Escenas anticristicas libertarias – Carlos de la Vega

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ESCENAS ANTICRÍSTICAS LIBERTARIAS

Carlos de la Vega

 

El sábado 5 de julio de 2025, Javier Milei, el presidente de la ultraderecha libertaria que gobierna Argentina, fue el principal orador en la inauguración de un enorme templo de la iglesia evangélica neopentecostal, Portal del Cielo, en la ciudad de Resistencia, provincia de Chaco. Lejos de limitarse a un evento meramente propagandístico o proselitista, en un año electoral donde se vota la renovación parcial de los escaños en la Cámara de Diputados y en la de Senadores de la Nación; el espectáculo en cuestión tuvo un significado político, sociológico, doctrinario y hasta teológico, que no hay que desdeñar.

El Reino 

En agosto de 2021 la plataforma estadounidense de televisión por internet, Netflix, estrenó la serie argentina El Reino, hasta ahora con dos temporadas. La obra tuvo un éxito relevante, especialmente en América Latina, relatando en forma ficcional la llegada a la Presidencia argentina de un pastor evangélico neopentecostal que, junto a su familia, instaura un régimen de fanatismo religioso, represión política y capitalismo salvaje mafioso, bajo el impulso gustoso de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos de América (EE.UU). El último capítulo de la serie se emitió en marzo de 2023 y pareciera haber sido una alegoría profética de lo que vendría al finalizar ese mismo año. Las alegorías y la realidad no suelen corresponderse en forma lineal pero a veces conservan una identidad entre las formas de una y el núcleo existencial de la otra.

En las sociedades secularizadas de Occidente lo religioso ha vuelto a florecer y muchas veces de la peor manera. Las ultraderechas ascendentes contemporáneas son, no muy en el fondo, un intento de restauración de un orden feudal arcaico, al que pretenden despojar incluso de las obligaciones sociales y morales que tenía el original. La versión actual de ese neofeudalismo parecería ser una mezcla de hipertecnologismo instrumental mezclado con retrógradas formas de dominación, todo ello catalizado por un liberalismo extremo que garantice la prevalencia pseudo darwiniana del más fuerte, o mejor dicho, del más cruel. En este contexto, ciertas formas pretéritas de religiosidad vienen como anillo al dedo. Por ejemplo, se ha vuelto habitual escuchar a líderes israelíes justificando en la promesa toránica de la Tierra Prometida (Eretz Israel) el derecho a exterminar a los palestinos, o al menos a echarlos de su país.

El retorno de lo religioso a lo político ha ocurrido de múltiples formas. En el muy recomendable documental, Apocalipsis en los trópicos (Democracia em vertigem), de la brasilera Petra Costa (Netflix, 2025); en una entrevista a Lula da Silva, él expresa “mi teoría es que el socialismo falló porque negó a la religión […] uno no puede negar los valores en los que la gente cree”.

La dimensión teológica de lo político vuelve a ser relevante para cualquier análisis medianamente completo de los fenómenos sociales contemporáneos. Y ello ocurre con independencia del valor ontológico que se le otorgue a lo religioso. No es necesario creer en la existencia de una realidad divina transcendente al mundo para que el fenómeno siga operando y con gran poder, como nos lo recuerda Lula. Lo religioso podría ser considerado por alguien ateo o agnóstico meramente como un emergente de formas arquetípicas del inconsciente colectivo humano, al modo en que lo concibió el médico y psiquiatra suizo Carl Jung (1875-1961), para que aun así conservase una influencia ineludible.

Lo anticrístico

En los inicios de la cristiandad, San Ireneo de Lyon (140-202) y San Hipólito de Roma (217-235), reflexionando sobre el Anticristo, identificaron que el anhelo profundo de esta máxima materialización del mal sería aparecerse al mundo con las formas exteriores del bien supremo. No hace falta ser creyente para sacar buenas enseñanzas de esas reflexiones. Bien se podría considerar a ciertas ideas, creencias y formas religiosas como formas alegóricas de la experiencia social acumulada a lo largo de la historia.

Una de las formas religiosas contemporáneas que más paradigmáticamente encarna la fachada del cristianismo para promover valores que son totalmente antitéticos al mensaje profundo de aquel, es el evangelismo neopentecostalista.

