La cumbre de Alaska y los días después – Por Carlos Fazio

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Carlos Fazio * 

Tras el encuentro entre Trump y Putin en Anchorage, donde ambos ganaron, la OTAN, la UE y Zelensky se debilitaron, pero siguen pataleando.

En poco más de 72 horas, entre los días 15 y 18 de agosto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reunió en la base militar de Elmendorf-Richardson, en Anchorage, Alaska, con su homólogo ruso, Vladímir Putin, y recibió en la Casa Blanca a Volodímir Zelensky y una falange de siete  dignatarios europeos: el primer ministro británico, Keir Starmer; el presidente francés, Emmanuel Macron; el finlandés, Alexander Stubb; la primera ministra italiana, Giorgia Meloni; el canciller alemán, Friedrich Merz; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. El lunes 19, la Casa Blanca confirmó los preparativos para una eventual reunión entre Putin y Zelenski, en un lugar a determinar.

Si bien el núcleo de la información sobre lo acordado en las reuniones permanece en secreto, es posible aventurar algunas conclusiones preliminares sobre el curso de los procesos y el equilibrio de fuerzas. En primer lugar, que en un contexto geopolítico complejo y polarizado, y pese a la volatilidad de Trump, tras la cumbre el escenario internacional dio un giro fundamental y un nuevo paradigma se podría estar gestando: el de un tripolarismo EU, China y Rusia.

Trump, quien pidió la reunión a su homólogo ruso, que no tenía nada que perder, calificó el encuentro con Putin con un 10 sobre 10. Aunque está claro que Rusia sigue siendo un enemigo y un objetivo para Washington. Y eso el Kremlin lo sabe. Más, cuando la perfidia se ha convertido en una práctica común ahora que el derecho internacional ha sido enterrado.

Putin fue reconocido por su homólogo estadunidense como un protagonista clave en el escenario internacional, y Rusia, de facto, fue considerada una potencia par, con una gran capacidad nuclear.

A nivel simbólico, y a tres años y medio del inicio de la Operación Militar Especial rusa, la rehabilitación diplomática de Putin, facilitada por Donald Trump, envía el mensaje de que el nuevo orden multipolar en curso no puede reconfigurarse sin Rusia.

De allí, pues, que el encuentro en Anchorage resultó también un éxito diplomático. Triunfó el realismo político. Eso implica, como mínimo, el tránsito hacia una normalización de las relaciones bilaterales al más alto nivel profesional. Y el mero hecho de que se diera la reunión, ya es una victoria para Moscú, al derrumbarse el mito del aislamiento. A lo que se sumó la decisión de Trump de aplazar las sanciones, seguido del movimiento para salir del conflicto con un “traspaso de responsabilidades” a Zelensky y la Unión Europea.

Trump, quien mantiene libertad de maniobra a pesar de la presión de los halcones republicanos de su entorno (encarnada por el pragmático secretario de Estado, Marco Rubio), modificó de manera notable la estrategia con la que había iniciado su cruzada en busca de imponer a Rusia una “paz por medio de la fuerza” (que nunca tuvo la suficiente agresividad a juicio de Ucrania y los países europeos), y dio otro paso significativo: cambió su apuesta original por un alto el fuego ‑que, dijo, “a veces se cumple y a veces no”‑ por  la certeza de que es preciso un acuerdo de paz y seguridad (para Europa y Rusia) definitivo.

Asimismo, señaló que Zelensky puede poner fin al conflicto con Rusia “casi de inmediato si así lo desea” o bien “continuar luchando”. Y el lunes 18, antes de la llegada del presidente nominal de Ucrania y sus patrocinadores guerreristas europeos a Washington, escribió en su plataforma Truth Social: “Recuerdan cómo empezó todo. No se puede devolver Crimea, que Obama cedió (¡hace 12 años, sin disparar un solo tiro!), y nada de que Ucrania se una a la OTAN. ¡Hay cosas que nunca cambian!”

Esa nueva táctica, tan sorprendente como preocupante para Londres, París, Berlín y Bruselas, obligó al relampagueante aterrizaje en Washington, el lunes 18 de agosto, desde la sumisión absoluta, de los jefes de la “coalición de los dispuestos” (Starmer, Macron y Merz) y los mandamases de la OTAN y la UE, Rutte y von der Leyen, todos en clara posición de inferioridad y prácticamente suplicando ser recibidos en la Oficina Oval para salir en la foto.

