Industria 4.0 o industricidio, ¿qué futuro espera al trabajo en Argentina?
Por Diego Lorca*
La realidad laboral argentina atraviesa una profunda crisis producto del modelo económico de valorización financiera impulsado por el gobierno de Javier Milei. Este modelo, basado en el ajuste fiscal, la apertura de importaciones y la liberalización del mercado, reproduce un patrón histórico de acumulación que destruye el empleo formal y desmantela la industria manufacturera tradicional, propia del fordismo y de la industrialización sustitutiva de importaciones que marcó gran parte del siglo XX.
Hoy, en el marco de una nueva fase digital y financiera del sistema capitalista, la pérdida de fuentes de trabajo formal, sumada a la desregulación estatal, abre terreno a una reforma laboral estructural caracterizada por el avance del trabajo de plataformas, el pluriempleo y la “promesa” de una nueva industrialización digital basada en tecnologías de punta e inteligencia artificial, una promesa que, por sí sola, no garantiza la inclusión de las y los trabajadores en un modelo de desarrollo económico con justicia social ni el acceso a empleo de calidad.
La tercera etapa de desindustrialización en Argentina
El caso de Acindar, principal acería privada del país y propiedad de la multinacional Arcelor Mittal, es un ejemplo testigo del desmantelamiento de la industria manufacturera pesada tradicional que el Gobierno de Javier Milei impulsa en Argentina. Ubicada en Villa Constitución, provincia de Santa Fe, la planta suspendió recientemente a 600 trabajadores. La producción mensual cayó a 53 mil toneladas de acero en julio de 2025, la mitad del promedio registrado hasta 2023. De los dos hornos eléctricos instalados, hoy solo funciona uno, con casi el 50% del personal suspendido. Desde 2024, la empresa redujo su dotación con el despido de 350 trabajadores.
Según la empresa, la crisis responde a la eliminación de la obra pública, la caída de la construcción privada, la recesión y la apertura de importaciones. Por su parte, el principal sindicato del sector, la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), sostiene que el país atraviesa la “tercera etapa” de un proceso de desindustrialización iniciado durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983) bajo la conducción económica de José Alfredo Martínez de Hoz, profundizado en la década de 1990 durante el gobierno de Carlos Menem y que derivó en un 23% de desocupación a nivel nacional.
El retroceso de la actividad industrial en el sector privado se articula con el achicamiento del Estado, conformando un único proceso de desarticulación productiva que no sólo acelera la pérdida de empleo formal, sino que también debilita el tejido económico nacional.
Despidos masivos y desmantelamiento estatal, terreno fértil para la precarización digital
Entre noviembre de 2023 y junio de 2025, el empleo público nacional cayó en 54.176 puestos (-15,8%). Este achicamiento del Estado no solo implica la pérdida de fuentes laborales, sino también una retirada de lo público en áreas clave como salud, educación y sectores estratégicos como la investigación científica, el transporte ferroviario y la conectividad aérea. Este retroceso compromete derechos sociales básicos y limita la capacidad estatal para garantizar políticas de desarrollo.
El Correo Argentino encabeza los despidos con 4.916 puestos menos, seguido por la Operadora Ferroviaria Sociedad del Estado (S.E.) (-2.801), Banco de la Nación Argentina (Banco Nación) (-1.831), Aerolíneas Argentinas (-1.780), Agua y Saneamientos Argentinos (AySA) (-1.594), la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES) (-1.457) y la Agencia Nacional de Noticias (ex Télam), desmantelada con la pérdida del 80% de su personal. El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) recortó 1.091 trabajadores y áreas sensibles como el Instituto Nacional del Cáncer sufrieron reducciones del 39% en su personal.
En el sector privado la situación es igual de crítica. Desde la asunción de Milei se perdieron 104.603 puestos, de los cuales el 56,5% corresponde a la construcción (-59.110 empleos) por la paralización de la obra pública. La industria manufacturera, segunda en importancia laboral, perdió 32.455 empleos (-2,7%).
Estos despidos masivos, tanto en el sector público como en el privado, deterioran el empleo registrado, reducen la capacidad productiva, incrementan la informalidad y profundizan la dependencia de actividades de servicios de bajo valor agregado, en las que el trabajo en plataformas gana cada vez más protagonismo.
Plataformas digitales y jornadas sin límites, el locus standi del nuevo escenario laboral
Ante la destrucción del empleo asalariado registrado, muchas trabajadoras y trabajadores se ven empujados a migrar hacia nuevas formas de ocupación más precarias, entre ellas el trabajo en plataformas, que crece de manera acelerada.
Según la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC), los ingresos laborales se encuentran un 15% por debajo de los niveles de 2017 y la proporción de personas con más de un empleo (pluriempleo) pasó del 8% en 2013 al 12% en 2024. Este aumento se asocia directamente con el avance del trabajo de plataformas, ya que cada vez más personas reparten su tiempo entre aplicaciones de reparto, transporte de pasajeros, comercio electrónico y servicios tercerizados para complementar ingresos.
Los sectores con mayor crecimiento —comercio, hoteles/restaurantes y transporte— son también los más penetrados por plataformas digitales. Entre 2024 y 2025 el comercio incorporó 160 mil trabajadores independientes, mientras que hoteles/restaurantes y transporte sumaron 90 mil independientes y 110 mil asalariados informales (INDEC). Estas cifras muestran que el incremento de empleo en estos rubros está estrechamente vinculado a la expansión de plataformas y al aumento del pluriempleo.
