México | 215 años después, el Grito de Independencia tiene voz de mujer – Por Juan Becerra Acosta

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Patria con A

Por Juan Becerra Acosta

Se cumplieron 215 años del inicio del movimiento que culminó con la Independencia de México y 215 años tuvieron que pasar para que el grito conmemorativo de esta lucha fuera dado por una mujer.

Por decisión soberana del pueblo la primera presidenta del país, Claudia Sheinbaum, gritó desde el balcón central de Palacio Nacional un ¡Viva México! que nos une sin importar dónde estemos. Al momento en el que se entona, todas y todos nos trasladamos al Zócalo de la Ciudad de México, y de nuestras memorias surgen las imágenes que nos remiten a nuestra propia interpretación del amor a la patria.

Con ese grito llegaron todas, y todos. “Cada mujer de México, desde las niñas hasta las adultas somos presidentas de los Estados Unidos Mexicanos”, recalcó Claudia Sheinbaum el pasado 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, al presentar 10 acciones para reivindicar la memoria histórica y los derechos de las mujeres mexicanas.

Desde el establecimiento de efemérides, la construcción de programas de apoyo, la redacción y entrega de cartillas de derechos –tanto a mujeres como a hombres–, así como la construcción de centros de cuidado infantil. El reconocimiento a mujeres indígenas y afroamericanas, el reconocimiento de derechos agrarios, hasta la entrega de programas sociales, son parte de las acciones que fueron encomendadas a la primera Secretaría de las Mujeres, encabezada por Citlalli Hernández, con la convicción de que en México las mujeres, de ayer hoy y mañana, no pueden ser borradas.

Por primera ocasión, desde que AMLO instauró la guardia de honor a un prócer de la patria minutos previos al Grito de Independencia, se rindió una guardia de honor a una de las tantas mujeres que han luchado por la independencia, libertad y soberanía de México, a Leona Vicario, “Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria”, que no sólo financió la lucha independentista, sino que participó activamente en ella realizando distintas labores, como la de informante o enlace logístico. Leona Vicario entregó su vida, y hasta su libertad, por la independencia de México.

La guardia de honor a Leona Vicario, la escolta de cadetes mujeres del H. Colegio Militar, la arenga de la presidenta Sheinbaum en la que además de mencionar a Leona Vicario, a Josefa Ortiz Téllez-Girón por su nombre auténtico y no –como si de una pertenencia se tratara– con la imposición del apellido de su esposo, a Gertrudis Bocanegra y a Manuela Molina, La Capitana, incluyó a las heroínas anónimas, a las mujeres indígenas y a las migrantes. Gestos que van más allá de lo simbólico.

El 215 Grito de Independencia resarce una deuda histórica y con ello se repara un daño con el que se le arrebató la dignidad a millones de mujeres. El primer Grito de Independencia de la presidenta Sheinbaum dignifica a través de la justicia, la lucha, el trabajo y las aportaciones que las mexicanas –tanto las recordadas como las anónimas– han hecho a lo largo de los siglos. No puede haber soberanía mientras no exista dignidad.

Los gestos mostrados durante el Grito de Independencia pasado van más allá de lo simbólico y colocan a las mujeres en el lugar que les corresponde por méritos propios y que jamás debió arrebatárseles. Fueron tratadas por los hombres que escribieron la historia con desdén. Les despojaron su lugar de protagonistas de las gestas de nuestro pueblo y las colocaron como anécdotas en un mundo que enalteció lo masculino al tiempo en el que atropellaba a las mujeres.

El grito de Claudia Sheinbaum desde Palacio Nacional abre el armario donde durante siglos se escondió, con la llave del silencio y la complicidad, la deuda histórica que existe con las mujeres. Se les ponen nombres, cuerpo y voz a las millones de mujeres que fueron borradas de la historia. Se les localiza en territorio y con ello visibiliza la ruta a seguir para identificar y erradicar los orígenes de las violencias que, cuando son contra las mujeres, tienen su última expresión en el feminicidio, el último recurso del macho para reafirmar lo que identifica como su “masculinidad”.

La Jornada


 

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