La narrativa falsa de los anti-Estado y anti-Petroperú no cesa – Por Alejandro Narváez Liceras

Compartir:

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Alejandro Narváez Liceras *

Petroperú, símbolo histórico de soberanía energética, se ha convertido en el chivo expiatorio predilecto de los “pseudo analistas” y algunos medios de comunicación que claman por la “eficiencia del mercado” y la privatización total como panacea económica del Perú. La narrativa falaz, mejor dicho, la verborrea de los anti-Estado y anti-Petroperú, lejos de ser un análisis técnico riguroso, responde a intereses privados, que buscan debilitar el papel estratégico del Estado en sectores clave de la economía.

Detrás del disfraz tecnocrático de eficiencia, modernización y gobernanza, esconden una peligrosa miopía sobre soberanía económica, por un lado, y por otro, criminalizan toda forma de intervención estatal en la actividad empresarial.  Es hora de desmontar dicha narrativa con datos, con memoria histórica y con una visión soberana del desarrollo.

El mito de la ineficiencia estatal: Una construcción interesada

Quienes promueven la narrativa de que todo lo estatal es ineficiente, omiten deliberadamente los contextos estructurales, las distorsiones del mercado y los intereses cruzados que afectan el desempeño de las empresas públicas. Petroperú ha operado, en muchos casos, bajo asedio político, con restricciones presupuestales, sin autonomía económica y administrativa real, y con decisiones impuestas desde el Ejecutivo y el congreso (véase Decretos de Urgencia, leyes, etc.).

}Los errores de gestión, reales y corregibles, son magnificados para justificar su desmantelamiento. En cambio, no se aplican los mismos estándares de crítica cuando se trata de empresas privadas que eluden impuestos, que tienen exoneraciones tributarias, que explotan recursos y repatrian utilidades sin responsabilidad social.

El relato de los detractores del Estado, convenientemente amplificado por ciertos medios de información y los “pseudo-analistas”, sostiene que Petroperú es un lastre para las finanzas públicas, un “barril sin fondo” y que su desaparición significaría una bendición para el fisco y los consumidores.

Sin embargo, estos “analistas” ignoran hechos clave: Petroperú abastece actualmente el 30% del mercado nacional de combustibles, garantiza la distribución en regiones donde a las empresas privadas no les interesa llegar (por ejemplo, nuestra presencia en el distrito de Santa Rosa frontera con Leticia – Colombia), y ha sido un instrumento de amortiguación frente a la volatilidad internacional de precios.  Decir que “todo lo público fracasa” sin analizar el contexto, la interferencia política, la falta de autonomía real, etc. es una forma de fraude intelectual.

Manipulación mediática y desinformación estructural

En lo que va de este año, los “pseudo-analistas” repiten como loritos titulares sin matices: “Petroperú en crisis”, “Petroperú pierde millones”, “Corrupción en Petroperú”, “Salvataje a Petroperú”, bla, bla, bla. Pero, pocas veces se contextualiza el esfuerzo de saneamiento financiero, la reestructuración del gobierno corporativo, o la inversión en infraestructura energética que la actual administración viene llevando a cabo.

Pruebas al canto: Petroperú recupera cuotas de mercado (5% en lo que va de este año), exporta a EE.UU., Brasil, Colombia, Ecuador, Chile, Bolivia (hitos históricos), su EBITDA se recupera y es positivo (después de las pérdidas abultadas entre 2022 – 2024), sus bonos cotizan al alza, etc.  Sin embargo, la prensa especializada opta por el silencio o el escepticismo. El sesgo no es accidental, responde a una agenda de desprestigio y presión para privatizarlo. Entonces, ¿por qué insisten en liquidarlo o quebrarlo? Porque Petroperú no responde a la lógica de maximizar la utilidad privada, sino al mandato de proteger el interés público en un sector clave de la economía.

¿Por qué Petroperú no podría seguir el camino de Ecopetrol, Petrobras, ENAP de Chile? La respuesta no está en su ADN público, sino en la falta de voluntad política y técnica para blindarlo de interferencias y fortalecer su institucionalidad. En países desarrollados, los Estados no renuncian a su rol económico: lo perfeccionan.

Petroperú: Entre el fuego cruzado político y la presión de los lobbies

No se puede entender la presión contra Petroperú sin comprender el trasfondo político y económico. La recuperación de Petroperú les duele porque representa una idea incómoda: que el Estado puede y debe participar activamente en sectores clave. No es casual que los ataques se intensifiquen cada vez que se plantea modernizarlo, capitalizarlo o expandir su presencia comercial.

¿Quiénes se benefician del debilitamiento de Petroperú? Las grandes distribuidoras privadas, los importadores exclusivos, los actores internacionales que ven en la retirada del Estado una oportunidad para consolidar monopolios o posiciones dominantes. El sector energético no es un sector cualquiera. Permitir que actores privados —nacionales o extranjeros— monopolicen la producción, distribución y fijación de precios de combustibles implica una renuncia flagrante al ejercicio soberano del Estado. La existencia de Petroperú ha permitido mantener precios competitivos, invertir en infraestructura de largo plazo y asegurar su presencia en regiones tradicionalmente desatendidas. No hay ninguna empresa privada en el Perú que opere con ese mismo compromiso nacional.

El rol del Estado en un país desigual y fragmentado

En un país como el Perú, con una geografía fragmentada, con desigualdad estructural y debilidad institucional, el Estado no es una opción: es una necesidad. Empresas como Petroperú, bien gestionadas y fortalecidas, son mecanismos de soberanía energética, redistribución del excedente económico y control del abuso comercial. Defender a Petroperú no implica negar sus errores, muchos de los cuales deben ser corregidos con profesionalismo, transparencia, meritocracia y rendición de cuentas. Pero reducir la discusión a un relato de “ineficiencia estatal” sin matices ni evidencia es intelectualmente deshonesto, por decirlo generosamente.

No se trata de elegir entre Estado o mercado. Se trata de reconocer que el mercado no corrige sus fallas sin intervención estatal. La prueba está en cada crisis: desde la crisis financiera del 2008 pasando por la pandemia hasta los conflictos geopolíticos y las actuales guerras comerciales, ha sido el Estado el que ha tenido que intervenir, subsidiar, controlar o rescatar.

Dos apuntes finales 

La narrativa anti-Estado, anti-Petroperú no resiste el escrutinio técnico ni ético. Carece de rigor, de contexto y de honestidad intelectual. Más que un análisis, es una campaña burda de difamación, que busca debilitar al Estado para facilitar la captura del mercado por parte de grupos concentrados. Si el Perú aspira a una economía moderna, equitativa y soberana, debe abandonar los dogmas privatistas y reivindicar el rol estratégico del Estado y de empresas como Petroperú en la construcción de desarrollo con justicia social.

Como toda obra humana, Petroperú no es perfecto. Pero su destino no debe decidirse en base a relatos tóxicos disfrazados de tecnocracia, sino en función de un verdadero debate nacional sobre el modelo de país que queremos: uno subordinado a las reglas del mercado, o uno que sepa cuándo y cómo ejercer su soberanía económica.

* Profesor Principal de Economía Financiera en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y actual presidente de Petroperú.

Otra Mirada


 

Más notas sobre el tema