Hidrogeno verde, la carrera por la energía limpia

Compartir:

Hidrogeno verde, la carrera por la energía limpia

Majuricio Herrera Kahn

“Europa, China, Estados Unidos y el Golfo compiten con subsidios y megaproyectos. Detrás de los discursos climáticos se juega la hegemonía energética y la promesa de una nueva industria que puede ser palanca de soberanía o espejismo extractivo.”

El hidrógeno verde dejó de ser un concepto de laboratorio para transformarse en el eje de la transición energética global. La Agencia Internacional de Energías Renovables proyecta más de USD 240.000 millones en inversiones al 2030, estima que la demanda podría alcanzar 100 millones de ton/año en ese mismo horizonte. Las cifras son descomunales y la competencia ya está en marcha.

Estados Unidos subsidia cada kilo con hasta 3 USD a través del Inflation Reduction Act. Alemania paga hasta 5,5 USD mediante el programa H2Global. China controla el 40% de la capacidad mundial de electrólisis y lanza proyectos masivos en Mongolia Interior. Arabia Saudita desarrolla NEOM, un complejo de 8.400 millones de USD que comenzará a producir 600 ton/día de H2V en 2026. América Latina intenta subirse a esta ola con Chile, Brasil, Colombia y Argentina desplegando estrategias propias.

El mapa energético se está reconfigurando en tiempo real. Lo que hoy se discute no es solo cómo reemplazar combustibles fósiles, lo que se juega es quién controlará las cadenas de valor, quién será exportador de energía limpia y quién quedará reducido a proveedor de materia prima. La carrera del hidrógeno verde es climática, tecnológica y geopolítica. Los próximos cinco años decidirán si el planeta avanza hacia una transición justa o hacia un espejismo global vestido de verde.

Europa y su obsesión climática

Europa decidió que el hidrógeno verde será el corazón de su estrategia climática y de seguridad energética. La Comisión Europea fijó como meta producir 10 millones de ton/año de hidrógeno renovable al 2030 y además importar otros 10 millones desde África, Medio Oriente y América Latina. Bruselas entiende que no basta con electrificar sectores fáciles como la movilidad urbana. El desafío es descarbonizar el acero, el cemento, los fertilizantes y el transporte marítimo y aéreo. Para eso el hidrógeno verde aparece como la herramienta indispensable.

El plan europeo se apoya en subsidios masivos. Alemania encabeza con el programa H2Global que ofrece hasta 5,5 USD por kilo de hidrógeno o derivados y asegura contratos de compra a largo plazo que reducen el riesgo financiero. España anunció más de 10.000 millones de euros en incentivos para proyectos de hidrógeno renovable y Francia comprometió otros 9.000 millones hasta 2030. La Unión Europea lanzó, además, la Alianza Europea por el Hidrógeno Limpio que canaliza fondos comunitarios a empresas como Air Liquide, Siemens y Thyssenkrupp.

Los proyectos ya no son maquetas. En Países Bajos el consorcio NortH2 liderado por Shell, RWE y Equinor proyecta instalar 10 GW de electrólisis al 2040 con una fase inicial de 1 GW operativa en 2027. En España se construye la planta de Puertollano que producirá 3.000 ton/año de hidrógeno verde con una inversión de 150 millones de euros. En Portugal el proyecto Sines pretende convertir al país en un polo exportador hacia el norte de Europa.

La apuesta es clara. Europa busca reducir su dependencia del gas ruso, cumplir sus compromisos climáticos y al mismo tiempo consolidar una nueva industria pesada limpia. El riesgo es que la demanda crezca más rápido que la oferta y que la dependencia se desplace de Moscú a Rabat, Riad o Santiago. Europa quiere autonomía energética, pero puede terminar importando otra dependencia pintada de verde.

Estados Unidos y el IRA

Estados Unidos irrumpió en la carrera del hidrógeno verde con una de las políticas climáticas más ambiciosas de su historia. El Inflation Reduction Act, aprobado en 2022, destinó USD 369.000 millones a energías limpias y colocó al hidrógeno en el centro de la estrategia. Cada kilo de hidrógeno verde producido en suelo norteamericano recibe hasta 3 USD de subsidio directo. El efecto fue inmediato. En menos de dos años se anunciaron decenas de proyectos que suman compromisos de inversión superiores a 40.000 millones de USD.

El Departamento de Energía seleccionó en 2023 siete polos de desarrollo conocidos como Hydrogen Hubs. Texas, California, la Costa Este y el Midwest lideran esta red. Estos polos apuntan a descarbonizar sectores pesados como el acero, los fertilizantes y el transporte de larga distancia. Las primeras plantas entrarán en operación entre 2026 y 2027 y ya cuentan con contratos de suministro en negociación.

La estrategia busca más que reducir emisiones. Washington quiere desplazar a China en la manufactura de electrolizadores y en la cadena de valor tecnológica. El hidrógeno verde es para Estados Unidos una pieza climática, pero sobre todo industrial y geopolítica. La carrera por dominarlo se juega tanto en el mercado como en la fábrica.

