Trump celebra sus primeros 100 días en el poder con elogios a sí mismo y burlas contra sus rivales
El presidente de EE UU presume de “saber más” que el responsable de la Reserva Federal sobre tipos de interés en su mitin para conmemorar su primera etapa de mando.
Un mitin hiperbólico. El discurso de Donald Trump a sus votantes en las afueras de Detroit, en Míchigan, con el que el presidente de Estados Unidos conmemoraba sus primeros cien días en la Casa Blanca tuvo todos los ingredientes de un acto electoral, pero a lo grande. La entrega de sus votantes, entusiasmados con su programa de gobierno y que le reclamaban a gritos “¡tercer mandato!, ¡tercer mandato!”. Las alabanzas de su equipo de gobierno -“usted es el mejor presidente de la historia de este país”, proclamaba su asesor Stephen Miller-. Sus promesas de un futuro pluscuamperfecto, una “era dorada” de creación de empleo y baja inflación. Su enumeración de los logros que declara conseguidos, desde la imposición de aranceles a la deportaciones masivos. Y sus loas a su propia genialidad: “Créanme, sé mucho más sobre tipos de interés” que el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, llegaba a asegurar.
“Echo de menos la campaña”, reconocía Trump. Era algo más que evidente en un presidente que desde su regreso a la Casa Blanca el 20 de enero ha acometido casi cada acontecimiento oficial como un acto electoral, en el que habla exclusivamente para los suyos y se mofa profusamente de sus rivales políticos, muy especialmente su predecesor Joe Biden.
Cada una de sus frases a lo largo de su intervención, de una hora y media casi exacta y en su característico estilo divagador -él lo describe como “ir enhebrando” frases-, iba siendo recibida con aplausos y alaridos de entusiasmo de los cerca de 3.000 simpatizantes presentes, que habían guardado cola durante horas para poder verle.
No hubo grandes anuncios legislativos ni sobre su programa de gobierno en los próximos meses. Tampoco ningún atisbo de análisis político. Solo un lenguaje dirigido a remover las emociones del público.
La idea de celebrar este mitin precisamente en este lugar, en el condado de Macomb, era lanzar un mensaje de tranquilidad sobre la marcha de la economía y el futuro, después de que la política de aranceles del presidente haya convertido los mercados de valores en una montaña rusa, y sus declaraciones contra Powell desplomaran momentáneamente el valor del dólar. Macomb acoge plantas de Ford, Stellantis y General Motors, las tres grandes estadounidenses del sector del motor, corazón económico de Michigan y un sector al que Trump pretende espolear con su política arancelaria pero que se ve afectado por esos gravámenes. Precisamente, antes del viaje del presidente, la Administración republicana había anunciado este martes medidas para evitar la acumulación de tasas sobre los automóviles.
En el exterior del centro comunitario de estudios Macomb Community College, donde hablaba Trump, un grupo de simpatizantes demócratas protestaba contra la presencia del republicano y la “crueldad” de sus políticas de deportación masiva, despidos indiscriminados de funcionarios federales y recortes de gasto público. Nuevas encuestas publicadas este martes se sumaban a la serie que indica que la popularidad del presidente se ha pegado un batacazo, en especial entre los votantes independientes, debido a su aplicación de aranceles a países y productos extranjeros, al temor sobre el futuro de la economía y a sus intentos de acumulación de poder.
En el interior del pabellón en el que hablaba Trump, Estados Unidos era perfecto. Unas pantallas tras el estrado donde hablaba el presidente proclamaban “Cien Días de Grandeza” y “Una Era Dorada”. El republicano presumía de “los cien días de mayor éxito en la historia de este país”, de haber desplegado a las fuerzas armadas estadounidenses en la frontera para detener la “invasión” de inmigrantes irregulares -“mi logro número uno ha sido haber sellado la frontera”, sostenía-, o de haberse deshecho de “burócratas incompetentes e innecesarios”.
En ese Estados Unidos que describía el republicano, las encuestas “verdaderas” le otorgan una popularidad “del 60, el 70%”. Los precios de los productos, que él prometía rebajar, han caído a niveles de ganga y la gasolina se vende a menos de dos euros el galón (4,5 litros), aseguraba falsamente. Como también presumía de haber puesto fin a la obligación -inexistente- de comprar solo vehículos eléctricos, como aseguraba que había ordenado su predecesor.
Un mundo mucho menos perfecto
El resto del mundo, en la descripción de Trump, era mucho menos perfecto. No hizo referencia más que de modo indirecto a la guerra en Ucrania. Pero China, aseguraba, es “el país que más puestos de trabajo ha robado a Estados Unidos”. Otros países son naciones deseosas de llegar como sea a acuerdos comerciales que eviten los aranceles que él ha impuesto o amenaza con imponer: mencionaba entre otros a España como países que han acudido a tratar de alcanzar un pacto. Los inmigrantes llegados a Estados Unidos son en buena parte “gente delincuente del mayor calibre”, perpetradores de una “invasión” permitida por Biden.
En un momento dado, el presidente paró de hablar para proyectar un vídeo en el que se mostraban escenas de la deportación e ingreso en la temida cárcel CECOT de El Salvador de inmigrantes venezolanos a los que se aplicó una ley del siglo XVIII, pese a la orden de un juez para que se les devolviera a Estados Unidos. Mientras el público aplaudía, se veía a los migrantes ser procesados, su cabellera rasurada, obligados a arrodillarse y a correr en posturas forzadas. “USA, USA, USA”, clamaron los asistentes al terminar. Según Trump, Estados Unidos envía al país centroamericano a “lo peor de lo peor”.
Como ocurría durante sus mítines de campaña, las palabras más duras y el sarcasmo más despiadado tuvo como objeto a sus rivales demócratas, muy especialmente Biden, sobre el que llegó a plantear una encuesta a viva voz: ¿debía apodarle “Joe el soñoliento” o “Joe el corrupto”? (Ganó la segunda opción, por aclamación).
Votantes como Tracy y John, una pareja de jóvenes residentes en Lansing, la capital de Míchigan y que habían conducido tres horas para llegar al mitin, se declaraban más que satisfechos con su presidente y el modo en que ha cumplido sus primeros cien días de mandato. “Está dando prioridad a los estadounidenses. Eso me encanta. Está bien ayudar a otros países, hasta cierto punto, pero no que otros se aprovechen del dinero que pagamos los contribuyentes estadounidenses. No quiero que mis impuestos se vayan por ahí”, sostiene él, que participa por primera vez en uno de estos actos políticos, mientras su pareja asiente.
En las inmediaciones, políticos y simpatizantes demócratas ofrecían un punto de vista radicalmente opuesto sobre los objetivos y los efectos de las políticas de Trump. “Esto va de crueldad”, denunciaba el activista en favor de los veteranos militares Joel Rutherford, en un acto organizado por el Partido Demócrata local.
“El 30% de la fuerza laboral federal son veteranos, y esa es la gente a la que están despidiendo, la gente que va a sufrir por los recortes que está poniendo en práctica, y todo para recortar impuestos a los ricos”, apuntaba Rutherford, él también veterano de las fuerzas armadas. “A Trump le gusta presumir de promesas cumplidas, yo hablo de promesas rotas. Él hizo campaña prometiendo que bajaría los precios el primer día, que acabaría la guerra de Ucrania el primer día, para decir ahora que era una broma. Pero cuando eres presidente de Estados Unidos, ya no puedes bromear con estas cosas, porque lo que dices tiene un impacto global. Es muy decepcionante”.