Marchamos separados para pegar juntos: el triunfo del pueblo ecuatoriano
Por Soledad Buendía Herdoíza*
El triunfo del NO en la consulta popular realizada en Ecuador el 16 de noviembre de 2025 constituye un triunfo político de profunda relevancia histórica para el país. Más que un resultado electoral aislado, la victoria del NO expresa la recomposición de la acción colectiva diversa que, pese a sus diferencias internas, logró articularse en defensa de la soberanía nacional, los derechos fundamentales y la vigencia plena de la Constitución de Montecristi de 2008. En un contexto regional marcado por avances de proyectos conservadores, el caso ecuatoriano demuestra que las fuerzas progresistas, los movimientos sociales, las organizaciones comunitarias y amplios sectores ciudadanos mantienen capacidad de resistencia y de propuesta cuando sus derechos se ven amenazados.
Previo a la consulta, Ecuador vivió un periodo de fuerte disputa política con paralizaciones y levantamientos populares e indígenas, reprimidos de manera brutal por las fuerzas policiales y militares. En ese contexto el gobierno de Daniel Noboa impulsó reformas para debilitar pilares fundamentales del Estado constitucional de derechos. Estas propuestas pretendían, entre otros elementos, reducir garantías sociales, flexibilizar la arquitectura institucional y profundizar una orientación económica funcional a intereses corporativos y financieros. El gobierno quiso convertir a la consulta en el vehículo para legitimar un proyecto de restauración conservadora que aspiraba a desmontar avances logrados desde 2008 en materia de participación, igualdad, derechos laborales, plurinacionalidad y control democrático del poder público. Sin embargo, resultó en un instrumento de rechazo al poder y al autoritarismo estatal.
La derecha ecuatoriana confiaba en una victoria amplia basada en las encuestas y la manipulación de la opinión pública; no anticipó que el descontento sería canalizado hacia la defensa activa del ordenamiento constitucional.
La clave del triunfo radicó en la capacidad de la acción colectiva —en sus múltiples expresiones ideológicas, territoriales y organizativas— de superar momentáneamente sus divisiones para priorizar un objetivo compartido: evitar retrocesos democráticos y sociales. Esta acción se expresó en varios niveles. Movimientos indígenas y campesinos, custodios históricos de luchas territoriales, ambientales y comunitarias, denunciaron la amenaza que las reformas representaban para la autodeterminación y los derechos colectivos. Organizaciones ambientalistas, feministas y de derechos humanos advirtieron que la consulta ponía en riesgo garantías claves de igualdad, protección y participación. Juventudes estudiantiles y universitarias movilizaron campañas digitales y presenciales centradas en la defensa de la Constitución como pacto generacional. Actores políticos progresistas, que, pese a tensiones acumuladas, comprendieron que la derrota del proyecto conservador sólo era posible mediante una coincidencia táctica temporal. Sindicatos, gremios de jubilados y sectores laborales, identificaron la consulta como un intento de precarizar derechos adquiridos y destruir la seguridad social.
Esta convergencia puede resumirse en la lógica histórica popular: “marchamos separados, pero pegamos juntos”. La diversidad de voces permitió cubrir múltiples territorios, lenguajes políticos y sensibilidades ciudadanas, evitando la hegemonización de una sola fuerza y fortaleciendo la credibilidad del mensaje.
La Constitución de 2008 fue el eje discursivo y simbólico del movimiento por el NO. Lejos de ser un documento agotado, Montecristi sigue siendo una referencia progresista en América Latina por su visión de Estado plurinacional, su concepción del Buen Vivir, la ampliación de derechos sociales, ambientales y de participación, y sus mecanismos de control democrático del poder. Como señaló el expresidente Rafael Correa “por primera vez en la historia del Ecuador una constitución ha sido votada mayoritariamente dos veces por los ciudadanos”, el resultado de la consulta representa, por tanto, un plebiscito, después de 17 años, a favor de la continuidad del proyecto constitucional, reafirmando su vigencia como pacto social plural y garantista.
En un país históricamente atravesado por disputas sobre la conducción económica y la relación con actores externos, la defensa de la soberanía nacional emergió como un elemento unificador. Las propuestas conservadoras fueron percibidas como un riesgo de apertura excesiva a presiones internacionales, privatizaciones encubiertas y pérdida de control sobre sectores estratégicos del Estado.
El NO, en cambio, se posicionó como la opción que defendía la capacidad del país de decidir su propio rumbo económico, político y social. Este discurso encontró eco en amplios sectores populares que temían el debilitamiento de políticas redistributivas, de la seguridad social y de la capacidad estatal para regular el mercado en favor del interés colectivo.
El triunfo electoral constituye una derrota para la derecha ecuatoriana y sus proyectos de reforma constitucional, representa también la reafirmación de la vigencia de un proyecto social incluyente y la demostración de que la ciudadanía continúa dispuesta a defender derechos y libertades cuando percibe amenazas estructurales.
Asimismo, este resultado abre un nuevo escenario político caracterizado por el fortalecimiento de la conciencia ciudadana respecto al uso de mecanismos plebiscitarios; la necesidad de articular agendas de largo plazo entre las fuerzas políticas y organizaciones sociales; el debilitamiento estratégico de la derecha conservadora y la recuperación del debate sobre el modelo de Estado y sociedad que el país aspira a sostener.
Ecuador envió un mensaje claro: cuando los derechos y la soberanía están en juego, el pueblo ecuatoriano es capaz de reconstruir caminos, superar fracturas y actuar colectivamente. El triunfo del NO es, en este sentido, un acto de reafirmación democrática, un límite a las pretensiones autoritarias y un recordatorio de que los proyectos de derecha, aunque poderosos, pueden ser derrotados por una movilización amplia, plural y organizada.
Al marchar separados —cada sector con sus propias causas, identidades y trayectorias— y pegar juntos en el momento decisivo, la sociedad ecuatoriana demostró que la unidad en la diversidad sigue siendo la herramienta política más poderosa. Este triunfo no solo frena un intento de restauración conservadora, sino que reactiva la esperanza, renueva el compromiso ciudadano y devuelve a la Constitución de 2008 su lugar central para la disputa del proyecto nacional.
*Exsecretaria Nacional de Gestión de la Política del Ecuador durante el Gobierno de Rafael Correa y exasambleísta. Colaboradora del Instituto para la Democracia Eloy Alfaro (IDEAL). Activista por los derechos de las mujeres.

