Palestina atraviesa el colapso absoluto y consolida el genocidio en 2025
Por Matías Caciabue*
El año 2025 finaliza en la Franja de Gaza con un escenario que desborda cualquier definición tradicional de enfrentamiento armado para instalarse definitivamente en la categoría de genocidio. La distinción entre zona residencial y objetivo militar desapareció por completo y transformó el territorio en un paisaje de ruinas donde la supervivencia es una excepción. Lo que ocurre en Palestina no responde a la lógica de un conflicto simétrico entre dos Estados, sino a la ejecución metódica de un proyecto colonial y sionista de destrucción. La ofensiva de Israel alteró la geografía y la demografía de la región y dejó claro que la dinámica actual busca la eliminación de las condiciones básicas para la vida humana.
La realidad sobre el terreno expone una fractura humanitaria irreversible. Entre octubre de 2023 y diciembre de 2025, la ofensiva asesinó a más de setenta y un mil palestinos y dejó más de ciento ochenta mil heridos. Para dimensionar esta cifra, la cantidad de muertos equivale a llenar casi la totalidad de un estadio de fútbol de gran capacidad, con la diferencia sustancial de que la mayoría de las víctimas son mujeres, niñas y niños. La violencia no solo arrebató vidas presentes, sino que demolió el futuro: más de doce mil estudiantes fueron asesinados, lo que implica la desaparición física de una generación escolar completa, comparable a vaciar decenas de escuelas primarias y secundarias de un día para otro.
El hambre se utilizó como una herramienta de exterminio deliberada. Las estadísticas indican que trescientos cuarenta y cinco mil personas cayeron en la fase cinco de inseguridad alimentaria, lo que significa inanición total. Es decir, que no sólo los matan, sino que también los dejan morir de hambre. Israel bloqueó el ingreso de alimentos y combustible, provocó el cierre de veintiún centros de tratamiento contra la desnutrición infantil y dejó al noventa y un por ciento de la población bajo hambre severa. El cierre forzado de veinticinco panaderías gestionadas por organismos internacionales simbolizó la coerción ejercida a través del estómago.
La infraestructura vital de Gaza colapsó bajo el peso de una estrategia de castigo colectivo. A finales de 2025, al menos cuatrocientas cuarenta y una escuelas habían sido bombardeadas o severamente dañadas. El sistema de salud dejó de existir como red funcional: los treinta y seis hospitales de la Franja quedaron fuera de servicio o reducidos a una capacidad mínima, incapaces de realizar cirugías o atender urgencias básicas. El acceso al agua se convirtió en un vector de ataque cuando se cortó la electricidad a las plantas desalinizadoras. La población, hacinada en campamentos, depende de suministros intermitentes que no alcanzan para cubrir la hidratación mínima.
Este escenario de devastación no se sostuvo únicamente con la capacidad militar de Israel. Estados Unidos actuó como el pilar financiero y político indispensable para sostener el genocidio. Washington destinó más de doscientos sesenta y dos mil millones de dólares (262.000.000.000 USD) en asistencia acumulada para financiar municiones, artillería y sistemas de defensa. Esta suma exorbitante permitió que la maquinaria de destrucción continuara operando a máxima intensidad. Además, el veto estadounidense en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas bloqueó repetidamente los intentos de frenar la masacre durante las fases más críticas.
La diplomacia ofreció soluciones que no alteraron el fondo del problema. El alto el fuego que entró en vigor el 10 de octubre de 2025 detuvo los bombardeos masivos momentáneamente, pero no finalizó el genocidio. Este acuerdo consolidó una ocupación bajo supervisión internacional, donde Gaza quedó gestionada desde afuera y los actores palestinos fueron relegados a un rol subordinado. Mientras tanto, en Cisjordania, la fragmentación territorial se profundizó mediante la construcción de carreteras exclusivas para colonos y puestos de control militar que asfixian a las comunidades locales, separando familias y estrangulando la economía agrícola.
La violencia también se regionalizó y arrastró a los países vecinos. La ofensiva tensionó las fronteras con Líbano, Siria y Jordania, expandiendo el conflicto hacia una escala mayor. Israel atacó sedes diplomáticas, como el consulado de Irán en Damasco, y provocó respuestas militares que desplazaron a miles de civiles en el sur del territorio libanés. Incluso la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) sufrió ataques directos contra su institucionalidad, con policías de Israel que allanaron su sede en Jerusalén Este para izar la bandera israelí, en un acto de desconocimiento flagrante del derecho internacional.
La situación palestina en 2025 volvió a demostrar que no se trató de un conflicto simétrico ni de una confrontación convencional entre dos Estados, sino de la continuidad histórica de un proyecto colonial que combinó ocupación territorial, control demográfico y destrucción sistemática de las condiciones materiales de vida. El genocidio sobre Gaza se inscribió en una lógica que comenzó mucho antes: desde la Organización Sionista Mundial de 1897 hasta la limpieza étnica de 1948 y la ocupación de 1967, la arquitectura del poder israelí se construyó sobre la expulsión, el bloqueo y la militarización del territorio palestino.
Palestina enfrenta el futuro inmediato bajo una arquitectura de poder diseñada para impedir su autodeterminación. Aunque los ataques aéreos han disminuido en frecuencia tras los acuerdos de octubre, la estructura de desposesión y control demográfico sigue intacta. La comunidad internacional debe reconocer que gestionar las ruinas de Gaza sin desmantelar la ocupación sionista de Israel sólo perpetúa el ciclo de exterminio. No es posible hablar de paz ni de reconstrucción mientras se financia y normaliza la destrucción total de un pueblo y su territorio.
*Matías Caciabue es Licenciado en Ciencia Política y ex Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional UNDEF en Argentina. Analista de NODAL.
