Bolivia a la derecha: una derrota anunciada – Por Marco Consolo 

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Marco Consolo 

En medio de profundas tensiones internas, el domingo 17 de agosto, más de 7,5 millones de ciudadanos bolivianos (aproximadamente 400.000 en el extranjero en 22 países) fueron convocados a las urnas para elegir entre siete candidatos a Presidente y Vicepresidente. Todas las candidaturas eran masculinas, tras la renuncia de la única mujer candidata, Eva Copa, debido a su bajo apoyo en las encuestas. También se votó para elegir 36 senadores, 130 diputados, siete representantes de los pueblos originarios y nueve representantes ante organismos parlamentarios supranacionales, uno por cada departamento.

Dado que ningún candidato logró la mayoría necesaria, se llevará a cabo una segunda vuelta el 19 de octubre, y el ganador asumirá el cargo el 8 de noviembre.

Los resultados

Rodrigo Paz Pereira, con la sigla del Partido Demócrata Cristiano (PDC), lideró la primera vuelta con aproximadamente el 32% de los votos. En segundo lugar quedó Jorge (Tuto) Quiroga de la Alianza Libre, de extrema derecha, con alrededor del 28%. Estos dos serán los contendientes en la segunda vuelta. Samuel Doria Medina, de la Alianza Unidad y de centro-derecha, ocupó el tercer lugar con cerca del 20%, marcando su cuarto intento presidencial.

A diferencia de las encuestas que anticipaban una competencia reñida entre Quiroga y Doria, la verdadera sorpresa fue el triunfo de Paz Pereira en la primera vuelta. Exdiputado y exalcalde, economista de formación, nació en España debido al exilio de sus padres. Paz Pereira es hijo del ex presidente Jaime Paz Zamora y sobrino-nieto de otro ex presidente, Victor Paz Estenssoro.

Por su parte, tras su derrota, Doria Medina hizo un llamado inmediato a votar por Rodrigo Paz.

Lo que queda del MAS

Los resultados fueron desastrosos para los dos candidatos vinculados al Movimiento al Socialismo (MAS-IPSP), ya que el partido en el gobierno no logró presentar un candidato unitario.

Por un lado, Andrónico Rodríguez, un joven propuesto como mediación entre las dos facciones del MAS, formaba parte del renovamiento generacional del movimiento sindical cocalero y había consolidado su perfil institucional como presidente del Senado, ratificado en cinco ocasiones con amplio apoyo. Sin embargo, no hubo acuerdo y Rodríguez obtuvo aproximadamente el 8%, quedando en cuarto lugar.

Por otro lado, Eduardo del Castillo, candidato oficial del partido gobernante, se quedó estancado con un decepcionante 3%. En este contexto de fractura interna, del Castillo enfrentó un desafío complejo. Abogado de 36 años, llegó al Ministerio del Interior en 2020 y permaneció en el cargo hasta mayo de 2025, convirtiéndose en una figura visible en el gabinete de Luis Arce. Su candidatura era un intento de renovar el liderazgo tras las fracturas internas del partido, pero su bajo resultado no  favorece este proceso.

El programa de Rodrigo Paz

Si no hay más sorpresas, Rodrigo Paz debería tener un camino despejado hacia la presidencia. En su programa, abogó por un recambio generacional y propuso un “Estado facilitador”, ágil y comprometido con los ciudadanos, distanciándose del “Estado que tranca”. Proveniente de la región más importante en cuanto a producción de gas, su campaña enfatizó la descentralización del Estado para redistribuir equitativamente el presupuesto nacional entre el nivel central y las regiones bajo su “Agenda 50/50”, como parte de “un nuevo acuerdo de convivencia”. Entre sus propuestas destacan un “Capitalismo para todos” (con créditos accesibles, reducción de tarifas e impuestos y eliminación de aduanas corruptas), reforma judicial y lucha contra la corrupción. Paz Pereira sostiene que Bolivia tiene recursos propios para revitalizar su economía y ha declarado su oposición a recurrir a préstamos de organismos internacionales.

Jorge (Tuto) Quiroga: el regreso de la extrema derecha

El sexagenario cochabambino representa la opción tradicional de la extrema derecha boliviana. Ex presidente entre 2001 y 2002, Quiroga fue vicepresidente bajo el gobierno del militar golpista Hugo Banzer (1997-2001) y ocupó varios cargos durante la administración de Jaime Paz Zamora (1989-1993). Sus vínculos con Estados Unidos lo posicionan como candidato de sectores económicos dominantes y transnacionales, aunque públicamente insiste en mantener una postura independiente respecto a la Casablanca. “Sé cómo hacerlo. Ya lo he hecho antes. Mi ventaja es la experiencia”, afirmó recientemente sobre su plan para obtener 12 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros. En 2019, tuvo un papel clave en el golpe contra Evo Morales y fue portavoz internacional del gobierno golpista de Jeanine Añez.

Samuel Doria Medina

El candidato de la Alianza Unidad representa un proyecto político de centro-derecha. A sus 66 años, Doria Medina estaba en su cuarto intento presidencial tras haberlo intentado en 2005, 2009 y 2014. Como segundo empresario más influyente de Bolivia, está entre los 500 empresarios más destacados de América Latina y el Caribe. Su currículum incluye su paso por el Ministerio de Planificación y la fundación de Unidad en 2003 tras abandonar el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Su caudal electoral del 20% será decisivo para elegir al próximo presidente.

