Colombia: más allá del Gobierno y del liderazgo personal – Por Equipo Desde Abajo

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Equipo desdeabajo

Las enseñanzas arrojadas por tres años del Gobierno del Cambio no son pocas, y de todas corresponde aprender. En su mayoría, replican o confirman experiencias vividas en otros países en el curso del desempeño de gobiernos de igual o similar cuño.

A lo largo de las páginas de la presente edición, con artículos que revisan el proceder del actual gobierno, se pueden desgranar decenas de lecciones, pero también de retos para que el futuro de las mayorías nacionales sea algún día radicalmente diferente de la cotidianidad que les ha tocado padecer.

Tomando parte de lo relacionado en esos artículos, e igualmente más allá de los mismos, avanzamos para el debate algunas notas sobre tales enseñanzas, tal vez las más evidentes, invitando a que pensemos en cómo actuar para potenciar lo mejor de cada una de ellas y en cómo neutralizar lo negativo que pudieran portar.

  1. Sin romper con la concepción tradicional del poder, no es posible avanzar hacia el cambio histórico en un país ni contribuir para elevar al pueblo a su sitial histórico.
  2. La corrupción es un mal endémico, anexo al poder y a la pretensión de atornillarse a la dirección del Gobierno.
  3. El presidencialismo debe ser superado para poder avanzar hacia un liderazgo efectivo, desde los territorios y desde los actores sociales.
  4. El individualismo y el caudillismo son diques que impiden construir una visión y una concepción ‘otras’, desde las mayorías, sobre la política, la participación y la viabilidad de materializar cambios estructurales.
  5. El poder, mal manejado, dispara el egocentrismo, con lo cual la referencia a lo colectivo deja de ser potencia para reducirse a instrumento.
  6. La renuncia a la autonomía por parte de los movimientos sociales los destruye como soportes indispensables para liderar y sostener el pretendido cambio social, económico, político.
  7. La pretensión de paz, sin sujetarla a cambios estructurales, es un esfuerzo que desgasta al Gobierno, desilusiona a la sociedad y crea condiciones para la prolongación indefinida del conflicto armado.
  8. Sin organización colectiva, no sujeta al Gobierno, y dependiente de este y el Presidente mismo, no tiene futuro la construcción de nuevos liderazgos ni la disputa social por un destino diferente para las mayorías colombianas.
  9. Las elecciones son una parte de las acciones y las iniciativas que se deben encarar en la meta de ser poder y ser gobierno, pero no son la única vía para coronar ese propósito. La lucha directa de las mayorías, por medio de acciones cotidianas, no solo de protesta sino también de construcción de otras formas de economía, de relacionamiento social, de expresiones culturales, son otras de las vías por seguir.
  10. La disputa de la opinión pública es un ejercicio cotidiano que no puede estar sujeto ni limitado a los medios de comunicación, en especial a las redes sociales, sino que debe ser parte de un despliegue cultural que se integre a un Sistema Nacional de Comunicaciones armónico (radio, televisión, prensa escrita, internet, grafitis, muralismo), además del ampliado sistema educativo (liceos, educación media y vocacional, educación superior y universitaria, talleres, conferencias, seminarios, etcétera).
  11. Lo hemos experimentado en carne propia como país: el factor externo actúa y hace sentir sus intereses y su peso sobre el Gobierno, proceder que, en el caso del imperio, no es desdeñable. Resulta fundamental el diseño de una estrategia de largo plazo para encarar y neutralizar debidamente esta realidad, a fin de contrarrestar sus acciones, abonar una vía soberana, y jalonar la acción internacional y multilateral.
  12. La más esencial y evidente: ganar el gobierno no significa acceder al poder.

Esta última es una máxima que hemos comprobado a lo largo de los años referidos. No puede ser diferente; el Ejecutivo es una de las partes en que está distribuido el gobierno. Ser ungido en elección nacional como presidente da acceso y permite determinar o pesar de manera protuberante en el rumbo temporal del país, pero no abre de par en par las compuertas del poder. Para ser así, se debiera garantizar el control del Congreso de la República, además de ganar identidad con el poder judicial.

Otras instituciones nacionales –Contraloría, Procuraduría, Defensoría del Pueblo– también debieran asumir el camino, pero asimismo las Fuerzas Armadas. Además de acatar por disciplina castrense las órdenes de su “comandante general”, debieran compartir igualmente sus postulados ideológicos, de manera que se garantice una relación diferente de lo militar con la sociedad.

