El legado del Che para el socialismo el siglo XXI
Por Paula Giménez*
Cuán necesario es volver a Ernesto Che Guevara en este momento. A su visión sobre la humanidad y la urgencia de la lucha. Al programa revolucionario que encarnó. En un mundo donde las formas de explotación han cambiado radicalmente, profundizándose; la democracia liberal y los Estados-Nación se encuentran en crisis por descomposición y las mediaciones digitales están transformando la experiencia humana.
El Che no solo fue un combatiente revolucionario, fue un intelectual orgánico, que comprendió la necesidad de una transformación integral de la sociedad, de los hombres y de las mujeres.
Su mensaje a los pueblos del mundo en 1966, a través de la Tricontinental refleja su capacidad de interpretar el orden capitalista de mediados del S.XX, pero sobre todo su determinación a la lucha, habiendo identificado el enemigo principal y visualizado las estrategias y tácticas acertadas para la producción de poder popular y el enfrentamiento de clases.
En aquél documento ofreció un diagnóstico sobre el momento histórico. Un análisis sobre las fuerzas en pugna, el estado de las luchas y el quehacer de los pueblos con la conciencia, la audacia y la ambición de la liberación a cualquier precio.
Honrar esta dimensión del Che hoy vuelve urgente la necesidad de afinar la mirada en cuanto al desarrollo de la lucha intercapitalista y su expresión en las contradicciones principal y fundamental en la fase digital del capitalismo.
La emergencia de una Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica (NAFT), compuesta por grandes fondos de inversión (como el “Big Three”) y gigantes tecnológicos, ha subvertido los procesos democráticos al controlar las plataformas digitales y los flujos financieros, a gran escala. Este control, similar al dominio que los capitalistas ejercían sobre los obreros en el siglo XX, se manifiesta hoy en la apropiación del tiempo disponible de los usuarios de las plataformas digitales, convirtiendo la apropiación de su atención y actividad en nuevas formas de explotación no remuneradas, que amplían los límites de la jornada laboral.
Es en este nuevo orden que se abre paso un modelo de sociedad de vigilancia y control que organiza y conduce los cuerpos hacia el tiempo y el espacio de este nuevo territorio virtual para la explotación. La fragmentación social que promueve el capitalismo digital, mediante la segmentación de mercados y la personalización extrema de la experiencia digital, nos enfrenta con un tejido social en franca descomposición, donde anidan la violencia y los discursos de odio y la atomización. Así, la digitalización y financiarización de la economía, van desafiando y dejando obsoletas las formas tradicionales que dispuso el pensamiento moderno para edificar la democracia liberal.
La guerra ya no se libra únicamente en los campos de batalla físicos, sino en el terreno de la mente y la percepción. La guerra cognitiva es una realidad en la que la Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica, personificada por los grandes fondos de inversión y los milmillonarios, dueños de las empresas tecnológicas, utilizan las plataformas y las redes sociales para manipular y fragmentar la conciencia social, segmentando a la población en burbujas de información que refuerzan divisiones y debilitan la solidaridad. Este fenómeno amenaza con deshumanizar a las personas, convirtiéndolas en simples consumidores y reproductores de información diseñada para controlar sus pensamientos y emociones.
Bajo ese diagnóstico, no podemos dejar de preguntarnos qué diría el Che, en esta nueva fase del capitalismo digitalizado acerca del rol que debería ocupar un guerrillero, o sobre las tareas que debe asumir la vanguardia actual para despertar al género humano, apropiarse del tiempo disponible que hoy nos disputa el capital y poner la sabiduría de las mayorías al servicio del bien común.
En su libro El socialismo y el hombre en Cuba, el Che describió cómo, el 26 de julio de 1953, un grupo de hombres liderados por Fidel Castro lanzó un ataque al cuartel Moncada, un hecho que, aunque inicialmente fue un fracaso, sembró la semilla de una revolución que culminaría en el triunfo del 1 de enero de 1959.
En su análisis, contó que en esos primeros días, cuando apenas germinaban las ideas del socialismo, el individuo—con su nombre, rostro y capacidad de acción—era crucial para el éxito o el fracaso de la misión revolucionaria. Más adelante, en la etapa de la lucha guerrillera, caracteriza a la guerrilla como vanguardia, como agente catalizador que creó las condiciones subjetivas necesarias para la victoria, convirtiéndose en el motor impulsor de la movilización, generador de conciencia revolucionaria y de entusiasmo combativo. El Che observó también cómo, a lo largo de la lucha revolucionaria, en distintas oportunidades, el pueblo, que al principio era masa desmovilizada, demostró un valor y sacrificio excepcionales, y uno de los desafíos que planteó es el de encontrar la manera de mantener esa actitud heroica en la vida cotidiana.
