Argentina: proscripción a Cristina Kirchner. ¿Un nuevo hecho maldito? – Por Emilia Trabucco

Compartir:

Argentina: Proscripción a Cristina Kirchner. ¿Un nuevo hecho maldito?

*Por Emilia Trabucco

“La bala que no salió y el fallo que sí saldrá”, sentenció el diario Clarín, dirigido por Héctor Magnetto, en su portada de septiembre de 2022. No era una metáfora: era una amenaza. Era el anuncio del capítulo final de una guerra declarada contra el campo popular y su máxima referenta. Dos años después, ese vaticinio se ha consumado: la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina, ratificó la sentencia contra Cristina Fernández de Kirchner, ex presidenta dos veces de Argentina (2007/2015), vicepresidenta (2019/2023) y actual presidenta del Partido Justicialista, a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por la causa conocida como “Vialidad”.

El operativo político más significativo de la ofensiva neofascista en la Argentina postpandémica: un fallo sin pruebas, una sentencia sin justicia. La expresión más acabada del lawfare -guerra jurídica- como forma de disciplinamiento político de las mayorías populares. No es una decisión judicial: es la consagración de un plan sistemático que se construyó durante años, con precisión quirúrgica, por los poderes fácticos que gobiernan sin someterse al voto popular.

Esa maquinaria —económica, mediática, judicial y política— no se limita a disciplinar a Cristina Fernández de Kirchner. Es un dispositivo de avanzada global que, en nombre de la transparencia y la república, intenta aniquilar toda posibilidad de proyecto nacional y popular. La mesa del Lawfare -guerra jurídica- argentino tiene nombres y apellidos: los grandes grupos económicos que fugaron capitales y pactaron el endeudamiento de argentinos y argentinas con el FMI; los medios concentrados que construyeron sentido común de odio y sospecha; los jueces federales y cortesanos que operan como custodios del statu quo oligárquico; los servicios de inteligencia reconfigurados desde la era Cambiemos (coalición partidaria de derecha liderada por Mauricio Macri que gobernó 2015/2019); y el entramado político de una derecha que hoy se presenta como libertaria, pero actúa con los mismos métodos del fascismo histórico.

No fue una resolución jurídica: fue un acto de poder. Fue el capítulo final del mismo guion que se ensayó con la bala que no salió. Esa que gatillaron a milímetros de la frente de Cristina Fernández de Kirchner, en medio de las multitudes que confluyeron en 2022, manifestando su apoyo ante una de las primeras resoluciones de esta causa judicial, y configuró su escudo popular, en largos días de vigilia frente a su casa. La vigilia que hoy se reactualiza, casi 3 años después.

Porque en la Argentina del saqueo legalizado, de la Patria empobrecida por la entrega al FMI y la exclusión planificada, lo único que permanece como garantía democrática es la organización popular que no declina, que vuelve a custodiar a su conductora, a la mujer que supo ser gobierno y hoy es símbolo. Como dijimos antes: Cristina no está sola. La rodea el pueblo. La protege el pueblo. La necesita el pueblo.
Cristina Fernández de Kirchner, lo sintetizó con la precisión política que la caracteriza: “Soy la fusilada que vive”. No como metáfora vacía, sino como condensación de un proyecto histórico que incomoda al poder real. El intento de femi-magnicidio, lejos de ser un hecho aislado, fue el punto más alto de una campaña orquestada por sectores económicos, mediáticos y judiciales que no le perdonan haber reordenado al Estado en función de los intereses nacionales. No le perdonan las millones de jubiladas que accedieron a la moratoria, las universidades en los barrios, el salario mínimo, la Asignación Universal, el control al sistema financiero, y sobre todo, haber dicho que con el FMI no se negocia a espaldas del pueblo.

La sentencia que ahora se confirma por unanimidad en la Corte, sin instancia de apelación por parte de la defensa, no sólo busca sellar su exclusión de la arena electoral. Busca suprimir su existencia política, vaciar su palabra, y clausurar lo que representa: un liderazgo que no se subordina al poder concentrado. Pero lo que la derecha violenta —la que viste de traje judicial o uniforme de las Fuerzas Federales— no comprende, es que una sentencia no borra un legado. No borra una memoria ni una potencia. No borra una identidad.

Desde hace tiempo sostenemos que el ataque a Cristina Fernández de Kirchner, no es un hecho aislado, sino una operación de disciplinamiento más amplia que acompaña el proyecto de saqueo planificado. El programa del presidente Javier Milei no puede mantenerse sin Cristina proscripta. La Argentina del ajuste, la represión y la entrega al capital extranjero no es compatible con una figura que representa la expectativa de una vida digna y soberana. Por eso la quieren condenada. Por eso la quieren muerta.

Sin embargo, en esa operación también puede nacer otra cosa: un nuevo orden del peronismo. Cristina Fernández de Kirchner, expresó que el peronismo está “desordenado”, que necesita interpretar los tiempos que corren, escuchar y representar a una clase trabajadora muy diferente a la del siglo que parió a Perón. Hoy, la posibilidad de reconfiguración política del peronismo está íntimamente ligada a la figura de Cristina, no como persona, sino como proyecto. “Volver a Perón es volver a Cristina”, porque es ella quien encarnó, junto a Néstor en el siglo XXI, la realización concreta de los derechos populares en la Argentina. Si esa identidad se recupera, si esa memoria se organiza, podemos hablar de futuro.

La custodia popular reinstalada en San José y Humberto Primo, en el barrio porteño de Constitución no es sólo una escena de afecto: es una forma de hacer política. Es el pueblo protegiendo a su dirigenta. Es el mismo pueblo que la salvó con su presencia del disparo que no salió, y que ahora vuelve a protegerla del fallo que sí. Es la advertencia de que no hay justicia sin pueblo. Ya lo han demostrado las grandes mayorías trabajadoras en otros momentos de la historia. Estaremos ante un nuevo “hecho maldito”? Quizás deberíamos interpretar dicha posibilidad a la luz de las transformaciones del siglo que acontece, para encontrar la respuesta, de forma dialéctica, entre la acción y la reflexión.

En un país donde la derecha gobierna a golpe de decreto, y donde la violencia política se disfraza de institucionalidad, sólo la construcción de un nuevo bloque histórico popular podrá frenar el programa de destrucción que se nos impone. Ese bloque no será posible sin Cristina Fernández de Kirchner. Pero tampoco será posible si el peronismo no vuelve a ser herramienta de transformación y revolución. Nos quieren disciplinades. Nos quieren derrotades. Pero lo que no pueden prever es que, frente a la exclusión, renace el protagonismo. Y frente a la condena, crece la certeza de que el pueblo está dispuesto a volver a organizarse en su propio nombre.

*Emilia Trabucco es psicóloga, Magíster en Seguridad y maestranda en Políticas Públicas y Feminismos (UNPAZ). Analista de la Agencia NODAL y de CLAE Argentina. Directora del Área de Universidad, Género y Trabajo del IEC-CONADU.


 

Más notas sobre el tema