Trump cierra un pacto comercial con Corea del Sur a la espera de la cumbre con Xi
El presidente estadounidense confía en un resultado “positivo” de las negociaciones con China, y tendrá un ojo puesto en un posible encuentro con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un.
El presidente estadounidense, Donald Trump, ha aterrizado este miércoles en Corea del Sur, plato final y, en principio, el más correoso de su gira asiática. El magnate tiene previsto encontrarse este jueves en ese país con su homólogo chino, Xi Jinping, que aterriza el mismo día. Será su primer cara a cara desde que el republicano llegó a la Casa Blanca por segunda vez, en enero de este año, y desató una escalada arancelaria entre los dos colosos que alcanzó cotas hiperbólicas la pasada primavera, y condujo al borde del abismo a buena parte de la economía mundial.
Entre tanto, durante la jornada de este miércoles, Trump ha logrado ultimar un pacto comercial con Corea del Sur, enquistado desde hace meses, mediante el cual ese país se compromete a invertir hasta 350.000 millones de dólares en Estados Unidos, a cambio de una reducción en los aranceles. “Hemos llegado a un acuerdo, prácticamente cerrado”, ha declarado Trump durante una cena con el presidente surcoreano, Lee Jae-myung, y otros líderes regionales en los márgenes de un foro de Asia-Pacífico.
También se ha mostrado optimista con respecto a la reunión con el líder de la segunda economía más grande del mundo. “La relación con China es muy buena”, ha afirmado a los periodistas a bordo del Air Force One, tras abandonar en la mañana de este miércoles Japón, la parada previa de su periplo por la región. “Así que creo que vamos a obtener un resultado muy positivo para nuestro país y, de hecho, para el mundo”, ha afirmado, según la agencia Reuters. Ha añadido que espera reducir los aranceles estadounidenses sobre los productos chinos a cambio del compromiso de Pekín de frenar las exportaciones de precursores químicos de fentanilo, el potente opiáceo sintético convertido en una epidemia de salud pública en el país norteamericano.
La reunión viene precedida por un fin de semana de intensas negociaciones de los equipos de ambos países, que han allanado el camino para la entrevista de sus jefes, y dado señales de un ambiente optimista, después del último cruce de manotazos que han reavivado la batalla comercial entre las dos potencias. Estados Unidos confía en que China acceda a retrasar la implementación de las nuevas restricciones a las exportaciones de tierras raras, aprobadas a principios de octubre; Pekín acude a la cita con la esperanza de que Trump dé marcha atrás en su política de barreras comerciales y cortapisas tecnológicas.
El encuentro se produce con poco margen de maniobra. La tregua en la imposición de aranceles recíprocos pactada en mayo, y prorrogada en agosto, se extingue el 10 de noviembre. A esto se añade la amenaza de unos nuevos aranceles del 100% a las importaciones procedentes de China, aireados por Trump como represalia por las recientes restricciones de Pekín a las tierras raras. Estos nuevos gravámenes estadounidenses podrían entrar en vigor este mismo sábado, si no se suspenden o posponen.
Además, se espera que haya sobre la mesa un buen número de dosieres, que se han ido atragantando con los meses, todos de algún modo vinculados: desde un posible acuerdo definitivo sobre la venta de la popular red social de vídeos china TikTok en Estados Unidos, a las exportaciones de soja estadounidense a la República Popular, pasando por las nuevas tarifas de atraque portuario y el siempre candente asunto de Taiwán.
Ambos líderes visitan Corea del Sur para asistir a una cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que se celebra en la ciudad de Gyeongju, la antigua capital medieval de Corea. Pero su encuentro, determinante para encauzar la mayor relación bilateral del mundo, corre el riesgo de ensombrecer casi todo lo demás. Se espera que Trump, de hecho, se marche antes de que la cumbre oficial comience el viernes.
Pekín también enfila la cita, que está prevista en la ciudad vecina de Busan, con optimismo, según ha expresado Guo Jiakun, portavoz chino de Exteriores, en una comparecencia. “Estamos dispuestos a colaborar con la parte estadounidense para promover que esta reunión dé resultados positivos” y lograr “un nuevo impulso para el desarrollo estable de las relaciones”.
