Argentina | Lo que pasa en este país es que el criollo no tiene embajador que lo defienda, un libro de Santiago Bilbao – Por Ana Romero

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Lo que pasa en este país es que el criollo no tiene embajador que lo defienda, un libro de Santiago Bilbao

Por Ana Romero *

 

¿Será que estoy predestinado a redimir a los excluidos?

Santiago Bilbao

Pasaron casi cincuenta años, un encarcelamiento, exilios, mudanzas y dos vidas compartidas para que finalmente el martes 2 de septiembre se realice la presentación del libro del antropólogo argentino Santiago Bilbao (Buenos Aires 1930 – Caracas 2006), titulado “Lo que pasa en este país es que el criollo no tiene embajador que lo defienda”. La obra es el resultado de la reconstrucción y curaduría de Hebe Vessuri, publicada en la Colección Pasado y Presente de la clase obrera en Argentina, cuyo tema principal es el abordaje de la explotación, marginalización e invisibilización del peón criollo e indígena del norte argentino. De la presentación del libro participaron Hebe Vessuri, antropóloga y compañera de Santiago, Nicolas Iñigo Carrera, historiador y co-director de la Colección en Grupo Editor Universitario y Ricardo Abduca, antropólogo; con la moderación de Matias Feito, integrante del Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO).

Pocas veces es tan explicito en una obra las marcas de sus condiciones de producción, la vida del autor y el trazo de la historia de nuestro país como en esta publicación. La recopilación de anotaciones bibliográficas y documentos impresos comenzó a principios de 1960 y acompañó a Santiago hasta su muerte en 2006. “Santiago fue un antropólogo de la primera promoción de la UBA. Pero antes que nada se consideraba un testigo fiel, observador agudo y comprometido con los desvalidos y perdedores de siempre”, dice Hebe en su presentación y agrega que su vida fue de compromiso intelectual y político destacando su desarrollo como investigador e intelectual del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Chaco y Tucumán. Su carrera académica se vio truncada por el golpe de Estado de 1966, renunció a sus cargos y se fue a vender medias a barrios porteños y el conurbano. A partir de allí, cuando ingresó al INTA, ejerció la llamada “antropología aplicada”. En diciembre de 1974 fue encarcelado, y preso a disposición del PEN le fue concedida la opción del exilio. Partió hacia Venezuela en 1975.

El contenido del libro, escrito en partes, con anotaciones y capítulos desordenados, viajó con Santiago y Hebe a lo largo de décadas. Ricardo Abduca lo describirá como “un trabajo obstinado, curativo. Un trabajo de duelo, de elaboración de ese núcleo doloroso ocurrido para los autores, para Tucumán, para todo el país y la región desde los años 70’s, que son como raíces de nuestro presente actual”. El título, a pesar de su extensión, es lo que Santiago considera una síntesis perfecta de lo que sucedía con los peones rurales criollos e indígenas. “El criollo no tiene embajador que lo defienda”, nos propone a quienes nos interesamos por la historia de la clase obrera de este país, todas las paradojas y las preguntas que nos faltan. Tiene la capacidad de extender nuestra mirada más allá de las fronteras urbanas sobre los silencios que tanto la academia, pero también las organizaciones institucionalizadas, no logran contener.

En su prefacio, Hebe Vessuri incorpora una carta enviada en 2004 por Santiago a Miguel Murmis, que posibilitó un ordenamiento y reconstrucción de los materiales. “Pretendo relatar la historia del peón o proletario rural u obrero agrícola de la región chaqueña y de Misiones, de su exclusión, del genocidio y de la explotación a la que fue sometido”, describe. El despliegue de intenciones y reflexiones nos posibilitan mirar el interior de su pensamiento. Agrega que la frase de origen desconocido, era habitualmente escuchada en ambientes del Chaco Austral o Central, y que resume perfectamente “la situación de desamparo del trabajador criollo frente a las iniquidades a las que era sometido en obrajes madereros, plantaciones azucareras y algodoneras, mientras que los inmigrantes sí tenían quien los defendiera”.

La escritura de Santiago es directa, potente, un cachetazo al adormecimiento, a la pereza y mezquindades intelectuales o militantes: “Busco valorizar el papel cumplido por los peones criollos e indígenas en la historia social y política del país, escasamente reconocido. Recobrar la contribución forzada de los desamparados”, escribe en su carta. La cuestión de la disparidad de información como abundancia de material sobre los obreros urbanos en comparación con los obreros rurales llevan a afirmar en su carta que: “Importaba más el obrero migrante de Europa que era el modelo ideal, para unos y otros y que, al compararlo con el criollo e indígena, este sale perdiendo por el prejuicio o directamente por considerarlo incapaz”.

En ese sentido, el historiador Nicolas Iñigo Carrera en su presentación agrega que: “Por supuesto, no se puede negar el peso de la inmigración europea en la conformación de la clase obrera y de sus organizaciones sindicales y políticas. Pero durante muchas décadas, la historia de la clase se limitó a ese contingente inmigratorio y a su experiencia europea sin registrar la existencia de la masa de trabajadores indígenas y criollos”. Esta “mirada parcelada”, agrega Nicolás, se multiplicó en los dirigentes obreros ya que muchos de ellos tenían ese origen, en los profesionales de las ciencias sociales, y remarca el hecho de que: “Desde las clases dominantes atribuirle al movimiento obrero un origen foráneo fue una forma de descalificarlo. Eran esos extranjeros indeseables quienes generaban e introducían envidias o intrigas, que fomentaban el caos”. Ricardo Abduca agrega que de alguna forma la clase trabajadora siempre es extranjera en todo lugar; su extranjerización indica la racializacion de las clases sociales en nuestro país.

El libro contiene además una valiosa recopilación acerca de lo que pensaban y proponían sobre el peonaje las diversas corrientes de izquierdas, partidos y organizaciones revolucionarias o reformistas (socialistas, anarquistas, sindicalistas, liberales, católicos, etc.), buscando contrastar el discurso ocasionalmente reivindicativo con sus propuestas y acciones. Interrogantes sobre la cuestión agraria, el pensamiento socialista y anarquista argentino, y acercamiento a las utopías – comunas rurales establecidas como experimentos comunitarios.

“El ultimo capitulo tiene las marcas y las cicatrices de la situación en que se escribió”, sentencia Abduca y es real. Es un capítulo inconcluso sobre la huelga de los peones azucareros de 1904. Quedaron pendientes también escritos sobre las experiencias cooperativas en las cuales Santiago participó directamente, como la implementación y desarrollo de la Cooperativa Trabajadores Unidos de Campo de Herrera, entre otras.

Referente indiscutido para antropólogos, sociólogos rurales e investigadores sociales, Santiago tenía en manos un libro que desnuda los olvidos forzados. Nos interpela sobre lo que queda por fuera y nos transforma desde los silencios incómodos. Una lectura necesaria y urgente desde las entrañas de nuestro suelo. Una propuesta irreverente ante la asepsia intelectual y política, tal como dice en su carta a Murmis: “Además, uno se hastía de esos libros financiados por embajadas o instituciones extranjeras que hablan maravillas de cuán buenos y sacrificados que fueron los inmigrantes, no vendría mal hacer ver lo buenos y sacrificados que fueron los paisanos”.

*Ana Romero. Politóloga, Periodista, Dir. Formación Política CTA Autónoma


 

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