Trump y Lula retoman el diálogo en Malasia y buscan bajar tensiones comerciales y diplomáticas
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reunió este domingo en Malasia con su par brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en el marco de la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). El encuentro, de unos 45 minutos, además de plantear la necesidad de levantar las sanciones a autoridades brasileñas impuestas por Trump, sirvió para iniciar un proceso de negociaciones bilaterales y rebajar las tensiones derivadas del arancel del 50 por ciento que Washington impuso a los productos brasileños, medida que Brasilia considera “injusta” y «desproporcionada».
“Tuve una excelente reunión con el presidente Trump. Acordamos que nuestros equipos se reunirán de inmediato para buscar soluciones a los aranceles y las sanciones contra las autoridades brasileñas”, escribió Lula en la red X.
Tive uma ótima reunião com o presidente Trump na tarde deste domingo, na Malásia. Discutimos de forma franca e construtiva a agenda comercial e econômica bilateral. Acertamos que nossas equipes vão se reunir imediatamente para avançar na busca de soluções para as tarifas e as… pic.twitter.com/aTXZthrb9Z
— Lula (@LulaOficial) October 26, 2025
Trump, por su parte, consideró que la reunión permitió «llegar a acuerdos satisfactorios para nuestros dos países”, al comienzo de su primera etapa de una gira asiática clave para su agenda económica proteccionista. «Es un gran honor estar con el presidente de Brasil. Creo que podremos lograr muy buenos acuerdos para ambos países. Siempre hemos tenido una buena relación y creo que continuará así», manifestó el presidente republicano antes del comienzo de la reunión.
Durante la reunión estuvieron presentes el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y el representante comercial, Jamieson Greer, quienes venían negociando con una delegación china. Ambos países alcanzaron un “acuerdo preliminar” para resolver sus diferencias, lo que allana el camino hacia el encuentro del jueves entre Trump y Xi Jinping en Corea del Sur.
Fricciones económicas y diplomáticas
Según el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Mauro Vieira, Lula pidió formalmente a Trump levantar los aranceles y suspender la aplicación de la Ley Magnitsky contra el juez del Supremo Tribunal Federal Alexandre de Moraes, su esposa y otros funcionarios brasileños. Moraes encabezó el proceso que derivó en la condena del expresidente, Jair Bolsonaro, a 27 años de prisión por intento de golpe de Estado en 2022.
Ministro Mauro Vieira fala com imprensa após reunião de Lula e Trump https://t.co/n9DhVAnpQ1
— Lula (@LulaOficial) October 26, 2025
Aunque Trump elogió públicamente al ex mandatario brasileño, evitó responder si su caso judicial formaba parte de la agenda de la reunión. “Siempre me gustó Bolsonaro, me siento muy mal por lo que le pasó”, dijo en una rueda de prensa previa a la reunión.
El diálogo ha sido «distendido» y «muy alegre», según Vieira. «Trump afirmó que admira el perfil de la carrera política del presidente Lula y sus dos mandatos como presidente tras ser perseguido en Brasil y haber demostrado su inocencia para conseguir un tercer mandato», destacó el ministro.
Los mandatarios también discutieron la agenda comercial bilateral, tensionada por las crecientes presiones arancelarias del republicano. El líder brasileño instó a Trump a levantar los aranceles del 50 por ciento impuestos sobre los productos de su país, al considerar que “castigan de manera desproporcionada” a las exportaciones agrícolas y manufactureras.
Por otra parte, según argumento Vieira, Brasil planteó que la medida resulta “injustificada” si se tiene en cuenta que Estados Unidos mantiene un superávit comercial acumulado de 410 mil millones de dólares con Brasil en los últimos 15 años. El canciller agregó que el objetivo es “establecer un calendario de negociación y definir los sectores prioritarios para avanzar”. Los equipos técnicos, dijo, se reunirán de inmediato en Kuala Lumpur para diseñar una hoja de ruta y, en lo posible, suspender los aranceles durante el proceso de diálogo. Hasta el momento, la delegación estadounidense no confirmó si aceptará esa medida.
Sin embargo, Vieira afirmó que Trump “dio instrucciones a su equipo para iniciar hoy mismo una negociación” que permita mediar en las cuestiones económicas y diplomáticas, y calificó la reunión de “muy positiva y productiva”. Lula, por su parte, publicó en la red X que el encuentro había sido “excelente” y destacó que las delegaciones “se reunirán de inmediato para buscar soluciones constructivas”.
