EE.UU. al borde del cierre gubernamental mientras los legisladores siguen estancados
Los legisladores no lograron romper el estancamiento en una serie de votaciones el martes por la noche.
El martes por la noche Washington se encaminó hacia el primer cierre del gobierno estadounidense en casi siete años mientras los legisladores no lograron romper el estancamiento en las cruciales negociaciones de financiación.
El presidente Donald Trump dijo que era “probable” un cierre y que su administración estaba preparada para despedir a “muchos” trabajadores federales, mientras culpaba a los legisladores demócratas por el impasse.
«Los demócratas quieren cerrarlo», declaró Trump a los periodistas en la Oficina Oval el martes por la tarde. «Al cerrarlo, hay que hacer despidos, así que estaríamos despidiendo a mucha gente que se verá muy afectada».
Horas más tarde, en el Capitolio, los senadores realizaron un intento fallido de romper el estancamiento, pero una serie de votaciones no lograron evitar el cierre debido a que se dividieron en gran medida según líneas partidarias.
La división preparó el terreno para el cierre del gobierno federal a las 12.01 a. m. del miércoles, el primer cierre gubernamental desde fines de 2018.
Ni la resolución continua de los republicanos, un acuerdo de corto plazo para mantener el gobierno financiado en los niveles actuales, ni una contrapropuesta redactada por los demócratas obtuvieron el respaldo de los 60 senadores necesarios.
El Senado votó 55-45 a favor del proyecto de ley liderado por los republicanos. Todos los senadores demócratas, excepto tres —Catherine Cortez Masto de Nevada, Angus King de Maine y John Fetterman de Pensilvania— se opusieron a la propuesta. El republicano Rand Paul de Kentucky también se opuso a la continuación de la resolución.
A pocas horas de que entrara en vigor el cierre, los líderes republicanos y demócratas intercambiaron culpas sobre quién era responsable del estancamiento.
Los líderes demócratas se habían negado a respaldar la resolución republicana, argumentando que cualquier acuerdo debía incluir una extensión de los subsidios al seguro de salud que expirarán a fin de año.
Cierres anteriores han provocado la suspensión temporal de cientos de miles de empleados federales. Sin embargo, la Casa Blanca ha sugerido recientemente que un futuro cierre gubernamental podría brindar a los departamentos y agencias federales la posibilidad de despedir permanentemente al personal considerado «no esencial».
El cierre gubernamental más reciente tuvo lugar durante la primera administración de Trump, duró más de un mes y resultó en el despido de unos 800.000 trabajadores.
La Oficina de Presupuesto del Congreso, un organismo no partidista, dijo el martes que esperaba que alrededor de 750.000 trabajadores pudieran ser suspendidos esta vez, a un costo de aproximadamente 400 millones de dólares por día.
La CBO estimó que el último cierre redujo la producción económica en 11.000 millones de dólares, incluidos 3.000 millones que nunca se recuperaron.
Pero la CBO dijo que los efectos de otro cierre sobre la actividad comercial eran “inciertos”, y agregó: “Su magnitud dependería de la duración del cierre y de las decisiones que tome la administración”.
Los legisladores han estado al borde del cierre varias veces en los últimos años, pero han llegado a acuerdos de último momento para mantener el gobierno financiado.
Sin embargo, las esperanzas de un acuerdo de último momento se desvanecieron el lunes por la noche después de que el vicepresidente JD Vance saliera de una reunión en la Oficina Oval con Trump y líderes del Congreso y advirtiera que el gobierno «se dirigía a un cierre».
Más tarde, Trump publicó un video generado por inteligencia artificial en su plataforma Truth Social que se burlaba del líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, y del líder de la minoría en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries.
Schumer respondió al video en X diciendo: «Si creen que su cierre es una broma, esto demuestra lo que todos sabemos: no se puede negociar. Solo se pueden hacer berrinches».
Mike Johnson, presidente republicano de la Cámara de Representantes, declaró a la CNBC el martes por la mañana que Schumer «no estaba siendo honesto» y amenazaba con un cierre del gobierno para obtener rédito político. Schumer ha recibido presiones de los demócratas para que sea más agresivo en su oposición a Trump.
“Su postura actual es pura política. Lo hacen por el bien de Chuck Schumer, no por el pueblo estadounidense”, dijo Johnson. “Están dispuestos a causar dolor para lograrlo”.
Trump arenga a los altos mandos militares para combatir “una invasión interior” en Estados Unidos
El presidente se dirige a la cúpula castrense en una insólita reunión de todos los generales del país en la base de Quantico.