Este tipo de cultos tienen dos núcleos identitarios: las prácticas y la doctrinaria. Entre las primeras, el centro está puesto en montajes escénicos más propios de espectáculos públicos con fuerte apelación a una emotividad desbordada (gritos, cánticos exaltados, rezos obsesivos), lejos de la oración como experiencia profunda que busca la emergencia sutil de la divinidad; en la profusión de milagros generados como en una línea de producción en serie fordista y en la tendencia a configurar a las iglesias al modo de empresas capitalistas avanzadas. La Iglesia Universal del Reino de Dios en Brasil, por citar sólo un caso, es propietaria del segundo mayor conglomerado mediático del país, RecordTV, sólo detrás del Grupo Globo. Todo muy divergente del mensaje original de Cristo.

El otro aspecto es el doctrinario, y acá las diferencias con la mejor tradición cristiana, tanto protestante como católica, son todavía mayores. En esto hay tres componentes fundamentales. El primero es el que se ha denominado Teología de la Prosperidad, la idea de que la riqueza material es un signo de la bendición de Dios, de ser un elegido de Jesús. El segundo, es la Teología del Dominio, la doctrina mediante la cual se sostiene que los cultos neopentecostales están llamados a ejercer un control (dominio) completo sobre todos los aspectos de la vida social contemporánea para recristianizar a sociedades que han perdido el camino. Y el tercero, es un conservadurismo de las costumbres muy arraigado que toma las formas específicas de un rechazo al aborto, al feminismo, la diversidad de géneros y a cualquier propuesta que intente remover las ataduras de una sociedad profundamente jerarquizada y opresora.

Milagros dinerarios

Pocos ejemplos más paradigmáticos de la Teología de la Prosperidad que el “milagro” de los pesos ($) a dólares estadounidenses (U$D) narrado por el pastor Jorge Ledesma, propietario del Portal del Cielo, y su hijo.

Ledesma padre le relató al periodista Eduardo Feinmann (canal de televisión A24, 8/07/2025) que en una caja de seguridad tenía $ 95.000 de ahorros de su iglesia y un día fue a buscarlos y providencialmente se habían transformado en 95 billetes de U$D 100, o sea U$D 9.500. Cristian, el hijo de Jorge, contó en otro programa, esta vez radiofónico (Ernesto Tenembaum, Radio Con Vos, 07/07/2025) una versión del “milagro” con cifras algo cambiadas. Los ahorros habrían sido $ 100.000 y la conversión fue a U$D 100.000. Al parecer la Divinidad es diestra en cambios de moneda pero no tanto en la coordinación de las versiones de sus ministros sobre lo sucedido, aunque ellos sean padre e hijo.

Los milagros fueron uno de los recursos a los que el verdadero Cristo evangélico apeló para catalizar la fe de quienes lo rodeaban. Sin embargo, según el relato bíblico, aquellos se realizaron con mesura y cuidado; y nunca, en ninguna ocasión, esos milagros tuvieron por objeto el dinero. En este contexto, quizás, lo más parecido al rendimiento financiero de los ahorros de los Ledesma podría ser la multiplicación de los panes. Este milagro aparece relatado en los cuatro evangélicos canónicos (Mateo 14:13-21, Marcos 6:30-44, Lucas 9:10-17 y Juan 6:1-15) pero en él, Jesús, como va a hacer en otras ocasiones de su vida pública, provoca lo extraordinario operando sobre los elementos sustanciales de la vida, en este caso el alimento representado por panes y peces, y no sobre instrumentos de simbolización de riqueza concebidos para la facilitación de las transacciones, como el dinero. Es más, otro de los eventos más recordados del Nuevo Testamento es el encuentro de Jesús con los mercaderes del Templo de Jerusalén (Mateo 21:12-13; Marcos 11:15-17; Lucas 19:45-46), buena parte de los cuales eran cambistas de monedas, como los que hoy pasan pesos a dólares. La situación narrada derivó en la única ocasión en la que los Evangelios exponen una reacción que podría calificarse de “violenta” por parte de Jesús. Él hizo un látigo de cuerdas para expulsar a dichos mercaderes y cambistas. La inversión ontológica y moral del relato de los Ledesma respecto al ejemplo crístico es evidente. Alguien muy creyente y propenso a ver al Demonio en todas partes, como suelen predicar los neopentecostales, más bien tendría motivos para pensar que, si aquella extraordinaria conversión monetaria de los pastores chaqueños verdaderamente ocurrió, apunta más a ser obra del Maligno que del Redentor del Mundo.

