El espejo latinoamericano – Por Carlos Gutiérrez Márquez

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Carlos Gutiérrez Márquez*

Marca el calendario 2025 su cercanía al inicio del segundo semestre, últimos seis meses en los cuales la región vivirá tres eventos electorales de carácter presidencial, todos ellos en países gobernados bajo agendas progresistas y, por tanto, de especial significación para la continuidad o el repliegue de su ideario reformista.

El primero de ellos, tanto por fecha (17 de agosto primera vuelta, 19 de octubre segunda vuelta) como por significación histórica, tendrá escenario en Bolivia, país en el que el partido Movimiento al Socialismo (MAS) ha gobernado en forma casi ininterrumpida desde el año 2006; Chile (16 de noviembre primera vuelta, 14 de diciembre segunda vuelta), y Honduras (30 de noviembre), son los otros dos países en los que el ideario progresista continuará iluminando la conducción de estas sociedades por otros tantos años más o sus dirigencias deberán ceder el paso a sus contrarios.

Herencia insuperada

Los dieciocho años a la cabeza del gobierno de su país ya le pasan factura al MAS y lo muestran en franco desgaste. Cuatro períodos presidenciales al frente de un país no son poca cosa, tres de ellos a cargo del mismo dirigente. Comienza esa experiencia de gobierno en 2006, en cabeza de Evo Morales, indígena aymara que logra su reelección en dos quinquenios consecutivos, seguido en la dirección de la sociedad boliviana por su ministro de Economía, Luis Arce.

La elección de Morales como presidente, al igual que la conformación del MAS como partido-movimiento, consuman un lapso de grandes movilizaciones, paros, protestas y, de manera notable, reivindican el peso que los pueblos indígenas, siempre excluidos, tienen en su país.

Su mandato consuma, asimismo, una ruptura histórica con dos siglos de mandato oligárquico, racista, de minoría agroexportadora, sumisa a la injerencia de Estados Unidos, años, muchos de ellos, en los que las Fuerzas Armadas, formadas en la Doctrina de Seguridad Nacional, fungieron como instrumento dócil de esa oligarquía y ejecutaron reiterados golpes de Estado. El control de la renta nacional y el manejo del Estado para propósitos privados, de minorías, tras todo ello.

Fiel al ideario progresista, el Estado asumió el manejo de los principales y estratégicos bienes de la nación, entre ellos hidrocarburos, telefonía, minas de estaño, litio, siderurgia, cemento y otros productos industriales de especial valía que también fueron convertidos en patrimonio público. Los buenos precios alcanzados en el mercado internacional por el gas se tradujeron en el ingreso de grandes sumas de dólares que permitieron invertir en infraestructura y subsidios a granel. De la pobreza salieron porcentajes importantes de bolivianos, registrados entonces por las estadísticas oficiales como clase media.

Esa sucesión de medidas y resultados ensancharon el prestigio de Morales, traducido en la práctica en nuevo caudillo de su país, como otrora habían figurado personajes oligárquicos. Era aquel un mandar desbocado con creación y recreación de clientelas, con excesos de poder patriarcal que llevaron no solo a quitar y desconocer a quien pudiera hacerle sombra sino incluso a cometer “estupro continuo”, como lo denunció en su momento María Galindo (1).

Tales excesos de poder personalista llevan a Evo al desconocimiento del referendo realizado el 21 de febrero de 2016, en el cual las mayorías que acudieron a las urnas negaron la pretensión de su gobierno de reformar la Constitución Nacional para permitir la reelección indefinida.

Esa pérdida política, la primera que sufría, sumada al desgaste que va acumulando el gobernante –más las maniobras de los poderes tradicionales, aunadas a los intereses del capital internacional en cabeza del gobierno de Estados Unidos–, da paso a la crisis política/ intento de golpe de Estado de 2019, que lo alejan de la “Gran Casa del Pueblo del Estado Plurinacional de Bolivia”, pasando al exilio (2).

El poder es como un buen plato: quien lo prueba quiere degustarlo una y otra vez. Es así como, tras un año por fuera de su país, regresa y lo hace con el ánimo de retomar su poder dentro del MAS, así como la aspiración de ser cabeza de este en las elecciones de 2025. Son esas pretensiones lo que está en la base de la disputa que le enfrenta con Luis Arce, actual presidente en Bolivia, quien también estaba tras ambas aspiraciones.

