Argentina después de las urnas, reconstruir la esperanza en tiempos de desencanto

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Argentina después de las urnas, reconstruir la esperanza en tiempos de desencanto

El día después de las elecciones legislativas en Argentina dejó más preguntas que certezas. El mapa político se reconfigura, los liderazgos se tensan y el campo popular enfrenta el desafío de no quedar atrapado entre la resignación y la fragmentación. En una fecha cargada de sentido —el aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner— el país se mira al espejo y vuelve a interrogarse ¿cómo se reconstruye un proyecto político capaz de entusiasmar, contener y volver a convocar al pueblo?

Los resultados de las urnas expresaron algo más que una preferencia electoral. Expusieron la percepción social, una fatiga que atraviesa a amplios sectores de la ciudadanía y una demanda de renovación política. Las derrotas no se superan negándolas, sino analizándolas. Sin embargo, buena parte de la dirigencia parece más cómoda explicando el voto ajeno que revisando los propios errores. Mientras se insiste en que “la gente no entendió”, se posterga la pregunta de fondo ¿qué horizonte se le está ofreciendo a quienes ya no encuentran motivos para creer?

Del otro lado, las derechas avanzan sin disimulos. En América Latina, pero también en Argentina, los proyectos conservadores consolidan su narrativa de orden, ajuste y exclusión. No temen mostrar su programa porque saben que la confusión del campo popular juega a su favor. En cambio, las fuerzas progresistas se debaten entre la defensa del pasado y la dificultad de proponer un futuro. La unidad se invoca como consigna, pero pocas veces se traduce en un programa que la implique y la defina.

En este contexto, la figura de Néstor Kirchner vuelve a irrumpir con fuerza. Su paso por la historia argentina no fue el de un administrador de la crisis, sino el de un dirigente que se animó a desafiarla. En 2003, con el país en ruinas, construyó poder desde la audacia: reestructuró la deuda, impulsó la política de derechos humanos y recuperó la centralidad del Estado. No esperó condiciones ideales; las creó. Por eso, más que un recuerdo, su legado es una interpelación presente: ¿quién se atreve hoy a hacer lo que parece imposible?

A quince años de su muerte, el vacío que dejó Néstor Kirchner no se llena con homenajes, sino con decisiones. Su ejemplo invita a recuperar el valor de la política como herramienta de transformación y no como mera administración del desencanto. Honrarlo no es repetir su historia, sino aprender de su método: escuchar, debatir, organizar y actuar. Porque la esperanza no se decreta; se construye.

Estas elecciones revelaron que lo que falta es una dirección capaz de articular las energías dispersas, de volver a decir “nosotros” en tiempos de individualismo. Como dijo Néstor, “las derrotas tienen muchos padres, pero la victoria es huérfana”. El desafío es que la próxima victoria vuelva a tener nombre colectivo, y que esa palabra vuelva a ser “pueblo”.