Bolivia en la encrucijada de un escenario electoral fragmentado
Por Paula Giménez y Matías Caciabue*
El próximo domingo 17 de agosto habrá elecciones presidenciales en Bolivia, en medio de una crisis económica que afecta a millones de bolivianas y bolivianos y una profunda tensión política y social.
La cita electoral, que movilizará a más de 7,5 millones de votantes en el interior y cerca de 370 mil en el exterior, principalmente en Argentina, revela no solo la disputa por el poder en un escenario fragmentado, sino también las heridas abiertas tras el golpe de Estado de 2019 y la proscripción del líder popular Evo Morales.
El panorama electoral presenta a ocho candidatos, pero las miradas están centradas en los principales duos: por un lado, el aspirante de izquierda, Andrónico Rodríguez, figura emergente del movimiento cocalero, cuyo proyecto apuesta por la soberanía de los recursos naturales, reactivación social y una economía plural; y, por otro lado, los líderes del bloque de derecha y centro-derecha, Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga, quienes proponen profundas reformas económicas de corte liberal, con énfasis en aperturas al capital extranjero, privatizaciones y alineamiento con Estados Unidos y las élites tradicionales.
En la última semana, el debate se ha reducido a estas dos corrientes, mientras que la ausencia de ambas en el segundo encuentro presidencial organizado por el órgano electoral evidencia la fragmentación interna y las tensiones que atraviesan las fuerzas políticas. La estrategia del voto nulo planteada por Evo Morales parece captar y reflejar el desencanto, rechazo o incertidumbre, de entre un 20% y un 30% de los votantes.
La inédita inhabilitación de Evo como candidato directo, en un contexto donde su liderazgo sigue siendo altamente influyente, ha generado reacciones de rechazo y resistencia constante. La decisión final en mayo de este año del Tribunal Constitucional Plurinacional, avalada por una serie de acciones judiciales inconsistentes y contradicciones que desembocaron en su exclusión, evidencia la utilización del lawfare —estrategia judicial para perseguir y deslegitimar a los líderes de la izquierda— como herramienta para truncar el regreso del exmandatario y fracturar aún más las filas del MAS.
La sigla del Movimiento al Socialismo (MAS), partido que llevó al gobierno en las elecciones de 2005 al primer presidente indígena en la historia del país andino, quedó en manos del actual presidente, Luis Arce, luego de las insalvable fractura que ocurrió entre Arce y Morales, por las críticas de este último hacia el rumbo y la administración de la crisis que fue tomando el gobierno.
Morales, que lideró Bolivia durante más de una década tras ser reelecto en dos oportunidades con más del 60% de los votos y con 10 puntos de ventaja sobre su contrincante en 2019, promovió un proceso de transformación en favor de los sectores populares y originarios, colocando al país más pobre de sudamérica, en la ruta del desarrollo y la movilidad social ascendente. Lo hizo mediante un proceso que implicó también la refundación de Estado, posado sobre cimientos coloniales, con el reconocimiento de la plurinacionalidad.
Hoy el lider popular denuncia que en Bolivia hay un «terrorismo de Estado» que busca apagar su influencia, mientras sus seguidores impulsan campañas de voto nulo y llaman a la resistencia social.
La fragmentación de la izquierda, las trampas judiciales y el contexto de violencia política dejan en evidencia que estas elecciones no solo representan un cambio de mando, sino un debate profundo que ocurre hoy a nivel mundial respecto de qué tipo de democracia es necesaria para profundizar, en un contexto en el que el capitalismo cambia de fase, un proyecto que bregue por el bienestar humano, por encima de las lógicas de la acumulación y la concentración.
¿Qué está en juego el próximo domingo?
Más allá de las candidaturas, el proceso revela heridas abiertas por la violencia, la proscripción, y las disputas en torno al control de recursos estratégicos como el litio y el gas, clave en la disputa geopolítica mundial. La gestión del actual gobierno de Luis Arce, heredero político de Morales, enfrenta desde hace meses obstáculos internos y externos, y la percepción de un poder secuestrado por poderes fácticos que frenan la recuperación económica y social.
El caso de Evo Morales es emblemático: su expulsión del escenario político oficial, y la evidencia del uso de la justicia para silenciar su liderazgo, generan un escenario de confrontación y resistencia en las calles. Simultáneamente, la fragmentación del campo popular y el debilitamiento de un liderazgo que hasta hace pocos años parecía consolidado, abren la puerta a la posibilidad de un vuelco hacia la derecha, si los sectores concentrados logran los puntos necesarios en segunda vuelta.
El análisis de lo que ocurre hoy en Bolivia evidencia que no solo se disputa un gobierno, sino también el rumbo de un proceso de transformación y la lucha por la soberanía. La operación judicial que priva a Evo Morales de participar en las urnas simboliza una fragmentación del movimiento popular y una erosión de la democracia liberal en la región, que hace años se ve impedida de responder a demandas básicas de la población.
En este contexto, el reflejo de la horadación de la democracia y los mecanismos mínimos para garantizar derechos básicos que se viven en países como Argentina y Ecuador obliga a los sectores populares y democráticos, a construir una alternativa sólida, hacia la segunda vuelta electoral para evitar un giro a la derecha, que sume fuerzas al l encumbramiento regional del neoconservadurismo y su programa de vigilancia, represión y disolución de los poderes públicos para la expoliación.
* Paula Giménez es Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad y Defensa de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos, directora de NODAL. Matías Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y ex Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Ambos son investigadores del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) y NODAL.