Perú: ¿Asamblea Constituyente Ciudadana o Plurinacional? – Por Nicolás Lynch

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Nicolás Lynch *

Conforme avanza la coyuntura de cara a las elecciones de 2026, queda muy claro que la salida debe ser planteada en términos no sólo democráticos y electorales, sino también constituyentes. La razón está y la he señalado muchas veces en mí ya largo activismo a favor de una Nueva Constitución, en el tipo de crisis que vivimos.
No se trata de una crisis solo coyuntural, de gobierno, que se soluciona cambiando personas, sino de otra mucho más profunda, de régimen político, de las instituciones ya putrefactas de esto que todavía quiere llamarse democracia. Esta democracia, entonces, ya no tiene compostura, necesitamos otra democracia.

Pero la crisis no termina allí, no se queda en gobierno y régimen político, sino que es también de estado, de ese órgano que directa e indirectamente debe ser capaz de reproducir la dominación del capitalismo neoliberal en el que vivimos. Y este estado ha perdido —lo vemos también todos los días en las noticias— lo que en la política se señala el elemento fundamental para considerarlo eje de la dominación: el monopolio de la violencia física legítima sobre un territorio y una población determinada.

‘ ¿Qué monopolio de violencia física legítima puede existir en medio de la descomposición moral actual? Sería un chiste considerar violencia física legítima el sicariato, la extorsión criminal y la masacre, a la que fueron sometidos, a todas luces por agentes gubernamentales, los peruanos que se rebelaron contra el contragolpe congresal de diciembre de 2022.

Frente a esta situación, de una crisis de fondo corresponden soluciones de fondo. De allí la necesidad de una salida constituyente, que busca regresar a las fuentes mismas del poder: la soberanía del pueblo, para encontrar un camino de salida. No son sólo remiendos de lo existente lo que necesitamos sino recreación sobre lo que tenemos entre manos, lo que debemos hacer.

En esta circunstancia, creo que es muy importante considerar varias cosas. Una cuestión crucial son los tiempos, que en este caso están definidos por la capacidad de los actores. Por ello, es muy importante señalar que, por la profundidad de la crisis y la debilidad de los actores, tanto de izquierda como de derecha, este problema de fondo no va a tener solución en este período político, lo que no significa cruzarse de brazos porque la correlación que se forje hoy definirá la que se establezca mañana. Sé que esto desanima a los que ya tienen listos sus maquillajes de campaña, pero es la verdad.

Hay que prepararse para un cambio de período, más duro que el actual, que ojalá nos tenga, cosa que no sucede ahora, disputando el liderazgo. Pero, para que ello ocurra debemos redoblar esfuerzos, desde ahora, para afianzar el camino constituyente.

¿De qué constitución se trata?

En este horizonte, nos toca avanzar en el contenido del proyecto constituyente que buscamos. ¡Ojo! no se trata sólo de lo que quisiéramos idealmente sino de lo que el Perú necesita en el actual momento histórico que vivimos. Para avanzar en el contenido tenemos que definir primero en qué camino estratégico estamos. Parece mentira, pero aquí asoma la nostalgia. No se terminan de sacar las consecuencias de hechos históricos muy tozudos que cambiaron la época, en especial para la izquierda, en la que vivimos. Luego de la caída del muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, ya no se trata de asaltar el poder, en el modelo de la revolución rusa o más cerca de la cubana, para tenerlo luego todo a disposición e implementar el proyecto de transformación que se quiera. Eso posibilidad ha desaparecido.

El desarrollo democrático en América Latina, que se debe sobre todo a nuestros pueblos, nos señala que el camino es la democratización de la democracia, la extensión y profundización y sobre esa base la transformación democrática de lo que hemos tenido (no solo de lo que tenemos ahora) como democracia. En esta democratización, para que sea tal, los movimientos sociales y los partidos políticos de izquierda y progresistas deben construir un liderazgo para que esta transformación sea efectiva, pero un liderazgo plural en competencia con los que son distintos y plantean otras alternativas.

Este planteamiento en el Perú, por la experiencia política vivida, significará una transformación revolucionaria, por más que en la práctica no sea, en homenaje a los tiempos idos una “vuelta de la tortilla”, sino un proceso de reformas, pero en serio y sostenido, que nos lleve finalmente a establecer otra orientación social y política.

