Argentina | Alicia Castro, ex diputada y diplomática argentina: «Nos falta pedagogía política; los dirigentes se hablan entre ellos»

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ENTREVISTA A ALICIA CASTRO: “NOS FALTA PEDAGOGÍA POLÍTICA; LOS DIRIGENTES SE HABLAN ENTRE ELLOS”

Una conversación sobre sindicalismo, política internacional, los errores del progresismo y la vigencia de la lucha por la unidad estratégica de la región latinoamericana y caribeña. 

En un diálogo extenso y profundo, la exdiputada, sindicalista y embajadora Alicia Castro repasó su trayectoria y analizó la realidad argentina e internacional. La entrevista, que fue un viaje desde sus inicios en el sindicalismo aeronáutico hasta su rol como embajadora en Venezuela, también se convirtió en un agudo diagnóstico del presente. 

Los inicios: el forjamiento de una militante

Alicia, ¿cómo nació su conciencia política? ¿Quién la parió en la política?

Me parieron las mujeres. En mi familia ya eran feministas. Mi madre estaba divorciada cuando todavía no existía la ley del divorcio. Mi abuela también estaba divorciada. Eran mujeres independientes que administraban su vida, su trabajo, su casa. Me criaron unas tías abuelas en San Telmo, descendientes de Juan Manuel de Rosas, que me vestían con puntillas y me ponían la divisa punzó. Por la noche cantaban «¡Viva la Santa Federación, mueran los salvajes unitarios!».

Tuve la suerte de vivir la naturalidad de las mujeres libres. Después, mi mamá me puso en las Guías Argentinas, donde nuestro párroco era Carlos Mujica. Íbamos los fines de semana a alfabetizar y a dar de comer a la Villa 31. Allí aprendí que el lema es servir, y eso te marca.

De ahí pasó a Aerolíneas Argentinas, donde su lucha fue pionera. ¿Cómo fue abrirse paso en un mundo de hombres?

Siempre tenía que estar bajo las órdenes de un varón. Las mujeres no podíamos ser comisarias de a bordo ni jefas de cabina. La carrera se terminaba en un punto. A los 15 años, llegaba cualquier joven al avión y me indicaba qué tenía que hacer. Me cansé. Empecé a reunir voluntades de compañeras; éramos 13. Por eso siempre aliento a los jóvenes: no importa el número, importa la voluntad, la coherencia, la persistencia. La insistencia es una clave de la vida. Yo insisto hasta el cansancio.

El machismo opera sobre todo contra la autoestima de las mujeres. Las compañeras tripulantes decían: «¿Cómo? ¿Vamos a tener que cerrar la puerta del avión? ¿Contar los pasajeros? ¿Informar al comandante?». Y sí. Empezamos una lucha contra la dirigencia sindical, que en ese momento la conducía un radical, Mariano Belgrano: 40 años de vida del sindicato, 70% de mujeres, y siempre lo había conducido un hombre. Me presenté tres veces como secretaria general. Dos veces perdí, y luego fui secretaria general del sindicato durante 12 años, desde 1991 hasta 2003.

Qué años aquellos para dirigir un sindicato, plena década de los 90, privatizaciones…

Fueron los años de Menem, de la privatización de Aerolíneas. Por eso fue tan hermoso, tan fuerte y de tanto aprendizaje. El sindicato fue mi universidad. Piensen: yo era secretaria general y no había computación, no había internet, no había celulares. ¿Cómo hacíamos los paros generales? ¿Cómo hacíamos las enormes concentraciones para el salvataje de Aerolíneas? Con voluntad. Llamada casa por casa, sindicato por sindicato, persona por persona. Logramos demostrar que Aerolíneas no era una causa solo de sus trabajadores, sino una causa nacional.

El salto a la política y un gesto histórico

En 2001, durante el debate de la ley de quiebras, usted desplegó una bandera de Estados Unidos sobre el estrado del presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, como gesto de repudio a la injerencia del FMI en las políticas argentinas. ¿Qué la llevó a ese acto de protesta tan simbólico?

Estaba muy desilusionada con lo que sucedía en Argentina. Una compañera tripulante me dijo: «Para hacer lo que están haciendo estos diputados, sería mejor que sacaran la bandera argentina y que legislarán bajo la bandera norteamericana». En ese momento le dije: «¿Y si llevara una bandera norteamericana?». Y ella me contestó: «Mataría». No me olvido nunca. «Mataría», me dijo.

Entonces le dije a un compañero de seguridad: «Vaya a comprar una bandera norteamericana». Lo trabajamos entre muy poquitos porque si no, se iban a enterar y lo iban a impedir. Llegué a mi casa y se lo conté a mi hija, que en ese momento tendría 12 años. Pensaba que me iba a decir que era una locura, pero me dijo: «¡Qué bien!». Ese es el momento de consenso perfecto. Hay jóvenes que me dicen todavía hoy que nacieron a la vida política ese día, mirándolo por televisión. Pensaban que todo estaba perdido, y vieron que no todo estaba perdido.

La mirada internacional: Chávez y la Patria Grande

Su vinculación con Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana es profunda. ¿Cómo fue ese primer encuentro?

En 2002, siendo diputada, viajé a Venezuela para conocer a Chávez. Él tenía referencias mías por algunas cosas que había dicho y hecho en el Congreso. Me hice bolivariana. Él me alistó, me dio la constitución. Desde entonces, muy tempranamente, apoyé a Hugo Chávez y al proceso bolivariano.

