A 10 años del primer Ni Una Menos, desafíos del futuro que llegó
Por Paula Giménez*
En 2015, la indignación por un nuevo caso de violencia de género dio inicio a la organización de un movimiento global que rompió barreras. El 3 de junio del 2015 el transfeminismo argentino reunió a 300 mil personas en el Congreso de la Nación Argentina bajo la consigna ‘’Ni Una Menos’’, volviéndose un faro para la región y el mundo entero. Diez años después, ¿qué cambió, qué permanece y qué desafíos enfrenta el movimiento feminista y transfeminista en esta nueva fase digital del sistema capitalista patriarcal en el que vivimos?
Ni Una Menos surgió como una respuesta urgente a la indignación popular frente a la violencia machista. El femicidio de Chiara Páez, ocurrido en mayo de 2015, fue el detonante inmediato; sin embargo, el germen de la lucha feminista y transfeminista hunde sus raíces en más de 500 años de historia, articulando las resistencias de mujeres y disidencias a lo largo y ancho del mundo. El nombre del movimiento retoma la consigna de la poeta mexicana Susana Chávez —asesinada en Ciudad Juárez en 2011 por denunciar los femicidios—: “Ni una mujer menos, ni una muerta más”.
Según datos de la CEPAL, se estima que más de 4.000 mujeres fueron víctimas de femicidio en 2024 en América Latina. En Argentina, el Observatorio de las Violencias de Género “Ahora que sí nos ven” informó que entre enero y mayo de 2025 hubo 109 femicidios, es decir, un asesinato cada 33 horas. El 60% de las víctimas fue asesinada en su vivienda, y el 67% por sus parejas o ex parejas. Además, se registran nuevas formas de violencia vinculadas al entorno digital: ciberacoso y hostigamiento virtual.
La urgencia de sostener la presencia en las calles es ineludible. No solo aumentan los femicidios, sino que también se consolida el uso sistemático de diversas formas de violencia contra el pueblo argentino, especialmente hacia mujeres y disidencias.
La decisión asamblearia de “unir todas las luchas” y convocar a la movilización en las calles, a diez años del primer Ni Una Menos el miércoles 4 de junio, en articulación con la marcha de jubiladas y jubilados y otras convocatorias sectoriales marca un punto de inflexión en el rol articulador de los feminismos y transfeminismos. Esta iniciativa no solo expresa una voluntad de unidad en la acción, sino que también fortalece la construcción de una agenda programática común que trascienda las luchas sectoriales, para enfrentar de manera colectiva las políticas del gobierno neofascista que ha elegido entre sus principales enemigos internos al movimiento feminista y transfeminista.
Hoy más que nunca resuenan las preguntas de antaño: ¿Como mantener prendida la llama de la marea verde, para que no sea apagada por la comodidad de los sillones del aborto legal, o de las políticas asistenciales de gobiernos que sólo buscan usar al movimiento como carne de cañón para ganar (o perder) elecciones?
Hoy los feminismos y transfeminismos nos encontramos en un momento crucial para dar la batalla. Hemos sido usadas para el marketing del empoderamiento, del éxito individual sin distinción de género. Logramos dar el primer paso, hacernos visibles en un mundo que nos tenía escondidas detrás del armario. Sin embargo, ser visibles no es suficiente.
Tanto la derecha neoconservadora fascista como la perspectiva progresista posmoderna tienen un solo objetivo: seguir usando nuestros cuerpos para sus propios intereses individuales, para seguir vampirizando nuestras vidas y sostenernos en la antinomia de ser o no ser feministas, de ser o no ser madres, de ser o no ser empoderadas.
Pero más allá de las corrientes de pensamiento que buscan cooptar la potencia de este movimiento existe una realidad muy concreta: mujeres y disidencias somos las principales víctimas del capitalismo patriarcal: tan sólo en 605 días, más de 14520 mujeres palestinas fueron asesinadas, siendo el estado de Israel uno de los más grandes femicidas e infanticidas del mundo, perpetrando un femicidio cada una hora.
Por esto, el movimiento feminista y transfeminista no debe estar al margen de la disputa del poder popular. Debe explotar al máximo la capacidad de volver heterogéneas las luchas sociales, de unificar consignas, de construir en la acción de calle un programa político articulador y vanguardia de nuestra definitiva liberación de todas las formas de violencia y sujeción.
En las redes y en las casas, en las plataformas y en la calle, tenemos hoy la oportunidad de tomar el cielo por asalto, construyendo una presencia crítica en cada uno de los ámbitos de la vida, donde el contenido del feminismo y transfeminismo popular no se pierda, intencionalmente, en el ruido de lo digital.
A una década de aquel primer grito, el movimiento Ni Una Menos sigue vigente. No porque no haya cambiado nada, sino porque las violencias sistemáticas persisten, se transforman y se profundizan.
En un presente donde la nueva fase del capitalismo financiero y digital se apropia del deseo, mercantiliza las luchas e impone el individualismo atroz, el movimiento transfeminista se enfrenta al reto de mantenerse popular, creativo, rebelde, sosteniendo y generando nuevas redes de sororidad popular a lo largo y ancho del mundo, para despertar definitivamente el género humano de la pesadilla distópica en el que la apropiación aristocrática del desarrollo científico y tecnológico nos conduce a un mundo más esclavizante y empobrecedor, en lugar de garantizar bienestar y tiempo libre para las mayorías.
* Paula Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos, directora de NODAL. Matías Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y ex Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) y NODAL.