De allí que, la principal dirección de un proceso constituyente debe ser política y democrática, en el sentido más amplio del término. Esta dirección empieza en el órgano que debe procesar los cambios: una Asamblea Constituyente. Esto no es sólo un slogan, sino que expresa la necesidad de una herramienta que está definida por su naturaleza, nuevamente, expresión de la fuente más profunda del poder: la soberanía popular. La soberanía es una palabra que ha buscado ser devaluada en el último tiempo, a partir de la globalización neoliberal del planeta.

Nos han tratado de convencer que los estados nacionales eran cosa de otro tiempo y que debíamos pactar con el poder transnacional y mejor todavía, con el imperio de turno. Los Estados Unidos se desesperan por esto en la “era Trump”. La soberanía, sin embargo, persiste como la bandera fundamental de los pueblos y gobiernos que aspiren a un mundo más democrático y justo. Sin ella, como propuesta y realidad, estamos entregando nuestro futuro a otros que ya deciden y quieren seguir decidiendo por nosotros. Por ello, desde la revolución francesa, se define al poder constituyente como el pueblo reunido en una asamblea elegida para el fin específico de dar una constitución (Sièyes 1989).

La composición de la Asamblea Constituyente

Lo siguiente es la composición de la Asamblea, para que sea un órgano capaz de representar el conjunto de la población peruana. Aquí viene la referencia que se hace en el título de este artículo y que creo fundamental para definir el futuro del proceso constituyente. ¿Se trata de recuperar una representación universal de la población peruana, que ha estado ausente en nuestra historia, o de mantener alguna forma de representación particularista, como ha impuesto la oligarquía y sus sucedáneos neoliberales después y parecen insistir algunas tendencias de izquierda? Me interesa tomar esta contraposición en el análisis, pero sobre todo analizar lo último por ser banderas equivocadas que pueden llevar a estruendosos fracasos.

La visión corporativa de la representación popular

El afán de entronizar representaciones particularistas está presente en dos slogans, porque, repito, no conozco alguna fuente más extensa que desarrolle sus argumentos, me refiero a “Asamblea Constituyente Popular” y a “Asamblea Constituyente Plurinacional”. El primer slogan es fácilmente descartable poque alude a la necesidad de que la Asamblea Constituyente que se propone esté conformada por delegados de organizaciones populares. Sin embargo, hay que prestarle atención porque en este mundo de “frases que suenan” su referencia directa al pueblo le da cierto lustre.

En la realidad es un punto de vista sostenido por aquellos que todavía proponen el asalto al poder, sin reparar en la pérdida de vigencia de esta estrategia luego del cambio de época al que aludimos. Este es un formato corporativo que obvia individuos y clases y pretende que la representación esté en manos determinados sectores organizados de las clases oprimidas. Pero en el terreno de la izquierda este ya demostró su fracaso en los inicios de la revolución rusa, cuando el naciente poder soviético cerró una Asamblea Constituyente elegida por voto universal, por el pequeño detalle que los bolcheviques perdieron la elección, quedaron segundos luego de los socialistas revolucionarios (Arato 2017).

 Los soviets posteriores, ya de composición corporativa, con los que el bolchevismo naciente terminó con el pluralismo político, significarían la defunción de la democracia socialista, como lo dijeron en su momento socialistas tan importantes como Karl Kautsky (1975) o Rosa Luxemburgo (1980). Por lo demás, en el Perú actual enfrentan un problema que no parece resoluble: ¿Quién define cuáles son las organizaciones populares que representar? Recordemos que allí donde se ha escogido esta fórmula ha sido la tendencia política dominante la que ha cumplido esta función, pero con ello, nos despedimos también del pluralismo y la competencia política. En resumen, es una propuesta de quienes no están interesados en refundar una polis o comunidad política plural y democrática donde convivamos unos y otros para construir el Perú diverso que anhelamos.

*Sociólogo, investigador, escritor, columnista, diplomático y político peruano. Fue embajador del Perú en Argentina durante el gobierno de Ollanta Humala y ministro de Educación en el gobierno de Alejandro Toledo. 

Otra Mirada


 

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