Día de las y los Trabajadores: la nueva fase del capitalismo extiende las fronteras del trabajo y redefine la vida – Por Paula Giménez y Matías Caciabue

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Día de las y los Trabajadores: la nueva fase del capitalismo extiende las fronteras del trabajo y redefine la vida

Por Paula Giménez y Matías Caciabue *

En un mundo cada vez más conectado, el Día del Trabajador/a se celebra bajo el nuevo paradigma, propia de la nueva fase del modo de producción capitalista: el trabajo ya no se limita a la jornada laboral formal, las formas tradicionales de empleo se desdibujan ante el avance de la digitalización que coloniza la vida entera, transforma todo el tiempo libre en fuerza productiva, en trabajo no pago, y en precariedad de vida en las mayorías sociales, y redefine hasta las horas de sueño como parte de una jornada laboral de 24 horas.

De los más de 8.200 millones de personas que habitan el planeta en la actualidad, 3.400 millones forman parte de la población económicamente activa. De esos, apenas el 42% tiene un empleo formal con derechos, mientras el 58% restante sobrevive en la informalidad, sin seguridad ni protección social.

Aunque los salarios reales han tenido cierta recuperación, con un crecimiento del 2,7% en 2024 y una proyección similar para 2025, siguen lejos de compensar las pérdidas acumuladas desde la pandemia y la posterior inflación.

La productividad mundial aumentó un 29% entre 1999 y 2024, pero los salarios apenas crecieron un 15%, dejando en evidencia un aumento sistemático de la explotación. Las brechas de género persisten: las mujeres en países de ingresos bajos ganan apenas 44 centavos por cada dólar que ganan los hombres. Migrantes y trabajadores informales siguen concentrados en los empleos más precarios y peor remunerados.

El tiempo digital como nueva jornada laboral

El verdadero cambio estructural, sin embargo, va más allá de los indicadores económicos. Estamos inmersos en una nueva fase del capital, donde la digitalización y la financiarización han convertido la vida cotidiana en un gran taller global. El uso masivo de internet, con una penetración del 68,7% y un promedio de uso de 6 horas y 38 minutos por día, ha ampliado silenciosamente la jornada laboral. El ocio en redes sociales, los datos que generamos, las emociones que compartimos: todo es aprovechado por el capital para desarrollar inteligencia artificial, software y maquinaria.

Plataformas como Meta, X y Reddit ya utilizan el contenido de sus usuarios para entrenar sistemas de IA, haciendo del tiempo personal una fuente de valor económico. La frontera entre trabajo y descanso se ha desdibujado: incluso el sueño, monitoreado por dispositivos como el Oura Ring, es ahora una fuente de productividad pasiva.

Ingreso Básico y reducción horaria: respuestas parciales

Ante esta nueva realidad, emergen intentos por mitigar sus efectos. Experimentos de Ingreso Básico Universal (IBU) en Alemania, Finlandia y Estados Unidos han mostrado mejoras en salud mental y bienestar, aunque con impactos limitados sobre la calidad del empleo. Paralelamente, iniciativas de reducción de la jornada laboral en Islandia, Reino Unido y España buscan redistribuir el tiempo de trabajo en un contexto donde la tecnología permite producir más con menos.

Estos cambios no son meras reformas, sino respuestas a una transformación profunda: el capital ya no necesita tantos trabajadores en relación de dependencia formal y en grandes establecimientos productivos o comerciales, pero sí exige la atención permanente de la humanidad, en una implicación permanente en una digitalización absoluta de la vida.

La socialización de los medios de producción

Uno de los fenómenos más significativos es la socialización de los medios de trabajo: herramientas como los smartphones han dejado de ser simples dispositivos para convertirse en extensiones del proceso productivo. En lo que va del 2025, hay más de 7.400 millones de teléfonos inteligentes en circulación, muchos de ellos utilizados simultáneamente para trabajar, consumir y producir datos. Tecnologías como Neuralink incluso proponen convertir el pensamiento en un medio de producción, conectando la actividad cerebral directamente con sistemas digitales.

El comercio electrónico es otro reflejo del nuevo orden. Con ventas globales que alcanzaron los 6,09 billones de dólares en 2024 y que proyectan llegar a 8,09 billones en 2028, el e-commerce permite al capital reducir los tiempos de circulación, trasladando el proceso de valorización a un entorno digital donde el cuerpo del trabajador ya no es imprescindible, pero su atención y consumo sí.

¿Tecno-feudalismo o capitalismo digital radicalizado?

Algunos intelectuales, como Yanis Varoufakis, han definido esta fase como «tecno-feudalismo», argumentando que las plataformas actúan como señores que extraen renta digital de usuarios convertidos en siervos. Sin embargo, la lógica capitalista no ha desaparecido, sino que se ha intensificado. No se trata de un retroceso a formas premodernas, sino de una actualización radical de la explotación bajo nuevas formas: invisibles, permanentes y emocionalmente penetrantes.

Lucas Aguilera, en su reciente nota ¿Tecno-feudalismo, o lavarle la cara al capitalismo?, señala que “no podemos decir que estos fenómenos no constituyan un cambio cualitativamente distinto en el desarrollo del capital, pero tampoco podemos terminar de explicarlos a partir de la renta. Pareciera más bien, que la supuesta ‘venganza de la renta’ que plantea Varoufakis, se trata de una profundización de la ganancia, en un nuevo formato y bajo nuevos términos”.

De la Pandemia del Covid-19 para acá, con absoluta claridad, el trabajo ya no es lo que solía ser. En un contexto de digitalización total, el capital ha aprendido a extraer valor de cada rincón de la existencia humana.

Frente a este panorama, el trabajo humano, entendido como capacidad creativa y fuerza viva transformadora, se constituye como arma fundamental para la construcción de un proyecto de humanidad impulsado por las clases subalternas, capaces de disputar el sentido y la dirección de los procesos políticos que, inevitablemente, se están desencadenando en esta etapa de transformación sistémica.

* Paula Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos, directora de NODAL. Matías Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y ex Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) y NODAL.


 

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