El imprevisible torbellino de la diplomacia de Trump podría dar, no obstante, aún más titulares, sobre todo si logra cuajar un encuentro con Kim Jong-un en la frontera con Corea del Norte, en una nueva edición de la que fue una de sus grandes apuestas en política exterior de su anterior mandato.
El republicano ha hecho repetidas invitaciones al líder del hermético país nuclear, y los dirigentes surcoreanos le han apoyado en su iniciativa. Sería una “oportunidad única”, dijo la semana pasada el ministro de Unificación surcoreano, Chung Dong-young, según recogió Efe. También habló de “señales” que apuntaban a la posibilidad de ese encuentro, como las labores de eliminación de maleza, arreglo de jardines y poda de árboles en el Norte, junto a la zona fronteriza, donde los analistas especulan con un posible encuentro fugaz.
De momento, no ha habido respuesta alguna desde Pyongyang. Poco antes de que Trump despegara de Estados Unidos hacia Malasia, primera parada de su periplo asiático, el Norte ejecutó una prueba de lo que denominó un nuevo sistema de misiles hipersónicos. Este miércoles, coincidiendo con la llegada del magnate a la península, Corea del Norte ha anunciado un nuevo ensayo con misiles de crucero con capacidad nuclear.
El estadounidense, sin embargo, ha insistido en su intención de verse con Kim: “Tenía una buena relación con él”, dijo el lunes a bordo del Air Force One. “Me encantaría verlo, si él quiere, si es que recibe este mensaje. No hemos mencionado nada, pero él sabe que voy a ir allí. Si le apetece reunirse, me encantaría verlo”.
Un encuentro improvisado no sería descabellado. En 2019, Kim y Trump se citaron de un día para otro en la Zona Desmilitarizada (DMZ), la franja fronteriza entre las dos Coreas, después de que Trump lanzara una invitación a través de la red social Twitter. En esa ocasión, el estadounidense viajaba a Corea del Sur para reunirse con el entonces presidente del país, Moon Jae-in, después de una cumbre del G-20 en Osaka, en la que también se había reunido con Xi.
Kim y Trump alardeaban entonces de buena sintonía; ya habían celebrado las históricas cumbres de 2018 y 2019. Pero aquella fue la última vez que se vieron, y las negociaciones se acabarían rompiendo por desacuerdos sobre las sanciones y el desmantelamiento del programa nuclear norcoreano.
El mes pasado, Kim aseguró que estaba abierto a entablar de nuevo conversaciones con Estados Unidos, siempre que Washington deje de insistir en la desnuclearización de su país, asegurando que nunca abandonará su arsenal atómico para evitar las sanciones. “Personalmente, tengo buenos recuerdos del presidente estadounidense, [Donald] Trump”, dijo.
Al llegar a Gyeongju, Trump ha sido recibido con honores por su homólogo surcoreano, Lee Jae-myung, que le ha agasajado con una réplica de una corona de oro y le ha otorgado la Gran Orden de Mugunghwa, la más alta condecoración del país. Elegido presidente en junio, tras la fallida declaración de la ley marcial de su predecesor, y su cese, Lee es defensor de una diplomacia “pragmática” con respecto a Corea del Norte, que implica tratar de retomar el diálogo con Pyongyang.
Corea del Sur, donde Estados Unidos sigue teniendo unos 28.000 soldados desplegados, es una pieza clave en la estrategia de seguridad de Washington en Asia-Pacífico, pero Trump también ha convertido al país en blanco de su ira para que pague más por su defensa.
Durante el encuentro bilateral, los líderes han logrado desatascar el pacto comercial que llevan meses negociando. “Hemos tenido una reunión estupenda”, ha dicho Trump, según recoge la agencia surcoreana Yonhap. En virtud de un pacto preliminar alcanzado en julio, Corea del Sur acordó invertir 350.000 millones de dólares en Estados Unidos. A cambio, Trump accedió a reducir los aranceles del 25% anunciado inicialmente al 15%, una concesión fundamental para los fabricantes de automóviles surcoreanos.
El desacuerdo se mantenía en torno a los detalles y la estructura del desembolso. El pacto alcanzado este miércoles implica que Seúl invertirá 200.000 millones en efectivo que se pagarán a plazos, con un tope anual de 20.000 millones de dólares; otros 150.000 millones serán en forma de cooperación en el sector naval, según ha explicado en una comparecencia Kim Yong-beom, jefe de gabinete de políticas del Gobierno surcoreano.