Por fuera de este marco legal/constitucional, más allá de lo público, está lo privado, con intereses en lo público por el inmenso presupuesto que administra y todo lo que debe contratar, y en ello los medios de comunicación brillan con luz propia por el peso que tienen sobre factores como cultura y opinión pública.

Es inevitable que los cacaos y los gremios de la producción irradien sus propios brillos.

Cuando hablamos de que acceder al gobierno no es lo mismo que asumir el poder, ¿a qué más aludimos?

Lo primero, que las correlaciones de poder no pueden estar reducidas a la esfera de lo político. La asimetría alcanzada en las sociedades actuales, de las que el país no escapa, les otorga a los dueños del capital una decisoria capacidad realmente inédita, pues su incidencia en la creación de imaginarios y el alcance para generar disrupciones de todo tipo en las que alterar la cadena de suministros, en una escala antes inimaginable, les da en la actualidad la potestad de paralizar la acción completa de la política cuando la totalidad de sus intereses no son satisfechos.

Vistas así las cosas, los millones de millones que las empresas acumulan no son solo cifras a la derecha en las cuentas del sistema financiero; en el caso colombiano, vemos que unos multimillonarios tienen candidata propia, como ayer otro grupo tuvo fiscal de bolsillo para autoexculparse, haciendo del ejercicio de la política una dependencia más de los negocios en los cuales postular a sus empleados a los puestos de la esfera pública es una inversión como cualquier otra.

Es así como podemos asegurar que bastante lejos quedaron los tiempos de Theodore Roosevelt. En ellos, la política regulaba la competencia intercapitalista, dinámica en la que la regulación de las relaciones con el trabajo era parte de allanar el terreno para las manifestaciones de la competencia entre los dueños del capital. Esa función del Estado está prácticamente extinguida, y el predominio casi absoluto de los oligopolios está convirtiendo a la función pública en mero agente legitimador de los intereses del poder económico, independientemente de los ideales de los gobernantes, que terminan en simples administradores del statu quo.

De modo que la resistencia a las nuevas condiciones obliga a una permanente reflexión sobre el poder ampliado del capital y sobre las acciones para contrarrestarlo, lo cual exige el desarrollo de niveles de conciencia que necesariamente pasan por entender que educar en la comprensión de las verdaderas correlaciones de poder es una tarea que la academia, la prensa alternativa y los intelectuales orgánicos –según la expresión de Gramsci–, deben asumir como tarea de primer orden.

La idea de que las relaciones sociales son un lago de aguas inmóviles que mantiene el mismo grado de control que en el pasado, sobre las clases subordinadas, parece uno de los mayores obstáculos para que los de abajo autoengendren un verdadero poder.

Se debe entender como indispensable que asimilemos lo siguiente: que los movimientos de la reacción más extrema consideren que la lucha contra lo que llaman el “marxismo cultural” es su principal tarea debe llevarnos a pensar en la importancia de la defensa de lo conquistado socialmente, y también de la ruptura radical con el pensar y el sentir que considera al enriquecimiento sin límite –y sin el más pequeño miramiento con la base natural– como la mejor meta de la especie.

Es amplio este inmenso aprendizaje, y no se puede dejar de lado. A lo largo de 36 meses de gestión, hemos comprobado, por un lado, el peso de las otras instancias de lo público, así como la resistencia ‘pasiva’ que pueden interponer en el curso de los giros que se proponga la presidencia. Pero también hemos visto cómo actúan los medios de comunicación corporativos, los que pueden llegar incluso a ejercer como la más efectiva barrera contra el cambio pretendido. Tras ellos, como soporte, están los gremios de la producción y los cacaos.

De seguro, estas y otras lecciones pueden extraer quienes lean el periódico desdeabajo en esta edición especial sobre estos tres años del actual Gobierno. Tales lecciones debieran ser un valioso insumo para debates públicos que sirvan de reflexión para construir la necesaria línea programática, lo mismo que la estrategia organizativa y comunicativa para encarar la coyuntura electoral que se avecina, así como el marco político de largo plazo en el cual se mueva la acción colectiva por un nuevo país, que, como lo (re)enseña esta experiencia, va mucho más allá del juego de las urnas, en una acción que requiere un sujeto activo con real vocación de poder y cambio sistémico.

Desde Abajo


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