¿Por qué volver a Mariano Moreno? Batalla de ideas, persecución a Cristina y hostigamiento a periodistas
*Por Emilia Trabucco
El 7 de junio, día del y la periodista en la Argentina de Milei, no pasó desapercibido en la agenda política, dando lugar a múltiples acciones de protesta. En este marco, resulta necesario volver sobre la figura de Mariano Moreno, no como una postal escolar o una simple efemérides, sino destacando el rol central que cumplió como intelectual orgánico, en el más profundo sentido en que lo definió Gramsci. El “Sabiecito del Sur”, según Norberto Galasso, un revolucionario con una pluma filosa, un estratega político y el primer gran impulsor de la batalla de ideas en nuestro país.
Fundó La Gazeta de Buenos Ayres en 1810, anticipó el uso del periodismo como herramienta para organizar, formar y confrontar políticamente en contextos de disputa por el poder. Su muerte, envenenado en alta mar, fue ejecutada por las fuerzas contrarrevolucionarias e imperialistas que buscaban desarticular el proceso emancipador en curso.
Moreno pensó La Gazeta para organizar la difusión del programa revolucionario que luego condensaría en el Plan de Operaciones, texto donde se combinan pensamiento estratégico, programa político y tareas de inteligencia. Como señala Galasso, no se trataba de un mero panfleto, sino de una hoja de combate para “excitar el ánimo del pueblo a examinar sus derechos”, democratizar la información y frenar el embrutecimiento. En ese sentido, la prensa era, para Moreno, una herramienta al servicio del pueblo, no de los poderosos.
En el presente, cuando el periodismo y las voces opositoras son perseguidas y la crítica es reprimida, el ideario morenista se reedita con toda su actualidad. La defensa de la libertad de expresión, la función crítica del periodismo y la tarea de disputar el sentido común —aquello que Moreno sintetizó como “el derecho del pueblo a saber la conducta de sus representantes”— hoy son objeto de ataque por parte de un régimen “libertario y anarco-capitalista” que instrumentaliza al Estado como aparato represivo y disciplinador ideológico.
Hoy en Argentina, el Estado ha dejado de ser garante de derechos para transformarse en perseguidor de voces críticas. El nuevo Plan de Inteligencia Nacional (PIN) impulsado por el gobierno de Javier Milei, documentado por el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) y otros organismos de Derechos Humanos, amplía el espionaje a periodistas, organizaciones y opositores, violando la Ley de Inteligencia Nacional. La SIDE, que había sido desarticulada como herencia de la dictadura por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, ha sido instaurada nuevamente como dispositivo central de vigilancia y persecución ideológica.
Se suma como parte del Plan una orden secreta firmada en enero por Diego Kravetz, director de operaciones de la SIDE, que instruye a “monitorear actores sociales vulnerables, estatales y extranjeros influyentes” y “producir informes de impacto político” sobre ellos. Se trata de un programa sistemático de control del relato y manipulación del sentido común, nutrido por milicias digitales financiadas desde el Estado y legitimado por la doctrina Chocobar, que convierte al enemigo interno en objetivo legítimo de violencia.
El nuevo pPlan de Iinteligencia, “secreto”, del que solo se conocen elementos que dejó trascender la prensa, como Alconada Mon, que sufrió también el ataque del oficialismo y sus milicias, y ,múltiples intentos de hackeos, está orientado a espiar a todas las personas que opinen en contra de las políticas del gobierno. Esto ubica a opositores, organizaciones y periodistas como blancos de las tareas de la SIDE, algo prohibido directamente por la Ley de Inteligencia Nacional, según informó el CELS.
La estrategia estatal no es nueva, es una continuidad histórica de las fuerzas contrarrevolucionarias que asesinaron a Moreno en alta mar para detener el proceso emancipador. Hoy, esa violencia se actualiza en un programa de gobierno subordinado al capital financiero y a las derechas globales, que utiliza la fuerza represiva para aniquilar a quienes considera sus enemigos e infundir terror. La persecución judicial, política y mediática contra Cristina Fernández de Kirchner, principal referenta del campo nacional y popular, se encadena con los megaoperativos represivos contra manifestantes y, en especial, con el hostigamiento a periodistas que ejercen su derecho a informar con veracidad.
Pablo Grillo, fotoperiodista herido por Prefectura durante una manifestación, encarna ese nuevo blanco del terror estatal promovido por la ministra de Seguridad Nacional Patricia Bullrich. La “doctrina Chocobar” —que naturaliza el uso letal de la fuerza— fue aplicada también en el caso de Thiago, el niño asesinado de un balazo por la Policía Federal en Ciudad Evita. La lista de enemigxs incluye a kirchneristas, feministas, piqueterxs, migrantes, discapacitadxs, médicxs, pueblos originarios y, en definitiva, a toda la clase trabajadora organizada. Es la doctrina del enemigo interno, reeditada en clave digital, judicial y represiva.
A este contexto se suma el ataque discursivo explícito a la prensa por parte del propio presidente Javier Milei, quien recientemente publicó en redes sociales que “la gente no odia lo suficiente a los periodistas”, en línea con publicaciones previas de cuentas asociadas a su entorno, como la de su asesor Santiago Caputo. En ese mismo mensaje, el mandatario acusó a la prensa de mentir las 24 horas del día y se burló del reclamo por libertad de expresión, profundizando un discurso de odio contra quienes ejercen el derecho a informar y criticar al poder.
El Plan de Inteligencia Nacional, de carácter secreto, busca no sólo espiar a periodistas y opositores, sino dominar la esfera simbólica, manipular el sentido común y desplegar un nuevo tipo de represión. Se trata de una “batalla cultural” ejecutada con herramientas del siglo XXI, pero con la lógica del absolutismo colonial: vigilar, controlar y castigar.
Frente a este contexto, la vigencia de Moreno no es meramente conmemorativa, sino política. Retomar su legado significa comprender que la batalla cultural no se da sólo en la televisión o las redes sociales, sino en la capacidad de construir organización, de disputar sentido desde abajo, desde cada comunidad. Como escribió Lenin: “la literatura debe ser parte de la causa común del proletariado”, de las mayorías trabajadoras.
Frente al Estado espía, al aparato judicial colonizado y a las fuerzas represivas actuando como milicias del capital, urge trabajar para que “florezcan mil Gazetas”, medios libres, populares, comprometidos con la verdad y los intereses del pueblo. El desafío es combatir la desinformación y las fake news, enfrentar el miedo que pretenden imponer a cualquier disidente y retomar el control de las ideas. En palabras de Rodolfo Walsh: “el terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror”.
*Trabucco es psicóloga, Magíster en Seguridad y maestranda en Políticas Públicas y Feminismos (UNPAZ). Analista de la Agencia NODAL y de CLAE Argentina. Directora del Área de Universidad, Género y Trabajo del IEC-CONADU.