La pandemia agravó la crisis de cuidados – Por Avelina Fonseca

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Por Avelina Fonseca *

Entre las graves consecuencias del confinamiento dictado como medida para frenar la transmisión de Covid 19, están todas las implicaciones que esto significa para las personas y sus familias, principalmente para las mujeres, quienes han tenido que asumir una serie de tareas que anteriormente el Estado o el sector privado colaboraban a resolver, principalmente aquellas vinculadas con los trabajos de cuidado, esto tiene implicaciones muy complejas que deben visibilizarse y atenderse.

En este sentido, otro de los elementos a tomar en cuenta son las condiciones en las que las familias deben intentar cumplir la consigna “quédate en casa”. Según la ONU 40% de la población en México vive en una casa no adecuada, con un promedio 4 o 5 integrantes que ahora se verán en mayor o menor grado, obligados a compartir espacio la mayor parte del tiempo; en este contexto la interacción se puede volver fácilmente hostil o violenta y las mujeres, niñas y niños, sufren un riesgo más alto, primero porque serán quienes por lo regular se harán cargo y además de ser también las principales víctimas de violencia dentro de los hogares, misma que se ha visto agravada.

La sostenibilidad de la vida, está innegablemente ligada a la posibilidad y acceso al cuidado, mismo que se requiere durante toda la vida en diferentes modalidades e intensidades. Históricamente, el cuidado se ha dado por sentado como algo que todas las personas deben recibir al nacer y en la modernidad ha sido adjudicado como responsabilidad al ámbito de las relaciones privadas bajo el constructo social neoliberal de que son los individuos agrupados en familias, y en particular las mujeres, las únicas responsables del cuidado; a diferencia de las prácticas ancestrales donde en las comunidades o tribus debido a su modelo de vida y convivencia la tareas se repartían de manera más colaborativa, e incluso a diferencia de los mejores ejemplos del Estado benefactor, donde se garantizan algunos de estos cuidados a través del acceso a guarderías, escuelas de tiempo completo y servicios médicos integrales.

Para asignar esta recarga de trabajo no remunerada sobre las mujeres, sin lugar a cuestionamientos o reclamos, se ha creado todo un sistema de ideas y creencias, por ejemplo: que el cuidado es un atributo ligado a la biología y evolución de las mujeres, ligándose con la posibilidad de procrear, pareciera que si lo cargas en el vientre lo tendrás que cargar en la vida, también se nos socializa bajo la idea de que el cuidado es una forma de amor que las madres deben poseer y ejercer, lo pintan como un super poder pero en la práctica se asemeja más con ser esclava que con ser superheroína, de hecho raramente nos presentan superheroínas mujeres, menos aún madres.

Así, bajo este orden de ideas se exige a las mujeres, como obligación y misión inherente a su existencia, el mandato de la maternidad, el cuidado como mandato de amor y a las mujeres como principales dadoras de amor. Normalizar este sistema organizativo es beneficioso para el modelo económico de acumulación capitalista, pues el mercado se beneficia de la gratuidad de los trabajos de cuidado sin los cuales sería imposible la reproducción de la fuerza de trabajo; es decir ellos pagan sólamente las “8h” de trabajo a un costo que no contempla los costos de los servicios que requiere cubrir para poder laborar 8h y que le son brindados de manera no remunerada.

Estos trabajos son fundamentales para la reproducción social, las personas requieren de cuidado: bienes, mercancías, servicios, trabajo y amor; para mantener su capacidad productiva. Esto no implica considerar que la reproducción social se limita sólo a ello, sino asumir que el trabajo doméstico es el núcleo de este proceso. El sistema económico, ha omitido que el cuidado es un elemento clave para permitir la reproducción del sistema económico.

Otro elemento que se agrega a la compleja crisis que se enfrenta en la economía de cuidados, además de la desigual asignación de los trabajos de cuidado, es que esta se profundiza para las mujeres en un contexto de pobreza. En Latinoamérica así como en otras latitudes del sur global, las mujeres desde siempre han cumplido un doble rol como proveedoras y encargadas del bienestar de sus hogares. En estos casos, nos explica Dobrée, la tensión entre el trabajo remunerado y las responsabilidades del hogar ha sido por lo general resuelta a través de arreglos frágiles e insatisfactorios, aunque la información que disponemos sobre estas situaciones es mínima.

La diversidad de condiciones y la preocupante desigualdad de las sociedades actuales y las implicaciones de carácter tanto corporal como psicoemocional de los trabajos de cuidado suponen grandes dificultades para imaginar el tipo de mecanismos que se podrían exigir al estado en lo inmediato para minimizar la invisibilidad, precarización y modificar la distribución de los trabajos de cuidado.

Aún con ello, dada la grave crisis que enfrentamos es indispensable que se ejecuten al menos una serie de medidas paliativas, como los programas para brindar ingresos a las familias, sobre todo a aquellos hogares monomarentales; por otro lado urge el robustecimiento del Estado para proveer de servicios de cuidados, y por último, pero no menos importante visibilizar y re valorar los trabajos de cuidados que son indispensables e insustituibles por ningún proceso de automatización.

* Politóloga y activista


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