El estigma de mal mandatario, reflejado en las encuestas de presidenciables con un escaso 4 por ciento de favorabilidad (3), le han servido a Morales para cuestionar al actual mandatario; realizar infinidad de protestas, marchas y bloqueos, y confrontarlo en demanda de ser reconocido como candidato presidencial. En mayo pasado, un bloqueo de 24 días aisló totalmente a Cochabamba, con implicaciones para la economía nacional de 2 mil 100 millones de dólares, “una cifra brutal en un país cuyo producto interno bruto asciende a 45 mil millones de dólares” (4).

El efecto de todo esto ha recaído sobre Luis Arce y pesa sobre la sociedad boliviana, que ve cómo las dificultades que creía superadas son cosa nuevamente cotidiana. Faltan dólares por la caída de las exportaciones –el gas ya no se produce ni se vende como antes–, no hay suministro suficiente de gasolina (5), crecen las cifras de desempleo, la informalidad gana indicadores y también la inflación, todo lo cual suma para que el MAS llegue a la contienda de agosto en circunstancias difíciles.

Consciente de todo ello, Luis Arce, sin posibilidades de reelección, cede el paso a su ministro de Gobierno. En su afán por desgastar a su otrora compañero de luchas, Morales desconoce que la crisis descansa en el agotamiento del extractivismo y en la perpetuación de un modelo económico, político y social que reposa en el Estado y su paternalismo reforzado, que ahonda el capitalismo en vez de trascenderlo.

El modelo reformista mostró en la pandemia por covid-19 su plena debilidad al ver caer en la pobreza a los miles que supuestamente habían llegado a nuevos niveles de consumo. Algo similar ya habían vivido los brasileños y el ‘milagro’ de los gobiernos de Lula, tras los cuales –eliminado o disminuido uno u otro subsidio– la alabada y ‘nueva’ clase media, reconocida por las estadísticas oficiales por sumar unos pocos reales más en sus ingresos, regresaba a su realidad económica, social y estadística.

Bajo estas circunstancias, lo único que impide que las sombras cubran al MAS en su totalidad es la fragmentación de la oposición, liderada en su mayoría por los sectores tradicionales que usurparon el poder por dos siglos, y quienes juegan a la segura realización de segunda vuelta en la cual el candidato por oponer al oficialismo será el que más logre votos en la primera consulta. Todos contra el MAS será la consigna.

En este contexto, queda la expectativa alrededor de que Andrónico Rodríguez –presidente del Senado, joven líder campesino cocalero, y quien en 2018 fuera presentado e impulsado por Evo Morales como la nueva sangre de un proceso político en marcha– sí sea reconocido e inscrito como candadito presidencial, para lo cual el Tribunal Supremo Electoral tiene tiempo hasta el 6 de junio.

En sus primeras opiniones como candidato en trance, Andrónico, politólogo de formación y con escasos 36 años a cuestas, de manera hábil se ha distanciado de las dos alas que pugnan por el poder dentro del MAS. Pese a contar en las encuestas con una favorabilidad del 20 por ciento, algunas voces le señalan su dificultad para comunicar, dados en él un característico silencio o sus pocas palabras.

Aguas tibias

Mientras los vientos no parecen ser frescos en el país que homenajea con su nombre al Libertador Simón Bolívar, en Chile, Gabriel Boric, joven dirigente estudiantil que llegó a la Casa de la Moneda como fruto de las protestas que conmocionaron al país en 2019, ha quedado preso de las negociaciones con el establecimiento.

Amparado en los cálculos políticos, antes que en procurar la concreción efectiva del mandato recibido, ve que su ciclo se acerca a su final, y poco o nada tiene para entregar como realizaciones que de verdad acerquen a su país al giro soñado por los miles de miles que coparon durante semanas las calles de las principales ciudades del país para exigir reformas que dieran al traste con la herencia de la dictadura pinochetista.

Con la expectativa de ser una expresión meridiana de la generación antineoliberal, Boric recibió un inmenso peso que terminó por doblarlo. El intento de reforma constitucional, su más importante iniciativa política, la misma que daría cuenta de la que aún lleva la marca de Pinochet, no logró las mayorías nacionales, resultado que permitió visualizar en sus reales proporciones el peso y el poder de quienes se identifican con una herencia nefasta, así como la indecisión de sectores sociales que temen un giro para el cual no se sienten preparados.

La derecha tampoco logró su propósito de atornillar todavía más el texto constitucional vía referendo, en favor de los sectores tradicionales del poder. Estamos ante un país de aguas tibias.

De esta manera, quedó claro que el conservadurismo es el distintivo del país austral, romper lo cual demanda más procesos e iniciativas culturales –de intensa disputa de la opinión pública– que simples iniciativas legislativas. Y para ello es indispensable tener mucha imaginación, mucha creatividad y un inmenso liderazgo social.