Vida, armas, muerte

El citado documental de Costa versa sobre la influencia de las iglesias neopentecostales en la política actual brasilera con especial énfasis en el apoyo que aquellas le brindaron al exponente de la ultraderecha, Jair Bolsonaro (Presidente Brasil 2019-2023), y en particular el caso del pastor Silas Malafaia y su organización Victoria en Cristo.

Tanto en la campaña electoral de 2018, que llevó a Bolsonaro a la Presidencia del mayor país del hemisferio sur del planeta, como en la de 2022, en la que fue derrotado por un retornado Lula; el apoyo al primero por parte de las iglesias neopentecostales fue abrumador. El propio Malafaia ha sido un consejero histórico de Bolsonaro. Costa en su film señala que en 2022 cerca del 70% de los fieles de estas iglesias votaron por el ultraderechista, un porcentaje que no se registra en ningún otro grupo social. Ya hemos mencionado en otra nota de este espacio la preponderancia creciente que los cultos neopentecostales han tomado en Brasil (Bergoglio – Francisco, Prevost – León XIV, la luz de las tinieblas, Nodal, 09/05/2025).

Una de las muletillas que el bolsonarismo empleó para convencer a buena parte de la sociedad brasilera de lo diabólico que era Lula fue la cuestión del aborto. Bolsonaro se oponía al mismo, y por lo tanto estaba a favor de la vida, mientras Lula era favorable a aquel y eso era inaceptable. En su alocución de Portal del Cielo también Milei hizo referencia a que ellos, los libertarios, eran defensores de la vida.

Ahora bien, esa defensa de la vida se queda en los nonatos. Para los plenamente vivos el trato es muy diferente. Tanto Bolsonaro, como Milei han sido defensores de la difusión masiva de armas entre la población, lo que termina en una promoción de muertes y asesinatos como lo atestigua los EE.UU. En ambos casos, asimismo, ha habido una indiferencia total ante las tragedias provocadas por enfermedades y hasta la explícita negación de ayuda para sus víctimas. Bolsonaro fue hostil a las políticas activas para la prevención y el combate del COVID-19, y llegó a burlarse de los fallecidos por la pandemia. Con su actitud consiguió que Brasil fuera el segundo país con más muertes en el mundo por la COVID-19 en términos absolutos, detrás de EE.UU y por delante de la India, que tiene una población más de seis veces mayor (Brasil: 211 millones, India: 1.438 millones) y deplorables condiciones de vida en buena parte de ella. Milei, por su parte, ha cortado el financiamiento para los medicamentos oncológicos de los enfermos de cáncer y reducido drásticamente el presupuesto de instituciones médicas señeras, como el Hospital Garrahan de Buenos Aires, el mejor nosocomio pediátrico de América Latina. También en estos casos los comentarios despectivos hacia quienes reclaman por semejantes situaciones, han estado a la orden del día por parte del presidente argentino y sus adláteres mediáticos.

Siguiendo el cometido de responder en términos teológicos a estas cuestiones, cabe recordar que no hay ninguna manifestación evangélica de Cristo en favor de las armas o en contra del cuidado de la salud. Por el contrario, las curaciones milagrosas son reiteradas en el magisterio del Hijo del Dios y en el caso de Lázaro hasta lo resucita de la muerte  (Juan 11:1-44).

Respecto a las armas, hay que traer a colación lo narrado en el Evangelio según San Juan 18:1-40. Luego de orar en el bosque de Getsemaní, Jesús es interceptado por un grupo de soldados y guardias enviados por los fariseos para detenerlo, en las vísperas de su Pasión. Simón Pedro trata de defenderlo y saca su espada, con la que hiere a Malco, siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja. Inmediatamente Jesús lo reprende. “Guarda la espada en su vaina”, le dice a Simón. La escena está igualmente relatada en Lucas 22:49-51 con un agregado, Jesús sana la oreja de Malco.

