¿Cese bilateral? – Diario El Espectador, Colombia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

La noticia del secuestro, o de la ‘retención indebida’ —como la calificó el fiscal Eduardo Montealegre — del comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, general Rubén Darío Alzate, por parte de las Farc, abrió un gran debate sobre el proceso de paz: sus condiciones actuales, su futuro.

Solo eso era necesario, un grave acto de guerra, en clara violación del Derecho Internacional Humanitario, de la ley colombiana y de las propias normas enrevesadas de la guerrilla, para que la opinión pública se animara a lanzar sus más duras críticas.

Tienden a coincidir muchos sectores en que el proceso debe cambiar justo ahora, que este hecho debe transformar lo avanzado. Tanto la izquierda como la derecha —y las Farc también— piensan que debe haber una cláusula que pare la guerra frontal: o cese bilateral o, si no, unilateral por parte de las Farc. Como ha pasado en algunos puntos de este capítulo de la historia colombiana, sectores diametralmente opuestos tienden a coincidir. Ahí escuchamos a Pablo Catatumbo, vocero de las Farc en Cuba, calificando también de insensatez “continuar los diálogos de paz en medio de la guerra”. ¿No era ese el primer requisito al que se comprometieron? ¿No que hemos avanzado mucho, bajo esas condiciones, difíciles pero que en todo caso dan más garantías a la negociación? No queremos ahogarnos en estadísticas históricas, ni mucho menos, pero si hay algo que pueda entorpecer un proceso de este tipo es, justamente, quedarse en las trabas de la verificación mutua de los actos de guerra o terroristas. ¿No pondría eso en juego la negociación misma? ¿Al primer disparo qué, la acabamos de una vez?

Esa fue la jugada inteligente que escogieron ambas partes para entrar en este camino de la paz dialogada. ¿Torcerlo ahora, por una eventualidad? Las normas de largo plazo es mejor no romperlas. El cese del fuego se da, en otros procesos exitosos, a la par de un Estado mucho más cercano al cierre del capítulo final. Como vemos el nuestro, con todo y lo que nos han anunciado en ruedas de prensa, está si acaso en la mitad. Una mitad bien lograda, sí, pero apenas en desarrollo. Falta carrera aún para que las Farc se sientan cómodas dejando de usar sus armas.

Este episodio debe cerrarse pronto: el general Alzate tiene que ser liberado, con prontitud, para que este proceso no pierda la legitimidad que ya se le ha ido escapando de las manos. Este secuestro, en conjunto con otras acciones de la guerrilla por estos días, puede que haga parte del conflicto, como ellas mismas dicen, pero es un golpe de opinión que tal vez la institución entera no resista. Y si las Farc están comprometidas en sacar adelante el proceso, deben poner de su parte.

Hay soluciones mucho más a la mano para este momento, que no implican cambiar las reglas de juego: luce sensata la idea del Gobierno de acordar un “desescalamiento” de la guerra para evitar que eventos como este dejen sin oxígeno la mesa. Pero antes, las Farc deben devolver a la libertad al general y a los otros secuestrados (no debería ser tan difícil, pues es una promesa incumplida de su parte) y a la vez fortalecer la imagen del proceso en los distintos frentes guerrilleros.

Otra salida en falso (y vaya si es importante, también, el liderazgo del presidente) podría ser la soga al cuello de este proceso. Lo que urge es aprovechar la reacción de la opinión para entender de qué manera se puede fortalecer el proceso para lo que falta, con las muchas cosas negativas que seguramente seguirán sucediendo antes de que se silencien las armas.

El Espectador

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