Para 2037 Uruguay perderá 13% de sus pastizales naturales

Foto: Mauricio Bonifacino

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Para 2037 Uruguay perderá 13% de sus pastizales naturales

Leo Lagos

De mayoría absoluta a mayoría relativa: estudio revela que si la producción agroforestal se sigue expandiendo al ritmo de las últimas décadas, para 2037 los pastizales naturales cubrirán sólo 46% de nuestro territorio (eran el 80% en 1990) y se perderán valiosos servicios ecosistémicos.

El asunto ya es sabido: en nuestro país los pastizales naturales son la cobertura del suelo dominante. Varios miles de años fueron forjando una evolución conjunta entre esos pastos sudamericanos y un diverso ensamble de fauna, flora, hongos y bacterias. Más allá de que en el pasado lejano dieron sustento a mamíferos enormes, sin los pastizales naturales no tendríamos hoy maravillas como los venados de campo (hoy, de las 64 especies de cérvidos que viven en América y el resto del mundo, son los únicos ciervos que viven exclusivamente en ambientes abiertos), las mulitas y diversas aves de pastizal, como el emblemático ñandú. Los ecosistemas tienen esa cosa magnífica de ser un entramado de diferentes especies que dependen unas de otras y que cumplen con la máxima de que “nadie se salva solo”.

En un pasado no tan lejano los pastizales ocuparon gran parte de nuestro territorio. En 1832 el naturalista inglés Charles Darwin, al visitar nuestro territorio, anotó en su diario que presenció “un inmenso campo abierto con suaves ondulaciones del terreno cubierto por una capa uniforme y densa de hierba verde” y, mirando precisamente las variaciones de los ñandúes de aquí y del sur de Argentina, comenzó a pensar que los animales variaban para adaptarse a distintas condiciones ambientales. También ayudaron las mulitas y tatús del pastizal y sus parientes fósiles, como los gliptodontes, que le hicieron pensar al joven naturalista que los animales de un mismo lugar también cambian con el tiempo. Así las cosas, en parte los pastizales naturales de Uruguay aportaron su granito de arena a la gestación de la fabulosa teoría de la evolución que Darwin detallara en su libro El origen de las especies, de 1859).

No tenemos mapas satelitales ni censos agropecuarios que nos digan cuánta de la superficie del novel Uruguay ocupaban los pastizales en 1832. Podemos pensar, eso sí, que era una gran parte, ya que según datos del Censo Agropecuario, hace apenas unas décadas, en 1990, conformaban prácticamente 80% del territorio. Pero las cosas desde entonces cambiaron drásticamente: según un relevamiento de la iniciativa MapBiomas, entre 1985 y 2022 Uruguay perdió 20% de sus pastizales naturales y hoy se extienden por el 55% del territorio.

Mientras en otras latitudes se preocupan por la deforestación, en Uruguay, donde se promueve la plantación de árboles de unas pocas especies exóticas, el principal problema de cambio de uso del suelo no es la pérdida de bosques que se talan para cultivar o criar ganado, sino la despastizalización, es decir, la transformación de pastizales para albergar cultivos o plantaciones forestales. Para colmo, el pastizal, pese a ser el ecosistema más amenazado del país (y también de vastas regiones del mundo y de América del Sur) no cuenta con ninguna protección legal ni medidas especiales de conservación. Peor aún, cuando se intentó aquí hacer una ley de protección del pastizal natural, al igual que en otras latitudes hay quienes niegan el cambio climático, aquí hubo negadores de la despastizalización, pese a que está perfectamente documentada tanto por investigaciones científicas como por datos oficiales de los ministerios de Ambiente y de Ganadería, Agricultura y Pesca.

La ciencia tiene entre sus cometidos aportar evidencia. Y vaya si la aporta una reciente publicación. El artículo titulado algo así como “Cambios proyectados en la cobertura del suelo y sus consecuencias sobre la oferta de servicios ecosistémicos en Uruguay” es espectacular: dado que ya sabemos que estamos perdiendo pastizal desde hace décadas, como si miraran en una bola de cristal científica, el trabajo nos cuenta cuánto pastizal más perderemos de aquí a 2037 si seguimos como venimos y no hacemos nada al respecto.