Pero, precisamente, todo esto ha brillado por su ausencia en una dirigencia que, contrariamente a lo esperado, se acomodó bajo el paraguas del realismo político, temiendo despertar viejos odios y fuerzas reaccionarias que se atrincheraron en todos los pliegues de su sociedad, y no solo en las fuerzas armadas. De suerte que su gobierno parece ser la continuidad de los encabezados por Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.

Es este un mandato de continuidad, incluso en la causa mapuche, en la que ha dado continuidad a la militarización de sus territorios y la criminalización de su resistencia. En vez de reconocer la validez histórica del reclamo de sus tierras, avalado para tal finalidad en el Tratado de Tapihue (6), Boric optó por delegar en la Comisión Presidencial para la Paz y el Entendimiento, constituida en 2023, un diagnóstico y propuesta por seguir.

Aquella Comisión arrojó recientemente un estudio (7) en el cual brillan por su ausencia el reconocimiento de la soberanía y la autonomía plenas del pueblo mapuche. La Comisión, de manera asombrosa, recomienda fragmentar las formas tradicionales de organización de esa comunidad, mantiene el modelo extractivista en esos territorios –motivo de la agudización del conflicto territorial– y limita la restitución territorial a la compra de tierras privadas, arrojándole así más leña al fuego.

No es casual, por tanto, que diversas expresiones mapuches hayan rechazado el informe de la Comisión y permitan concluir que el conflicto no solo seguirá intacto sino que además tenderá a agudizarse. (8).

El mes de noviembre se vislumbra, por consiguiente, como un tiempo plagado de grises, con un mandatario que apenas logra un escaso 30 por ciento de favorabilidad, según encuestas recientes, dejándole muchas críticas, prevenciones y decepciones a quien asuma la candidatura progresista.

Tres candidaturas opuestas: Evelyn Matthei (bloque Chile Vamos), José Antonio Kast (Partido Republicano), Johannes Kaise (candidato libertario), plegadas a los discursos tomados de los gobiernos de Trump y Milei, brindan una imagen de lo que puede vivir un país que soñó con un viraje progresista, incapaz de conseguir ni siquiera pisar mediáticamente al neoliberalismo.

Intacto

Del sur del continente el ejercicio electoral salta, el último día de noviembre, al centro, con epicentro en Honduras. En esa fecha, su población en edad de votar ratificará la permanencia del actual partido de gobierno en la dirección del país, por medio de quien proponga como cabeza presidencial, o si las fuerzas de la tradición retoman su control. Es aquella una consulta en la que se medirá, más allá de cualquier encuesta, lo realizado o dejado de hacer por Xiomara Castro, en funciones desde enero de 2022.

El legado que recibió la mandataria –y con ella los retos por superar como líder de una agenda progresista en los cuatro años que ya aruñan su final– suma multitud de problemas, bajo los cuales quedó como esclava: la polarización política, potenciada por el golpe de Estado de 2009 contra Manuel Zelaya, y aún no resuelta.

El desempleo y la informalidad, como signos de una economía que no crea suficiente trabajo, y mucho menos digno; la pobreza que ronda, según el Instituto Nacional de Estadísticas, el 62,9 por ciento, y la pobreza extrema que afecta al 40,1 por ciento de la población; la migración –hacia Estados Unidos y España, como destinos privilegiados– en procura de un mejor presente y un mejor futuro; el narcotráfico, motor de una parte no despreciable de la economía nacional como de su agenda política; la criminalidad en cabeza de pandillas, entre ellas las maras; la crisis ambiental, el asesinato y la amenaza constante a la integridad física de quienes luchan por la conservación ambiental del país; las difíciles condiciones de vida de más del 80 por ciento de su población, la corrupción y la impunidad (9).

Heredera del liderazgo político de Manuel Zelaya –fundador del partido Libertad y Refundación (Libre), presidente defenestrado en 2009–, como primera mujer con funciones presidenciales cargó, además, con las expectativas de realizar lo que no pudo llevar a cabo aquel, su esposo, así como la renovación de la política, sacándola del foco de corrupción, promesas incumplidas y favoritismos, entre otras de las constantes que le son características.Son muchas las expectativas y bastantes las no satisfechas.

Parte de esa realidad agravada, como son el narcotráfico, con su presencia y su dominio en el departamento de Colón y en La Moskitia –en la parte perteneciente a Honduras–, como vía predilecta para que la cocaína siga su viaje hacia la casa del Tío Sam –factor, además, con suficiente peso geopolítico en las relaciones con EEUU–; la corrupción y la violencia a él asociadas, pero también la migración, que mantiene su constante goteo; la informalidad laboral, el desempleo, el extractivismo como motor destructor del medio ambiente, con una renovación de las formas políticas en suspenso, toda vez que el peso de Manuel Zelaya, con su liderazgo casi unipersonal, se siente por todos los espacios sociales de su país.

