Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Luis Britto García*
Una generación existe en la medida en que deja huellas. Vivimos en la época de la Z, también llamada de centennial o zoomers, integrada por los nacidos desde mediados de la década de los noventa del siglo pasado y fines de la primera del siglo XXI. El ominoso nombre de Z fue impuesto en 2012 por una encuesta de la revista Usa Today. Parecería designar a la vez la última letra del alfabeto y el fin de un ciclo o una época. Sus miembros son adolescentes o jóvenes; son el presente de los países hegemónicos occidentales.
La minuciosa encuesta Generation Z Fact Sheet, basada en datos del Prri American Values Atlas nos revela datos significativos. La Z es la primera generación estadounidense en la cual el porcentaje de “blancos” (49%) es menor que el de otros grupos, entre ellos un 26% de hispanos. De los Z, 31% se consideran demócratas, 23% republicanos, 30% independientes. 42% sólo votaría por un candidato que compartiera sus opiniones sobre el aborto. 68% apoya el matrimonio entre personas del mismo sexo; 24% se identifica como Lgbtq. 35% declara no tener afiliación religiosa (ttps://www.prri.org/wp-
Esta oleada juvenil ingresa a un mundo avejentado. Una encuesta de marzo de 2020 del Pew Research Center Survey muestra que en la mitad de los hogares de los Z alguien había perdido su trabajo o sufrido un corte de ingresos, y que los jóvenes eran particularmente vulnerables a la pérdida de empleos. Siete de cada diez opina que el gobierno debería intervenir más para resolver los problemas sociales (ewresearch.org/social-trends/
El rasgo más relevante de la generación Z parece ser el uso temprano, generalizado y a veces adictivo de la tecnología informática. La consultora Sparks and Honey revela que en Estados Unidos 22% de los integrantes de la generación Z invertía en 2004 más de tres horas al día en usos recreacionales de sistemas informáticos, mientras que en 2014 ya incurría en tal práctica 41% de dicho grupo generacional (“Meet generation Z: forget everything you learned about millennials”. Sparks and Honey. 17 de junio de 2014).
Según encuesta de 2018 del Pew Research Center, 95% de los jóvenes estadounidenses de 13 a 17 años de edad tenían acceso a un smartphone, y 97% usaban por lo menos una de las siete mayores plataformas online. 45% de ellos decía estar en línea “casi constantemente”. Los jóvenes usan los teléfonos móviles para videojuegos, oráculos o consultores personales. Dentro y fuera de Estados Unidos, es cada vez más frecuente ver al público de una conferencia absorto en sus celulares, y no en el orador.
Se debate si se debe permitir su uso en las escuelas. La progresiva digitalización fuerza a recurrir a un programa para verificar si el texto de una tarea o una investigación fue redactado por otro programa. Se está pasando de la información oral presencial a la digitalizada. El mundo es cada vez más una pantalla.
Según el libro de Michel Desmurget La fábrica de cretinos digitales, el uso excesivo de tales tecnologías estaría disminuyendo las habilidades cognitivas de la nueva generación. Habría ocurrido un “efecto Flynn inverso”, una disminución del cociente intelectual en las generaciones más jóvenes, manifiesta en dificultades para la concentración, la resolución de problemas, el pensamiento crítico (Economics and Human Biology, 2009).
Tal ubicuidad informática parecería facilitar la multiplicidad y variedad de las relaciones personales, revivir las promesas de liberación sexual de las contraculturas del siglo pasado. Un trabajo de Irene Sierra transmite estadísticas decepcionantes. En Estados Unidos, hacia 2019 28% de los hombres entre 18 y 34 años no había tenido relaciones en todo un año. Según fuentes del Washington Post en 1986 35% de los jóvenes de 18 a 34 años no tenía pareja, mientras que en 2019 estaban en esa situación 51% de los hombres y mujeres entre esas edades.
En Japón en 2019 25,8% de los hombres entre 18 y 39 años nunca había disfrutado de relaciones sexuales, y estaban en igual situación 24% de las japonesas de ese grupo de edad. (Irene Sierra: ¿Hacia una sociedad sin sexo?) 28% de los jóvenes estadounidenses lleva un año sin practicarlo https://www.xataka.com/magnet/
La aludida encuesta del Pew Research Center muestra a los Z en vías de ser la generación mejor educada de Estados Unidos. Muchos vienen de hogares con padres con algún título académico; 57% de ellos estudian en un college, un instituto de educación superior, y luchan por no abandonar sus carreras.
Este último es uno de sus problemas cruciales. En Estados Unidos la educación de tercer nivel está a cargo esencialmente de universidades privadas, que exigen onerosas matrículas de difícil pago. Los estudiantes sin recursos deben comprometerse con créditos educativos, escasos y a veces incosteables en economías que ofrecen pocas oportunidades de empleo. El crédito deviene ruinosa hipoteca sobre el futuro.
A pesar de ello, el estudiantado no renuncia a la participación. Jóvenes Z protagonizan las generalizadas revueltas estudiantiles contra el genocidio en Gaza y la represión académica y racial contra alumnos y docentes; muchos participan en las protestas contra el empleo de personal militar estadounidense para reprimir a los ciudadanos, en las que desaprueban las cacerías humanas de ICE, en las manifestaciones contra el autoritarismo monárquico de Trump, en muchas de las movilizaciones woke.
En el resto del planeta, protestas mayoritariamente juveniles sacuden Birmania, Sri Lanka, Kenia, Serbia, Bangladesh, Mozambique, Corea del Sur, Turquía, Grecia, Mongolia, Macedonia del Norte, Tailandia, Indonesia, Togo, Nepal, Francia, Filipinas, Timor Oriental, Perú, Maldivas, Madagascar, Marruecos, Paraguay, India, Bolivia y Tanzania. El mundo rejuvenece.
