Perú: soberanía, tantos crímenes se cometen en tu nombre – Por Nicolás Lynch

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Nicolás Lynch *

La palabra soberanía ha sido agitada en los últimos días en el Perú por los mismos personajes, aunque en sentidos opuestos. Por un lado, a propósito de la voluntad de la Presidenta Dina Boluarte y la coalición que nos gobierna, de retirar al país de la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Por otro, por parte de esta misma gente en el Congreso que presenta un proyecto de ley para caracterizar al gobierno de Venezuela, tal cual lo ha señalado el gobierno de los Estados Unidos, como parte del “Cartel de los Soles” una organización de narcotraficantes que lideraría Nicolás Maduro. Esto último sin evidencia alguna y acompañado de la declaración estadounidense de las bandas de narcotraficantes como terroristas y de la autorización a sus fuerzas armadas para que las puedan combatir fuera de su territorio, lo que ya se avizora con el cerco naval que ha comenzado Estados Unidos contra Venezuela.

Lo primero se agita en defensa de la soberanía nacional contra la CIDH, lo segundo sin tomar en cuenta la amenaza brutal de violación de la soberanía de un país hermano como Venezuela, más allá del gobierno que tenga. Una contradicción flagrante. Vale preguntarse entonces la soberanía de quién y de qué.

El asunto de la CIDH tiene su antecedente con la Declaración Universal de los Derechos Humanos que aprueba en sus inicios las Naciones Unidas en 1948 y de la cual es signatario el Perú. Esto se expresa en la Convención Americana de Derechos Humanos que da origen a la Corte y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Todo un sistema interamericano de justicia que parte de la idea del carácter universal de los derechos al que ninguna legislación nacional puede sustraerse porque no tiene que ver con un país en particular sino con valores universales de convivencia entre los seres humanos. En la actualidad a este sistema adhieren 20 de los 35 estados que existen en el continente, con la notable ausencia de los Estados Unidos.

El sistema interamericano de justicia molesta a la extrema derecha peruana porque debido a la inacción de la justicia nacional fue el que dio protección a la ciudadanía contra las violaciones a los derechos humanos, en particular en el período de la guerra interna.

La soberanía tiene sentido en tiempos modernos como soberanía del pueblo, como la fuente última de poder si lo que queremos es democracia. Cabe entonces preguntarse ¿de qué soberanía nos están hablando? ¿Será tal vez la soberanía del Estado que han capturado, el Estado Neoliberal al que se esfuerzan en representar? Es lo más probable, la soberanía de un estado autoritario y de ínfimas minorías, que reiteradamente ha probado que no le importa la democracia y al que cualquier referencia popular o plebeya lo amenaza.

Lo que esta gente quiere es apelar a la soberanía para vaciarla de contenido, para dejarla como una palabra que permita dar curso a sus trapacerías. Contrariamente a lo que nos dicen entonces, el sistema interamericano de justicia permite, no inhibe, el ejercicio de la soberanía. Este tipo de agitación falsa de la soberanía es una forma de recortar derechos que no puede sino presagiar aún mayores crímenes de los que ya se han cometido y la impunidad, como vemos, de sus perpetradores.

En el caso de Venezuela, se trata de una vieja disputa sobre cómo lidiar con la crisis democrática que ya lleva por lo menos una década en ese país. Poniendo de lado a los que apoyan sin fisuras al régimen autoritario sin salida a la vista, estamos los que creemos en una salida desde adentro, negociada por los propios venezolanos, que cautele su soberanía tanto territorial como estatal y sobre todo proteja las ingentes riquezas energéticas de ese país. Al frente están los Estados Unidos, interesados en una solución de fuerza, que les regrese los privilegios de que gozaban, ellos y sus aliados internos, antes del chavismo. La soberanía no cuenta para estos últimos, que apelan al restablecimiento del sistema neocolonial, para administrar sus intereses.

La extrema derecha en un caso defiende soberanía y en otro neocolonialidad, no importa que se nieguen a sí mismos en el proceso. ¡Esta es la pobreza de quienes nos gobiernan!

No está demás terminar este artículo parafraseando la famosa frase de Madame Roland antes de ser decapitada en el período del terror jacobino en la revolución francesa. Ella dijo: “Libertad, tantos crímenes se cometen en tu nombre”. Soberanía y libertad no son conceptos iguales, pero son parientes, ambos se derivan de lo que Benjamín Constant denominó “la libertad de los modernos” aludiendo a la libertad que anuncia esta revolución y que va estableciéndose como producto de la democracia liberal a lo largo de los siglos XIX y XX. Hoy que vivimos una crisis planetaria de la democracia liberal parece que hay quien se quiere llevar de encuentro también a la soberanía.

*Sociólogo peruano. Analista de Otra Mirada.

Otra Mirada


 

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