¿Qué recuerda más vívidamente de Chávez?

Era un docente, un profesor de historia. Iba a Brasil y hablaba de Abreu y Lima, y la gente decía «¿quién será?». Entonces la gente empezó a estudiar. Era una persona muy ritual. Recuerdo que nos llevó en helicóptero al pie del Cóndor Kunka, donde se libró la batalla de Ayacucho. No había día que no hablara de Ayacucho. ¿Cuándo se habla acá de la batalla de Ayacucho? Él consideraba que había que seguir el rastro de la historia.

Era magnético. La última vez que lo escuché hablar, en la Asamblea Nacional, habló durante diez horas. Porque era un maestro; estaba consciente de que tenía que escuchar al último de la fila. Y esa es la clave de la resistencia del pueblo venezolano.

Hoy, ¿cómo caracteriza a la oposición venezolana?

Son golpistas. Punto. María Corina Machado es una oposición cipaya, entreguista, claramente financiada por los Estados Unidos. La mujer dice abiertamente en videos: «Vengan acá, vamos a privatizar todo». Ligar a Nicolás Maduro al frente de una organización de narcotráfico es ridículo, es grotesco.

Diagnóstico del presente: Errores, silencios y una derecha ascendente

Usted hace una crítica muy fuerte a la falta de «pedagogía política». ¿A qué se refiere?

Hay un corte generacional muy problemático. A nosotros nos ha faltado pedagogía política. Los dirigentes no se ocupan de darle inteligibilidad a la política; se hablan entre ellos, hacen rosca entre ellos. Los sindicalistas se hablan entre ellos. ¡Hay que hablarle a la gente! Chávez tenía tanta eficacia porque se le ha hablado al último de la fila, todo el día, todos los días. Nosotros no nos hemos dedicado a eso.

¿Y cómo ve el fenómeno Milei?

El mileísmo se jacta de tener una gran mayoría, pero es una minoría. En 2023 votó el 74% del padrón, y en las legislativas, el 65%, con el nivel de abstencionismo más alto desde el retorno de la democracia. Milei sacó el 56% en el balotaje en 2023, y en las últimas elecciones el 40%, se redujo 16 puntos. Es decir, si se contabiliza la última elección, solo 3 de cada 10 argentinos en condiciones de votar votaron a Milei. Señores, no son la mayoría. Son la primera minoría: ruidosa, despectiva, saqueadora.

Sin embargo, lograron capturar a muchos jóvenes. ¿Por qué cree que el progresismo perdió esa batalla cultural?

Ellos le han dado a esa juventud una identidad. Usan pancartas como medievales, se ponen coronas… Es un rejunte de personas rotas que tienen una aspiración de ser estéticamente superiores, reunidas alrededor de cinco consignas completamente banales. Y les construyen un lugar en el mundo. Mientras que nosotros, a los jóvenes de izquierda, a los jóvenes peronistas, no les estamos dando ningún lugar de mística, de construcción, de pertenencia.

Es muy dura también con la dirigencia de Unión por la Patria.

Me enoja que los 99 diputados ni siquiera recibieron a un colectivo de personas que promovía un juicio político. He sido diputada 8 años y nunca vi que se dejara de recibir a la gente. Pero lo más grave es la falta de propuestas. No se puede hacer una campaña diciendo solo «hay que parar a Milei». ¿Y con 99 diputados, pararon algo? No. Hay que hacer algo más que parar a Milei. La gente se alienta con propuestas que mejoren su vida cotidiana.

Señala al acuerdo con el FMI como un error garrafal.

Totalmente. Nosotros, desde el movimiento soberano, ofrecimos todos los elementos para negociar desde otro lugar. Era una deuda ilegal. Yanis Varoufakis dijo algo profético: «Si pagan la deuda, la adhesión al gobierno se va a evaporar». Y así fue: seis millones de votos perdimos. Eso fue un error estratégico que quebró la confianza.

La salida: La ofensiva y una nueva Constitución

Frente a este panorama, ¿cuál es el camino?

Hay que pasar a la ofensiva. Los tweets están muy bien, pero no alcanzan. Chávez, cuando reconoció la derrota de su primer intento, dijo: «Por ahora». Esa es la concepción estratégica: las victorias o las derrotas tienen trayectoria.

¿Y la propuesta concreta?

Yo creo que es imprescindible abocarnos a un proyecto de nueva Constitución, con una constituyente popular. Es una herramienta de empoderamiento. Se le pregunta a la gente: ¿cómo quiere que le llegue el agua? ¿Qué materias quieren estudiar los jóvenes? ¿Cómo quieren vivir los ancianos? Así se construyó una nueva constitución en Venezuela. Incluiría, por ejemplo, el revocatorio de mandato. Si nosotros pudiéramos juntar firmas para un revocatorio a Milei, estoy segura de que las grandes mayorías votarían por sacarlo.

Para cerrar, Alicia, en un momento tan duro, ¿qué la mantiene en lucha?

La convicción de que no somos cualquier pueblo. Somos el pueblo que derrotó al ALCA, el pueblo de San Martín, de Belgrano, de las Madres, de las Abuelas. Y encuentros como este me nutren mucho. La lucha sigue, y ojalá sea con salud y con alegría. Como decía Bolívar, y Chávez tanto repetía, se trata de dar al pueblo la mayor suma de felicidad posible. Eso es lo que no debemos olvidar.

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