Ecuador: la descomposición y la desesperanza de una nación – Por Rommel Aquieta Núñez

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Ecuador: la descomposición y la desesperanza de una nación

 Por Rommel Aquieta Núñez *

La mañana del viernes 13 de junio en Durán, la segunda urbe más grande y poblada de la provincia del Guayas en Ecuador, hacía calor. Las nubes estaban aisladas y la temperatura aumentaba invitando a las y los pobladores a buscar un lugar refrescante para descansar. El cielo parecía un lienzo en el cual, de manera inesperada, un helicóptero de las Fuerzas Armadas comenzaba a dibujar líneas en movimiento ante la mirada curiosa de la población.

El sobrevuelo de la nave recorrió diversos sectores periféricos de Durán. Su objetivo fue lanzar panfletos en forma de billetes falsos con información alusiva al Plan de Recompensa 131. Este plan es una iniciativa del denominado Bloque de Seguridad que busca poner al servicio de la gente una herramienta para que se proporcione información que permita capturar a traficantes de droga y delincuentes. Según las autoridades oficiales, el propósito de esta estrategia de difusión es convertir a la ciudadanía en un actor clave dentro de la lucha por la seguridad. El lanzamiento de los billetes falsos representa para el gobierno una parte esencial de un “operativo psicológico” implementado en Durán, una de las ciudades más violentas de Ecuador.

El operativo aéreo, trajo más preguntas que respuestas entre la población nacional. Parece que desde el aire el horror y la oscuridad en tierra no se sienten. Resulta fácil entonces pedirle a la ciudadanía que haga algo que podría costarle la vida. La tasa de homicidios en Durán durante 2024, superó a la de Puerto Príncipe en Haití, la ciudad más violenta del mundo. Para 2025, la violencia aumentó en un 71% dentro del cantón ecuatoriano que hoy es territorio de disputa de diversas facciones de bandas criminales.

Lastimosamente para los planes del gobierno ecuatoriano el golpe psicológico recibido desde la violencia y la criminalidad impactó más a la población. La gente todavía no olvida a los cuerpos colgando de un puente en la carretera principal de Durán, o la serie de ataques con granadas y armas de fuego contra oficinas municipales, gasolineras y comisarías de policía.

¿Qué impacto deja todo ese horror en la sociedad? Tal parece que las autoridades no terminan de comprender cómo sus acciones estériles ya no caben entre el terror y el miedo cotidiano que vivió y sigue experimentando la población civil en todo el país. Hoy en el “Nuevo Ecuador”, el gobierno no tiene tiempo de responder ninguna pregunta.  Tampoco se detiene a repensar sus acciones o cambiar sus estrategias. Lo mediático manda, posicionarse en las redes sociales es prioridad, posicionar el relato único es lo que importa y la realidad poco o nada necesita ser entendida, estudiada y analizada cuando hay un plan político que está más interesado en delinear una agenda con temas que sí representan los verdaderos intereses del presidente y su gobierno.

Dos días antes del lanzamiento de los billetes falsos en Durán, entró en vigencia la Ley Orgánica de Inteligencia en Ecuador. Una norma cargada de polémicas a través de la cual el Gobierno de este país permite a sus organismos de inteligencia interceptar y examinar comunicaciones obligando a las operadoras de telefonía y empresas de telecomunicaciones a entregar información y localización de las y los ciudadanos sin la necesidad de contar con una autorización judicial.

La nueva ley consiente además que los agentes de inteligencia operen bajo identidades encubiertas o ficticias sin que su identidad real sea revelada jamás. En este sentido es claro que aquellos servidores que participen de este tipo de operaciones estarán exentos de cualquier responsabilidad al no poder iniciarse ninguna acción penal en su contra por el ocultamiento de su identidad.

Por si eso no fuera suficiente, la nueva ley delinea adicionalmente el financiamiento del sistema de inteligencia en Ecuador a través de una partida presupuestaria para “gastos especiales” con carácter secreto, exento de impuestos y normas de la legislación tributaria. Bajo esta lógica, los registros, asignaciones o transferencias bancarias tendrán un manejo de información clasificada, es decir, prácticamente confidencial, a tal punto que luego de tres meses y tras una revisión de la Contraloría General será incinerada para preservar su reserva.

En 1984, una novela que para muchos predijo el futuro, el escritor y periodista británico George Orwell, escribió: “Pero, desde luego, podían intervenir su línea de usted cada vez que se les antojara. Tenía usted que vivir – y en esto el hábito se convertía en un instinto- con la seguridad de que cualquier sonido emitido por usted sería registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serían observados”.

En Ecuador, lo que parecía una ficción se convirtió en realidad. Los votos de 77 asambleístas le dieron la bienvenida al “Gran Hermano” sobre el que Orwell escribió. Lo que en otros países del planeta provocaría consternación y alarma, en la nación latinoamericana se minimizó con una frase superficial repetida cientos de veces hasta calar profundo en su población, “el que nada debe, nada teme”.

EL GRAN HERMANO TE VIGILA, pero en Ecuador también te persigue, te intercepta, te puede secuestrar, desaparecer, incinerar, aniquilar, lanzarte panfletos desde el aire en un día soleado o perseguirte en una calle antes de que llegue el anochecer al verte regresar a casa junto a tus amigos luego de jugar un partido de fútbol.

Ecuador se ha convertido en una nación donde el abuso de poder construye leyes con delicados puntos que ponen en riesgo los más elementales derechos humanos. La lucha contra el crimen organizado y la declaración del “conflicto armado interno” han permitido que se genere una especie de retroceso normativo constitucional. Hoy la sociedad ecuatoriana debe comprender que el “bien de la nación” tiene un precio. Uno que seguramente lo pagarán todas y todos aquellos que no son parte del gobierno.

Mientras sigan lloviendo billetes falsos y se construyan leyes que consoliden poder, silencio, impunidad y control, la violencia y la crisis nunca terminarán. Mientras los planes del gobierno persigan intereses particulares para sostener proyectos políticos lejanos de la búsqueda del bienestar común, nada cambiará.

El filósofo italiano Antonio Gramsci, encarcelado por el régimen fascista de Mussolini, en sus Cuadernos de la cárcel, escribió: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en ese interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados”. El país del sol recto está en crisis. Una profunda y aguda crisis no solo de seguridad. En Ecuador lo viejo no muere, sino que muta. Se transforma y regresa con más vitalidad reforzando la esencia de lo que fue el terror ayer. Lo nuevo no nace, no puede. Muere cada día asfixiado por la violencia y el miedo. En esa transición y discontinuidad de tiempo es donde se aniquila la paz y la estabilidad.

En el Ecuador actual el futuro es incierto y se descompone ante la crudeza de su realidad. Dentro del país ya no existen más respuestas a la crisis interna que el militarismo, la confrontación, el aniquilamiento del enemigo y la guerra. El gobierno ha iniciado su mayor ofensiva, ha creado leyes para sostener su conflicto armado y desarrollado operativos para conseguir “orden y paz” a cualquier costo. Es deber de toda la sociedad asegurarse que su patriotismo exacerbado y la exaltación de su valentía nacionalista no terminen convirtiéndolo en el monstruo que lleve a todos a la aniquilación.

*Rommel Aquieta es ecuatoriano, papá, militante y lector de tiempo completo. Comunicador social, periodista e investigador independiente en temas de memoria política. Magíster en comunicación con mención en visualidad y diversidades, y colaborador del Instituto para la Democracia Eloy Alfaro IDEAL.


 

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