Fidel Castro: la siembra de ideas y sueños revolucionarios – Por Gabriel Vera Lopes

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Fidel Castro: la siembra de ideas y sueños revolucionarios

Reflexiones sobre su legado, la batalla de ideas y la continuidad de la Revolución en Cuba y el mundo.

Por Gabriel Vera Lopes

La frase quedó retumbando entre los presentes, como un eco, mientras tomaban notas. “Siempre he pensado que las ideas no giran en torno a los hombres públicos; son estos quienes deben girar en torno a las ideas”, apuntó Fidel, con voz pausada, ese 5 de diciembre de 2004.
Ante la mirada atenta de decenas de jóvenes que participaban en el VIII Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, Fidel insistía en una idea que repetía constantemente: “La Revolución pudo resistir porque sembró ideas”.

Luchador de mil y una batallas, sus palabras invitaban a reflexionar sobre lo que quizá fue una de sus últimas grandes herejías: la batalla de ideas. Una lucha encarnizada contra todo “formalismo y conformismo” y contra toda “rutina y esquematismo”, con la convicción de que son los esfuerzos anónimos del pueblo los únicos capaces de construir los horizontes de emancipación revolucionaria.

“Se ha trabajado durante todo ese tiempo profundizando en la visión crítica y no autocomplaciente de nuestra obra y de nuestros objetivos históricos”, sintetizó Fidel en aquella ocasión.

Resulta difícil exagerar la importancia de su figura: desde su temprana solidaridad internacional, cuando aún era estudiante y se vinculó a las luchas populares del continente —como la resistencia contra la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana— hasta sus primeros años como abogado, defendiendo causas de trabajadores y personas humildes. Desde su militancia contra la dictadura del general Fulgencio Batista, instaurada tras el golpe militar del 10 de marzo de 1952, hasta convertirse en uno de los principales dirigentes de la primera revolución socialista triunfante del continente.

Desde su incansable esfuerzo por materializar los “sueños de justicia para Cuba y para el mundo” hasta su participación en las causas de liberación en diversos lugares del planeta, Fidel fue una de las figuras más relevantes del siglo XX y, sobre todo, una de las más importantes en la lucha de los pueblos contra la opresión.

Nacido el 13 de agosto de 1926, Cuba se prepara para celebrar el centenario de su figura. En un contexto en el que la Revolución enfrenta desafíos históricos —como la persistente agresividad imperialista—, así como retos inéditos, Brasil de Fato conversó con diversas activistas e intelectuales sobre las ideas que fueron sembradas y aquellas que aún lo están por ser.

Un recuerdo del futuro

Para el historiador e investigador cubano Frank Josué Solar, Fidel “debe considerarse más como un hombre del futuro que del pasado”. Afirma que acercarse a su pensamiento no debe ser “un mero ejercicio de nostalgia histórica ni un pasatiempo erudito, sino un acto consciente capaz de convertir sus ideas en herramientas vivas para las luchas actuales”.

Subraya que es necesario mantener a Fidel alejado de los “rituales y sitios de adoración” para preservar intacto el potencial subversivo de su legado revolucionario. Recuerda que “sus sueños y proyectos siguen pendientes de realización, tanto en Cuba como en el resto del mundo” y que, para hacerlos realidad, es preciso “mantenerlo combatiendo simbólicamente a nuestro lado”.

Frank enfatiza que estudiar el pensamiento y la obra de Fidel debe ser una vía para continuar construyendo ese futuro de justicia, libertad y dignidad que guió toda su vida. Resalta, además, que resulta fundamental rescatar “su espíritu rebelde, forjado en la inconformidad y en la lucha constante”.

Contra Fidel siempre se intentó imponer riendas a su rebeldía: muchas fuerzas poderosas, múltiples centros de poder e intereses creados trataron de frenarlo durante toda su vida, ante lo cual siempre se rebeló, señala Frank. No solo se enfrentó a instituciones, poderes o fuerzas dominantes —dentro y fuera del ámbito nacional y social, como él mismo indicó—, sino también a las lógicas de lo que parecía posible o normal. “Fidel subvirtió y luchó por subvertir la normalidad, el orden de explotación, desigualdad e injusticia en el que vivía, y trató siempre de empujar, hasta el límite, las fronteras de lo posible”, añade.

“Una comunidad de ideas que persigan el mundo que debemos construir”

“El centenario de Fidel es una oportunidad para reflexionar sobre aquellos temas que resultan esenciales en la disputa de proyectos que atraviesan hoy Cuba para profundizar el socialismo”, señala la militante y educadora popular Llanisca Lugo.

