EEUU sube aranceles y recrudece el mapa comercial de América Latina
Por Solange Martínez*
El anuncio de nuevos aranceles por parte de Donald Trump reabre un viejo capítulo en la historia de América Latina: el uso de políticas económicas como herramientas de disciplinamiento en la región. Esta vez, la orden no viene solo desde el Fondo Monetario Internacional (FMI), sino desde la Oficina Oval. Y México, principal socio comercial de Estados Unidos en la región, está en el centro de la tormenta.
El 12 de julio de 2025, Trump comunicó públicamente que, desde el 1° de agosto, todas las importaciones mexicanas fuera del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) tendrán un arancel del 30 %. La medida afecta sectores clave como el automotriz, el acero, el aluminio y la agroindustria. Según el presidente norteamericano, el objetivo es presionar al gobierno de Claudia Sheinbaum para frenar el narcotráfico y la migración. Pero el trasfondo es más complejo y tiene implicancias regionales.
La nueva ola arancelaria no se limita a México. Desde abril, rige un arancel base del 10 % para la mayoría de los países, incluidos Argentina, Brasil, Colombia y Perú. Nicaragua y Venezuela enfrentan cargas aún mayores. Además, se impuso un gravamen adicional del 25 % al sector automotriz, sin excepción geográfica. Este giro proteccionista, que Trump denominó “régimen de reciprocidad”, busca beneficiar la industria estadounidense en un contexto electoral, pero genera inestabilidad en los países latinoamericanos.
México, que destina el 80% de sus exportaciones a Estados Unidos (unos quinientos mil millones de dólares anuales), podría ser uno de los más golpeados. Las negociaciones bilaterales están activas, y el gobierno de Sheinbaum confía en llegar a un acuerdo. Sin embargo, el margen de maniobra es estrecho. Parte de los aranceles impuestos en febrero ya había sido suspendida tras conversaciones telefónicas. El nuevo paquete, en cambio, viene con fecha límite.
Mientras tanto, se multiplican las reacciones. El 10 de abril, 30 países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) firmaron en Tegucigalpa una declaración de rechazo a las “medidas coercitivas unilaterales contrarias al Derecho Internacional”. El mismo día, Luiz Inácio Lula da Silva propuso en la IX Cumbre de la CELAC expandir el sistema de pagos en moneda local para fortalecer la autonomía regional frente a este tipo de maniobras.
No es la única respuesta. El 14 de julio, México y Brasil concretaron un acuerdo bilateral para facilitar la exportación de alimentos para mascotas desde Brasil. Detrás del gesto técnico hay una señal política: reducir la dependencia comercial con Estados Unidos y abrir nuevos mercados regionales. Este sector, en plena expansión, representa una oportunidad concreta. En 2024, México importó casi tres mil millones de dólares en productos agrícolas brasileños.
En paralelo, Cuba sigue siendo el caso más drástico. El 1° de julio, Trump firmó un memorando que endurece el embargo comercial. Se cancelan aperturas previas impulsadas por Joe Biden, se refuerzan las sanciones al sector militar y se limita aún más el turismo estadounidense en la isla. Las autoridades cubanas denuncian un agravamiento del bloqueo y advierten sobre las consecuencias económicas. La medida se inscribe en una política de aislamiento que no cede, pese al rechazo internacional.
Detrás de estos movimientos aduaneros hay un patrón que se repite en la región desde hace décadas: el condicionamiento económico como forma de control. Sea vía aranceles o vía deuda externa, el margen de soberanía se acorta. En la actualidad, América Latina acumula una deuda pública cercana al 70% del PBI regional, unos 2,8 billones de dólares. Brasil, México y Argentina concentran más del 80% del total.
Pero no toda deuda pesa igual. Tener compromisos con organismos internacionales como el FMI implica más que pagar intereses. Argentina, con más de 60 mil millones de dólares, es el principal deudor del Fondo a nivel global. Los costos financieros promedio en la región ascienden al 3,8 % del PBI, el doble que en otras economías emergentes. A esto se suman las condicionalidades: reformas estructurales, recortes presupuestarios y vigilancia económica.
Frente a esta combinación de restricciones comerciales y financieras, América Latina enfrenta el desafío de repensar sus vínculos económicos. Los acuerdos bilaterales entre países del sur, el uso de monedas locales y el fortalecimiento de la CELAC son señales de una búsqueda de soberanía regional.
La pregunta de fondo es si la región podrá salir de la lógica de dependencia o si volverá a ceder soberanía a cambio de más endeudamiento y acatamiento a medidas coercitivas cada vez más severas. El nuevo mapa de aranceles impuesto por Washington no es solo una barrera comercial: es también un recordatorio del poder asimétrico y desigual que todavía condiciona el desarrollo autónomo latinoamericano. La respuesta, como siempre, dependerá de la voluntad política de construir otro rumbo soberano, basado en la integración regional, la diversificación de alianzas y la defensa de los intereses propios.
*Solage Martínez es docente investigadora de la Universidad Nacional de Lanús (Instituto de Asuntos Internacionales y Estudios Políticos Manuel Ugarte). Conductora de Esquina América (radio UNLa) y de NODAL Se Prende. Analista de NODAL y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).