Argentina | Raúl Zaffaroni, ex juez de la Corte Suprema de Justicia : “Esto no es un Poder Judicial, es un mamarracho” – Por Carlos Romero

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Zaffaroni: “Esto no es un Poder Judicial, es un mamarracho”

Por Carlos Romero

Sobre la condena a Cristina, el exministro de la Corte sostiene que los jueces de la causa Vialidad acataron “la voz del amo”: un colonialismo financiero que se vale del lawfare. La visita de Lula da Silva como “mensaje geopolítico de resistencia”.

La mirada de Eugenio Raúl Zaffaroni sobre la justicia argentina es lapidaria. Asegura que la veintena de jueces que intervinieron en la causa Vialidad y que, con la venia de una Corte Suprema degradada, condenaron a Cristina Fernández de Kirchner no respondieron a fuerzas locales –“Milei no gobierna”, resume–, sino a lo que llamó “La Voz del Amo”: un colonialismo que en este tiempo histórico devino financiero y que persigue con el lawfare a toda disidencia en la región. En ese escenario, donde tantos dirigentes ya han sido víctimas de este dispositivo de poder, destaca la reciente visita de Lula da Silva a la expresidenta argentina como “un mensaje geopolítico de resistencia”.

Exjuez de la Corte, profesor emérito de la UBA y director del Instituto de Investigaciones Jurídicas Fray Bartolomé de las Casas –creado por el Papa Francisco–, Zaffaroni advierte que “una magistratura que no ejerce bien el control de constitucionalidad y que no unifica interpretaciones” está lejos de ser un Poder Judicial: “Es una broma”.

Ya pasadas unas semanas del fallo de la Corte y con Cristina presa en su domicilio, ¿qué lectura hace de lo ocurrido y de las razones de fondo?

–El fallo se veía venir. Unos días antes, la Corte había rechazado in límine la recusación de uno de sus jueces con la firma del juez recusado. Eso dejaba abierto el camino. Yo creía que esta decisión de la Corte no era buena para el gobierno y que alguien en la Casa Rosada iba a razonar, diciendo “no, mejor la dejamos presentarse y vemos si podemos ganarle”, lo cual no era del todo improbable, ¿no? Pero creo que Javier Milei no gobierna. Por lo menos, no tiene poder para esto, por más que ahora quiera capitalizarlo. De cualquier manera, esto responde a algo que está más allá de todo lo local. No creo que se lo pueda atribuir a la Tribuna de Doctrina, a “Clarinete”, a Magnetto, a las fuerzas locales.

–¿Es parte de un proceso que excede a la Argentina?

–Es regional, es parte del lawfare de la región: el presidente Pedro Castillo, preso, destituido sin los votos necesarios; Jorge Glas, secuestrado, con el allanamiento de la embajada mexicana en Quito; a Evo Morales lo intentaron matar hace un tiempito; la condena a Rafael Correa; también, unos cuadernos que estuvieron dando vueltas por ahí; el caso sobornos, que es la sentencia ejemplar que después se sigue por todos lados; el caso de Lula. Acá, en Argentina, el excandidato a juez de la Corte Suprema que permitió que el exvicepresidente Amado Boudou fuese fotografiado en ropa de dormir; Milagro Sala, que es una presa política, por supuesto. En fin, esto es una cuestión regional, no es local. Y en cuanto a los jueces que intervinieron, que habrán sido unos 20, 25, más o menos, escuchan His Master’s Voice, ¿no? La Voz del Amo, como el RCA Victor, con el aparato. No hay una conspiración, no es que se hayan juntado, prendieron una vela y se juramentaron, sino que es His Master’s Voice. Y esto es la coronación. Ahora estamos viendo cosas como forzar tipos penales para procesar gente, estamos viendo una serie de consecuencias que se derivan, justamente, de los defectos de programación de nuestra magistratura, que no llegó nunca a ser un Poder Judicial.

–Como exintegrante de la Corte, ¿qué implicó que hubiese periodistas presionando en vivo y en directo para se emitiera el fallo?

–No es el periodista, es lo que hay detrás. Dado que se había difundido el día en que lo iban a decidir, casi la hora, creí que este tercer triunvirato que tenemos iba a conservar un poquito de dignidad y que no lo iba a hacer ese día. Pero lo hizo, tal cual se lo habían marcado. Pero no es la presión del periodismo, sino la presión de lo que hay atrás del periodismo. Este es un programa regional. No tenemos que atribuirlo a fuerzas eminentemente locales. Sí, naturalmente, esas fuerzas le dan ciertas características folclóricas al lawfare en cada país, y en el nuestro también, pero no es lo determinante.

–En esa lectura en clave regional, ¿qué significado tiene la visita de Lula a Cristina?

–Es un mensaje geopolítico. Cuando hablo de lo regional, estoy hablando de un colonialismo, es decir, de una posición geopolíticamente subordinada de la región. Y ya no es el neocolonialismo, que se terminó con la dictadura de seguridad nacional. Ahora hay un colonialismo financiero, resultado de la financiarización mundial de la economía. Entonces, nos someten a través de la deuda, nos condicionan a un subdesarrollo perpetuo o a una regresión hacia un subdesarrollo del cual ya habíamos tenido algún botecito para salir, ¿no? Si vemos la historia del mundo, esto empieza en 1492 y, con distintas etapas, sigue hasta hoy. Y la visita de Lula es claramente un mensaje geopolítico en sentido de resistencia, en sentido contrario. Es decir que acá hay otras cosas también, que todavía hay otras fuerzas que seguimos peleando desde el sur.