Así como hubo expertos que evaluaron cuánto subiría la temperatura global si seguían las tendencias del cambio climático, y eso ayudó a ponernos metas de emisiones de gases de efecto invernadero, el artículo firmado por Federico Gallego y José Paruelo, ambos del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales (IECA) de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, y el segundo también de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires y de la Estación Experimental La Estanzuela del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), es una baliza más en una cadena de señales de alarma sobre el proceso de pérdida de pastizal en el que estamos metidos.

Así que más rápido de lo que se transformó el paisaje en varias zonas del país, salimos al encuentro de Federico Gallego para hablar del futuro que nos toca si no actuamos en el presente.

Claves de esta investigación

  • El trabajo se propuso estudiar “cuáles serán los principales cambios en la cobertura del suelo en Uruguay en las próximas décadas” sobre la base de las tendencias observadas hasta el presente y determinar cómo podrían afectar la provisión de servicios ecosistémicos.
  • Para eso recurrieron a mapas de cobertura de suelo de MapBiomas Uruguay de los años 2000, 2010 y 2019. Los mapas tienen información de uso del suelo en 6.856 celdas de 5×5 kilómetros que abarcan todo el país. En ellas vieron cuánta era la tasa de conversión entre cultivos, pastizales naturales y forestación.
  • Recurriendo a cadenas de Markov (una forma de predecir qué pasará de acuerdo a lo que ha pasado inmediatamente antes), estimaron cómo cambiaría el suelo para 2028 y 2037.
  • Reportan que el pastizal, que cubría 60% de la superficie terrestre de Uruguay en el 2000 y 53% en 2019, pasará a ser 48% en 2028 y 46% en 2037.
  • Para 2037 los cultivos abarcarán 30% del territorio (ocupaban 23% en el 2000) y las forestaciones 11% (cubrían el 5% del suelo en el 2000).
  • Sostienen que estas transformaciones “no sólo reducirían la extensión de los hábitats de pastizales, lo que provocaría una pérdida de biodiversidad, sino que también tendrían profundas consecuencias ambientales”.
  • Por otro lado, calcularon los servicios ecosistémicos que presta cada una de las 6.856 celdas para los años analizados utilizando el índice de oferta de servicios ecosistémicos, elaborado por el propio grupo de investigación.
  • Reportan que entre 2000 y 2037, sin tener en cuenta zonas con forestación, los cambios de uso de suelo implican una pérdida promedio de servicios ecosistémicos de 5%.
  • Los impactos no son sólo ambientales, sino también sociales: reportan que “la reducción del acceso a servicios ecosistémicos como el forraje y el agua potable” podrían aumentar “la vulnerabilidad de las comunidades rurales”, pudiendo generar “dificultades económicas y erosión cultural”.
  • Concluyen que “las consecuencias ambientales y sociales de la transformación de los pastizales ponen de relieve la necesidad de regular el avance de las tierras de cultivo y la forestación”, y esperan que sus hallazgos proporcionen “una base empírica importante para la planificación territorial y la gestión sostenible de los recursos naturales”.

Pensar qué país le dejamos a la generación que viene

¿Cómo surge esta idea de ver a futuro qué pasará con el cambio de uso del suelo y cómo eso impactará sobre los pastizales naturales de Uruguay? Federico Gallego dice que la investigación nació en el marco de su tesis de doctorado en Ciencias Ambientales.

“Con José Paruelo, que fue mi tutor y que es coautor del artículo, nos planteamos mirar el uso del suelo y generar una proyección a los próximos diez o 20 años de cómo podrían variar y del impacto que esos cambios podrían implicar sobre los servicios ecosistémicos y sobre la naturaleza en general”, sostiene.

En el artículo ambos dicen claramente que el estudio se propuso abordar dos interrogantes: por un lado, “cuáles serán los principales cambios en la cobertura terrestre en Uruguay en las próximas décadas según las tendencias observadas”; por otro, “cómo afectarán estos cambios en la cobertura terrestre la provisión de servicios ecosistémicos”. Vayamos a eso.

La Diaria


 

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