El «chavismo» vuelve a ganar en Venezuela
Por Marco Consolo
En Venezuela hace 26 años que Hugo Chávez llegó al Gobierno. Y 27 desde su primera victoria electoral. Desde entonces, se han celebrado 32 consultas electorales, 30 de las cuales fueron ganadas por el chavismo.
La última, la número 32, tuvo lugar el 25 de mayo pasado, para la elección de los gobernadores de los 24 estados que conforman la República Bolivariana de Venezuela, los 260 diputados de los parlamentos de cada uno de los estados y los 285 diputados nacionales. Más de 6.000 candidatos en representación de 54 organizaciones políticas (36 nacionales) de distintas orientaciones se presentaron a las elecciones del 25 de mayo. En esta ocasión, una vez más, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se presentó en alianza con otros partidos, bajo el paraguas del Gran Polo Patriótico (GPP). Además de la alianza electoral, el chavismo busca desde hace tiempo la unidad de las fuerzas de izquierda, teniendo en cuenta su diversidad y diferente peso político. En su conjunto, las fuerzas del cambio obtuvieron el 82% de los votos, la mayoría absoluta en el Parlamento y 23 de los 24 gobernadores de estado, incluidas cinco mujeres. En este último aspecto, un dato importante fue el voto femenino, que da cuenta del papel de las mujeres en la dirección de muchos organismos de masas y movimientos populares
El Gran Polo Patriótico aumentó sus votos, superando un total de 5 millones y ganando alrededor de 1,3 millones de votos más que en 2021. Este apoyo, en cambio, disminuyó en los estados de Barinas, Carabobo, Mérida y Táchira, donde la oposición sigue siendo fuerte.
Las divisiones en las oposiciones
El único estado ganado por las oposiciones fue Cojedes y el presidente Maduro felicitó al ganador, ofreciendo su cooperación. Ya lo había hecho en 2021, con los gobernadores de las oposiciones que habian triunfado en los estados de Barinas, Nueva Esparta y Zulia, ahora de nuevo ganados por el chavismo, gracias en parte a sus divisiones.
Frente a la unidad del Gran Polo Patriótico, como viene siendo habitual la oposición se ha dividido, entre una parte moderada que ha decidido participar en el proceso electoral y otra decididamente golpista, estrechamente vinculada a Estados Unidos, que ha llamado a boicotear el proceso electoral y que mantiene abiertamente la estrategia de desestabilización.
Y no sólo eso. También se ha presentado dividida la oposición «moderada» de derecha. Por un lado, la coalición Alianza Democrática. Por el otro, la Red Decide de Henrique Capriles, ex candidato presidencial y gobernador del estado de Miranda. Recientemente, Capriles fue expulsado del partido Primero Justicia, dada su decisión de participar en las elecciones. También hay que señalar una fuerte presencia de candidatos independientes, al margen de las principales coaliciones, lo que ha fragmentado aún más el panorama político.
En cambio, el golpismo de extrema derecha de María Corina Machado, que ha hecho campaña por el boicot electoral, sigue inventando cifras, como en el caso de las elecciones presidenciales de julio pasado que dieron la victoria a Maduro. Tras los comicios del 25 de mayo, Machado reivindicó una supuesta victoria del abstencionismo: «más del 85% de los venezolanos desobedecieron al régimen». Afirmaciones desmentidas por los datos oficiales del Consejo Nacional Electoral (CNE), un poder formalmente autónomo del Gobierno, donde también está representada la oposición. De hecho, según el CNE, de los 21.485.669 electores habilitados (de unos 29 millones de habitantes), participó el 42,63%. Una diferencia nada desdeñable.
Pero más allá de la guerra mediática por las cifras, como es natural, el abstencionismo tiene varias razones. En primer lugar, la dolorosa ausencia de al menos 4 millones de personas (más de 6 millones según la oposición…) que, especialmente durante los años más duros del bloqueo estadounidense y europeo, emigraron del país en busca de mejores condiciones de vida, pero siguen inscritas en el registro electoral. Sin embargo, incluso en los momentos más duros, la oposición golpista siempre ha clamado por aumentar las «sanciones» contra el país, sin preocuparse de su impacto sobre las condiciones de vida de la población. La migracion es una figura siempre agitada por la oposición para demostrar la “huida de la dictadura de Maduro”, pero de la que se olvidan olímpicamente en las rondas electorales, para inflar la abstención.
