BRICS+: una potencia en disputa que construye un nuevo orden mundial – Por Fernando Rizza y Bruno Ceschin

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BRICS+: una potencia en disputa que construye un nuevo orden mundial

Por Fernando Rizza y Bruno Ceschin*

En un mundo marcado por la crisis de hegemonía de las potencias tradicionales y el agotamiento del modelo neoliberal global, el bloque BRICS+ —conformado por Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Irán, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita e Indonesia— emerge como una plataforma política y económica del llamado Sur Global, en pos de una gobernanza multilateral. La magnitud de su presencia es contundente, representa más del 54% de la población mundial, el 40% del PBI global, casi la mitad de la producción petrolera, el 78% de las reservas de carbón, el 75% de las tierras raras y un creciente peso específico en los mercados tecnológicos, agroalimentarios y financieros.

Desde su ampliación en 2024, BRICS no solo consolidó su peso económico frente a bloques como el G7 —superándolo en valor de mercado (77 vs. 57 billones de USD)—, sino que también se presentó como un espacio alternativo de cooperación política, social, financiera y tecnológica, con aspiraciones a transformar el sistema internacional imperante. Pero quizás lo más trascendente sea la reciente participación de las organizaciones populares de sus países miembros e invitados que, en paralelo a los foros oficiales, comienzan a delinear una agenda que tensiona desde abajo la direccionalidad del BRICS+ y al resto de las estructuras del poder mundial.

Potencia agrícola y seguridad agroalimentaria

Una de las mayores fortalezas del BRICS+ se encuentra en el terreno agroalimentario. Según datos oficiales, el bloque concentra el 42% de la producción global de alimentos, el 33% de las tierras agrícolas y el 39% de los recursos hídricos del planeta. Sumando la producción acuícola y pesquera: el 70% de la acuicultura mundial y el 30% de la pesca extractiva.

En términos comerciales, los BRICS ya representan más de una cuarta parte (28%) de las exportaciones globales de cereales, si se consideran los nuevos integrantes. Solo en el año 2021, el valor de sus exportaciones agroalimentarias alcanzó los USD 730.000 millones, dominando segmentos clave como cereales, carnes, frutas, aceites y bebidas. Frente a un mundo en crisis alimentaria, el BRICS se consolida como proveedor estratégico de alimentos.

El Plan de Acción Agrícola 2021–2024, consensuado entre los ministros del bloque, apuntó a profundizar esta ventaja con énfasis en la sostenibilidad, el intercambio de tecnología, el uso racional del agua y el fortalecimiento de la agricultura familiar, una característica común en todos los países miembros. No es un dato menor, ya que de las 608 millones de propiedades rurales del mundo, el 90% son familiares y más del 50% estén concentrados en estos países, y que las luchas campesinas y de soberanía alimentaria encuentren allí un terreno fértil de organización y propuesta.

Tecnología, desdolarización y nuevo sistema financiero

Otro eje estratégico del BRICS es el impulso a una arquitectura financiera alternativa. El Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), dirigido por Dilma Rousseff, ya aprobó más de USD 39.000 millones en 120 proyectos de infraestructura y energía limpia. Su oficina regional en India ha financiado 21 iniciativas clave, muchas de ellas orientadas a mitigar el cambio climático, lo cual marca una clara diferencia con las prácticas extractivistas, de dominación y de dependencia financiera del FMI o el Banco Mundial.

Más aún, el bloque avanza en la creación de sistemas de pago alternativos al dólar, una de las prioridades geoeconómicas más ambiciosas. La plataforma “BRICS Pay” y el impulso a una moneda común son pasos en esa dirección. Como expresó Lula da Silva: “la hegemonía del dólar como instrumento de dominación debe ser desafiada”. La propuesta no solo busca autonomía financiera, sino protección frente a sanciones unilaterales y especulación internacional.

A este andamiaje se suma la potencia tecnológica del bloque: entre 2009 y 2023, los países BRICS solicitaron 44 millones de patentes, más del 50% del total global. El control de las “tierras raras” y la expansión de la infraestructura digital también alimentan esta ofensiva por la soberanía tecnológica. En este contexto, la disputa no es solo comercial, sino político-estratégica: ¿Quién garantizará soberanía digital a los pueblos?

El Consejo Popular del BRICS: un actor en construcción

La Cumbre de Kazán (2024) marcó un punto de inflexión con la consolidación del Consejo Popular del BRICS, integrado por más de 200 organizaciones sociales de los países miembros. En su reciente sesión en Río de Janeiro, por primera vez este Consejo presentó un documento final de propuestas o “recomendaciones” que tensionan la direccionalidad del bloque desde una perspectiva popular, feminista, anticolonial, productiva y ambiental.

Entre los puntos más destacados se encuentran: la creación de un fondo de emergencia en el NBD para países en crisis como Irán, víctima de ataques bélicos; la promoción de la soberanía alimentaria, tecnológica y digital; el rechazo al FMI, impuestos a los super ricos y la exigencia de una moneda común; la regulación estatal de las Big Tech; el financiamiento de sistemas públicos de salud y educación; la acción climática con justicia ambiental; y una diplomacia activa para la paz, que incluya democratizar la ONU y aplicar sanciones a Israel por el genocidio perpetrado en Gaza.

No se trata de una declaración simbólica. João Pedro Stedile, coordinador del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra de Brasil (MST), Victoria Panova de Rusia y Raymond Matlala de Sudáfrica, tuvieron intervención directa ante los jefes de Estado del BRICS. Esta apertura institucional constituye un hito: por primera vez, el Sur Global democratiza sus ámbitos diplomáticos a las organizaciones populares.

Perspectivas en disputa

Las contradicciones son evidentes: mientras algunos países impulsan con fuerza la desdolarización, otros como India mantienen una postura ambigua. Mientras el Consejo Popular exige tributar a los súper ricos y limitar la minería destructiva, corporaciones de países miembros siguen siendo responsables de crímenes ambientales impunes. La lucha, por tanto, también es al interior del BRICS.

Paulo Nogueira, uno de los arquitectos del NBD, advirtió sobre los riesgos de una expansión desmedida del bloque, especialmente por la inclusión de países alineados con el FMI o reticentes a romper con el orden financiero occidental. Propuso además impulsar coaliciones de voluntad dentro del bloque.

Sin embargo, el potencial de transformación es inmenso. La adhesión de más de 30 países interesados en sumarse al bloque demuestra su atractivo creciente. Frente al desorden internacional, el BRICS aparece como un posible motor de un nuevo multilateralismo inclusivo, anclado en la cooperación Sur-Sur, en la justicia económica y en la autodeterminación de los pueblos.

Sin embargo, como dijera Arturo Jaureche “no se trata de cambiar el collar, sino de dejar de ser perros”. El BRICS+ abre la oportunidad de cambiar el centro de gravedad de un  mundo bipolar, caracterizado por la disputa del G2, a un mundo multilateral con desarrollo inclusivo para las economías emergentes. Será tarea de profundizar la participación de las Organizaciones Populares y radicalizar su agenda, así como tejer las redes de diplomacia de los pueblos que subyacen a las estructuras burocráticas que llevan adelante sus gobiernos, para no caer en nuevas aventuras imperiales.

*Fernando Rizza es Médico Veterinario. Columnista de NODAL, integrante del Centro de Estudios Agrarios (CEA) y Docente en la Universidad Nacional de Hurlingham, Argentina.

Bruno Ceschin es Licenciado en Ciencia Política y Administración Pública. Maestrando en Desarrolo Territorial en América Latina y el Carible. Integrante del Centro de Estudios Agrarios (CEA).

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