La obsesión con el aborto de los grupos religiosos conservadores, y en esto no se distinguen de los católicos, no tiene nada que ver con la defensa de la vida sino con la preservación del estatus de sojuzgamiento de las mujeres. Controlar el ciclo de reproducción de ellas es una pieza clave de ese cometido. Los niños, nacidos o no, poco importan. Otro de los rasgos ubicuos de las iglesias neopentecostales es su irrestricto apoyo a Israel. País que en Gaza lleva adelante una explícita política de eliminación de niños/as palestinos reivindicada por prominentes representantes del movimiento de los colonos sionistas de Cisjordania como Daniella Weiss. El apoyo de los neopentecostales a Israel también tiene argumentos teológicos para justificarlo pero su tratamiento excede este espacio.

Estado diabólico

En el discurso de Milei en el Portal del Cielo, él reivindicó el valor de la verdad aunque suele plagiar profusamente en sus libros y participó de una criptoestafa a escala mundial. De modo análogo le atribuyó al Estado un carácter demoníaco basado en una lectura convenientemente deformada de las tres tentaciones que sufre Cristo por parte del Demonio mientras ayuna en el desierto (Mateo 4:1-11; Lucas 4:1-13). En la última de esas tentaciones el Maligno le muestra al Salvador “todos los reinos del mundo y la gloria de ellos” y se los promete a cambio de que Jesús lo adore. El “teólogo” Milei infiere de esto que el Diablo puede prometer los reinos del mundo porque éstos de por sí le pertenecen y “reino” es igual a “Estado”. Ergo, el Estado es un dominio de lo diabólico. Un razonamiento sencillo, contundente y falaz.

El Estado como cualquier construcción humana da para lo más excelso y para lo más ruin. Perfectamente se puede seguir la identificación mileista entre “reino” bíblico y Estado y recordarle que los reinos del tiempo de Jesús eran, en casi todos los casos, de tipo patrimonialista, o sea, sistemas en donde lo estatal y lo público se consideraba, o al menos se trataba, como propiedad privada de sus gobernantes, quienes eran, a su vez, los mayores magnates. Pero esto es asombrosamente parecido a la propuesta de orden social del anarcocapitalismo que idolatra el pseudo profeta de la Casa Rosada (sede de la Presidencia de Argentina) y el corolario de la Teología de la Prosperidad, en donde los más ricos lo son por ser los más amados por Dios por lo tanto deben ser ellos/ellas quienes gobiernen a los demás según su antojadiza voluntad. Ahora bien, este es precisamente el tipo de “Estado”, el basado en la propiedad privada, que el evangelista va a identificar con un reino del Demonio. Pero podría concebirse otro tipo de Estado, por ejemplo, el que fuera agente del bien común, que ha sido, con mayor o menor fidelidad al objetivo, el que rige para las democracias sociales de derecho desde hace más de un siglo. En ese caso el componente maligno de lo estatal se trocaría en su opuesto, en una bondad fundamental. Todo al revés de las conclusiones antiestatistas mileista.

Por si la reflexión anterior genera dudas, existe otra escena bíblica acerca de la cual hay un consenso mayoritario entre los exégetas del cristianismo de que se trata de un aval de Jesús al poder temporal del Estado. Consultado con malicia por fariseos y herodianos sobre si es lícito pagarle los impuestos al César romano, Jesús pide un denario, pregunta a quien pertenece la imagen y la inscripción que aparece en él, y luego que le responden “del César”, contesta con la recordada expresión, “Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:15-22). La importancia del respeto y obediencia a las autoridades políticas civiles va a encontrase, igualmente, en la carta del apóstol Pablo a los romanos (Romanos 13:1-7).

Bendita propiedad privada

Los cristianos originales no sólo parece que eran bastante estatistas sino que el tema de la propiedad privada era bien distinta a como pretenden pintarla los libertarios. Volvamos al discurso de Portal del Cielo.

Según Milei “el capitalismo moderno encontró en la tradición judeocristiana un terreno fértil para desarrollarse” y la propiedad privada es uno de los pilares de ese capitalismo. Separemos bien lo “judeo” de lo “cristiano” y enfoquémonos en este último. Después de todo, las iglesias neopentecostales se siguen reivindicando como cristianas.

Pues resulta que el tema de la propiedad privada no es ni por lejos uno de los temas centrales del cristianismo.

