William I. Robinson, sociólogo estadounidense: “Estamos en una crisis de época sin precedentes”
Por NODAL
“El capitalismo global está en una profunda crisis. De hecho, la califico como una crisis de época”, afirma el sociólogo William I. Robinson en entrevista exclusiva con NODAL SE PRENDE. Desde California, el autor de Una teoría sobre el capitalismo global y El estado policial global sostiene que el sistema atraviesa una crisis total, “sistémica y existencial”, que abarca cuatro dimensiones: estructural, social, política y ecológica.
Robinson describe el avance de un nuevo bloque hegemónico transnacional, impulsado por la automatización, el capital financiero y el complejo militar-industrial. Denuncia el ascenso de un fascismo del siglo XXI y, al mismo tiempo, celebra la potencia de las luchas populares en todo el mundo. “Estamos en un momento peligroso, porque la crisis del capital nos arrastra a todos. Pero también hay una revuelta global desde abajo que puede abrir otra historia”, advierte.
Cuatro dimensiones de una crisis total
Robinson detalla con precisión las cuatro dimensiones de la crisis del capitalismo global. La primera es estructural. “La clase capitalista transnacional ha acumulado una enorme cantidad de dinero más allá de lo que puede reinvertir. No hay dónde seguir sacando ganancias”, explica. Ese proceso de sobreacumulación produce un estancamiento crónico y, con él, una segunda dimensión: la crisis de reproducción social.
“La gran masa de la humanidad ya no puede sobrevivir día a día. Enfrentamos una desintegración social que se acelera a pasos agigantados”. Robinson ilustra este fenómeno con un dato: “En Argentina, el 85% de la población se hunde cada vez más en la miseria, mientras un pequeño sector goza del boom del consumo. Y lo mismo ocurre en África, Europa y los propios Estados Unidos”.
La tercera dimensión es política. “La masa de la humanidad ya no ve al sistema como legítimo. No ve a sus gobiernos representando sus intereses”, afirma. En ese sentido, destaca un estudio reciente realizado en EE.UU.: “El 62% de los jóvenes entre 18 y 29 años expresa una preferencia por el socialismo. Y un 30%, incluso, por el comunismo”. Eso, según Robinson refleja “la crisis de la legitimidad de los estados, como la dimensión política de la crisis de capitalismo global“ e implica que los estados y los grupos dominantes tengan que “buscar cómo mantener el control social”, dando paso al surgimiento del “estado policiaco global”.
La cuarta dimensión, la más urgente, es ecológica. “La biosfera está en un proceso de colapso. Inundaciones, incendios, sequías, todo se acelera. Las grandes aseguradoras ya no pueden cubrir los daños. La crisis climática va rumbo a destruir el capitalismo. Lo dicen desde Allianz, una de las mayores compañías financieras del planeta”.
Pero incluso sabiendo que la catástrofe climática amenaza sus propios intereses, los grupos dominantes no pueden detenerse. “La naturaleza del capital es acumular, acumular, acumular. No importa si eso implica destruir todo a su paso. Ni siquiera pueden evitar destruirse a sí mismos”.
Plusvalor relativo, humanidad excedente y capital ficticio
Para Robinson, el sistema ha entrado en una fase de reestructuración radical, motorizada por la inteligencia artificial. “Hay un cambio en la estrategia del capital: de extraer plusvalor absoluto, es decir, intensificar la explotación de la mano de obra barata, a extraer plusvalor relativo. Eso implica reemplazar el trabajo humano por tecnología”.
Este giro produce una consecuencia estructural: la existencia de una humanidad excedente. “Hay 2.000 millones de personas que ya no pueden ser explotadas, que el capital no necesita. Ni como fuerza de trabajo ni como consumidores. Eso es un desastre sin precedentes”.
Ejemplifica con el caso de Xiaomi: “Acaban de inaugurar en China la primera fábrica del mundo sin ningún ser humano. Se llama ‘la fábrica sin luces’, porque produce un celular por segundo y no necesita ni iluminación. Todo está automatizado. Ese es el rumbo de este sistema”.
La consecuencia directa es la profundización de la crisis de sobreacumulación y el crecimiento del capital ficticio. “Mientras la economía real vale 75 billones de dólares, el capital especulativo supera el trillón. Empresas como Nvidia tienen una valuación de 4 billones en bolsa. Pero eso es implemente quiere decir que capitalistas transnacionales, inversionistas, compran acciones. No quiere decir que hay más riqueza en el mundo para los seres humanos. Solo es capital ficticio que se infla sin base en la producción”.
Según explica Robinson, mientras se acrecienta la brecha entre ese capital real y el capital ficticio los economistas burgueses y los periodistas del mainstream, dan la impresión de que hay una recuperación económica.