Esta relación individuo-vanguardia-pueblo puede servir para orientar las reflexiones necesarias y urgentes de quienes, en pleno desarrollo de las contradicciones capitalistas, seguimos abonando los esfuerzos colectivos en pos de conquistar una sociedad más justa.
¿Cómo podríamos perpetuar el coraje y el heroísmo del pueblo en la vida cotidiana, asegurando que la entrega a la causa revolucionaria no se limite a momentos de crisis, sino que se convierta en una constante, en una opción de vida?
Escuchar el llamado del momento histórico, comprender la necesidad de “liberarnos a cualquier precio”, empatizar con las y los oprimidos, no desde el deseo de éxito a su lucha sino de la decisión de “correr su misma suerte”, avizorar la potencia de la unidad de todos los oprimidos contra un mismo enemigo y entregar nada más y nada menos que la vida sin más certezas que las propias aspiraciones de victoria, eran algunas de las máximas que dejaba el Che con su mensaje.
En ese entonces, el heroísmo de Cuba mostraba que el socialismo en América Latina era posible. Su faro aún hoy alumbra otro modelo civilizatorio que resiste en las fauces del capitalismo digital.
Hoy, la inteligencia artificial (IA), que posee un potencial inmenso para liberar a la humanidad de tareas alienantes y expandir el conocimiento colectivo, se encuentra en manos privadas y está siendo utilizada para perpetuar desigualdades, en una carrera por maximizar ganancias corporativas.
En un mundo donde el tiempo libre se ha convertido en un lujo y donde la cultura del consumo absorbe la mayor parte de nuestras energías, debería repensarse la relación entre el trabajo, el ocio y el desarrollo personal.
El legado del Che y su pregunta arrojada a la historia: “Y, a nosotros, explotados del mundo, ¿cuál es el papel que nos corresponde?” nos obliga a recuperar la prioridad en la necesidad de que las clases populares nos organicemos para recuperar el control sobre el tiempo y el espacio que nos pertenece.
¿Cómo lograr esto en un contexto de época en el que el tejido social se observa roto? El mensaje del Che avisa que el sendero de la lucha es cruento y lleno de dificultades, pero sentencia también que el momento histórico y sus condiciones no da lugar a otro camino.
La radicalidad y la violencia con la que avanza hoy el proyecto estratégico de una sociedad más injusta, nos obliga a planteos similares. Nuestra respuesta no puede ser menos decidida y radical, en un momento en el que lo que está en disputa es el proyecto civilizatorio.
La verdadera Revolución- según nos enseñó el Che- es la que une a los pueblos, superando las barreras divisorias. Debemos luchar contra la hiper fragmentación social promovida por las plataformas digitales y recuperar la idea de comunidad, donde el bienestar de uno esté intrínsecamente ligado al bienestar de todas y todos.
El tiempo disponible y su recuperación debe ser visto no solo como un espacio para el descanso, sino como una oportunidad para la creatividad, la educación y la participación política.
En este sentido, el socialismo debe garantizar que todas las personas tengan acceso al tiempo necesario para su realización plena, rompiendo con la lógica capitalista que valora a los seres humanos únicamente por su capacidad de producir, aquello que le es inmediatamente expropiado en el mismo proceso económico.
La construcción del socialismo se planteaba, no solo un cambio en las estructuras económicas, sino una transformación profunda del ser humano. En este proceso, la creación del «hombre y la mujer nueva» que el Che defendía cobra un nuevo significado. Este nuevo ser humano, en el socialismo del siglo XXI, debe ser capaz de navegar las complejidades de un mundo digitalizado sin perder su humanidad, utilizando la tecnología como una herramienta para la emancipación y no como un medio de control. La construcción de este «hombre nuevo» y esta «mujer nueva» exige una educación que fomente el pensamiento crítico, la solidaridad y la creatividad, y que se oponga a la educación instrumental que el capitalismo ofrece, diseñada para formar trabajadores obedientes y consumidores pasivos.
El legado del Che, entonces, es una invitación a repensar profundamente la naturaleza que deben asumir los procesos revolucionarios del mundo. Nos llama a resistir las fuerzas deshumanizadoras del capitalismo digital y a construir una sociedad donde el tiempo esté al servicio de la humanidad.
En esta visión, el socialismo del siglo XXI no es una utopía distante, sino un proyecto urgente y necesario, que sigue siendo, como lo fue para el Che, una lucha por la dignidad, la libertad y la justicia para todos.
*Licenciada en Psicología y Magister en Seguridad de la Nación y en Seguridad Internacional y Estudios Estratégicos. Directora de NODAL (Noticias de América Latina y el Caribe).