Mediación latinoamericana
Además de la agenda comercial, Lula propuso a Trump actuar como interlocutor en el conflicto entre Washington y Caracas, en medio de una escalada de tensiones en el Caribe. En las últimas semanas, Estados Unidos aumentó su presencia militar en la zona con un portaaviones y operaciones aéreas contra embarcaciones presuntamente vinculadas al «narcoterrorismo», que derivaron en una serie de ataques que dejaron más de 20 muertos hasta el momento.
“América Latina es una región de paz, y Brasil está dispuesto a ayudar a construir puentes de diálogo”, sostuvo Vieira tras el encuentro. Según el ministro, Lula ofreció mediar “para buscar soluciones mutuamente aceptables y correctas entre ambos países”, en un contexto en que las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos carecen de canales diplomáticos formales.
Desde Caracas, Nicolás Maduro denunció que el despliegue estadounidense en el Caribe busca “desestabilizar” su gobierno bajo el pretexto de la lucha antidrogas. Lula también criticó esas operaciones, al considerar que “sería mucho mejor que Estados Unidos dialogara con las policías y ministerios de justicia de la región” en vez de llevar a cabo estas operaciones, que el gobierno venezolano calificó de «ejecuciones extrajudiciales» por la falta de debido proceso.
La propuesta se enmarca en el intento de Lula por reposicionar a Brasil como actor global y recuperar la proyección internacional perdida durante los años de Bolsonaro. Su participación en la cumbre asiática y la reunión con Trump buscan reforzar ese perfil mediador y consolidar el papel de Brasil como garante de la estabilidad regional. “La región no puede convertirse en un campo de batalla entre Estados Unidos y sus adversarios”, advirtió el presidente brasileño.
Bastidores: as certezas (e as muitas dúvidas) sobre o encontro de Lula com Trump
Por Rodrigo Rangel
Na reunião de Lula com Trump tudo pode acontecer, e por isso é preciso manter todos os alertas ligados. Está nessa toada a expectativa do gabinete do presidente brasileiro em relação ao encontro dele com o colega americano, previsto para o final tarde deste domingo em Kuala Lumpur, capital da Malásia.
Lula vai para a reunião sem ter uma ideia clara de como ela será, um cenário pouquíssimo comum em compromissos do tipo entre chefes de Estado. Normalmente, encontros assim são meticulosamente preparados pela diplomacia. Tudo é, quase sempre, coreografado com a devida antecedência.
Dado o perfil atípico de Trump, porém, no caso concreto da reunião na Malásia auxiliares de Lula repetem que é alta a dose de imprevisibilidade em relação não apenas aos assuntos que o republicano procurará abordar, uma vez que o roteiro da conversa não foi detalhadamente negociado, mas também quanto aos passos seguintes – e, claro, aos resultados concretos que podem vir do tête-à-tête.
Clara mesmo só há uma coisa: a torcida do Planalto para que Trump mantenha o comportamento que passou a adotar no mês passado, em Nova York, quando nos bastidores da Assembleia Geral da ONU falou rapidamente com Lula. Àquela altura, ao discursar logo após o brasileiro, o presidente americano disse ter havido uma “química” entre os dois.
Depois, foram vários os sinais de arrefecimento da crise política e diplomática deflagrada pelo tarifaço e pelas sanções a autoridades envolvidas nas investigações e nos processos que miram Jair Bolsonaro e seus aliados. Lula e Trump se falaram por telefone. Houve também, para ficar em apenas mais um exemplo, uma reunião considerada positiva do chanceler Mauro Vieira com o secretário de Estado americano, Marco Rubio.
No governo predomina o entendimento de que, se Trump não ressuscitar no encontro a pauta levada a Washington pelo deputado Eduardo Bolsonaro (PL-SP), especialmente aquela em que tenta forçar um perdão para o ex-presidente, já terá sido uma vitória importante de Lula. Um sinal de que a página foi virada.
Tirando perdão a Bolsonaro e revisão das condenações e das penas aos envolvidos na tentativa de golpe, praticamente todos os demais assuntos são passíveis de negociação ou de conversa, sustentam interlocutores do presidente.
O entendimento peremptório do próprio Lula é que há questões que são simplesmente inegociáveis. Se Trump retomar o discurso pró-Bolsonaro e a tentativa de forçar um passo atrás nos processos da trama golpista tocados pelo STF ou mesmo uma reabilitação política do ex-presidente para deixá-lo apto a concorrer nas eleições do ano que vem, o petista responderá que quanto a isso não há o que conversar.
A resposta, nesse caso, já está pronta: será a de que o Brasil não negocia a autonomia das suas instituições nem a democracia. Lula dirá que os condenados por tentativa de golpe, Bolsonaro incluído, tiveram e continuam tendo direito a defesa em processos que cumpriram todas as fases previstas na lei brasileira. Perdoar representaria uma flexibilização dos valores democráticos que o governo não topa em nenhuma hipótese.