Pero es tarea de los analistas de izquierda y radicales mirar más profundamente. “Estamos en peligro porque es el capital global el que está en peligro y nos arrastra a nosotros a las guerras, al desastre ecológico, a la miseria, cada vez mayor. La crisis de ellos, del capital, es la crisis de nosotros, porque todos dependemos del capital transnacional, del capitalismo global”.
Estados, capital y la ilusión de la multipolaridad
Sobre la situación geopolítica, Robinson cuestiona la noción de que un mundo multipolar implique mejoras para los pueblos. “El problema de la izquierda es creer que si hay otros polos de poder, eso es bueno por sí mismo. Pero los BRICS son regímenes represivos que explotan a sus propios trabajadores. Multipolaridad no es menos opresión, es más competencia entre élites por saquear al mundo”.
Para él, es clave diferenciar Estado de capital. “El capital transnacional solo quiere seguir acumulando. No tiene otra lógica. Los Estados, en cambio, necesitan garantizar legitimidad interna. Por eso compiten entre sí para atraer capital, aún a costa de sus propias poblaciones”.
Y advierte sobre los riesgos de leer el conflicto global con categorías del siglo XX. “Ya colapsó el orden surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Y no hemos creado todavía otro. Por eso estamos en una etapa muy peligrosa, donde todo puede terminar en nuevas guerras”.
Fascismo del siglo XXI y acumulación por represión
“El trumpismo es la variante estadounidense del fascismo del siglo XXI”, señala Robinson. Lo define como una reacción a la crisis que combina tres elementos: Una fusión cada vez más estrecha entre capital y Estado; el ascenso de un poder político reaccionario y represivo; y la movilización de una base social desde la sociedad civil por derecha, como las milicias y los movimientos supremacistas. Algo que lo diferencia del simple autoritarismo. De esta manera define al fascismo del Siglo XXI y lo asocia a la manera en que se expresa en el trumpismo.
Destaca que no es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos: “La versión india es Modi, la brasileña fue Bolsonaro, la argentina es Milei. Hay una tendencia mundial hacia la represión abierta y la destrucción de los consensos”.
En este marco, el complejo militar-industrial adquiere un rol clave. “El Pentágono acaba de otorgar rangos militares a ejecutivos de empresas tecnológicas como Facebook y Palantir. Eso revela que ya hay una fusión total entre el capital digital y el aparato de guerra”.
Esa tendencia se vincula con lo que Robinson desarrolla en su libro más reciente, El estado policial global: “La militarización ya no es solo un mecanismo de represión. Se ha convertido en una estrategia de acumulación. Es rentable. Es acumulación por represión”.
En este punto el intelectual destaca que “Cada vez más es la guerra, la que resucita al capital transnacional, a la economía global”.
Y cita ejemplos concretos: “La invasión de Ruanda al Congo es para desplazar a millones y abrir acceso a los minerales. Lo mismo ocurre en Gaza. La población palestina se volvió excedente. Están eliminando a 2,5 millones de personas para abrir el Medio Oriente a una nueva oleada de inversiones”.
“Hay revuelta popular, pero falta proyecto político”
A pesar del diagnóstico devastador, Robinson no cae en el pesimismo. Señala que hay “una auténtica revuelta global popular” en marcha. “Hay huelgas, estallidos, protestas en todos los continentes. En India, 250 millones de personas participaron de una huelga general. En Kenia y Angola hubo sublevaciones recientes. En Argentina, dos paros generales contra el ajuste de Milei. En Estados Unidos, millones salimos a las calles en el ‘No King’s Day’. La gente no está dormida. Se está rebelando”.
Pero, advierte, esas luchas están “desconectadas de un proyecto político renovado”. “No hay izquierda del siglo XXI. No hay una estrategia revolucionaria que canalice esa energía” sentenció.
De acuerdo con Robinson, existe “un tremendo desfasaje histórico entre la disposición de las masas de ponerse en rebeldía y una izquierda viable”.
“Por eso muchas veces todo se diluye o es cooptado por electoralismos progresistas que luego terminan administrando la crisis del capital desde dentro del Estado capitalista”.
Esto, según el intelectual es lo que obtura “que estas movilizaciones desde abajo vayan tejiendo proyectos viables desde abajo y proyectos transfronterizos y transnacionales desde abajo”. Y con esto -aclara- no intenta invalidar la vía electoral.
Para Robinson, “todo lo que heredamos del siglo XX está en bancarrota. Necesitamos otra política, otra teoría y otra práctica. Si no, el capital seguirá avanzando con exclusión, represión y barbarie”.
Y concluye con una advertencia: “Defender a Palestina hoy es defender a toda la humanidad. Gaza es la primera línea de esta lucha global. Porque allí se ve con total claridad lo que el capital es capaz de hacer cuando ya no necesita a una población. Eso es lo que enfrentamos”.