Los Hechos de los Apóstoles es el quinto libro del Nuevo Testamento cuya redacción se atribuye a Lucas y narra la forma de vida de los primeros cristianos. Téngase presente que esas comunidades, por su proximidad con el ejemplo vivo del Redentor, es atinado pensar que encarnaban la forma más fiel de vida cristiana. En el texto aludido se encuentran descripciones como las siguientes: «Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas. Vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno» (Hechos 2:44-45) o «la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. […] No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían, traían el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad» (Hechos 4:32-37). ¡EPA, COMUNISMO! En la exégesis bíblica se denomina koinonía, comunión, y se aplica tanto al vínculo de Cristo con sus fieles, como el de estos últimos entre sí. No es el comunismo ideológico de cuño marxista sino una forma de vida derivada del amor cristiano que abarca lo espiritual y lo material. Pero sea como sea, lo cierto es que poco, o nada, tiene que ver con la exaltación de la propiedad privada.

Justicia social

Milei ha expresado varias veces su animadversión hacia el concepto de justicia social. En su intervención en el Portal del Cielo la asoció a la envidia y al pasaje del Génesis (26:12-16) del Antiguo Testamento en el cual se menciona como los filisteos le cerraron los pozos y expulsaron a Isaac de sus tierras por la envidia que les brotó a causa de la prosperidad que había adquirido aquel. El problema es que la disputa Isaac-filisteos no es un problema de justicia social. Lo filisteos son ajenos a la relación económico productiva de la que deriva la riqueza del primero. En todo caso, el tema a considerar sería la relación entre Isaac y sus trabajadores, si los hubiera tenido, o sea, aquellos que contribuyeron en forma directa a generar la prosperidad del patriarca veterotestamentario y si éste los retribuyó, o no, adecuadamente por su esfuerzo. Los filisteos, efectivamente, era unos terceros a lo que les dio envidia algo ajeno, los trabajadores tienen otro estatus.

Milei en su discurso aludido hizo otra pirueta sofística asociando la justicia social a una especie de “caridad impuesta por la fuerza y la caridad no puede ser a punta de pistola. La caridad tiene que emerger del corazón, del alma”. Pero la justicia social no es caridad, sino, precisamente, justicia, cuyo concepto más simple y claro es “dar a cada uno lo suyo”. La caridad es otra cosa, es un plus que sobrepasa a la justicia para dar más allá de ella.

Lo que pretende la confusión nada fortuita entre justicia y caridad es estigmatizar los reclamos de quienes contribuyen a la construcción de la riqueza social pero poco participan de ella porque la misma se concentra en reducidas manos. Cualquier voz que se levante para impugnar ese orden de cosas será tachada de fruto de la envidia, un pecado capital. Así el idolatrado Marcos Galperín, por sólo mencionar un caso paradigmático, no tendría que soportar los odiosos reclamos de quienes le exigen generar trabajos bien remunerados y pagar impuestos. Pero lo cierto es que los U$D 9.400 millones en los que se estima ronda la fortuna del presidente y fundador de Mercado Libre sólo puede explicarse por el esfuerzo constante de sus miles de empleados, pero no sólo de ellos, sino también de todos sus clientes que le compran sus servicios y del conjunto de la sociedad que ha construido un entorno en donde es posible y rentable el comercio electrónico. Si Galperín fuera dejado en total soledad, como el protagonista de la película El Náufrago, su empresa y todo su emprendedorismo no valdrían nada. El olvido de esas circunstancias básicas es lo que pretende concretar la prestidigitación teológica libertaria para santificar, de ese modo, como designio divino el poder cada vez más despótico de los megamillonarios del mundo.

Tomarlo en serio

En Apocalipsis en los trópicos, Costa le pregunta a Lula, en plena campaña electoral de 2022, por qué Bolsonaro lo supera en las encuestas entre los evangélicos, y el tres veces presidente de Brasil le contesta, “porque él se dedicó a eso como nadie lo ha hecho antes”.

En la década de 1920 el jurista y teórico político alemán Carl Schmitt (1888-1985) afirmó que, “todos los conceptos significativos de la teoría moderna del Estado son conceptos teológicos secularizados” (Teología política, 1922). No es preciso seguirlo a Schmitt en todo su derrotero intelectual y político, que bien tortuoso resultaría, para admitir que lo teológico sigue teniendo un lugar relevante en la construcción del poder social, sea que se crea literalmente en lo que representa o se lo tome como una forma alegórica. Esa posición de relevancia de lo religioso en lo político lleva a que se deba abordar el fenómeno con seriedad y se libre también batalla en su campo. Los ultraderechistas libertarios lo tienen bien claro.

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