“El grito de independencia se hace realidad en la decisión popular»: Presidente Petro
El presidente Gustavo Petro encabezó este sábado en Santa Marta los actos oficiales por la conmemoración del 20 de julio, Día de la Independencia, con un discurso que entrelazó la memoria histórica, el poder popular y la justicia social como ejes centrales de una nueva visión de nación. En el mismo escenario donde se celebran los 500 años de fundación de la ciudad, el jefe de Estado propuso resignificar la independencia como una construcción viva, no como una ceremonia vacía.
No me gusta el conquistador atrás, me gusta el Gabriel García Márquez adelante, el pueblo, la cultura y las fuerza pública, adelante y unidas.
Santa Marta quientos años, el centro vital del mundo. 29 de Julio, encuentro de las culturas en el Rodadero.https://t.co/Gq86FA2X4m
— Gustavo Petro (@petrogustavo) July 20, 2025
“El grito de independencia no se escucha, sino que se hace realidad en las manos y la decisión popular”, afirmó ante cientos de asistentes en la ciudad costera.
Petro estableció un vínculo entre las luchas de los pueblos oprimidos de hace dos siglos y la llegada de un gobierno popular al poder por decisión democrática. En ese sentido, destacó que los pueblos originarios que resistieron la conquista española refugiándose en la Sierra Nevada hoy hacen parte activa de esa transformación política.
Vamos por la Segunda Independencia. pic.twitter.com/YBnYEMNG2n
— Gustavo Petro (@petrogustavo) July 20, 2025
Justicia social y precursores invisibilizados por la historia oficial
El mandatario rindió homenaje a los precursores de la patria, reconociendo a figuras muchas veces omitidas por la historia oficial. Mencionó a Mutis, Caldas, Camilo Torres, José María Carbonell y a las mujeres patriotas como Policarpa Salavarrieta, destacando que su lucha no fue solo por la independencia formal, sino por una libertad con justicia social.
En particular, resaltó el papel de José María Carbonell, a quien propuso honrar con un monumento nacional:
“Carbonell fue quien capturó al virrey y gritó: ‘abajo el rey, abajo el mal gobierno, que viva la independencia’. Fue el más firme, el más serio, el más solidario con la gente humilde. El que sabía que solo se podía construir la libertad con la justicia social”.
La conquista y la resistencia indígena
Petro recordó la violencia que marcó el inicio de la colonización:
“Entraron por estas playas y llenaron la arena de sangre humana”, dijo, refiriéndose al ingreso de los conquistadores por la costa Caribe.
Narró cómo los pueblos indígenas encontraron en la Sierra Nevada un refugio frente a las armaduras del imperio. Esa resistencia, señaló, es hoy parte viva del poder popular que gobierna Colombia. Con ello, reivindicó el papel de los pueblos indígenas no solo como víctimas históricas, sino como actores políticos del presente.
Desfile por la vida, no por la guerra
Al referirse al tradicional desfile del 20 de julio, el presidente expresó que las Fuerzas Armadas marchan hoy bajo un nuevo significado:
“Cinco siglos después no habrá más eventos en los que el acero saque la sangre de la gente del pueblo; de la gente que gritó libertad una y otra vez. La historia de Colombia ha cambiado”.
Ese cambio, aseguró, se refleja en una nueva relación entre el Estado y sus ciudadanos, basada en derechos, inclusión y dignidad.
Santa Marta: del puerto colonial a la gran república caribeña
Durante su intervención, el presidente anunció un gran encuentro cultural internacional en Santa Marta a finales de julio, con delegaciones del Mediterráneo y del Caribe. Será un espacio de integración artística y musical entre pueblos: “Nos estrecharemos en el arte, en la música, en el arte”, expresó.
Además, hizo un llamado a las empresas exportadoras de carbón:
“Es hora de que empiecen a usarse las líneas de ferrocarril por la gente de esta región. Que cuadremos los horarios para que el tren de pasajeros pase”, dijo.