–Después de la charla con Lula y frente a detenciones como las ocurridas en el episodio con Espert, Cristina sostuvo que lo que hoy se vive en Argentina es “un terrorismo de baja intensidad”. ¿Qué opina de esa caracterización?

–Sí, existe una intención de infundir miedo. Independientemente de que creo que lo que las chicas hicieron, si es que lo hicieron, es una tontería. Pero es una tontería que no es ningún delito. O, si lo es, es un delito de injuria de hecho, es decir, contra el honor, que solo es perseguible por acción privada y que no admite prisión preventiva. Fuera de eso, con el Código Penal no tiene nada que ver. Naturalmente, al forzar tipos penales, al empezar a considerar grupos de escalada terrorista a cualquier cosa que se haga, a cualquier protesta, etcétera, se quiere infundir miedo. Y si entendemos al terrorismo como una campaña de generación de miedo, sí, claro. Pero también quieren infundir miedo con la delincuencia común, la represión a los jubilados, la crueldad con que despiden gente. Es algo de lo cual tenemos que tomar nota, porque con el tiempo va a dar lugar a películas, a novelas. Es una situación absolutamente insólita. Ni la comparo con otras cosas en el mundo. A mí en Brasil me dicen “Bolsonaro”. Sí, pero Bolsonaro no estaba loco. Acá la cosa es mucho más disparatada. Bolsonaro era una posición extrema, reaccionaria, pero conservaba cierta coherencia. Acá, directamente, es una escenificación.

–A la vez, no hay sobre esta conducta del gobierno ninguna reacción por parte de la justicia.

–¿Y cómo va a haber reacción de parte de la justicia, entendiendo a la justicia como una estructura en cuyas posiciones claves se encuentran estos 20 o 30 jueces que han protagonizado todo esto? ¿Cómo va a tener reacción una justicia que tiene un tribunal supremo de tres jueces? Eso no existe en el mundo, solo en la Argentina, es un disparate. Entonces, ¿qué esperamos de esta estructura judicial? No estoy hablando de todos los jueces ni mucho menos. En Argentina hay miles de jueces que no tienen nada que ver con esto. Pero esta estructura demencial ha hecho que los 20, 25 puedan hacer todo este desastre impunemente y manipular y manejar la magistratura. Esto no es un Poder Judicial, es un mamarracho, que lo ha sido siempre. Y hay deudas al respecto, no solo de los políticos, que no se ocuparon, sino también y fundamentalmente de la academia, que no lo denunció. Es insólito que a lo largo de décadas el único que se haya dado cuenta de esto haya sido Arturo Sampay, en el año 49. Lamentablemente, una magistratura que no ejerce bien el control de constitucionalidad y que no tiene casación, es decir, no unifica interpretaciones, no cumple con la función nomofiláctica. Eso no es un Poder Judicial, eso es una broma.

“El colonialismo financiero somete con la deuda, nos condiciona a un subdesarrollo perpetuo”.

–En varios países de la región las derechas han impulsado cambios en la policía para darle más atribuciones. ¿Es lo que intenta hacer el gobierno argentino con la Policía Federal?

–Por fortuna, nosotros tenemos muchas policías. La política de dominación, la política colonial siempre ha intentado que tengamos policía única, porque así les resulta mucho más manejable desde afuera, mucho más influenciable. Nosotros tenemos muchas policías, de modo que aquí es un poco más difícil; en Brasil, también. Estados Unidos tiene 2.400 policías, entre la municipal y la de condado, las estaduales, las federales, etcétera. Pero para afuera dicen “tengan una sola policía, así podemos traerlos acá, los entrenamos”. En cuanto a lo que está haciendo la ministra de Seguridad, es un programa criminal. En un país donde, afortunadamente, tenemos el índice de homicidios más bajo de América Latina y el segundo del continente, únicamente después de Canadá, ¿a quién se le ocurre repartir armas o facilitar la tenencia de armas? Solo a la ministra. De esa manera va a aumentar el número de muertos, no cabe duda. ¿Cuál es el objetivo? No lo sé exactamente. Si hay un arma, un conflicto que normalmente se resuelve a trompadas, es decir, lesiones leves, pasa a resolverse con un muerto. La mayoría de los homicidios que tenemos son con arma de fuego. En segundo término, lo que está haciendo la ministra es destruir policías.

–¿En qué sentido?

–En la medida en que se diga que la policía haga lo que quiera, que se autonomice, que todo lo que hace está bien, lo que se está permitiendo es su destrucción. No hay país sin policía. A las policías hay que cuidarlas, todo lo contrario de lo que pretende el actual régimen. Yo aspiro a que un día tengamos una policía de investigación, una policía técnica que se ocupe de cosas serias y no de averiguar quién va al hotel alojamiento con quién. También aspiro a una policía como Scotland Yard o la Bundespolizei alemana o los carabinieri italianos. Y para eso hay que hacer exactamente algo que no se está haciendo ni se piensa hacer, que es dignificar a las policías. Primero, pagarles lo que les corresponde. En segundo término, reconocerles la condición de trabajadores. Las policías en este país no tienen derecho laboral: no pueden sindicalizarse, no pueden discutir horizontalmente condiciones de trabajo, no pueden discutir sus salarios. Entonces, ¿qué es lo que se quiere? ¿Se quiere crear una conciencia profesional sin discusión horizontal de condiciones trabajo? ¿O se quiere tener un grupo de personas explotadas, mal pagas, provechando la necesidad, el desempleo? Se aumenta el número, no se los entrena, después de tres o cuatro meses se los tira a la calle y ahí vemos lo que pasa. En fin, esa es la política que estamos teniendo respecto del policía, que es por completo la contraria de la que creo que deberíamos tener.

Contraeditorial

 

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