China y Asia

China es hoy el mayor productor de hidrógeno del planeta con más del 60% del total, aunque casi todo proviene del carbón. Pekín decidió cambiar esa matriz y liderar la transición hacia el hidrógeno verde. El país controla el 40% de la capacidad mundial de electrolizadores y sus fabricantes ofrecen equipos hasta un 30% más baratos que en Occidente.

El plan quinquenal incluye más de 200 proyectos en distintas fases. Entre ellos el clúster de Ordos en Mongolia Interior que sumará más de 1 GW de electrólisis antes de 2028. La petrolera estatal Sinopec anunció en Ulanqab un complejo de 2.900 millones de USD que producirá 100.000 ton/año de H2V. En conjunto China tiene comprometidos más de 33.000 millones de USD en hidrógeno renovable al 2030.

La estrategia no se limita a la producción. China quiere dominar la cadena de valor completa. Controlar la fabricación de electrolizadores, pilas de combustible y turbinas le asegura un lugar de privilegio frente a Europa y Estados Unidos. Japón y Corea del Sur avanzan en paralelo con proyectos para transporte marítimo, generación eléctrica y exportación de amoníaco. Asia en su conjunto entiende que el hidrógeno verde no es solo energía limpia sino un campo de batalla industrial y tecnológico.

Medio Oriente y África

El Golfo Pérsico busca convertir su renta petrolera en hegemonía renovable. Arabia Saudita encabeza la ofensiva con el megaproyecto NEOM, una inversión de 8.400 millones de USD que comenzará a producir 600 ton/día de H2V en 2026. El complejo está diseñado para exportar amoníaco verde a Europa y Asia y convertirse en el mayor del mundo. Emiratos Árabes Unidos desarrolla en paralelo proyectos en Dubái y Abu Dabi que superan los 2.000 millones de USD en inversión inicial vinculados a aerolíneas y navieras que buscan descarbonizar sus cadenas de suministro.

África también aparece como escenario clave. Marruecos planea instalar 6 GW de capacidad de electrólisis antes de 2035 con apoyo de financiamiento europeo. Namibia firmó acuerdos por más de 10.000 millones de USD para el proyecto Hyphen que debería producir 300.000 ton/año de H₂V desde 2027. Egipto avanza en la zona del Canal de Suez con inversiones por 12.000 millones de USD para levantar polos de exportación hacia el Mediterráneo.

El atractivo está en el sol y el viento abundantes, pero el riesgo es repetir esquemas coloniales. Europa ya negocia contratos de importación a largo plazo para asegurar parte de los 10 millones de ton/año que quiere traer desde fuera de su territorio en 2030. El problema es que la industrialización local avanza lento. Sin fábricas de electrolizadores ni cadenas de valor propias, África puede transformarse en proveedor barato mientras las utilidades se concentran en el norte.

América Latina

América Latina busca un lugar en la carrera global del hidrógeno verde. Chile es el país más avanzado con más de 70 proyectos en distintas fases y una cartera de inversiones proyectada cercana a 100.000 millones de USD al 2030. La meta oficial es producir 1 millón de ton/año de H2V principalmente en Magallanes y Antofagasta. Empresas como HIF Global, Engie y Enaex lideran iniciativas para exportar e-fuels a Europa y Asia.

Brasil apuesta con mayor escala. En los puertos de Pecém y Suape se proyectan inversiones potenciales superiores a 200.000 millones de USD al 2040. El país busca convertirse en hub exportador gracias a su recurso solar y eólico abundante. Varios proyectos superan los 10 GW de electrólisis en planificación y ya se han firmado memorandos de entendimiento con compañías alemanas y japonesas.

Colombia avanza con una meta de 3 GW de electrólisis al 2030 y proyecciones de exportación desde la costa Caribe. El gobierno estima atraer más de 5.000 millones de USD en inversión privada. Argentina, aunque rezagada, impulsa pilotos en Patagonia con vistas a exportar hacia Europa y Asia.

El dilema regional es claro. Los países tienen condiciones naturales únicas, pero el riesgo es repetir la historia del cobre, el petróleo o el litio. Exportar H₂V como materia prima sin desarrollar industria propia puede dejar a América Latina en el rol de proveedor periférico. La alternativa es crear cadenas de valor locales que generen empleo, manufactura y soberanía tecnológica antes de que los contratos de exportación definan un camino sin retorno.

 Los riesgos globales

La carrera del hidrógeno verde no solo abre oportunidades. También expone riesgos profundos que pueden transformar la promesa en espejismo. El primero es la asimetría entre el Norte y el Sur. Estados Unidos y Alemania subsidian, mientras países como Chile o Colombia apenas ofrecen créditos tributarios limitados. Esa brecha de financiamiento puede dejar a gran parte del planeta fuera de competencia.

Otro riesgo es el greenwashing. No todo el hidrógeno que se anuncia como verde lo es en realidad. La falta de certificación estricta permite que se mezcle electricidad fósil en la producción. La Agencia Internacional de Energía estima que cerca del 60% del hidrógeno mundial sigue siendo gris. Sin reglas claras, la credibilidad de la transición está en juego.