El presidente estadounidense, Donald Trump, ha aprovechado una insólita reunión de todos los generales del país, convocada por el Pentágono, para advertir a los mandos militares sobre “la invasión interior” en Estados Unidos. “Nos encontramos bajo una invasión desde dentro. No es diferente de la de un enemigo externo, pero más difícil, de muchas maneras, porque no llevan uniformes”, ha declarado el republicano en su arenga a los jefes de las Fuerzas Armadas en la base militar de Quantico (Virginia).
El acto en la academia de la Infantería de Marina, para el que se convocó a todos los altos mandos estadounidenses, con independencia de dónde estuvieran destinados (en cualquier lugar del mundo), tenía como objeto que Trump y su secretario de Defensa, Pete Hegseth presentaran su idea de cómo deben ser las Fuerzas Armadas estadounidenses: un ejército compuesto por “guerreros” y no “defensores”; donde las barbas y las melenas estarán prohibidas; en las que se acabarán los esfuerzos por fomentar la diversidad; la corrección política estará prohibida, y en la que las mujeres tendrán que alcanzar los “máximos” estándares masculinos para desplegarse en puestos de combate, según ha expuesto el jefe del Pentágono.
La arenga se convirtió en una defensa de la conversión de las Fuerzas Armadas en una herramienta política. Y de su uso no solo contra los enemigos externos, sino contra quienes puedan discrepar de él dentro de Estados Unidos. “El mes pasado firmé una orden ejecutiva para adiestrar a una fuerza de reacción rápida que contribuya a sofocar disturbios civiles. Esto va a ser algo grande para la gente en esta sala, porque es el enemigo interior y tenemos que enfrentarnos a él antes de que quede fuera de control”.
Así, Trump aprovechó para defender su despliegue de las Fuerzas Armadas en ciudades gobernadas por la oposición demócrata, para lo que argumenta que esas urbes están dominadas por la violencia, aunque las cifras oficiales apuntasen lo contrario. “Deberíamos usar algunas de esas peligrosas ciudades como puestos de entrenamiento para nuestros militares”, ha llegado a proponer el presidente en un discurso recibido mayoritariamente con el silencio entre los generales.
Bajo el mando de Hegseth, el Pentágono ha dado el visto bueno a las órdenes de Trump para desplegar tropas de la Guardia Nacional, o incluso de la Infantería de Marina, en ciudades gobernadas por la oposición demócrata, alegando que los niveles de violencia en ellas requieren ese paso extremo. Primero, Los Ángeles, después Washington, Memphis y, según anunció este fin de semana, ahora Portland en Oregón. “La próxima será Chicago”, ha prometido Trump en su intervención en Quantico, repitiendo lo que viene diciendo desde hace semanas.
Según él, ahora “Washington es ahora una ciudad segurísima. Es perfecta. De hecho, he salido a cenar con mi gente, y antes no lo hubiera hecho”, se ha ufanado, en un discurso en el que fue oscilando de un tema a otro sin hilo aparente, desde la necesidad de conseguir una reunión entre los presidentes de Rusia y Ucrania, Vladímir Putin y Volodímir Zelenski, a los aranceles, “mi quinta palabra favorita”.
“Esto es para que ningún enemigo nos amenace y las fuerzas estadounidenses se mantengan como la entidad más letal y dominante en el planeta, no solo durante unos pocos años, sino para las décadas y generaciones del futuro durante siglos. Debemos ser tan poderosos que ningún enemigo se atreva a amenazarnos, y tan capaces que a ningún adversario se le pueda ni ocurrir golpearnos”, sostuvo Trump.
Aunque él mismo parece tener ideas que torpedean ese objetivo. En un momento dado, se describió como “una persona muy estética” para declarar que no le gustan los barcos militares estadounidenses con tecnología sigilosa. “No hace falta tener un barco feo para decir que tienes tecnología silenciosa”, sostenía.
“Capacidad, carácter, fortaleza y buena forma”
El presidente aseguró que el “mérito” debe ser el único criterio que guíe a su Gobierno y a las fuerzas estadounidenses. Trump, que alegó juanetes para evitar ser enviado a la guerra de Vietnam, sostuvo que contratan “a la gente que va a hacer el mejor trabajo”. “Es el modo en que se levantó este país… vamos a recuperar las prioridades de la capacidad, el carácter, la fortaleza y el estar en forma. El ejército estadounidense no está para proteger los sentimientos de nadie, sino para proteger nuestro país, y no seremos políticamente correctos a la hora de defender la libertad estadounidense”.
