América Latina y el 28S: no es el feminismo, es la Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica – Por Alejandra Rizzo
Bastante conocido es el discurso de la derecha argentina, encabezada por Javier Milei, acerca del feminismo y el movimiento LGBTTIQ+. No sólo nos definen como ‘’pedófilos’’ y ‘’asesinas’’, sino que ahora nos condenan como las culpables del descenso poblacional. Estas acusaciones, recurrentes en las derechas globales, desvía la atención de las verdaderas razones contra las cuales el movimiento feminista viene dando batalla. En el marco del Día de Acción Global por el Acceso al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, nos preguntamos ¿cuál es entonces el motor del cambio demográfico en la nueva fase del capitalismo que atravesamos?
Este nuevo ciclo se define por dos procesos centrales: la digitalización y la financiarización de la economía. Esta transformación, impulsada por la cuarta revolución industrial, está reformulando la estructura económica mundial e influyendo directamente en nuestra forma de vivir, en nuestras relaciones y en la autonomía sobre nuestros propios cuerpos.
La tendencia es clara en América Latina y el Caribe. La tasa de fecundidad regional cayó de 2,6 nacimientos por mujer en el año 2000 a 1,78 en 2023, una cifra bastante por debajo del nivel de reemplazo poblacional. En Brasil, la tasa pasó de 2,4 hijos por mujer en 2000 a 1,75 en 2023. En México, de 2,7 a 1,73 en el mismo período. En Chile, de 2,2 a 1,75. En Colombia, de 2,6 a 1,94. Incluso en países históricamente con niveles más altos, como Ecuador, la tasa bajó de 3,1 en 2000 a 2,24 en 2023. Argentina sigue esta tendencia: desde 2014 la tasa de natalidad viene descendiendo de manera sostenida y, para 2023, se situó en torno a 12 nacimientos por cada 1.000 habitantes, alineándose con el patrón regional. La CEPAL señala un acelerado envejecimiento poblacional en una región marcada por la desigualdad y la precariedad laboral.
Se trata entonces de una caída acelerada y generalizada, que atraviesa y dibuja la actualidad de países con realidades políticas y sociales muy diversas. En otras palabras: no puede explicarse como consecuencia de un único factor ideológico. Como se reconoce en el informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas de 2025, titulado ‘’Estado de la Población Mundial 2025: La verdadera crisis de fecundidad: Alcanzar la libertad reproductiva en un mundo de cambios», la baja natalidad refleja que ‘’muchas personas no pueden formar la familia que desean debido a obstáculos estructurales como la inseguridad económica y laboral’’. Esta precariedad es una característica funcional de la nueva fase del capital. Es crucial entender que la decisión de tener hijos, o no tenerlos, no responde a una ideología feminista pro interrupción voluntaria del embarazo, sino a las condiciones materiales impuestas por esta nueva fase que reorganiza el trabajo, los cuerpos y la tecnología a escala global, volviendo cada vez más prescindible y descartable gran proporción de la clase trabajadora mundial.
El sistema busca apropiarse de nuestro «tiempo disponible» para convertirlo en plustrabajo, es decir, en trabajo no remunerado que genera ganancias. Las plataformas digitales, o «nuevas fábricas», extienden la explotación hacia adentro de las paredes del hogar, disolviendo la frontera entre la vida y el trabajo. Esto responde a una tendencia a la disminución de la procreación de la clase proletaria, ya que el capital, con la automatización, no necesita la misma tasa de reposición de trabajadores.
En este contexto, la «libertad reproductiva» se ha convertido en un privilegio de clase. Quienes dirigen esta nueva fase capitalista son aquellos dueños de las grandes empresas tecnológicas y financieras, cuyo patrimonio representa el 99% de las riquezas mundiales repartido entre pocas manos. Esta Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica (NAFyT) es una élite surgida de la fusión del capital financiero global con las gigantescas corporaciones tecnológicas, la cual subordina cada vez más evidentemente, a los Estados a su control global imponiendo un nuevo orden.
Su «libertad reproductiva» contrasta con la realidad de la clase trabajadora, develando su interés por decidir sobre nuestros cuerpos. Elon Musk, con un patrimonio de 463,2 mil millones de dólares y al menos 12 hijos, financia los viajes para abortos de sus empleadas en Tesla. Jeff Bezos, con una fortuna de 242,8 mil millones de dólares y cuatro hijos, hace lo mismo a través de Amazon. Mientras tanto, Mark Zuckerberg, con 258,7 mil millones de dólares, se ha expresado en contra del aborto y ordenó eliminar contenidos sobre píldoras abortivas en sus plataformas.
El discurso que culpabiliza a los feminismos y transfeminismos por la «crisis de natalidad» contemporánea es una pantalla que oculta la reorganización de la reproducción social por parte del sistema imperante, dominado por los que se perciben y pretenden ser dueños del mundo.
Nuestra lucha no es solo por el aborto legal, seguro y gratuito; es una lucha contra el sistema que mercantiliza la vida, es una lucha por nuestra libertad de decisión anclada directamente a la existencia de un mundo libre de explotación deshumanizante y sin clases, en donde podamos decidir libremente si tener o no hijxs, y en caso afirmativo, garantizarles una vida con acceso a todos sus derechos humanos.
Desde los transfeminismos populares, negros y proletarios, buscamos atacar la raíz del problema: la propiedad privada, la familia como célula burguesa reproductora del sistema a través de la objetivación de nuestros cuerpos y la división sexual del trabajo. Nuestra lucha es contra el capitalismo heteropatriarcal que genera la precariedad que impide a las personas decidir con verdadera libertad.
No somos el problema. Es la Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica la que, al controlar las condiciones materiales de existencia, decide quién nace y quién no. Y cómo devendrán esas vidas.
*Alejandra Rizzo, militante feminista argentina e integrante de la Colectiva Aquelarre Feminista en la provincia de San Luis, Argentina. Analista de NODAL.