Es también una ocasión para invocar y dialogar con “la tradición de luchas sociales del pueblo cubano, de la cual Fidel fue una síntesis”. Si Fidel logró —junto a la Generación del Centenario— rescatar las tradiciones de las guerras por la independencia, la Revolución del 30 y el ideario martiano, actualizando ese legado para las batallas de su tiempo, hoy —afirma Llanisca— esa tradición implica luchar desde las carencias, demandas y deseos del pueblo, con el objetivo de conquistar la mayor justicia posible.

Un camino imprescindible para abordar el sentido de las luchas actuales, pero también para profundizarlas. “Fidel contribuyó enormemente a la reflexión sobre la revolución”, señala.

“¿Cómo se amplía, se profundiza y se defiende un proyecto revolucionario, con un poder revolucionario frente a un enemigo hostil como el imperialismo y el colonialismo, para constituirse como nación y avanzar hacia la soberanía?”, se pregunta Llanisca. “¿Qué significa una revolución en estos márgenes?”

Subraya que, a partir de los problemas fundamentales de la Revolución, Fidel no solo impulsó un programa como el de Moncada, sino que también “fomentó la creación de un pensamiento y de un sujeto revolucionario capaz de liderar y protagonizar la concreción de ese programa”.

Con la caída de la dictadura de Batista, al llegar a La Habana el 8 de enero de 1959, Fidel pronunció un encendido discurso en el que advertía que, a pesar de los años de enormes sacrificios y lucha, “quizás en lo adelante todo sea más difícil”. Toda su vida y obra constituyeron un aporte extraordinario sobre el significado de la Revolución y sus potencias colectivas, pero también sobre los peligros —siempre presentes— que la acechan, a los que cada generación debe enfrentar.

“La Revolución debe generar un pensamiento y un sujeto revolucionario que la lidere y la protagonice. Porque cuando el proceso político deja de tener prácticas revolucionarias, deja de formarse y de pensarse como revolucionario; entonces surgen la conservación, el acomodo y el individualismo”, advierte, señalando que estas reflexiones nunca ocurren en condiciones ideales, sino mientras se enfrentan problemas urgentes y graves, como la defensa del país.

Llanisca enfatiza la importancia de mantener los principios y los ideales como guía, así como la necesidad de anclar los proyectos populares en los dolores, las luchas y el clamor de los pueblos, para soñar con superar la lógica del sistema capitalista.

Pensar la Revolución como un proceso de transformación de todas las estructuras implica sustituir la lógica anterior y reorganizar el orden social, siempre anclado en el sentir del pueblo, en sus problemas, deseos y en su manera de imaginar el socialismo. Para ello, es necesario buscar en la Cuba de hoy las “múltiples voces, discusiones y conversaciones abiertas que recuperen el pensamiento y el ideario de Fidel”.

“Creo que debemos escapar todo lo posible de ecuaciones dramáticas, de la búsqueda de beneficios o ganancias, cuando esto no está sólidamente vinculado a principios y al orgullo de pertenecer a un camino, a una comunidad de ideas que persigan el mundo que debemos construir, que debemos defender y en el que merecemos vivir”.

“Pagar nuestras deudas con la humanidad”

Fidel fue decisivo para que en Cuba pudieran estudiar personas de todo el mundo. De origen palestino, Watan Jamil Alabed es uno de los más de 30.000 médicos extranjeros que se formaron en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), institución creada por la Revolución Cubana para formar médicos de distintos pueblos del mundo, especialmente de los sectores más vulnerables.

Señala que durante su carrera y especialización en Cuba pudo comprender profundamente qué significa el internacionalismo, así como el significado de la Revolución: cambiar todo lo que debe ser cambiado, emanciparse por uno mismo y comprometerse con causas justas en cualquier parte del mundo.

“Fidel siempre ha estado al lado de las causas justas y, en especial, junto a la causa palestina. Un compromiso que, en el contexto actual, en el que estamos viviendo un genocidio atroz, televisado y acelerado contra el pueblo palestino, toma especial importancia”, señala.

Watan es uno de los cientos de jóvenes palestinos a quienes Cuba les otorgó becas para estudiar medicina y especializarse. Citando a Fidel, afirma que el internacionalismo es “pagar las deudas que tenemos con la humanidad”, y que, en ese camino, miles de jóvenes como él apuestan a formarse para contribuir con sus comunidades y con las luchas de sus pueblos.

Cuenta que, al igual que cientos de otros palestinos formados en la isla, ya forman parte de “la generación del centenario de Fidel”. Si la generación del centenario de Martí luchó por cambiar el mundo e hizo la revolución, la generación del centenario de Fidel tiene el deber de continuar esas luchas y construir los sueños de un mundo mejor.

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