Trump está empleando su gira asiática para rematar las negociaciones comerciales abiertas con diversos países de la región, una de las que salió peor paradas en el bautizado como “Día de la Liberación”, el pasado 2 de abril. En Japón, donde ha estado de visita oficial el lunes y el martes, el líder estadounidense ha proclamado junto a la recién investida primera ministra nipona, Sanae Takaichi, el inicio de una “nueva era dorada” en la relación bilateral, y ha firmado un acuerdo de cooperación para apoyar el suministro de minerales críticos y tierras raras, con del fin de reducir la dependencia de China. Tokio, de forma similar a Seúl, se comprometió en verano a invertir 550.000 millones de dólares en Estados Unidos a cambio de que los aranceles se mantengan en un 15%, por debajo del 25% anunciado inicialmente.
En Kuala Lumpur, donde Trump asistió el domingo a la cumbre de la ASEAN (la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental), aprovechó también para firmar con Camboya y Malasia acuerdos comerciales recíprocos que incluyen facilitar el acceso a la exploración y explotación de minerales críticos. Con Tailandia y Vietnam esbozó el marco para un futuro acuerdo comercial. En un encuentro con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, acordaron abrir negociaciones comerciales para reconsiderar el tarifazo del 50% que le impuso a este país.
EL PAÍS
Donald Trump y Xi Jinping se reunirán en un momento decisivo para el comercio mundial
Se espera que los líderes de Estados Unidos y China anuncien un acuerdo para extender la tregua arancelaria en medio de tensiones por las tierras raras y los controles tecnológicos.
El presidente Donald Trump envió un mensaje claro a los líderes empresariales el día antes de la cumbre crucial con Xi Jinping, que determinará si Estados Unidos y China extienden la tregua en la guerra comercial o vuelven a caer en la hostilidad económica.
“El mundo está observando”, dijo Trump a los ejecutivos en el foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en Corea del Sur el miércoles. “Creo que tendremos algo muy emocionante”.
Cuando Trump y Xi se reunieron por última vez en 2019, sus países también estaban enfrascados en una batalla comercial, pero esta vez, lo que está en juego es mucho mayor.
Si la tregua en la guerra comercial entre Estados Unidos y China , que Trump inició en enero, expira en noviembre, las dos mayores potencias económicas del mundo podrían volver a imponerse aranceles superiores al 100 por ciento entre sí, niveles que el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, comparó anteriormente con un embargo comercial.
La administración Trump ha afirmado que los últimos controles chinos a las exportaciones de tierras raras están secuestrando la economía mundial, mientras que Pekín ha dicho que se trata de una respuesta a la inclusión de grupos chinos en una lista negra comercial por parte de Estados Unidos.
Una cosa está clara, según los expertos: Pekín está ahora preparado para utilizar su influencia de maneras que no lo había hecho antes.
“Durante décadas, China habló del comercio como un ‘lastre’ en la relación. Ahora lo ve como una espada y un escudo en una competencia estratégica”, dijo Sara Schuman, quien hasta hace poco fue una de las principales negociadoras comerciales de Estados Unidos para China.
Este cambio ha alterado el equilibrio de poder entre los países, según un académico vinculado al gobierno chino. Afirmó que se ha alcanzado un “equilibrio dinámico” que se mantendrá hasta que una de las partes logre romper el monopolio de la otra sobre tecnologías críticas como las tierras raras o los chips.
“¿Quién romperá el equilibrio? Depende de… quién sea más rápido en desarrollar nuevas habilidades”, dijo.
Para Xi, la cumbre representará una oportunidad para demostrar su capacidad de gestionar el caos que supone tratar con Trump. El presidente estadounidense, casi con toda seguridad, presentará cualquier acuerdo como una muestra más de su habilidad negociadora.
La cumbre de Trump con Xi el jueves se produce al final de una gira por Asia en la que ha cautivado a sus aliados y ha sido agasajado a cambio, incluso por la nueva primera ministra de Japón, Sanae Takaichi, y el presidente de Corea del Sur, Lee Jae Myung .
Pero Ryan Hass, experto en China de la Brookings Institution, advirtió que Xi “no se dejaría influir por el encanto ni la persuasión”.