La segunda razón es la tasa de abstención «fisiológica» en este tipo de elecciones, que se viven como «secundarias» respecto a las presidenciales.
Luego, hay una cierta desafección a la política y a la participación electoral, también presente entre la población venezolana, que muestra signos de cansancio tras decenas de procesos electorales.
En cualquier caso, la derecha mantiene una buena base politica y electoral, y ha ganado terreno entre los indiferentes y los desilusionados, utilizando la antipolítica como garrote, gracias también a algunos errores del chavismo y a la arrogancia de algunos de sus dirigentes. La derecha golpista ha logrado convencer también a varios sectores populares, como lo demuestra el segundo lugar obtenido por el candidato de María Corina Machado en las elecciones presidenciales del 28 de julio. Para el chavismo, sería un grave error subestimar este hecho y escudarse en cierto triunfalismo.
La primera vez en Guyana Esequiba
Por primera vez se votó en la Guyana Esequiba, territorio que Venezuela reclama a Guyana desde 1899. Es un caso que se arrastra en los tribunales internacionales desde hace más de un siglo. El gobierno bolivariano ha apelado hasta ahora a la diplomacia, al derecho internacional y al Acuerdo de Ginebra, pero de poco ha servido, dado el botín en juego (petróleo, oro, bauxita, diamantes, etc.) en esta zona de enormes recursos.
Dados los pobres resultados diplomáticos (camino que sin embargo persigue), el año pasado, el gobierno de Maduro ha promovido un referéndum para sancionar la existencia de la Guyana Esequiba como un estado parte de Venezuela, para dar una señal política y pulsear la voluntad del pueblo. Un referéndum ganado abrumadoramente por el gobierno. Hoy el nuevo estado ha elegido a un gobernador chavista y a ocho diputados, a pesar de las amenazas de represalias y detenciones para todo aquel que fuera a votar, por parte del gobierno guyanés. El mismo gobierno que, con una clara señal de vasallaje y una buena dosis de provocación, permitió que la multinacional Exxon Mobil extrajera petróleo en la zona disputada con Venezuela, y que la flota del Comando Sur de EEUU estuviera presente para proteger las perforaciones ilegales.
El voto de los pueblos originarios
Capítulo aparte merecen las elecciones de los representantes de los pueblos originarios que votaron el 1° de junio, con sus propias normas y costumbres y una alta participación. Hay casi 170.000 personas registradas como tales y con derecho a voto, organizadas en unas 3.900 comunidades.
Desde la selva amazónica hasta las tierras ancestrales del Zulia, pasando por el delta del Orinoco, los pueblos originarios se movilizaron para elegir tres diputados a la Asamblea Nacional y nueve a los parlamentos de los estados Amazonas, Apure, Anzoátegui, Bolívar, Amacuro, Monagas, Sucre, Zulia y Guayana Esequiba. Sus colores y su determinación protagonizaron las elecciones de los nueve estados venezolanos.
Como reconoce la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, estas elecciones se celebraron de acuerdo con las tradiciones y costumbres de cada pueblo. El artículo 125 de la Constitución garantiza los derechos de los pueblos originarios, incluidas sus formas de organización social y política y sus conocimientos ancestrales. Un proceso democrático que refleja la voluntad de las comunidades y fortalece la identidad y autonomía de los pueblos originarios. Al mismo tiempo, reafirma el compromiso de Venezuela con la inclusión y el respeto a la diversidad cultural y política de sus pueblos nativos.
¿Por qué gana el chavismo?
En primer lugar, por la organización capilar y unitaria del PSUV y sus aliados políticos: desde el sector mayoritario del Partido Comunista (nada que ver con aquel aliado con la extrema derecha desde hace tiempo), que es el segundo partido más votado de la coalición, hasta los Tupamaros, pasando por Patria para todos (PPT), la Unidad Popular Venezolana (Upv), el partido de la desaparecida Lina Ron y otros.
Pero más allá de los partidos, a la victoria electoral contribuyeron decisivamente las organizaciones de masas del chavismo, comenzando por las organizaciones de calle y barriales como las así llamadas Unidades de Batalla Bolívar y Chávez (UBCH). También fue decisivo el aporte desde abajo de las estructuras sociales de los territorios, en particular los Circuitos Comunales y los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), así como las llamadas Misiones (programas sectoriales de alcance nacional), que junto al Gran Polo Patriótico se han movilizado a lo largo y ancho del vasto territorio en los últimos meses.
