad para las mujeres en los territorios con mayor estado de vulneración por ineficiencia e ineficacia estatal y que bajo preceptos dogmáticos la derecha pretende retroceder las ganancias de la despenalización del aborto bajo la sentencia C-355 de 2022.

Reconocemos que esta realidad desborda la actuación del gobierno, porque está arraigada a las raíces de unas élites militares, económicas y políticas que no están dispuestas a negociar la tenencia del poder, que no les importa despojar nuestros cuerpos y alzar las cifras de genocidio y el despojo que históricamente soportan los sujetos sociales empobrecidos y olvidados. También reconocemos que los cuerpos feminizados son quienes viven el conflicto armado de manera diferenciada, porque sus cuerpos y territorios siguen siendo vulnerados, como objeto de guerra.

La garantía de derechos para las mujeres está en riesgo cuando las cifras cierran con más de 20 feminicidios en un solo mes. Y, ¿qué pasa con las instituciones? contamos con una fiscal Martha Mancera, investigada por narcotráfico, en reemplazo de Francisco Barbosa, quien deja una cifra exacerbada en niveles de impunidad.  De acuerdo con un informe realizado por La Secretaría de Transparencia de la Presidencia de la República “hay en total 57.582, entre los años 2010 y 2023, de las cuales el 93,99% no tienen condena; el 89,7% sin captura, y el 77,15% están en indagación”.

Bajo este panorama de incertidumbre, las mujeres feministas que apelamos a la conexión de las luchas de clase, raza, género hacemos un llamado a solidarizarnos con las hermanas del campo y la ciudad que enfrentan el paramilitarismo como toda una estrategía política genocida, que en la lucha por la vida digna en sus territorios han perdido a sus familias, a sus comunidades por exigir una paz con cambios y transformaciones estructurales.

La violencia paramilitar es violencia patriarcal

En distintos espacios de diálogo nacional entre el Gobierno y las insurgencias los pueblos decididos a participar siguen siendo estigmatizados. La avanzada del paramilitarismo en el control territorial también  ejerce violencia patriarcal, por eso, nuestra disputa por el desmonte del paramilitarismo es otro reto inobjetable y es nuestro deber como pueblo organizado desmantelar los nexos que sostienen estas estructuras, y por eso reclamamos a la justicia que opere ante estas violaciones sistemáticas. Si las instituciones públicas, como la Fiscalía General de la Nación respalda y encubre actores narcoparamilitares, no habrá paz para los pueblos, no habrá paz para las mujeres. 

La soberanía, la autodeterminación como horizonte nos obliga a combatir ese proyecto de muerte, nos obliga a prenderle fuego a la olla, a crear arte y vida en los territorios. En Colombia la extrema derecha nunca se ha ido, está viva y se alimenta de las redes sociales, de los medios hegemónicos para estigmatización y señalarlos de violentas y vándalas. 

Y nosotras no nos quedamos calladas, seguimos en pie de lucha, nos tomamos las calles, las veredas, los barrios, y con mayor ahínco seguimos prendiendo el fuego de las ollas comunitarias, seguiremos pintando de mil colores nuestras muertas, a nuestra juventud que lo ha arriesgado todo por una vida digna, seguiremos reivindicando el cuidado a la vida y a nuestros bienes comunes, seguiremos defendiendo lo popular bajo el amor y la ternura que acuña el pueblo. 

Seguiremos reflexionando sobre nuestra creatividad para la praxis emancipadora que requiere el campo popular para la defensa del cuidado como un derecho fundamental, para transitar en nuestros territorios  y habitar nuestras cuerpas de manera segura. Seguiremos caminando la palabra con nuestras hermanas nuestroamericanas, buscando la unidad en un proyecto democratizado y desde abajo que le reste el avance al proyecto fascista y de muerte que nos quieren vender como “libertad”.

 *Educadora y feminista popular. Congreso de Los Pueblos. 

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