Las calles, un peligro mortal para las personas con discapacidad
Por Annieli Rangel
Cuando hablamos de discapacidad, es inevitable hablar también de accesibilidad, pero solemos hacerlo desde una idea equivocada y sin la perspectiva de discapacidad que se requiere. No es un capricho ni mucho menos un privilegio, es una necesidad para poder ejercer plenamente nuestros derechos. La falta de accesibilidad y movilidad puede poner en riesgo nuestra integridad e incluso nuestra vida.
El espacio público representa un reto para las personas con discapacidad: calles empedradas que pueden verse muy bonitas, pero son prácticamente intransitables para personas usuarias de bastón, muletas o sillas de ruedas; puentes “peatonales” a los que no podemos acceder; falta de señalizaciones para personas con discapacidad visual, entre muchos otros factores. Muchas veces esto no queda solo en el “reto”; se vuelve un peligro real por la mala infraestructura de calles, avenidas y transporte público, la falta de mantenimiento, la ausencia de rampas o incluso por cuenta de conductores y transeúntes imprudentes.
Esto fue lo que le ocurrió a Guz Guevara, de 34 años, activista LGBT+ y por la discapacidad, usuario de silla de ruedas con una condición genética llamada osteogénesis imperfecta, mejor conocida como “huesos de cristal”. El pasado 27 de julio, al salir del “discapicnic” (evento mensual realizado en el bosque de Chapultepec, por y para personas con discapacidad), sobre la Avenida Reforma en la Ciudad de México, Guz se encontró con una banqueta muy alta que no contaba con rampa, por lo que se vio obligado a bajarse al arroyo vehicular; al hacerlo, perdió el control de su silla de ruedas y cayó al asfalto sobre el carril del Metrobús. La caída le provocó múltiples fracturas de cráneo, fémur y húmero, además de la angustia mientras esperaba por ayuda para no ser arrollado por algún vehículo o el mismo metrobús.
“La falta de accesibilidad es un riesgo. Las personas con discapacidad tenemos que salir siempre a poner el cuerpo, porque nunca sabes a qué obstáculos te puedes enfrentar”, me dijo Guz desde el hospital. “Algo que a las personas sin discapacidad les parece tan cotidiano como ir a la tienda o salir a pasear a un parque, para nosotros, a veces, es prácticamente imposible, ya que las condiciones de los espacios públicos son hostiles y agresivas hacia nosotros, volviéndose un riesgo para nuestras vidas”, afirma Guz, quien está expuesto a una doble discriminación en el espacio público: por ser queer y por tener una discapacidad.
En 2022 se publicó el estudio “Discapacidad y lesiones de peatones causadas por el tránsito: una revisión del alcance” en Health & Place. De acuerdo con el estudio, “se observa un riesgo significativamente mayor de colisiones, lesiones y fallecimientos de peatones en personas con discapacidad”. También señala que, al hacer estudios de riesgo y/o infraestructura, no se toman en cuenta los espacios inaccesibles para personas con discapacidad como factor de riesgo.
Cabe aclarar que la discapacidad no es un factor de riesgo en sí misma, sino la falta de accesibilidad, movilidad, infraestructura e inclusión de la misma. El riesgo está ligado al entorno y no a la discapacidad. En ese sentido, el estudio mencionado afirma que las personas con discapacidad tienen un mayor riesgo de sufrir cualquier lesión como quemaduras, fracturas, ahogamientos, etc.
Aunque son pocos los estudios con enfoque de discapacidad, las aseguradoras cuentan con esta información, y niegan las solicitudes sobre seguro de gastos médicos e incluso seguros de vida a las personas con discapacidad, dejándolas desprotegidas. Las opciones se reducen muchísimo más cuando se es trabajador independiente que no cuenta con seguro social. “Ninguna aseguradora del país, en mis 34 años, ha querido brindarme el servicio, ya que consideran que por mi condición, no soy apto”, afirma Guz.
Los hospitales públicos tampoco están preparados para tratar lesiones como las de Guz. Esto se suma a la falta de perspectiva de discapacidad por parte del personal de salud; hay mucha invalidación y desconocimiento sobre las necesidades de las personas con discapacidad. No solo es la forma de tratarnos, también pueden ocasionar nuevas lesiones. Guz se está tratando en un hospital privado, viéndose obligado a cubrir todos sus gastos de forma independiente, por lo que ha solicitado apoyo para costear las cirugías que requiere. “Solicito su apoyo, pues en este momento hay muchos gastos de atención médica, apoyo de cuidados 24/7, medicamentos y más. Yo soy freelance, yo genero basado en lo que trabajo y, evidentemente, por ahora no puedo laborar. Todo es bienvenido y espero poder contar con su apoyo”. Puedes apoyar a Guz aquí: https://www.gofundme.com/f/fuerza-guz
Guz también le pide al gobierno y a la ciudadanía rehabilitar las calles: “Hace falta que arreglen las pinches calles. Este accidente ocurrió por la falta de accesibilidad y se pudo haber evitado”, dice Guz. “La accesibilidad nos compete a todas las personas, principalmente a quienes toman las decisiones en el estado para poner en condiciones las calles. Tenemos que encontrar soluciones para evitar que le ocurra a otras personas”, agrega.
Aun cuando no hay estadísticas oficiales, sabemos que Guz no es el único que ha pasado por esto. Tampoco es la primera vez que algo así le ocurre a Guz; ya antes ha sufrido accidentes por la falta de accesibilidad, aunque asegura que este ha sido el más fuerte hasta la fecha. Yo también he sufrido fracturas, esguinces y luxaciones a causa del mal estado de las calles; en una ocasión fui atropellada… A pesar de todo, Guz y yo corrimos con suerte. Varios de los accidentes viales que sufren personas con discapacidad terminan en lesiones de gravedad o incluso con la muerte. El pasado 18 de agosto, dos personas con discapacidad visual fueron atropelladas en Puebla, México, por la falta de cruces peatonales accesibles; una de ellas murió en el lugar.
“Nos urge que las calles sean accesibles a nivel universal para que cualquier persona, sin importar su condición o la ayuda técnica que utilicen, pueda transitar libremente y, lo más importante, de forma segura”, añade Guz. Por último, hace una invitación a las personas con discapacidad: “Hagamos comunidad, no nos quedemos callados, empecemos a conquistar los espacios que se nos han negado y es mejor hacerlo juntos. Invito a todos los lectores de Volcánicas a conocer lo que hacemos en el movimiento de personas con discapacidad (@movimientoPCD en todas las redes sociales) y a que formen parte de esto. Entre más personas seamos, entre más nos unamos, más fuertes, más contundentes y mayor ruido, visibilidad e impacto vamos a tener allá afuera.”
La falta de accesibilidad no solo afecta nuestra movilidad, afecta toda nuestra vida. El libre tránsito es un derecho que se nos vulnera a las personas con discapacidad. Sin accesibilidad no hay libertad.