No es la IA, ¡es el trabajo, imbécil! – Por Lucas Aguilera

Compartir:

No es la IA, ¡es el trabajo, imbécil!

 Por Lucas Aguilera *

Hace pocas semanas, el informe «40 ocupaciones más y menos expuestas a la inteligencia artificial», elaborado por Microsoft, encendió alarmas en todo el mundo, 40 ocupaciones están en riesgo de ser reemplazadas por inteligencia artificial, y otras 40 parecen a salvo, al menos por ahora. La investigación de Microsoft Research destaca que los trabajos basados en el conocimiento y la comunicación son los más vulnerables, en especial los empleos con trabajo intelectual repetitivo o procesamiento de lenguaje natural. Mientras que aquellas ocupaciones que implican destreza manual, coordinación motora fina o relaciones humanas directas muestran menor susceptibilidad a ser automatizadas por la IA.Entre las más amenazadas, el estudio ubicó a intérpretes y traductores, periodistas, analistas de mercado, redactores, matemáticos y representantes de atención al cliente. Los puestos más seguros, son aquellos que requieren tareas manuales finas, cuidados presenciales o interacción física compleja, como enfermeras, flebotomistas, obreros de la construcción o personal de limpieza, escapan al alcance de los algoritmos, por ahora.En este contexto es que emergen desde numerosos espacios científicos y políticos una especie de teleología cósmica que fetichiza a la Inteligencia Artificial y la concibe con la posibilidad de un desarrollo autónomo y hasta consciente. Daniel Kokotajlo, ex trabajador de OpenAI anticipa que “las IA seguirán mejorando hasta convertirse en agentes totalmente autónomos y mejores que los seres humanos en todos los aspectos a finales de 2027 más o menos”. Dario Amodei, CEO de Anthropic dice que la humanidad podría estar a solo seis meses de alcanzar la singularidad tecnológica, y hace dos años, vimos como Google despidió a Blake Lemoine, el ingeniero que dijo que uno de los programas de inteligencia artificial (IA) de la empresa mostraba tener sentimientos.Pero veamos el fondo de la cuestión para que las apariencias no nos tapen al sujeto creador, ni a la actividad ontológica por la que la humanidad ha construido esta enorme civilización global que estamos viviendo, luchando y sufriendo.La inteligencia artificial y el intelecto generalLa automatización actual debe comprenderse no solo como un cambio tecnológico, sino como una transformación profunda del trabajo mismo, que esta llevando a la mayor parte de la humanidad a una especie de esclavitud moderna. Primero que nada, es importante resaltar que el trabajo humano es la actividad ontológica y teleológica por la cual la humanidad se relaciona con la naturaleza y se produce a sí misma y al conjunto de objetos que satisfacen sus necesidades y deseos. Por primera vez en la historia, estamos atravesando un momento en el que la producción de las mercancías que satisfacen las necesidades vitales podría automatizarse casi completamente. Técnica y tecnológicamente tenemos la posibilidad de pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad, librarnos del trabajo monótono y repetitivo y utilizar ese tiempo disponible para el desarrollo del género humano. Sin embargo, nos encontramos en la realidad concreta con niveles de explotación nunca vistos. En este marco, la Nueva Aristocracia Financiera y Tecnológica – NAFyT (fondos globales de inversión fusionados con la industria tecnológica de punta) ha encontrado la forma de socializar instrumentos de producción que están colonizando todos nuestros tiempo y espacios vitales. A través del smartphone, las redes de 5g y 6g, los algoritmos y la Inteligencia Artificial, se está consolidando un nuevo tiempo y espacio de la producción y el trabajo; la digitalización.A lo largo de la historia, podemos observar como la creatividad que se despliega en la actividad del trabajar, va quedando objetivada en los instrumentos, técnicas y conocimientos que, bajo el capitalismo, son apropiados por la clase propietaria de los medios de producción. La cooperación entre los obreros es el marco histórico y social que potencia esta capacidad. Desde las redes de pesca prehistóricas hasta las cadenas de montaje industriales, las herramientas no han sido neutras; sino expresión material de fines colectivos que testimonian la universalización del trabajo humano. En la cooperación, la creatividad individual se integra en una inteligencia colectiva que Marx llama Intelecto general, el saber social acumulado, objetivado en máquinas, métodos y organización, que aumenta exponencialmente la fuerza productiva.Marx lo sintetiza al analizar el obrero colectivo y la cooperación: “En la cooperación de obreros asalariados, la relación capitalista está implícita. La combinación de muchos trabajadores en el mismo proceso productivo no es fruto de su libre asociación, sino que aparece como forma particular del capital que los emplea. El obrero colectivo es así una potencia de trabajo socialmente combinada, puesta bajo el mando del capital.”El desarrollo tecnológico actual de la Inteligencia Artificial nos muestra con mayor claridad cómo la ciencia y la técnica, resultado del trabajo social acumulado, se convierten en fuerza productiva directa. El problema para las mayorías es que en el capitalismo, esta fuerza no pertenece a la sociedad que la produce, sino que es propiedad privada de la NAFyT.En su gran obra llamada “Elementos fundamentales para la crítica de la economía política”, Marx nos dice que “En la medida en que la gran industria se desarrolla, la creación de la riqueza real pasa a depender menos del tiempo de trabajo y de la cantidad de trabajo empleado, y más de la potencia de los agentes puestos en movimiento durante el tiempo de trabajo, los cuales dependen, a su vez, del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología […] El desarrollo del llamado intelecto general de la sociedad se convierte en fuerza productiva inmediata.”De lo anterior se desprende que la fuerza de trabajo necesaria se vuelve superflua cuantitativamente pero imprescindible en términos cualitativos como actividad productora del ser social. Las plataformas de IA son alimentadas con el trabajo intelectual de millones de personas sin remuneración ni conciencia de que los estamos haciendo. Es la forma contemporánea del robo del tiempo de los obreros, del robo de la creatividad, o lo que es lo mismo, la privatización de la sabiduría de las mayorías para convertirla en capital. Sin embargo, esta historia no está cerrada. La creatividad, como fuerza vital del trabajo humano, conserva su potencial subversivo. Reapropiarse del intelecto general implica reorganizar la producción sobre bases cooperativas, donde la tecnología sea un bien común y el trabajo recupere su sentido como actividad libre y creadora. Significa romper con la lógica que convierte cada innovación en una oportunidad de explotación y abrir la posibilidad de un futuro donde la cooperación y el saber acumulado sirvan a la comunidad y no al lucro privado.Porque liberar la creatividad es la condición para que el trabajo vuelva a ser, no la negación, sino la afirmación plena del género humano. Es por todo esto, que a quienes pretenden fetichizarnos la tecnología en general, y la Inteligencia Artificial en particular, les decimos: ¡No es la IA, es el trabajo, imbecil!* Lucas Aguilera es Magíster en Políticas Públicas y Director de Investigación de la agencia argentina NODAL


 

Más notas sobre el tema