La infraestructura es otro punto crítico. Para alcanzar las metas de 2030 el mundo necesitará más de 300.000 km de gasoductos adaptados y decenas de puertos especializados para mover H₂ y derivados como amoníaco y metanol. Estas inversiones superan los 500.000 millones de USD y aún no tienen financiamiento asegurado.

Finalmente está el riesgo geopolítico. El control de la cadena de valor determinará nuevas dependencias. Si la producción se concentra en pocos países y la manufactura en Asia, el hidrógeno verde puede consolidar un mapa desigual similar al petróleo. La transición energética podría nacer marcada por las mismas tensiones que buscaba superar.

Los proyectos que marcan el pulso mundial

El hidrógeno verde ya no es solo un anuncio en powerpoints. En distintas regiones hay proyectos que producen a escala piloto y otros que entrarán en operación masiva en los próximos cinco años. El más emblemático es NEOM en Arabia Saudita, con una inversión de 8.400 millones de USD y capacidad de generar 600 ton/día de H2V desde 2026. Será el mayor complejo del planeta y exportará amoníaco verde hacia Europa y Asia.

  • En Europa sobresale NortH2 en Países Bajos y el Mar del Norte con respaldo de Shell, RWE y Equinor. La meta es instalar 10 GW de electrólisis al 2040 con una primera fase de 1 GW en 2027. Alemania avanza además con el programa H2Global que asegura contratos de compra a largo plazo y subsidios de hasta 5,5 USD por kilo.
  • Estados Unidos impulsa los Regional Clean Hydrogen Hubs con siete polos distribuidos desde Texas hasta California que ya suman inversiones comprometidas por más de 40.000 millones de USD. Las primeras plantas operarán entre 2026 y 2027.
  • China no se queda atrás. Despliega el clúster de Ordos con más de 1 GW antes de 2028 y mantiene 33.000 millones de USD comprometidos en proyectos de H2V al 2030. Solo el complejo de Sinopec en Ulanqab demandará 2.900 millones de USD y producirá 100.000 ton/año.
  • Brasil proyecta inversiones por más de 200.000 millones de USD al 2040 en Pecém y Suape, mientras Colombia y Argentina buscan alcanzar al menos 3 GW de electrólisis al 2030. Los próximos cinco años marcarán quién se consolida como potencia y quién queda en la periferia de la transición.

 Los gigantes del hidrógeno verde

El mapa global del hidrógeno verde se entiende mejor cuando se miran proyectos concretos con inversiones cerradas y capacidad definida. No son anuncios difusos sino cifras que muestran dónde se juega de verdad la carrera energética.

  • NEOM, Arabia Saudita:Inversión de 8.400 millones de USD, 600 ton/día de H2V a partir de 2026
  • NortH2, Países Bajos: Meta de 10 GW de electrólisis al 2040, 1 GW operativo en 2027
  • Hydrogen Hubs, Estados Unidos: 7 polos con inversiones por más de 40.000 millones de USD. Primeras plantas en 2026 con capacidad inicial de cientos de miles de ton/año
  • Sinopec Ulanqab, China: 2.900 millones de USD de inversión. 100.000 ton/año de H2V al 2028
  • Compromiso global de China: Más de 33.000 millones de USD al 2030, más de 200 proyectos en distintas fases
  • Brasil, Pecém y Suape Proyecciones de más de 200.000 millones de USD al 2040. Metas superiores a 10 GW en planificación
  • Namibia, Hyphen: 10.000 millones de USD. 300.000 ton/año previstas desde 2027

Estos proyectos marcan el pulso del hidrógeno verde. No son ensayos sino apuestas industriales de escala continental. De su éxito o fracaso dependerá que el hidrógeno verde deje de ser promesa y se transforme en una realidad energética global.

Nueva frontera energética del planeta.

Europa, Estados Unidos, China, el Golfo y América Latina corren con miles de millones de USD y promesas de millones de ton/año. La narrativa oficial lo presenta como la llave para cumplir las metas climáticas y descarbonizar sectores imposibles de electrificar con renovables tradicionales.

Pero detrás de las cifras hay preguntas abiertas. ¿Será el hidrógeno verde un motor de soberanía energética o una nueva dependencia global? ¿Será una palanca para crear industria y empleos o se repetirá el esquema de exportar materia prima y comprar tecnología a precio alto? La década 2025-2035 marcará si el mundo construye una transición justa o si el espejismo verde se convierte en otra burbuja inflada por subsidios.

El hidrógeno verde puede ser la palanca que libere al planeta de los combustibles fósiles. También puede ser un espejismo más en el desierto de promesas incumplidas. Todo dependerá de cómo se ejecuten los proyectos, de la capacidad de incluir a las regiones y comunidades, y de si las potencias entienden que el futuro no se mide solo en gigawatts ni en toneladas, sino en justicia, soberanía y dignidad compartida.

* Ingeniero Civil Mecánico titulado en la Universidad Técnica del Estado (UTE) en 1975, con más de 45 años de experiencia en el sector de ingeniería y desarrollo de proyectos mineros.

Presenzza