A la vez, Trump se benefició de que sea Rusia quien obliga a Europa y a Zelensky a la paz por la fuerza, lo que lo mantiene en posición de árbitro, mientras aumenta la dependencia de Europa hacia él. De allí el ahora más suave ultimátum del magnate: ‘O aceptan aquí y ahora, o Putin seguirá adelante’. A la vez, Trump aprieta aún más la soga económica alrededor del cuello de Europa. Así, mientras siguen madurando las condiciones para un acuerdo sobre el fin del conflicto, el destino de los vasallos europeos quedó sellado: serán arrojados al basurero de la irrelevancia geopolítica.

Quién ganó y quién perdió

A cada quien lo suyo: Trump y Putin obtuvieron sus objetivos en Alaska y mantienen sus estrategias; ambos ganaron, conservaron autonomía e iniciativa y salieron fortalecidos. A la vez, Moscú y Washington evitaron un enfrentamiento frontal que habría beneficiado al Partido Demócrata y a Europa, y lograron ganarse un respiro estratégico.

A nivel público, Putin controló la agenda y no cedió un milímetro. Incluso, exhibió la debilidad de Trump frente a su propio aparato, ya que al declinar por temor verse cara a cara a solas con Putin, como se había pactado inicialmente, los halcones conservadores le impusieron  a Trump la presencia de Marco Rubio, lo que convirtió el encuentro en tripartito, y del que participó, también, su enviado ante el Kremlin, Steven Witkoff. Eso, según observó la analista geopolítica rusa Elena Panina, es uno de los resultados ocultos de la cumbre: quedó exhibido que la capacidad de Trump está limitada. Putin se mostró más soberano.

No obstante, para el Estado profundo (deep state), los globalistas y sus sicarios mediáticos, la cumbre fue un desastre. No lograron detener la inexorable ofensiva militar rusa en el frente de guerra, ni imponer a Putin una congelación prematura en la línea de contacto, lo que le habría generado una crisis política interna. Tampoco pudieron convertir a Trump en un ejecutor de los úkases de la OTAN y la UE, atrapándolo en un callejón sin salida. Y esto, como señaló la exdiputada de la Duma estatal rusa, Elena Panina, es otro de los resultados ocultos de la cumbre.

Aunque el conflicto continúa y vendrán nuevas batallas, el ‘partido de la guerra’ atlantista entró en modo pánico. Por eso la revista británica The Economist consideró el encuentro como una “pesadilla geopolítica”. En tanto, CNN aseveró que Trump hizo concesiones “serviles” a Putin, quien hasta ahora había sido considerado un “paria” por Joe Biden y los demócratas, sectores políticos republicanos y en varias capitales europeas.

Está claro, como apunta Pepe Escobar, que tanto Trump como Putin están jugando a largo plazo. El magnate inmobiliario neoyorquino quiere deshacerse del incordio de Kiev, pero sin aplicar las  tradicionales tácticas estadunidenses de golpe de Estado o cambio de régimen. En su mente, lo único que realmente importa son los futuros y posibles mega-acuerdos comerciales sobre la riqueza mineral rusa y el desarrollo del Ártico.

A su vez, en Alaska, sin ceder en apariencia un ápice, Putin se fortaleció internamente en Rusia, obteniendo aún más derechos para la rotación de élites, y empoderó aún más al Kremlin en cuanto a su influencia externa, debido a que no solo representaba a la Federación Rusa, sino a los BRICS en su conjunto.

A nivel simbólico, cobró relieve el trato de Trump a ambas delegaciones. Después que los dos aviones presidenciales se detuvieron casi nariz con nariz en la base aérea de Elmendorf-Richardson, y ambos mandatarios sincronizaron sus descensos, Putin fue recibido por él sobre una alfombra roja flanqueda por soldados en uniforme de gala.

