ALCA, ALCA, ALCARAJO – Por Ariel Basteiro

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ALCA, ALCA, ALCARAJO

Por Ariel Basteiro*

El proceso de lo que se conocería como la Década Ganada en Sudamérica recién estaba dando sus primeros pasos. Si bien Hugo Chávez ya venía profundizando la Revolución Bolivariana y Lula da Silva —tras tres intentos— había llegado a la presidencia de Brasil, el Frente Amplio, luego de 32 años de lucha, ponía por primera vez a un presidente, Tabaré Vázquez, en el gobierno de Uruguay. En Argentina, un casi desconocido Néstor Kirchner iba ganando terreno con medidas que sorprendían a propios y extraños. Aun faltaba mucho para consolidar un nuevo tiempo: un proceso político soberano y autónomo de las políticas que históricamente intentaron imponerse desde los Estados Unidos.

Después llegaron Evo Morales, Fernando Lugo, Rafael Correa, Michelle Bachelet, y organismos como la UNASUR y la CELAC, demostrando que aquel esfuerzo y nuevo tiempo valían la pena. Pero todo eso podría haber quedado trunco si aquel 5 de noviembre de 2005, durante la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata, el cónclave preparado de antemano para imponer una agenda avalada por la potencia del Norte, no hubiera encontrado enfrente a Hugo Chávez, Luiz Inácio “Lula” da Silva y Néstor Kirchner, complotados para frustrar la expectativa de George W. Bush de llevarse de esa cumbre el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas).

Atrás había quedado el Consenso de Washington con sus privatizaciones y entrega de recursos, así como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre Canadá, México y Estados Unidos. Las resistencias las encarnaban los Zapatistas en México; Chávez, iniciando el proceso bolivariano; Lula, con su Foro de Porto Alegre y la consigna “Otro mundo es posible”; y en Argentina, los piqueteros, la CTA, los movimientos sociales y de derechos humanos generando lucha y resistencia. Ese era el escenario hacia fines de 2005, cuando la pretensión estadounidense era concretar su proyecto de quedarse con un mercado de 800 millones de personas y el control de los recursos naturales de América Latina.

Veinte años después, Donald Trump intenta, con otra metodología y sin consensos, los mismos objetivos: materializar la Doctrina Monroe en nuestro continente, bajo la consigna “América para los americanos”. Aquel noviembre de 2005, Bush se topó con un cambio de época que se estaba gestando y que la geopolítica norteamericana no alcanzó a vislumbrar. Sudamérica había tejido y fortalecido contactos, referencias entre sus líderes y una premisa compartida: la soberanía como principio irrenunciable. Las consecuencias de ello resultaron en el entierro del ALCA en Mar del Plata.

Un aquelarre de sindicatos, militantes, políticos, Madres de Plaza de Mayo, presidentes, diplomáticos, intelectuales y pueblo en general se dieron cita en Mar del Plata. Muchos presionaban desde la calle; otros, en las reuniones del Hotel Hermitage, donde se desarrollaban las deliberaciones. Algunos países y presidentes llegaron sin estrategia o ya habían acordado con Bush avanzar con el tratado. Otros, en cambio, trabajaron para trabarlo, complicarlo, cansar a Bush y evitar que el proyecto se materializara. Néstor Kirchner, Lula y el Comandante Chávez extendieron sus discursos, convencieron fuera de las reuniones a otros mandatarios y lograron que no hubiera acuerdo. La próxima cumbre recién se celebraría cuatro años después, en Trinidad y Tobago, y como consecuencia, aquel día se enterró definitivamente el proyecto estadounidense.

En esa ciudad movilizada, el Estadio Mundialista fue escenario de una fiesta popular con Chávez, Silvio Rodríguez, Diego Maradona, cientos de artistas, referentes culturales y movimientos sociales y sindicales. Era una celebración del triunfo que había comenzado a gestarse años antes desde la Coordinadora de Centrales Sindicales del Mercosur, y que tuvo su punto máximo aquel noviembre.

Recuerdo la alegría, el compromiso que generó la convocatoria a Mar del Plata. Recuerdo haber viajado en aquel Tren del ALBA, con Diego Maradona y su remera con la frase “Bush asesino”, con el músico y cineasta Emir Kusturica, rockeros, piqueteros, diputados, un casi desconocido Evo Morales —que semanas después ganaría las elecciones presidenciales en Bolivia—, periodistas de todos los medios y reconocidos actores y actrices que daban a ese tren un ingrediente más para un cóctel perfecto.

Esa cumbre fue una demostración concreta de que la historia en Latinoamérica estaba cambiando, que la conciencia del pueblo había avanzado y que el antiimperialismo y la imposición del país más poderoso ya no tenían lugar entre nuestros pueblos.

Por aquellos años vivíamos en un mundo más unipolar que el de hoy. Parecía que tomar esas decisiones no serviría a nuestros países, y sin embargo, a partir de ese año, las economías, la producción, los derechos y las mejoras empezaron a crecer en América Latina, como un mensaje hacia este presente cargado de tantos reveses y entregas.

En el recuerdo quedarán para siempre las postales de ese día y frases que, veinte años después, aún siguen presentes: “El ALCA, al carajo”, y un objetivo alcanzado.

 

 

*Ariel Basteiro es exembajador de Argentina en el Estado Plurinacional de Bolivia

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