En América Latina se agudiza la disputa entre fascismos y progresismos
*Por Sigfrido Reyes
Las semanas recientes apuntan a una agudización de la disputa entre las grandes propuestas políticas para los pueblos de nuestra región. Por un lado, una corriente neofascista, que se beneficia del viento de cola que sopla el trumpismo instalado en Washington, y, por el otro, un progresismo, para llamarlo de alguna manera reconocible, con matices que van desde la centro-izquierda hasta la izquierda más radical y auténtica, presenta batalla en diversos escenarios, tanto electorales como sociales. Los resultados son mixtos y, en algunos casos, bastante sorpresivos.
La derecha neofascista argentina, disfrazada convenientemente de libertaria, para el consumo de incautos, sorteó recientemente su prueba más difícil en 2 años. La elección a Diputados federales le resultó favorable a Milei, muy a pesar de la debacle social y económica que sus políticas han provocado, mismas que son un refrito de la más añeja ortodoxia neoliberal, que tanto sufrimiento le ha causado a los argentinos más vulnerables. Trump vino al rescate, ofreciendo un apoyo financiero de US$20 mil millones, para apuntalar las arruinadas finanzas públicas. Eso sí: condicionando su oferta a que los votos ciudadanos fuesen a respaldar al fanático y obediente Milei.
Casi por los mismos días en Bolivia el proceso electoral se decantó de la derecha más o menos tradicional del país, afiliada en este caso a la democracia cristiana internacional. Jaime Paz se impuso holgadamente al ya conocido Marcelo “Tuto” Quiroga, personaje icónico de la ultraderecha boliviana y continental, discípulo del golpista Hugo Banzer y auspiciador del golpe de Estado de noviembre de 2019. El “Tuto” abanderaba una propuesta política tan retrógrada como incendiaria, en un país con enormes tradiciones de resistencia y lucha social. El escenario era el ideal para la derecha: la izquierda se había prácticamente inmolado, gracias a sus liderazgos antagónicos y su incapacidad de encontrar entendimientos políticos. La astucia de Jaime Paz, presentándose como el “mal menor”, frente al extremismo retórico y programático de Quiroga, le permitió alzarse con la victoria presidencial. No obstante, pocos días han sido suficientes para dejar en claro que se trata igual de una propuesta política conservadora, demagógica y que apunta a desmontar las bases del Estado Plurinacional nacido de la Revolución Democrática y Cultural que encabezó Evo Morales y los movimientos sociales que dieron origen al Movimiento al Socialismo, el MAS original.
Las elecciones del pasado 14 de noviembre en Chile ponen a los sectores más conservadores, a las puertas de recuperar el gobierno. Antonio Kast, del Partido Republicano, con una abierta prédica fascista, logró vender a los electores el discurso de la seguridad a cualquier precio y la estigmatización de los migrantes, para quedar en un segundo lugar en la carrera presidencial. Jeannette Jara, la candidata de un enrarecido bloque progresista, lo superó por escasos 3 puntos porcentuales. En un Chile extremadamente desigual, y en los últimos años con connotaciones racistas y xenófobas, promovidas desde la derecha tradicional, el sentido común, sobre todo en los jóvenes, escora hacia la derecha, en sus peores versiones. Jara, por su lado, en su campaña hizo hasta lo imposible por distanciarse del perfil de militante comunista, se dedicó a atacar a Venezuela y a Cuba, y a parecerse lo más posible al desteñido Gabriel Boric, quien naufragó en su gobierno, con un desempeño que quedó muy por debajo de las expectativas que algún día despertó. Si bien nada está escrito para la segunda vuelta electoral, la derecha emerge fortalecida, con varios candidatos perdedores apresurándose en respaldar a Kast. Parecería que Don Augusto, como muchos chilenos llamaban al siniestro dictador Pinochet, podría regodearse de nuevo en La Moneda.
En medio de todo, Ecuador dio la sorpresa esperanzadora. Una ciudadanía activa y consciente, le cortó las alas al proyecto del oligarca Daniel Noboa en una consulta popular, que buscaba demoler desde sus cimientos el legado de la Revolución Ciudadana, que en los gobiernos de Rafael Correa transformó radicalmente a ese país, democratizándolo, modernizándolo, combatiendo la pobreza y las desigualdades, derrotando a las mafias criminales y recuperando la soberanía nacional. La propuesta reaccionaria y anti-nacional de Noboa fue barrida, con la victoria de los cuatro NO: NO a la instalación de bases militares estadounidenses, No a la reducción de la representación ciudadana en el parlamento, NO al castigo a los partidos políticos de base popular, quitándoles el financiamiento público, y el NO más simbólico y estratégico, al intento de eliminar la Constitución de Montecristi del año 2008, con la que el Ecuador te transformó profundamente en la década pasada.
* Político salvadoreño (FMLN), ex presidente de la Asamblea nacional