“A diferencia de otros líderes mundiales, Xi no participará en la farsa de que él y Trump tienen una estrecha relación personal. Para Xi, la reunión es de negocios, no de camaradería”, dijo Hass.
Tras las conversaciones celebradas en Malasia el pasado fin de semana, Bessent afirmó que China parecía dispuesta a retrasar un año la aplicación de su régimen de control de exportaciones de tierras raras, lo que, añadió, probablemente permitiría a ambas partes prorrogar el alto el fuego en su guerra comercial.
Funcionarios estadounidenses y chinos han revelado detalles del acuerdo previsto. China comprará soja estadounidense, lo que ayudará a los agricultores estadounidenses que atraviesan dificultades, mientras que Trump anunció el miércoles que reduciría el arancel del 20% que impuso a China por la exportación de ingredientes para el fentanilo.
Pekín se había ofrecido previamente a tomar medidas contra los ingredientes del fentanilo, pero Estados Unidos insistió en ver resultados antes de reducir los aranceles. El acuerdo preliminar sugiere voluntad de compromiso por ambas partes.
“Es un dilema del huevo y la gallina sobre quién debe dar el primer paso”, dijo Schuman, actual director de la práctica de comercio internacional de Beacon Global Strategies. “Cuando los dos líderes se reúnan en persona… podrán evaluarse mutuamente y decidir si hay alguna manera de romper el estancamiento”.
Sarah Beran, ex alta funcionaria de la Casa Blanca para China, dijo que una “modesta lista de resultados” devolvería la relación al punto en que se encontraba antes de la reciente escalada de tensiones por las tierras raras.
“Ambas partes están utilizando la reunión para estabilizar temporalmente la relación, ralentizar el ritmo de la desvinculación y minimizar el impacto económico de dicha desvinculación”, dijo Beran, socio de la consultora Macro Advisory Partners.
Diplomáticos, ejecutivos y expertos en Pekín afirmaron que una de las preguntas era qué quería Xi a cambio de retrasar las restricciones a las tierras raras, comprar soja y permitir que inversores estadounidenses tomaran el control de la aplicación de redes sociales TikTok en Estados Unidos.
No estaba claro si Estados Unidos había accedido a suspender temporalmente los nuevos controles a las exportaciones que podrían afectar a las empresas chinas, dijo Craig Singleton, experto en China de la Fundación para la Defensa de las Democracias.
Los aliados de Estados Unidos también siguen de cerca la evolución de la postura de Trump respecto a Taiwán. Pekín quiere que Trump modifique el discurso oficial estadounidense sobre Taiwán, pasando de no apoyar la independencia taiwanesa a oponerse a cualquier intento de lograrla. Trump había dicho anteriormente que el tema podría abordarse, pero el miércoles declaró a la prensa: «No sé si siquiera llegaremos a hablar de Taiwán».
Para Xi, la cumbre podría allanar el camino para asegurar una visita de Trump a China a principios del próximo año, la cual posiblemente podría ser correspondida con una visita del líder chino a Estados Unidos, según un alto diplomático en Beijing.
Según una persona familiarizada con la situación, Trump es considerado el funcionario menos belicista de su administración en lo que respecta a China, y Pekín está muy interesado en que Xi tenga la oportunidad de mantener conversaciones bilaterales prolongadas con el presidente estadounidense.
Durante el primer mandato de Trump, ambas partes solo acordaron un acuerdo limitado de “primera fase” que abarcaba principalmente los compromisos chinos de comprar más productos agrícolas estadounidenses, en lugar de un pacto más amplio sobre cuestiones estructurales.
Beran afirmó que el acuerdo al que probablemente llegarían Trump y Xi el jueves tampoco “abordaría las tensiones estructurales en la relación”.
Independientemente de cómo describan los dos líderes cualquier acuerdo el jueves, los expertos advirtieron que las tensiones subyacentes en las relaciones entre Estados Unidos y China significan que es muy improbable que cualquier resultado resista el paso del tiempo.
“Ninguna de las cinco reuniones anteriores entre Trump y Xi ha dado lugar a avances duraderos ni a entendimientos sólidos sobre el rumbo de la relación”, afirmó Hass. “Es improbable que esta reunión rompa esa tendencia”.