La crisis económica

Dos fueron los factores principales detrás de la derrota a la izquierda. En ambos casos, el gobierno del MAS perdió las elecciones debido a sus múltiples errores políticos.

Por un lado, una dura crisis económica y social que el gobierno Arce no ha sabido superar. En cuanto a la crisis económica, después de desactivar otro intento de golpe en 2019, Bolivia había retomado el camino anti-neoliberal con la presidencia de Luis Arce, ex Ministro de Economía durante los mandatos presidenciales de Evo Morales y del vicepresidente Álvaro García Linera. Pero, como afirma este último: “…el MAS como instrumento político de los sindicatos y organizaciones comunitarias campesinas ha perdido las elecciones debido a la desastrosa gestión económica de Luis Arce. Con una inflación en los alimentos básicos que roza el 100%, la falta de combustible que obliga a hacer colas durante días para obtenerlo y un dólar real que ha duplicado su precio respecto a la moneda boliviana, no es extraño que el proceso más profundo de transformación democrática del continente pierda dos tercios de los votos populares a favor de viejos vende-patrias que prometen sacar a patadas a los indígenas del poder, regalar las empresas públicas a los extranjeros e instalar, con la Biblia en mano, a las oligarquías cipayas en el gobierno del Estado. Si a todo esto añadimos el resentimiento de los sectores medios tradicionales, privados de sus privilegios por la ascensión social y la emancipación política de las mayorías indígenas, es claro el tono abiertamente vengativo y racista que envuelve los discursos de la derecha boliviana” [i].

Evo y el voto nulo

El segundo factor decisivo para la derrota fue la división interna en el bloque social que ha expresado el gobierno en los últimos 20 años. Desafortunadamente, la fractura interna en el MAS viene de lejos. Desde hace aproximadamente dos años se ha desarrollado una dura lucha interna fratricida, que ha llevado a un enfrentamiento abierto entre Evo Morales y Luis Arce. Una fractura que se ha extendido negativamente también a muchas organizaciones de masas, que habían sido la columna vertebral de los gobiernos del MAS y que habían pagado un alto precio de sangre por la resistencia anti-golpista. El largo tira y afloja por el control del instrumento político (movimiento-partido, MAS-IPSP) había llevado a la salida del MAS de Morales y su base de apoyo, a la división en el grupo parlamentario, con los “evistas” que votan en contra de las medidas del gobierno así como a una fuerte desorientación en el bloque social del cambio.

Como se recordará, basándose en una polémica decisión de la Corte Constitucional, Evo Morales no podía volver a aspirar a la presidencia, después de haber cumplido tres mandatos. Pero no quiso aceptar la decisión judicial y movilizó su base campesina, especialmente en la zona de Cochabamba, para intentar bloquear el país. En 2016, Evo perdió un referéndum para la cuarta candidatura, pero el Tribunal Constitucional revirtió el resultado.

Al final, tras sobrevivir a un atentado en octubre de 2024 (desmentido por el gobierno de Arce), en estas elecciones el ex presidente Morales no pudo registrarse como candidato presidencial en ningún partido con personalidad jurídica vigente. Morales retiró su candidatura y, desde su bastión en el Trópico de Cochabamba, como forma de protesta política por haberle impedido participar en las elecciones, promovió activamente el voto nulo contra el gobierno de Luis Arce y las candidaturas de oposición.

Cabe decir que, durante todo este tiempo, han sido inútiles los múltiples intentos de mediación entre los dirigentes bolivianos realizados por algunos gobiernos y partidos de la izquierda latinoamericana (y no solo) para intentar reconstruir las relaciones con un espíritu unitario.

Solo Andrónico Rodríguez habría tenido alguna posibilidad, si su ex referente Morales lo hubiera apoyado. Pero Evo lo tildó de traidor y apeló al voto nulo. Por otro lado, el resultado del voto nulo (alrededor del 19%) no preocupa a una derecha que es ganadora y que, por el momento, se encontrará con una oposición fragmentada socialmente y sin una presencia parlamentaria significativa.

En otras palabras, en términos electorales, el peso del voto nulo es prácticamente inexistente.

¿Y ahora?

Con estos resultados, que imponen la necesidad de un acuerdo parlamentario, se verá si Bolivia logrará construir un consenso mínimo para enfrentar sus desafíos estructurales o si, por el contrario, la crisis se agudizará. El país está a las puertas de un giro radical en su orientación política, con un probable regreso a la década neoliberal y privatizadora de los años 90, sin mencionar la política exterior. Con diversos grados de liberalismo, las derechas (todos hombres, en su mayoría blancos y de clase alta) proponen un retorno a la reducción del Estado, la privatización o cierre de empresas públicas, la promoción de la iniciativa privada, el probable recorte de los bonos sociales, la disminución de impuestos y un regreso al endeudamiento bajo las condiciones del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo, para superar la actual crisis económica.

En una Bolivia tan diversa y con un “racismo” que sigue siendo un problema acuciante, ya se habla de “acabar con el socialismo”, eliminar el estatus de Estado Plurinacional y la wiphala (bandera de los pueblos originarios) como símbolo nacional, y regresar a un sistema educativo anterior “que no indoctrine”, entre otros. En el centro no estará la cuestión social, ni la de los pueblos originarios o de la “Madre Tierra”, sino la economía empresarial.

Sin embargo, el pueblo boliviano tiene una larga tradición de resistencia y el próximo presidente no tendrá una tarea fácil.

[i] https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/08/16/mundo/por-que-la-izquierda-y-el-progresismo-pierden-elecciones

Marco Consolo


 

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