Se dieron la mano varias veces, y a continuación de dirigieron al lugar donde estaban estacionados los dos autos presidenciales. Putin declinó su Aurus y aceptó el convite de Trump de subirse a “La Fiera” (como denominan el Cadillac de los mandatarios estadunidenses), que enrumbó hacia la base militar. Fueron los primeros 11 minutos de un tete-a-tete. Allí ya esperaban al jefe del Kremlin su canciller, Serguei Lavrov, otro indiscutible jugador del partido, quien estaba ataviado con una insólita camiseta que tenía estampada la sigla URSS (CCCP en ruso), un país que no existe desde 1991, y el asesor presidencial, Yuri Ushakov, quienes con ambos mandatarios y el secretario de Estado, Rubio (quien vive su hora estelar) y el enviado especial Steven Witkoff (artífice trumpista  del relanzamiento de relaciones bilaterales), protagonizarían la cumbre secreta.

El risueño y agradecido Zelensky no escapó a una ducha fría

Del encuentro de Trump con Zelensky y sus escuderos de la OTAN y la UE, sólo están las imágenes e intervenciones públicas en la Casa Blanca. Pero sin duda, las conversaciones privadas, como apuntó en su análisis Stephen Coliinson, de CNN, debieron ser “surrealistas”.

A su vez, como declaró a Anderson Cooper de la misma cadena, John Bolton, exasesor de seguridad nacional de Trump durante su primer mandato, no hubo nada sustancial. Dijo: “Creo que todos están de buen humor, y supongo que eso es mejor que no estarlo”. Y agregó: “Creo que el enfoque en las reuniones subraya la falta de sustancia en todo esto”.

Sobre las conclusiones, al recoger la opinión de diplomáticos y funcionarios europeos consultados, Kevin Liptak, también de CNN, escribió que la decisión de último minuto de viajar a Washington, reflejaba “la urgencia que muchos líderes sienten de alinearse con Trump para poner fin a la guerra, pero también su preocupación de no quedar al margen”.

Lo chusco, y eso sí en vivo y en directo, fueron las 11 veces que en los cuatro minutos y medio que le dirigió la palabra al presidente Trump, Zelensky dijo “gracias”, según consignó The Washington Post. Entrenado para la ocasión, el ucraniano había aprendido la lección y no repitió los errores de su sonora disputa con Trump, Vance y Rubio, durante su visita a la Oficina Oval en febrero, donde fue patoteado, ninguneado y prácticamente echado de la Casa Blanca.

Lo que sí resultó una ‘ducha fría’ a Zelensky, según la imagen publicada por el asesor de Trump, Dan Scavino, en la red social X, fue un mapa de Ucrania que evidenciaba el avance militar ruso en el frente. El material cartográfico fue presentado por el magnate durante su encuentro a solas con Zelensky en la Oficina Oval, y confirmaba, sin cortapisas, la “realidad sobre el terreno”, como la llama Putin, en el transcurso de la operación militar especial.

La ruta del dinero y algunas conclusiones

Según el experto geopolítico Pepe Escobar, una de las conclusiones principales del encuentro EU/Rusia en el formato 3-3, transmitidas por fuentes en Moscú con acceso directo a la delegación rusa, es que Trump se comprometió a detener todos los envíos directos de armas estadunidenses a Ucrania como un paso vital hacia la solución; es decir, Washington aceptó la necesidad de reducir drásticamente los envíos letales.

En rigor, Trump carece de medios para negociar con Putin, más allá de unos pocos acuerdos económicos y comerciales. No puede presionar militarmente porque le resulta absolutamente imposible. Estados Unidos está de retirada de gran parte de sus viejas zonas de influencia, especialmente en el territorio europeo. La pelota se inclina hacia Europa, que, como en el caso de la OTAN y la UE, se enfrenta a un serio dilema: apoyar a Ucrania financiera o militarmente. Pero no ambas cosas a la vez. De lo contrario, la propia UE se derrumbará aún más rápido.

Por otra parte, si se sigue la ruta del dinero, resulta evidente que los plutócratas de Estados Unidos y Rusia quieren volver a tener negocios rentables cuanto antes. En particular, como se había anunciado en una anterior conversación telefónica entre Trump y Putin, en materia de explotaciones compartidas de tierras raras; el trabajo conjunto en el Ártico (que entre otras cosas supone la prestación de servicios por parte de los rompehielos atómicos rusos, únicos en el mundo); hidrocarburos; uranio; fertilizantes, e industria aeronáutica.

