Argentina | Eutanasia: el derecho pendiente en el país de la vanguardia

1.167

Por Luciana Mazzini Puga

Con el debate y la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), en Argentina se puso sobre la mesa la discusión del derecho a decidir sobre el propio cuerpo. Sin embargo, aún está pendiente el debate acerca de qué hacer cuando una persona tiene una enfermedad terminal y no desea continuar con su vida. De manera reciente, la eutanasia se puso en boca de todos a partir de dos hechos: por un lado, el actor Alain Delon solicitó a su hijo que contemple su eutanasia cuando sea necesario; por el otro, Colombia se convirtió en el primer país de América Latina en despenalizar el suicidio asistido.

En Argentina, existen tres proyectos de ley que buscan instalar el debate y pasar a estar, una vez más, a la vanguardia. Lo que sí ya está aprobado y suele prestar a confusión es la Ley 26.742, sancionada en 2012, también conocida como “Ley de Muerte Digna”. Allí se establece que un paciente que padece una enfermedad incurable, irreversible o terminal, puede aceptar o rechazar ciertos tratamientos, como así revocar más tarde su voluntad. También, podrá rechazar su hidratación o alimentación cuando los mismos produzcan como único efecto la prolongación en el tiempo de ese estadio terminal irreversible o incurable. Sin embargo, esta ley no contempla la finalización de la vida cuándo y cómo el paciente lo elija.

Además de Colombia, la eutanasia es legal en Suiza; Países Bajos; Bélgica; Luxemburgo; Oregon, Washington, Montana, Vermont, California, Colorado, Columbia, Hawaii, Maine y New Yersey (EE.UU.); Quebec (Canadá); Victoria y Oeste de Australia (Australia), España y Nueva Zelanda.

Caso Alfonso

La primera persona que habló públicamente de la necesidad de una ley de eutanasia en Argentina fue Alfonso Oliva, un joven cordobés de 31 años que fue diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) en 2014, una enfermedad neurológica y degenerativa. Todo comenzó con una caída después de jugar al fútbol y con un posterior calambre en la mano. Tras las visitas a distintos médicos, dio con su diagnóstico y un año más tarde ya no podía caminar ni hablar.

En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, Carlos “pecas” Soriano, médico especialista en Emergentología, cuenta: “Alfonso solo podía mover los ojos, entonces se comunicaba mediante un equipo. Quería marcar la ‘H’ y pestañeaba, la ‘O’ y pestañeaba, y así hasta lograr decir ‘hola’, era muy fuerte. Una vez nos dijo que lo que más extrañaba era hacer el amor, jugar al fútbol y comer. Él soñaba que podía hacer todo eso, pero se despertaba y estaba postrado y atendido por cinco personas”.

El médico continúa: “Alfonso lo intentó todo, hizo muchísimos tratamientos pero no pudo. Ahí fue cuando nos pidió que luchemos por una ley de eutanasia, para que una persona pueda morir cuando una enfermedad no le permita vivir, como le sucedió a él. Yo lo pienso así: cuando un animal no racional, como un perro, tiene una enfermedad terminal, lo sacrificamos. Ahora bien, ¿por qué un humano con una enfermedad terminal no puede terminar con su vida si así lo desea? ¿Porque somos seres racionales? Parece que estamos castigados”.

Alfonso Oliva falleció en 2019, a sus 36 años.

Iniciativas en el Congreso

Actualmente, existen tres proyectos de ley pendientes de tratamiento en el Congreso. “Ley Alfonso. Derecho a la prestación de ayuda para morir dignamente” (2021) fue presentado por la diputada del Frente de Todos, Gabriela Estévez, y lleva el nombre del joven cordobés. Por su parte, Julio Cobos y Pamela Verasay (Cambiemos) presentaron la iniciativa “Interrupción Voluntaria de la Vida” (2021) y, por último, Alfredo Cornejo, Jimena Latorre y Alejandro Cacace (Unión Cívica Radical) presentaron el proyecto “Ley de Buena Muerte”.

Las tres iniciativas plantean dos modalidades de interrupción de la vida: la eutanasia –profesional de la salud le administra al paciente una sustancia que provoca su muerte– y el suicidio asistido –autoadministración de la sustancia provista por el profesional de la salud–. Es decir, quien cambia es únicamente el operador. Asimismo, contemplan la objeción de conciencia y sus requisitos y procedimientos son similares.

A favor y en contra

Los argumentos a favor y en contra en torno a la legislación sobre eutanasia son muy parecidos a los que se escucharon durante el debate por la legalización del aborto. Aquellos a favor plantean que la vida es un derecho y no una obligación. En este sentido, Ignacio Maglio, abogado y miembro del Consejo Directivo de la Red Bioética de Unesco, explica a la Agencia: “Nos amparamos y hacemos ejercicio del artículo 19 de la Constitución Nacional que establece el derecho a disponer del propio cuerpo”.

De la vereda de enfrente, se paran los sectores religiosos cuya base es el principio de sacralidad de la vida y manifiestan que Dios es el único que puede dar y quitar la vida de las personas.

La muerte en clandestinidad

Maglio declara que una ley de eutanasia es necesaria para evitar la clandestinidad. “Hay un doble estándar: gente que le paga a los médicos para poder acceder a una muerte segura y gente que se intenta quitar la vida y no lo logra, lo cual los deja en terapia intensiva o con graves secuelas”, manifiesta.

Por su parte, Soriano subraya que es necesario hablar de la muerte: “De la misma manera que uno no puede aprender a nadar en pleno océano, no se puede empezar a hablar de la muerte cuando ya se está al borde de ella. Es el final de la vida, por lo tanto tenemos que hablar de que si hay derecho a una vida digna, también debe haber derecho a una muerte en condiciones dignas”.

Agencia UNQ

Más notas sobre el tema