Por outro lado, se a ideia for discutir regras econômicas, comércio bilateral ou mesmo a exploração de minerais críticos, a mesa estará livre. Com ressalvas pontuais em um ou outro tema. Como, por exemplo, na própria questão das terras-raras: o presidente entende que são bem-vindos todos os países que quiserem explorar os minerais, desde que concentrem toda a cadeia de processamento no Brasil, de forma a gerar empregos e contribuir para o desenvolvimento de conhecimento e tecnologia no setor dentro do país. Caso o interesse dos americanos seja repetir em território brasileiro experiências malsucedidas com terras-raras como as da Ucrânia e da Indonésia, nada feito.
Sobre outros temas espinhosos que opõem Washington e Brasília, como a guerra em Gaza e a situação da Venezuela, há espaço para conversar – o que não significa, necessariamente, que haja disposição de Lula para mudar a maneira como enxerga esses assuntos, sobre os quais já se manifestou publicamente inúmeras vezes.
A despeito da mudança na relação desde o abraço e a “química” na ONU, o ambiente é de certa desconfiança. Interlocutores do presidente lembram que o governo Trump já avançou em algumas negociações relevantes com outros países e depois acabou voltando atrás de forma radical. Ou seja: uma conversa hoje não garante compromisso amanhã.
Um exemplo envolve a própria Venezuela. Não faz muito tempo, a Casa Branca chegou a designar um negociador para conversar com o regime de Nicolás Maduro, com aval até para estabelecer parcerias. Agora está ameaçando uma intervenção no país – o último movimento, para além dos ataques a embarcações suspeitas de ligação com o narcotráfico na costa venezuelana, envolve o anúncio do envio de um potente porta-aviões para a região.
Se há desconfiança, há também esperança de que o cenário possa ser o mais próximo possível do ideal. E aí entram avaliações que consideram a possibilidade de o presidente americano ter realmente chegado à conclusão de que o melhor mesmo é voltar atrás e devolver a relação com o Brasil ao seu eixo histórico de duzentos anos de amizade e entendimento.
Nessa linha, o gabinete de Lula avalia que alguns fatores podem ter feito Trump repensar a pertinência do tarifaço e das sanções a autoridades brasileiras. Um deles é a constatação de que o capital político de Jair Bolsonaro, beneficiário principal das exigências apresentadas no ato do anúncio do tarifaço, já não é o mesmo de antes, enquanto o próprio tarifaço acabou melhorando os índices de aprovação de Lula.
Outro fator levado em consideração é a pressão do setor privado, que fez chegar a Trump uma sucessão de queixas, todas elas relacionadas aos reflexos das sobretaxas sobre seus negócios e sobre a economia americana de maneira geral, com impacto no preço de produtos como café. Por fim, há um elemento de ordem geopolítica: a Casa Branca pode ter se dado conta de que esticar a corda com o Brasil pode jogar o país nos braços de sua arquirrival China.
Tudo isso, porém, são cenários. Como nunca antes, a diplomacia brasileira, conhecida por sua competência, está longe da confortável posição de ter os próximos passos previamente delineados. O estilo de Trump, que por vezes não deixa claro nem para seus auxiliares mais próximos o que está pensando ou o que vai fazer, pôs no escurso as equipes que lidam com a preparação do encontro.
Até o fim da tarde deste sábado em Kuala Lumpur, início da manhã em Brasília, não havia plena certeza nem sequer sobre o formato da reunião – se assessores dos dois lados poderão participar, se será uma conversa apenas entre os presidentes com a ajuda de seus tradutores, se haverá câmeras ou não.
Do lado brasileiro, havia certa preocupação com a possibilidade de Trump querer abrir a primeira parte da conversa para a imprensa, um modelo que ele costuma adotar com frequência nas audiências na Casa Branca e que já rendeu constrangimentos públicos, de formas diferentes, aos presidentes Volodymyr Zelensky (Ucrânia) e Cyril Ramaphosa (África do Sul).
Se não pode prever nem muito menos controlar o que Trump fará, o staff brasileiro tem condições de garantir que a reação de Lula a uma atitude inesperada do presidente americano seja a mais inteligente possível. E aí entra uma certeza: a de que o petista, acostumado a conversas difíceis e negociações em condições assimétricas desde os velhos tempos de sindicalista, não só vai tirar de letra qualquer provocação como ainda pode sair por cima de uma eventual tentativa de Trump de constrangê-lo.