Y propuso un uso alternativo para la infraestructura portuaria:
“Que el muelle carbonero empiece a ser puerto donde exportemos alimentos a todo el Caribe”.
“Colombia será el corazón de la libertad del planeta”
Con referencias cargadas de simbolismo, el presidente evocó un futuro en el que Colombia vuelva a mirar el mar como horizonte de transformación:
“Volveremos a mirar el mar, volveremos a surcarlo para hacer transformaciones del mundo; volverán nuestros muchachos y muchachas a sacar el galeón con los tesoros que se robaban escondidos y a sacar un gran tesoro de la humanidad: su propia libertad”.
El jefe de Estado también insistió en que, a pesar de las diferencias ideológicas y sociales, es posible construir un proyecto común de país, basado en la justicia social y la libertad:
“La unidad nacional tiene un símbolo. Es posible, a pesar de las diferencias, construir una nación grande, una nueva Gran Colombia libre, un país del tamaño de nuestros sueños, un país con justicia social y libertad”.
Y concluyó con una consigna que condensa su visión de patria:
“Que Santa Marta sea el corazón del mundo. Que Colombia sea el corazón de la libertad del planeta”.
Palabras Presidente Gustavo Petro durante la Conmemoración del Día de la Independencia – Desfile Militar del 20 de Julio, Santa Marta
Veinte de julio, Grito de Independencia, grito de libertad, ganas democráticas, ganas en ese momento, de ser una República, ganas de un pueblo, porque fue, básicamente, un acto de insurrección popular allá en Santa Fe de Bogotá que se propagó.
Ya venían décadas antes muchos colombianos y colombianas –en ese entonces se hablaba de la Nueva Granada–, neogranadinos, pensando en libertad, surcando los mares, este del Caribe, buscando apoyos, buscando libros, buscando ideas para ver cómo en estos hermosos parajes que llamamos el centro del mundo podíamos levantar una bandera de independencia, de ser libres, hombres y mujeres libres.
Eso es lo que se gritó en aquel entonces. Ya los comuneros de Santander habían llegado unas décadas atrás a la plaza principal de Zipaquirá por miles, habían sido engañados, solo querían que quienes trabajan, los que trabajan de verdad, no pagaran impuestos al rey. Solo querían que ese trabajo fuera mejor remunerado y se pudiera vivir mejor en la Nueva Granada, solo querían justicia social.
Por eso, el concepto de la justicia social que hoy en la Constitución es sinónimo de Estado social de derecho es lo mismo, que es sinónimo de igualdad, equidad social, justicia social para que no haya tamaña injusticia de ser tan separados, desde el punto de vista de lo social, de lo económico, que terminamos envueltos en lo que yo llamo cien años de soledad.
Su estatua rememorativa, el gran escritor de esta región de los cien años de soledad, de allá de Aracataca (Magdalena), donde llegaba el tren antaño y que se fue a estudiar a Zipaquirá para leer de los libros y fusionar su ingenio.
Nos mostró cómo esa injusticia que terminó siendo un tren eterno que nunca paraba como ahora, que llevaba un contenido mortal que ya no es el carbón de hoy, que también es mortal, sino que era de cadáveres hechos, los contenidos de miles de trabajadores del banano que cayeron bajo el fuego de metralla solo porque un presidente arrodillado a la codicia dio orden de disparar.
Allí está retratada esa parábola de la historia que no podemos olvidar. Y allí, en Ciénaga está otro monumento, ya no a Gabriel García Márquez –que lo veo aquí, de frente, tratando de atraer las mariposas amarillas junto al mar Caribe–, sino el de un trabajador que levantó su puño y simplemente pidió, como los comuneros de antaño, dignidad para el que trabajaba, un mejor salario, justicia social.
Y podríamos seguir las páginas de la historia, pero un 20 de julio exactamente, allá en la capital del virreinato, en la esquina de lo que hoy se denomina la Plaza de Bolívar, no se gritó independencia, ojo con esto, porque por azar se rompió un florero, los pueblos no gritan independencia por un florero, esa es una mala historia, realmente se venía planificando en las casas, en las chozas, en las aldeas, en los alrededores de esa ciudad.