Quien sí queda satisfecho por lo realizado por la mandataria es el Fondo Monetario Internacional (FMI), que en sus repetidas visitas al país ha presentado informes positivos por la dirección de la economía nacional. En sus recomendaciones tras la inspección realizada entre el 7 y 18 de octubre pasado, el FMI destacó el buen estado de la disciplina fiscal –llamando a reforzarla aún más–, y la conveniencia de mejorar el gasto social “para protección de los grupos más vulnerables”, entre otros aspectos (10).

Nos encontramos ante una continuidad del modelo económico, social y político, solo variado en las declaraciones de independencia y soberanía expresadas cada día, y reforzado con un discurso retomado de Bukele, con el que propone la anhelada seguridad que bulle por todos los poros de sus gobernados, pero sin la afectación de la democracia formal, y avanzando hacia su radicalización, con la delegación en manos de las mayorías de parte de lo que le corresponde realizar al poder central en su versión presidencialista.

En esas circunstancias, Xiomara ha logrado nadar entre aguas turbulentas sin quebrar en su totalidad su popularidad –superior al 40 por ciento–, así como prolongar la alianza acordada con la izquierda más tradicional de su país, que, pese a la concentración del poder alrededor de la familia presidencial, sigue dispuesta a extender lo acordado.

Quedan por ver los acuerdos que logre la oposición, en unión con la criminalidad que estuvo tras el golpe de 2009 y que conserva todo su poder de acción, así como las maniobras de Estados Unidos, para poder aseverar con precisión el camino que viene para Honduras y que verá sus luces al amanecer del 1 de diciembre.

Estamos, entonces, frente a tres gobiernos progresistas, regidos por constantes como presidencialismo, caudillismo, individualismo, política asistencialista y sin ánimos de impulsar y reforzar autonomías colectivas; prolongación del neoliberalismo, que valoran solo en sus aspectos económicos y políticos pero muy poco en su peso cultural, despolitización de sus gobernados, un factor importante y que resulta inquietante.

Son tres eventos electorales que señalarán con nitidez si las sociedades de estos países se sienten interpretadas y realizadas en sus aspiraciones y por tanto si le dan un nuevo tiempo a los partidos gobernantes para ahondar lo ofertado y realizado hasta ahora, pero también si el nuevo inquilino de la Casa Blanca avanza hacia una reconfiguración del llamado patio trasero. Esta realidad, ante el escaso protagonismo de los de abajo, invita a contener el aliento.


Notas

  1. Zibechi, Raúl, “Bolivia, o las miserias del poder”, La Jornada, 29/11/2024.
  2. Silva Guzmán, Valeria, “Horas de infarto en Bolivia”, La Jornada, 20/05/2025.
  3. “Bolivia va a elecciones sin opciones claras en el oficialismo”, Ap, 01/01/2025.
  4. “Bolivia: ¿rumbo al abismo?, La Jornada, 8/11/2024.
  5. Bolivia gasta aproximadamente 56 millones de dólares a la semana para importar gasolina y diésel de Argentina, Paraguay y Rusia, ver, “Bolivia va a elecciones sin opciones claras en el oficialismo”, La Jornada, 1 de enero de 2025.
  6. “En 1825 se firmó el Tratado de Tapihue, un acuerdo histórico que reconoció la autonomía y soberanía del pueblo mapuche sobre sus territorios ancestrales y su organización política en el Wallmapu. Este tratado estableció un compromiso de convivencia pacífica y respeto mutuo entre el Estado chileno y el pueblo mapuche, y esto debería seguir siendo la base para las relaciones actuales”,  Contreras Painemal, Carlos, ”La Comisión de Paz y el Tratado de Tapihue”, en Le Monde diplomatiqueChile, junio 2025, pág. 6
  7. https://www.gob.cl/noticias/entrega-informe-final-comision-paz-entendimiento-presidente-boric/.
  8. https://rebelion.org/coordinadora-willi-lafken-weichan-de-region-de-los-lagos-rechaza-comision-de-paz-y-entendimiento-de-boric/.
  9. https://eric-sj.org/revista-envio/apuntes-sobre-el-primer-cuarto-de-sigloen-honduras/
  10. https://rebelion.org/el-fmi-repite-aplausos-al-gobierno-de-xiomara-castro/.

*Director de Le Monde Diplomatique, edición Colombia.

EL Diplo


 

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