Argentina se moviliza: la lealtad en la nueva fase del capitalismo digital y financiero

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Argentina se moviliza: la lealtad en la nueva fase del capitalismo digital y financiero

El 17 de octubre vuelve a ser una fecha incómoda para el poder. Ochenta años después de aquel día en que los trabajadores ocuparon la Plaza de Mayo para liberar a Juan Domingo Perón, miles de argentinos y argentinas vuelven a las calles bajo una consigna que atraviesa generaciones: “Liberamos a Perón, liberemos a Cristina”. Pero esta vez el escenario es otro: el de una nueva fase del capitalismo digital y financiero, donde la soberanía también se juega en el terreno de los datos, las plataformas y el conocimiento.

En este tiempo histórico, las formas de dominación ya no se sostienen solo en la propiedad de la tierra o de los medios de producción industriales, sino en la capacidad de controlar la información, los algoritmos y las redes que organizan la vida cotidiana. Las pantallas son las nuevas fábricas, y el trabajo —fragmentado, precarizado, vigilado— se dispersa en el espacio digital global. Lo que está en disputa, una vez más, es el valor del trabajo y la autonomía de los pueblos frente a estructuras que concentran cada vez mayor poder y riquezas en unos pocos.

En este contexto, el gobierno de Javier Milei promueve una política de alineamiento con los intereses externos bajo la promesa de “eficiencia” y “modernización”. Pero la modernidad que propone no es la del desarrollo nacional, sino la de la dependencia tecnológica. La soberanía argentina se redefine en acuerdos que subordinan la producción, el conocimiento y la política económica a las demandas de los centros de poder global. Frente a esa lógica, la lealtad —como principio ético y político— se vuelve un acto de resistencia: lealtad al pueblo.

El Día de la Lealtad Peronista nació de una movilización popular que cambió la historia. El 17 de octubre de 1945, hombres y mujeres irrumpieron en el espacio público para exigir la libertad de Perón y defender los derechos conquistados desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Aquella jornada no fue solo un hecho político: fue el momento en que el pueblo se reconoció a sí mismo como sujeto de la historia. Desde entonces, la lealtad dejó de ser una virtud privada para convertirse en un principio colectivo, un pacto entre los de abajo frente a las élites que pretendían decidir por ellos.

Ocho décadas después, esa lealtad vuelve a interpelar a un pueblo que se enfrenta a nuevas formas de exclusión. El trabajador de fábrica se ha transformado en el trabajador de plataforma, el que produce y consume en simultáneo, el que habita la virtualidad como nuevo espacio de explotación. El desafío actual es el mismo de entonces: construir organización donde el poder busca dispersión, conciencia donde el sistema ofrece distracción.

Cristina Fernández de Kirchner representa hoy esa continuidad histórica. Su proscripción no es solo un hecho judicial: es la expresión contemporánea de una ofensiva contra los proyectos que buscan reponer la política como instrumento de igualdad. En tiempos de fragmentación digital, su figura condensa la posibilidad de unidad, la memoria activa de un movimiento que supo convertir la esperanza en derechos concretos.

Pensar el 17 de octubre en la nueva fase del capitalismo implica revisar el significado de la lealtad. No es solo fidelidad a una tradición, sino compromiso con una idea de país que se emancipa desde el conocimiento y la justicia social. Significa reconocer que la independencia del siglo XXI depende tanto del control de nuestros recursos naturales como del desarrollo de capacidades tecnológicas y científicas propias, al servicio de las mayorías.

“Los días más felices fueron, son y serán peronistas”, dice el canto popular. No como nostalgia, sino como afirmación de futuro. Porque la lealtad no se hereda, se ejerce: en la calle, en las redes, en los territorios. Allí donde el pueblo vuelve a organizarse, vuelve a nacer la política.

Ochenta años después, el 17 de octubre sigue recordando que la historia argentina no avanza por decreto ni algoritmo, sino por decisión colectiva. Y que en cada época —analógica o digital— la lealtad verdadera sigue siendo con el pueblo.

 

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