Y eran sabios los que empezaban a juntarse con el pueblo: el sabio (José Celestino) Mutis, el sabio (Francisco José de) Caldas, Camilo Torres –que se llamaba– y un jovencito que la historia oficial de hoy no quiere recordar que se llamaba José María Carbonell –del que debe haber un monumento también en esa ciudad fría de Bogotá–, nacido en Bogotá, fusilado en Bogotá en lo que se llama el Parque de Los Mártires que antaño en ese momento se llamaba se llamaba la Huerta de Jaime.
Sí, la Huerta de Jaime. Allí fusilaron a Policarpa Salavarrieta, a Camilo Torres, al sabio Caldas, creo, a José María Carbonell
¿Y saben por qué la historia de José María Carbonell no se conoce hoy por el pueblo de Colombia? Porque la planificación de ese Grito de Independencia, de esa insurrección popular del pueblo liderada por criollos que habían leído las ideas de la Democracia, de la República, de la Libertad, se hicieron en el observatorio astronómico de la ciudad (de Bogotá) que aún hoy, este Presidente cuida, cerca de la casa de Nariño.
Fue mirando las estrellas como se pensó en la libertad, Ad Astra (del latín a las estrellas), dice la Fuerza Aeroespacial Colombiana, Ad Astra pensaban los criollos y la gente del pueblo que se reunían, clandestinos, conspirando en ese observatorio astronómico, pensando volver realidad el que a pocos metros de él se pudieran volver ciertas las estrellas fulgurantes de la libertad y de la dignidad, un día, que fue el 20 de julio de 1810.
El jovencito José María Carbonell fue el que lideró la insurrección popular, fue el que gritó y con su discurso alzó el alma y la unidad del pueblo, lo organizó, no lo dejó atemorizarse ante las armas, lo hizo avanzar.
José María Carbonell fue el que cogió preso al virrey Amar y Borbón representante del rey, y al acogerlo preso, dijo: “Abajo el rey, abajo el mal gobierno”, que viva la independencia, que viva el Grito de Libertad.
Hoy necesito en el alma de tantos jóvenes, de tantos niños, de tantos hombres, de tanta gente que trabaja, del alma de José María Carbonell revivida. No hay un monumento a él –y hay que hacerlo–, porque fue el más firme, el más serio, el más solidario con la gente humilde, el que sabía que sólo se podía construir la libertad con la justicia social y por eso lo mataron junto a una mujer.
También quisiera que cada niña, que cada muchacha, que cada mujer del pueblo también reviviera en su alma el alma de Policarpa Salavarrieta, La Pola, el alma aguerrida libertaria que nunca se rindió y que gritó hasta el último momento de su existencia por un pueblo que clamara libertad y que no se arrodillara.
Un pueblo que después surgió con Bolívar y que ahora está con nosotros, rodeándonos, luchando por este país después de dos siglos y quince años.
Y si miramos a los comuneros dos siglos y medio, quizás, y si miramos a la Cacica Gaitana (heroína y líder indígena de la región de Timaná, Huila, del siglo XVI) y al Cacique Calarcá (cacique pijao que resistió la conquista española en los años XV) y a otros tantos caciques, jefes de su pueblo, de su cultura ancestral hace cinco siglos.
Si miramos a quienes pintaron en (Parque Natural Nacional de la Serranía de) Chiribiquete con sus manos las primeras obras de arte de América y, generación por generación, por kilómetros de lienzos de piedra en el centro de la selva, veinte mil años hace que estemos en este territorio, no vinieron a conquistarnos, vinieron fue a encontrar otras culturas que resultaron más inteligentes por su sabiduría en este sitio, hace cinco siglos. Y vamos a conmemorarlos ahora, en este mes, cuando termine julio.
