Con el Che al mando, ideas y praxis
Por Magda Arias*
Fidel Castro, al resumir las cualidades de Ernesto Che Guevara como símbolo del hombre nuevo y ejemplo a seguir, lo describe como un individuo “íntegro a carta cabal”, de “honradez suprema”, de “sinceridad absoluta”, de “incontenible determinación para la acción”, de “inteligencia y pureza”, “solidario, austero, multifacético, serio y responsable”, con un gran “espíritu de trabajo”.
A la conformación de su carácter contribuyen experiencias vitales trascendentales relacionadas con el entorno familiar y social en que nace y crece, la educación que recibe, las tempranas interacciones humanas con diferentes culturas y sociedades latinoamericanas, la práctica de la medicina, la pasión por la filosofía y la literatura, el compromiso político expresado luego en la lucha guerrillera, en la diplomacia y en la gestión de gobierno. Ese conjunto de experiencias modela una forma particular de percibir y analizar la realidad, relacionarse y comunicarse, que complementa con la autosuperación constante y el estudio del marxismo leninismo, produciendo un individuo de singularidad excepcional.
El ejercicio del mando militar, la dirección política y la interacción constante con el pueblo le permiten alcanzar y proyectar una formación integral que explica su actuación y su liderazgo. Ellas cimentan sus aportes sobre la construcción socialista, la ética revolucionaria y la praxis de la liberación nacional de sello propio y alcance universal.
Muy tempranamente, Che comprende que es necesario romper los límites de lo posible, crear nuevas realidades y corregir las distorsiones existentes en las condiciones generales de la sociedad, las relaciones sociales, las instituciones principales, la actuación revolucionaria y la organización social. En su visión, la revolución es un proceso sujeto a correcciones y ajustes tantas veces como sea necesario, por ser creado por seres humanos, sobre la marcha.
Al ejercer funciones de dirección utiliza la interacción directa, oportuna, sincera, crítica y autocrítica. Su principal preocupación es informar, educar, motivar, cohesionar y movilizar al pueblo. Consciente de la autoridad y la confianza política ganadas con su ejemplo personal, se distingue por la férrea coherencia entre lo que dice y hace, la moralidad de sus actos y la firmeza de su conducta.
En tiempos difíciles y de grandes transformaciones, defiende la interacción entre la política interna y externa, la importancia del diálogo permanente y el aprendizaje mutuo entre el pueblo y su vanguardia revolucionaria. Entiende la necesidad de desarrollar una nueva organización política que encabece el nuevo proyecto social, se implica en su construcción, habla claro y con la verdad para potenciar la fuerza de la conciencia popular decidida a no humillarse ante nada ni ante nadie, a crear lo nuevo y a resistir hasta las últimas consecuencias. Como Fidel Castro, enseña a persistir, a no rendirse, a buscar camino, reforzando la necesidad de formar voluntades férreas.
En las tribunas, difunde y contribuye al crecimiento del pensamiento revolucionario universal, en particular, el producido por el Tercer Mundo. Explica sobre soberanía, antiimperialismo, anticolonialismo, internacionalismo, paz, desarrollo, justicia y coexistencia pacífica. Con profundos argumentos critica el entreguismo proimperialista de algunos gobiernos, sobre todo los latinoamericanos, que desde muy temprano fueron cómplices de la política de los Estados Unidos contra Cuba y de la guerra librada contra el pueblo cubano, expresada en las agresiones militares, el terrorismo, las campañas de mentiras, el cerco diplomático y el bloqueo económico, comercial y financiero.
A 58 años de su asesinato, Che se mantiene como paradigma de ser humano y de revolucionario, protagonista de la formación de una sociedad nueva y, a la vez, como un modelo de hombre nuevo no acabado que es necesario construir todo el tiempo. Su influencia perdura en hombres y mujeres conscientes, solidarios, cultos y comprometidos con el presente y el futuro de la obra colectiva, respetuosos de los más elevados valores de la humanidad.
En los años 60 se cuestionaban las normas y las verdades establecidas. Hoy se debate la crisis sistémica que asola al mundo, la degeneración del imperialismo en un neofascismo más arrogante y cruel que el que lo precedió, pues se asienta en desalmadas estructuras de poder financieras y no tanto en las productivas. También se discute el modelo socialista cubano, sostenido en medio de una larga, desgastante y silenciosa guerra, y al que le han nacido torceduras. El gran desafío para los contemporáneos está en defender y preservar lo mejor de lo alcanzado y encaminar nuevas transformaciones que, sobre la base del acervo, combinen el legado del Che con el de Fidel y armonicen el terco realismo del uno y el pensamiento estratégico del otro. Ideas y praxis para reemprender cuantas veces sea necesario el camino de la liberación humana y social y construir un mundo mejor.
*Magda Arias es Doctora en Ciencias Económicas. Profesora Titular. Centro de Estudios de Técnicas de Dirección (CETED), Universidad de La Habana.