En un anfiteatro cubierto, sobre un escenario de color negro repleto de banderas —la estadounidense y las de los cinco ejércitos de las fuerzas armadas estadounidenses (ejército de Tierra, Marina, Fuerza Aérea, Infantería de Marina y Guardacostas)—, el secretario de Defensa, hasta el año pasado presentador de la cadena de televisión Fox News, pronunció su discurso como si se tratara de una charla TED, moviéndose de un lado al otro del escenario, ante centenares de los militares más condecorados y con constelaciones de estrellas en sus charreteras.
Su arenga ha enumerado el ejército que tiene en mente, y que aspira a poner en práctica: “Líderes políticos irresponsables nos encaminaron en la mala dirección y nos perdimos. Nos convertimos en el ‘Departamento Woke”, sostuvo el jefe del Pentágono. “Pero ya no”. “La era de la corrección política se ha terminado. O haces el trabajo de modo disciplinado, estás adiestrado y en forma, o te vas”. Según Hegseth, está “harto” de “ver formaciones de combate o cualquier otra formación y ver soldados gordos”. “También es completamente inaceptable ver generales y almirantes rollizos en los pasillos del Pentágono”, ha añadido.
“Si lo que estoy diciendo les deprime, entonces deberían optar por la vía honorable y dimitir”, ha apuntado. “Pero sé que la inmensa mayoría de ustedes sienten exactamente lo contrario y se sienten liberados por mis palabras”.
La cita había causado un enorme desconcierto dentro de las filas del Pentágono. No es habitual ni recomendado por motivos de seguridad una reunión de tales dimensiones de líderes militares en un único lugar. También ha causado sorpresa el modo de la convocatoria, cargado de secretismo hasta que Trump anunció que se sumaría al evento. Inicialmente, el Pentágono se había limitado a convocar a sus generales, sin indicar cuál era el motivo de la reunión.
La cita es la iniciativa más reciente en una serie de pasos de Hegseth para transformar el Pentágono en una institución a la imagen y semejanza del concepto militar de Donald Trump. Unos pasos que llevaron el mes pasado a alterar el nombre del Departamento que encabeza. Aunque “Departamento de Defensa” sigue siendo válido —un cambio completo requeriría la aprobación del Congreso—, la denominación preferida de esta Administración es ahora el “Departamento de Guerra“. Trump ha justificado esa decisión porque, según él, el nuevo nombre —que recupera la apelación vigente hasta el final de la II Guerra Mundial— es más acorde con la imagen de “letalidad” que quiere transmitir.
Antes de ese cambio retórico habían llegado otras reformas de mucho mayor calado, que pueden tener consecuencias durante generaciones en la composición del ejército más poderoso del mundo. A su llegada, Hegseth, que había escrito en contra de que las mujeres pudieran ocupar puestos de combate, prohibió de inmediato que las personas trans pudieran enrolarse en las Fuerzas Armadas.
En sus primeras semanas de mando, el antiguo presentador de televisión y veterano de guerra cesó a varios de los más altos mandos militares, incluido el jefe del Estado Mayor. El general C. Q. Brown, el primer afroamericano que llegaba a ese puesto, había sido nombrado jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra por el propio Trump durante su primer mandato. Pero Hegseth consideró que sus posiciones eran demasiado progresistas. Otros ceses incluyeron también a mujeres en altas posiciones de mando, como Lisa Franchetti, jefa del cuerpo de Guardacostas.
Hegseth también cesó a los jefes de los departamentos jurídicos de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas, un paso que las organizaciones defensoras de los derechos civiles consideran especialmente alarmante: esos profesionales son los encargados de asesorar a los responsables del Pentágono sobre la legalidad de los actos militares. Como, por ejemplo, el hundimiento con misiles de lanchas venezolanas en aguas internacionales en el Caribe, con el argumento de que transportan drogas para su distribución en Estados Unidos.
Este fin de semana las senadoras demócratas Tammy Duckworth y Mazie Hirono, ambas miembros del Comité de servicios armados de la Cámara Alta, enviaron una carta al jefe del Pentágono en la que pedían transparencia en torno al evento de Quantico y pedían que la Administración explicara sus planes en caso de que se produjera algún tipo de incidente de seguridad.
“Para una Administración obsesionada con eliminar el derroche, es absurdo convocar esta reunión repentina e intensiva en el uso de tiempo y recursos para que nuestros mandos militares más altos, todos los cuales se han ganado sus posiciones mediante un rendimiento sobresaliente a lo largo de décadas de servicio, para que supuestamente tengan que oírle a usted, el secretario de Defensa menos cualificado del que se tiene memoria, darles lecciones sobre estándares militares y combate”, escribían las dos senadoras.