Triple feminicidio en Argentina: del dicho al hecho

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Triple feminicidio en Argentina: del dicho al hecho

El triple femicidio de Brenda del Castillo, Morena Verdi y Lara Gutiérrez,  agudizó los términos del debate que por estos días ocurría en Argentina, entre las redes y el mainstream de las plataformas, sobre la manera en que  la violencia simbólica y digital se presenta bajo formas renovadas -incluso bajo el manto del progresismo- y se habilita, promueve o se suma a la gravedad de la violencia  física y económica que existe, persiste y se reproduce en el país y en la región.

En este cruento nuevo episodio de violencia hacia mujeres, se repitió también un patrón: la noticia del hallazgo de los cuerpos descuartizados y sin vida, se presentó junto a una catarata de prejuicios morales y estigmatizaciones sobre las víctimas, que aún resuenan en los medios relatores del caso que, según las hipótesis de investigación policial, implica a organizaciones del narcotráfico.

“No hay buenas o malas víctimas, hay femicidios”, fue la principal consigna de la manifestación que movilizó a organizaciones y vecinos en la Plaza del Barrio Flores, de la Ciudad de Buenos Aires ante la indignación que provocó el juicio abierto sobre las víctimas, sus trabajos y sus vidas más que sobre los autores de un brutal hecho de violencia hacia mujeres.

El triple femicidio, que además fue transmitido por un grupo cerrado de Tik Tok y visualizado por al menos 40 espectadores, materializa los efectos de aquellos episodios que en las últimas semanas  provocaron amplios debates por los discursos que hoy están habilitados a circular, en los medios de comunicación y sobre todo en el territorio virtual, sin cuestionamientos.

En La Casa Streaming, Agustín Franzoni, ex novio de Flor Jazmín Peña, (ambos influencers del mundo del espectáculo) había insinuado públicamente que guardaba fotos y videos íntimos de ella, lo que Peña denunció como una vulneración de su intimidad y una forma de violencia digital.

Por su parte, el músico Gustavo Cordera, fue entrevistado por la figura principal del canal de streaming Gelatina, Pedro Rosemblat, presentándose como víctima de “cancelación”, por sus declaraciones misóginas vertidas hace algunos años en una charla organizada para estudiantes de Periodismo. Durante ese encuentro el cantante, entre otras cosas, afirmó que “hay  mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo porque son histéricas”, generando una ola de reacciones.

“Nunca antes en la historia de la humanidad se vio una organización tan eficiente, tan coordinada y de tanta inversión para la cancelación y persecución de una persona”, afirmó en la entrevista con Rosemblat. En esta nueva oportunidad en que el cantante, tuvo a disposición micrófonos para expresarse, insistió en responsabilizar a los colectivos feministas de sus “cancelaciones”, en lugar de asumir las consecuencias de sus palabras.

A la polémica por la disposición mediática para escuchar a Cordera se sumó otro de los hechos que se dieron días antes del triple femicidio. Trabajadores de una estación de servicio Shell en Entre Ríos difundieron un video que simulaba el secuestro y el descarte del cuerpo de una mujer en una bolsa de basura como parte de un chiste viral.

Estos hechos no son anécdotas aisladas: revelan la naturalización de la violencia en ámbitos mediáticos y empresariales y ocurren en un contexto en el que las cifras alarman. Según el Observatorio “Ahora Que Sí Nos Ven”, en Argentina una mujer es asesinada cada treinta y seis horas. En ese contexto, relativizar el femicidio como humor o considerar que exigir respeto es censura constituye un retroceso grave.

El avance de la ultraderecha da el marco a esta coyuntura. En el país y en la región, se encumbran líderes que reivindican discursos autoritarios, alimentan expresiones misóginas, racistas y homofóbicas. La política se convierte así en un espacio donde las conquistas feministas son cuestionadas y los derechos adquiridos, puestos en duda. No es casual que las encuestas muestren una brecha de género en la intención de voto. Mientras los hombres se inclinan en mayor medida por opciones reaccionarias, las mujeres se ubican en la vereda opuesta, buscando alternativas que garanticen protección social y ampliación de derechos.

La comunicación también está en disputa. Proyectos feministas de periodismo, como la colectiva Periodistas Argentinas, sostienen que visibilizar la violencia y nombrar a las víctimas es clave para frenar la impunidad cultural. En un ecosistema mediático donde la espectacularización suele prevalecer sobre el análisis. Así el periodismo con perspectiva de género se vuelve una herramienta política de primer orden.

Del voto femenino a los discursos de odio ¿Qué exige el momento actual? 

Todos estos acontecimientos se desenvolvieron cercanos al aniversario de la conquista del voto femenino en Argentina, que ofrece un particular contexto. El 23 de septiembre se cumplieron 78 años de la promulgación de la Ley 13.010 que reconoció a las mujeres argentinas el derecho a votar y ser electas.

En un país atravesado por discursos de odio y retrocesos en materia de derechos, la conquista del sufragio femenino se convierte en un recordatorio de que las libertades y los derechos no son prerrogativas naturales, contienen lucha y se defienden todos los días.

La fecha encuentra al movimiento feminista en movimiento y frente a un gobierno que lo identifica como enemigo. La gestión de Javier Milei eliminó ministerios, recortó presupuestos, desarmó programas y habilitó un clima de hostilidad contra las mujeres y diversidades. A principios de año el Gobierno argentino presentó un proyecto de Ley para eliminar la figura de «femicidio» del Código Penal y equiparar el hecho al del homicidio simple. Lo llamaron «Ley de Igualdad ante la Ley».

El Día Nacional de los Derechos Políticos de las Mujeres,  se convierte en una plataforma para pensar la resistencia y el futuro de las luchas. El triple femicidio, devuelve la pregunta al movimiento feminista sobre el peligro de de conformarse con las conquistas político institucionales.

El desafío actual es sostener y profundizar estos debates en un tiempo adverso. La respuesta a los discursos de odio no es el silencio, sino más organización, más comunicación y más política. La Ley 13.010 fue un punto de partida, no de llegada. Su vigencia se mide en la capacidad colectiva de impedir retrocesos y abrir caminos para que actuales y nuevas generaciones terminen con el patriarcado.

El triple femicidio junto a los discursos habilitantes en los medios no son hechos aislados entre sí, sino síntomas de un mismo entramado cultural que convierte los cuerpos de las mujeres en material disponible para el escarnio, la burla o la violencia y hasta incluso la muerte. Por eso, frente a quienes se quejan de ser “cancelados” y frente a empresas que buscan likes a cualquier costo, la respuesta es clara: no nos callamos mas. La cultura de la violación se combate nombrándola, denunciándola y negándole legitimidad en todos los espacios.


 

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