Un informe reciente de la Fundación Friedrich Ebert advierte que este fenómeno forma parte de una transformación estructural del trabajo. Por un lado, se presenta bajo el discurso de la flexibilidad y el espíritu emprendedor, reforzando un relato que traslada al individuo la responsabilidad de su inserción laboral. Por otro, conlleva la pérdida de derechos y la fragmentación del colectivo de trabajadores y trabajadoras. Esta fragmentación, sumada a la alta rotación, debilita seriamente las posibilidades de organización sindical y de negociación colectiva que históricamente sostuvieron el modelo laboral argentino.
El informe también subraya que el pluriempleo y la dependencia de plataformas generan un ciclo de inestabilidad permanente. Al no existir garantías de continuidad, las personas deben aceptar múltiples ocupaciones con horarios imprevisibles y baja remuneración, lo que impacta en la salud física y mental, en la vida familiar y en la posibilidad de planificar proyectos a largo plazo.
La Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos, promovida por el equipo económico de Javier Milei, sancionada por el Congreso el 27 de junio de 2024 y promulgada el 8 de julio del mismo año, incluyó delegaciones legislativas que actúan como resguardo jurídico para la desregulación económica y laboral. Esta normativa generó incentivos para promover formatos laborales flexibles como el monotributo, el régimen de colaboradores y el trabajo independiente. De esta manera, consolidó un marco legal favorable a la expansión de actividades informales y por cuenta propia, a las que recurren cientos de trabajadoras y trabajadores expulsados del empleo asalariado formal.
En este contexto, las plataformas digitales redoblaron sus inversiones y actividad. Rappi anunció una inyección de US$ 40 millones en Argentina para expandir su operación local. Mercado Libre proyectó una inversión de US$ 2.600 millones para 2025 —un aumento del 53% interanual— con foco en logística, tecnología e incorporación de 2.000 trabajadores adicionales. Además, su segmento de supermercado digital creció un 13% interanual, alcanzando 11.000 vendedores en el primer trimestre de 2025.
PedidosYa Markets experimentó un impulso notable: sus ventas aumentaron un 43% en 2024 y crecieron un 55% en 2025. Por su parte, Cabify para empresas alcanzó un hito simbólico: sus viajes equivalieron a 100 idas y vueltas a la Luna durante 2024, lo que ilustra la profunda penetración del servicio en el entramado empresarial y urbano.
Mientras el desempleo alcanzó el 7,9% en el primer trimestre de 2025, el nivel más alto desde 2021, el crecimiento del trabajo en plataformas no logra cubrir la demanda total de empleo ni ofrece la estabilidad laboral que caracterizó a la fase del capitalismo industrial asociada al pleno empleo.
Lejos de aquellas estructuras tradicionales del siglo pasado que organizaban las relaciones sociales de producción —como la fábrica o la oficina—, emergen hoy nuevas formas de trabajo que desdibujan los límites de la jornada laboral y superponen los tiempos y espacios de la vida cotidiana. En esta nueva fase del capitalismo digital y financiero, la virtualidad se consolida como un nuevo locus standi (“lugar donde se está y se actúa”) para la producción, diluyendo la frontera entre el tiempo de trabajo y el tiempo personal. De este modo, cada momento y cada espacio donde la persona trabajadora interactúa con las plataformas se convierte en tiempo potencial de explotación para el capital.
Reflexiones finales
El modelo de valorización financiera en curso, sumado a la lógica de la nueva fase del capitalismo digital y financiero, está transformando profundamente el mundo del trabajo en Argentina. Del mismo modo que en otros períodos históricos se desplazó la fuerza laboral del campo hacia la fábrica, hoy se expulsa a las y los trabajadores del empleo asalariado formal hacia nuevas formas de trabajo mediadas por la virtualidad, con mayor fragmentación e inestabilidad.
En este contexto, el presidente Javier Milei ha mantenido reuniones con figuras centrales de la nueva aristocracia tecnológica, como Elon Musk y Mark Zuckerberg, presentándolas como la “promesa” de una industrialización digital. Sin embargo, al igual que ocurrió en otros momentos de la historia argentina —como la industrialización impulsada durante el gobierno de Juan Carlos Onganía, que se tradujo en una redistribución regresiva del ingreso—, este tipo de proyectos difícilmente garantice, por sí solo, un desarrollo económico con justicia social y una distribución del ingreso favorable para las y los trabajadores.
De estas transformaciones estructurales están emergiendo nuevos sujetos sociales, que pasarían a representar un actor clave en la configuración laboral del capitalismo digital y financiero. Su capacidad de organización y lucha, adaptada a las condiciones específicas de esta etapa —marcada por la virtualidad, la fragmentación y la precariedad—, resultará determinante para definir si el país avanzará hacia una industrialización digital con desarrollo y justicia social o si repetirá el patrón de un crecimiento económico excluyente, donde el progreso tecnológico no se traduciría en mejores condiciones de vida ni en una ampliación de derechos.
*Diego Lorca. Director del Observatorio Internacional del Trabajo del Futuro. (OITRAF)