Se encontró la espada, el hierro, con la sangre indígena, fue un acto de violencia, no fue un acto de paz, entraron por estas playas, y llenaron la arena de la sangre humana, y retrocedieron sorprendidos los indígenas, y subieron a la Sierra Nevada (de Santa Marta).
Ya no estaban allá, estaban sus sitios sagrados y tuvieron que hacer caminos dificultosos, que aún existen.
Como presidente quise recorrerlos, y eran tan altas las piedras para dar un solo peldaño de un paso que con armadura será imposible. Y, por eso, los conquistadores de armadura no pudieron conquistar la Sierra.
Y, por eso, allá arriba hay todavía comunidades vestidas de algodón blanco que le regalamos a Europa para que se salvara de la peste –porque las lanas no podían lavarse y no las lavaban y allí quedaban los virus, y una y otra vez, Europa era aplastada por la enfermedad, y sólo ese invento de indígenas, el algodón que se lava todos los días, el algodón que se produce en estas tierras fértiles, el ingenio de hacer una túnica un vestido blanco permitió que Europa se salvara–, así aquí en esta ciudad enterraran esos indígenas con manos ensangrentadas por la espada conquistadora.
Estos 500 años que empiezan hoy aquí, en Santa Marta, y por eso estamos aquí, y por eso ha venido el Ejército Nacional, y por eso la marcha militar se desarrolla en esta ciudad con todas sus cúpulas, sus generales, sus almirantes.
Por eso, destacamentos de la Fuerza Naval, de la Fuerza Aeroespacial y la Policía Nacional, y del Ejército, cruzarán por estas calles, porque cinco siglos después no vamos a hacer más eventos en donde el acero saque la sangre de los cuerpos indígenas, de los cuerpos negros, de los cuerpos de las y los trabajadores, de la gente del pueblo, de la gente que gritó libertad una y otra vez.
Y aunque no fue escuchada muchas veces, hoy es escuchada y no se debe silenciar jamás.
La historia de Colombia ha cambiado, el Grito de la Independencia del 20 de Julio, hoy no solo se escucha, sino que se hace realidad en las manos y en la decisión popular.
Estos cinco siglos que se conmemoran en este mes, a finales de julio, serán los de un encuentro cultural. El alcalde (de Santa Marta, Carlos Pinedo) hará su evento aquí y el Gobierno nacional lo acompañará, y el Gobierno nacional hará el evento el 29 de julio. Los invitamos a ambos.
El 28 y 29 (de julio) vendrá aquí una delegación cultural del más alto nivel del Caribe, y vendrán algunos del Mediterráneo, de Arabia, de España, de Granada, de la Alhambra, ya no a matarse entre sí.
Caribeños, el fogón de la cultura de América, el fogón de la Independencia de América y el fogón cultural del Mediterráneo en un solo lugar. Ya no es la sangre encontrada por el acero homicida, es la cultura que se encuentra con la otra cultura. Por eso, nos estrecharemos en el canto, en las músicas, en la vibración del arte.
Ojalá toda Santa Marta y todo el Magdalena salga a festejar los cinco siglos de soledad que han terminado, porque empiezan los milenios de la solidaridad humana. Y aquí van a empezar llamándonos, como dicen los indígenas sobrevivientes arhuacos, koguis, y kankuamos y arzarios.
Santa Marta es el centro del mundo, Santa Marta es, y su Sierra, el corazón vital de la humanidad y de la existencia vital de la naturaleza como corazón vital del mundo.
Aquí nos uniremos. Si no nos unimos aquí, en el corazón, la humanidad se matará entre sí como ya se está matando. Aquí oraremos porque no caigan más bombas en Gaza, aquí oraremos porque el Caribe sea mar de la paz y no mar de los piratas.