Al mismo tiempo, las fuerzas bolivarianas fueron capaces de presentar una propuesta orgánica de gobierno, tanto en los territorios como a nivel nacional. Una propuesta unitaria y unificada, a pesar del fuerte debate interno, que sin embargo representa un signo de vitalidad del proceso participativo. Una propuesta que ha despertado muchas expectativas, discutida junto a los parlamentarios en miles de asambleas populares, basada en 7 grandes ejes de transformaciones del país [i].
Entre los procesos participativos llevados a cabo este año, destacan también las tres consultas populares sobre «presupuestos participativos» para proyectos territoriales, y otras dos tendrán lugar antes de que finalice el año.
Una distancia sideral de la propuesta vacía de las oposiciones «vende-patria», que no tienen la capacidad de ser convincentes como alternativa, dadas sus trilladas recetas de privatización neoliberal, escritas al dictado de Washington. Dispuestas, como están, a entregar el país a Estados Unidos, a cambio de reconocimiento político y de unas migajas. El caso paradigmático es el de la farsa del «autoproclamado presidente» Juan Guaidó, gracias al cual los modernos piratas de Washington se han apoderado de importantes activos venezolanos como la empresa de distribución de petróleo CITGO y otros.
Por último, pero no por ello menos importante, en las últimas semanas la administración Trump ha decidido deportar a muchos migrantes venezolanos, secuestrados en Estados Unidos y enviados a El Salvador a cambio de abundantes pagos al régimen de Bukele. Un intento de resolver la cuestión migratoria «vendiendo migrantes» y externalizandolos a terceros países. Una reciente «moda internacional», que también ha puesto en el punto de mira al Gobierno italiano de Meloni y el caso de Albania. Las deportaciones provocaron una ola de indignación en Venezuela, dejaron al descubierto las contradicciones de las oposiciones y las pusieron en aprietos.
¿Un jardín de rosas?
Como siempre, la experiencia venezolana no es un jardín de rosas, ni el paraíso terrenal, y hay muchos problemas por resolver. El proceso del socialismo bolivariano ha sido siempre un laboratorio para construir una sociedad con «la mayor suma de felicidad, la mayor seguridad social y la mayor estabilidad política posible» (Simón Bolívar dixit). Es un proceso con características propias y contradictorias, como todo proceso real, hecho por mujeres y hombres de carne y hueso. Es un cambio que debe ser analizado con sus propios problemas, en su realidad concreta, lejos del espejismo de la democracia representativa y de las enfermedades del eurocentrismo que también afectan a buena parte de la izquierda occidental.
Hay un hecho que pesa como una montaña y es instrumentalmente ignorado por la artillería mediática del mainstream internacional. Desde la primera victoria electoral del comandante Hugo Chávez y ahora con el gobierno del presidente Nicolás Maduro, el proceso venezolano ha sufrido el ataque incesante e implacable de una guerra multifacética, hecha de bloqueo económico y comercial, ataques diplomáticos, terrorismo violento y agresivas campañas mediáticas internacionales. Tanto desde Estados Unidos, como desde los sectores y gobiernos más reaccionarios de la Unión Europea, empeñados en hundir la experiencia bolivariana para demostrar que no hay alternativa al capitalismo.
A pesar de ello, el 25 de mayo la mayoría de los electores y electoras confirmaron la vocación de paz y la voluntad de continuar el proceso de transformación del país. Un voto que rechazó los complots golpistas del imperialismo norteamericano y del fascismo internacional y confirmó la voluntad del pueblo venezolano de construir su propio destino.
Como sostenía el fallecido dirigente revolucionario venezolano Alí Rodríguez, el reto al que se enfrenta el proceso bolivariano es pasar de un capitalismo de Estado redistributivo a una transición en dirección socialista. Una prueba importante en el plano legislativo será la propuesta de reforma constitucional, que el Gobierno ha dicho que quiere presentar al nuevo Parlamento que tomará posesión el 5 de enero de 2026. Una reforma que pretende fortalecer el poder popular desde abajo de las Comunas, embriones de gobierno comunitario y territorial, así como la experiencia de «democracia participativa y protagónica».
Mientras tanto, Venezuela fue elegida por segunda vez a la vicepresidencia de la Asamblea General de la ONU.
[i] https://vocesdelsur.prensa-latina.cu/estas-son-las-7-transformaciones-que-propone-maduro-en-su-plan-de-gobierno/