Por lo que Putin deberá gestionar cómo se permitirá la entrada de empresas estadaunidenses a dos áreas que son prioritarias para el gobierno federal ruso y un asunto de seguridad nacional: el desarrollo del Ártico y el Lejano Oriente ruso. Entre ellas, ExxonMobil, que se retiró en  2022 a raíz de la operación militar especial rusa, cuando explotaba la producción de petróleo y gas de manera compartida con la Federación Rusa y el gobierno de la isla Sakhalin, y otros tres campos en el Mar de Okhotsk: Chayvo, Odoptu y Arkutun-Dagi. Todo esto se debatirá en detalle dentro de dos semanas, en el Foro Económico Oriental de Vladivostok.

¿Rebelión en la granja?

Los países europeos vieron la necesidad de realizar una movilización diplomática sin precedentes para una reunión en Washington cuyo objetivo, ridículo por lo mínimo, como se ha reseñado, era conseguir gestionar un próximo encuentro: una cumbre a tres entre EU, Rusia y Ucrania, en la que la UE y el Reino Unido serían, si es que consiguen ser invitados, actores secundarios sin capacidad de decisión y cuya labor principal será pagar los costes.

En ese sentido, al cierre de esta edición de Mate Amargo, cabe consignar que la troupe de “los dispuestos” han venido haciendo mucho ruido, los últimos días, sobre el tema de la garantías de seguridad para Ucrania y Europa. De momento no hay información concreta sobre cómo serán esas garantías, pero Trump  indicó que “serían proporcionadas por varios países europeos”. Rutte, a su vez, afirmó que se están debatiendo “garantías de seguridad del tipo del Artículo 5 (de la OTAN) para Ucrania”, como un punto de partida para conseguir un blindaje. Ese segmento es el que fija el compromiso de la defensa mutua frente a una agresión a uno de los miembros de la Organización del Atlántico Norte, cuyo acceso se ha negado al régimen de Kiev.

Mientras tanto, desde la Casa Blanca precisaron que está descartada la presencia de tropas estadunidenses en Ucrania como parte de tales garantías.

A su vez el 20 de agosto el canciller ruso señaló que Moscú está de acuerdo en que dichas garantías se aseguren sobre una base equitativa con la participación de los países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Rusia, reiteró Lavrov, apoya la creación de garantías de seguridad fiables para Ucrania, y recordó que durante las negociaciones de Estambul, en la primavera del 2022, Kiev ya había planteado una propuesta de garantías de seguridad que serían proporcionadas por todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, entre los que se encuentran Rusia, Estados Unidos, China, el Reino Unido y Francia.

 “Entre esos principios (de la propuesta) figuraban la renuncia de Ucrania a ingresar en la OTAN o cualquier otra alianza militar, y la confirmación de su estatus neutral y no nuclear”, señaló el ministro del Exterior ruso.

También indicó, que, con la llegada de la nueva administración en Estados Unidos, crece en el Sur Global la comprensión de que “discutir seriamente las cuestiones de seguridad sin la Federación de Rusia es una utopía, un camino que no conduce a ninguna parte”. Y enfatizó que Moscú no aceptará garantías de seguridad colectivas sin la participación de Rusia. Dijo: “No podemos estar de acuerdo con el hecho de que ahora se propone resolver los problemas de seguridad, la seguridad colectiva, sin Rusia. No va a funcionar. Hemos explicado en más de una ocasión que Rusia no exagera sus intereses, pero garantizaremos nuestros intereses legítimos con firmeza y dureza”.

Si no hay acuerdo político-diplomático, ni modo.

Moscú proseguirá con su guerra de desgaste. Más allá del indetectable e imparable misil hipersónico Oreshnik, que a juicio de muchos observadores definió la guerra avant la lettre, la inminente captura de Pokrovsk –nodo de la ‘línea Maginot’ de Ucrania– abrirá de par en par el territorio del país euroasiático, desde donde el ejército ruso podrá ir caminando hasta el río

 Dniéper. Después sobrevendría el colapso del régimen de Kiev.

(*) Escritor, periodista y académico uruguayo residente en México. Doctor Honoris Causa de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Autor de diversos libros y publicaciones.

 Mate Amargo


 

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