Aquí oraremos, y nos juntaremos, para que el Caribe siga siendo surcado por hombres y mujeres soñadoras que vuelven realidad su sueño, y que esos sueños siempre giran, como lo sabía (Franco de) Miranda como lo sabía (el Libertador Simón) Bolívar, como lo sabía (Antonio) Nariño como lo sabía Carbonell, como lo sabían (el almirante) José Prudencio Padilla, los indígenas y los negros esclavos que se liberaron a sí mismo, como Benkos Viojó –que fundó el primer territorio libre de América aquí, cerca en San Basilio del Palenque–, como lo sabían los miles de trabajadores que ametrallados cayeron sólo por pedir un mejor salario en las bananeras.
Desde aquí, del centro del mundo, le pido a las empresas que transportan el carbón que ya no van a exportar mucho carbón, porque eso mata la humanidad.
Y que es hora, por tiempos y de manera acordada lo digo aquí con tranquilidad, que empiecen a usarse esas líneas de ferrocarril por la gente de esta región, que cuadremos los horarios para que el tren de pasajeros pase, uno moderno, que ojalá se llene de Gabrieles García Márquez que van o vienen a estudiar, que el puerto internacional de Bahía Portete se le entregue a la nación colombiana, que la línea férrea de Albania hasta Bahía Portete vuelva a ser utilizada por pasajeros, por gente humana y no solamente por el carbón, que el tren de pasajeros que pasa por la ciénaga empiece a ser puerto, donde exportemos frutos, mango, yuca, arroz, alimentos a todo el Caribe.
Allá, pueblos hambrientos nos esperan y no se alimentan con carbón, allá está Haití de donde salió nuestra independencia, la mitad de nuestra bandera azul y roja, hecha por esclavas liberadas, con sus propias manos humildes, con hilo y con aguja, cociendo la bandera tricolor que, por primera vez, se usó y se hizo bajo las manos de Bolívar y de Miranda en Jacmel, el puerto cerca de Puerto Príncipe.
Donde hablaban francés los negros que decidieron construir la primera república independiente del Caribe y de donde salieron nuestros barcos, nuestras armas, nuestra gente a entrar por el mar Caribe a la vieja tierra de lo que fue la Gran Colombia a conquistar un sueño de caribeños que se hizo realidad.
Allá veo una pancarta con amigos que fueron míos, héroes del Magdalena sí, también pensaron en lo mismo y, quizás, la presencia de esa pancarta sea aquí un gesto de unidad.
Antaño pensábamos en matarnos entre nosotros, hoy estamos juntos. La unidad nacional tiene un símbolo. Es posible, a pesar de las diferencias, construir una nación grande, una nueva Gran Colombia libre, un país del tamaño de nuestros sueños, un país con justicia social y libertad.
Que el grito del 20 de julio, entonces, grite hoy, porque es un grito de sueño que, desde el centro del mundo, desde el corazón vital de la tierra, Santa Marta y su ciénaga, y sus cinco siglos de soledad, y los próximos milenios de ayuda de la humanidad por venir, la ayudaremos.
Volvamos a volver, entonces, realidad este sueño. La gran república del Caribe volverá a existir, volveremos a mirar el mar, volveremos a surcarlo para hacer transformaciones.
Del mundo volverán nuestros jóvenes, muchachos y muchachas, a sacar el galeón con los tesoros que se robaban, escondidos, y a sacar un gran tesoro de la humanidad, su propia libertad, ya no un país solo de seres humanos libres, de hombres y mujeres libres, sino una humanidad de hombres y mujeres libres donde nadie se arrodille ante nadie, donde nadie llegue encadenado en un avión, donde las cadenas sean cosas del pasado.
Donde las cadenas, como en la Santa Inquisición en Cartagena –que ahora se llama el Palacio de Benkos Biojó– sea un triste recuerdo de una humanidad que no debió ser, porque la humanidad, que es solamente, puede construirse sobre la base de las almas y los espíritus libres.
Que Santa Marta sea ese corazón del mundo, que Santa Marta, y Colombia, y la vieja Gran Colombia, sean el corazón de la libertad del planeta.
Gracias muy amable por haberme escuchado.