«La democracia viva, corporativa y del bien común», artículo de Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, en el que propone una redefinición del orden democrático a partir de la premisa de una democracia viva y para el bien común

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La democracia viva, corporativa y del bien común

¿De qué estamos hablando cuando mencionamos la palabra democracia? Nos enseñan en la escuela, inicialmente, que democracia es el gobierno del pueblo, es una frase bonita. Ahora muy bien, ¿cómo se lleva adelante el gobierno del pueblo?, ¿cómo se objetiviza este objetivo supremo de gobierno del pueblo, de mando de las mayorías? No cabe duda de que no va a haber una sola respuesta, hay múltiples interpretaciones.

Hasta hace poco, menos de 20 años, se nos decía que la democracia como gobierno del pueblo se efectivizaba mediante el voto, que la participación de las personas —inicialmente blancos, propietarios, castellano hablantes en el siglo XIX; luego blancos castellano hablantes, propietarios y parcialmente mujeres, desde 1948; luego blancos, castellano hablantes, propietarios, indígenas convertidos en campesinos desde 1952; luego todos desde los 18 años, hombres y mujeres, campo y ciudad, que es el voto de esos ciudadanos con derecho a elegir y a ser electos—, era el suficiente medio para identificar “esto es democracia”, que los ciudadanos mayores de 18 años, sin distinción de oficio ni idioma, pudieran elegir a los gobernantes.

De esa manera tuvimos gobernantes que con el 28%, 20% fueron presidentes. Habían sido elegidos por el voto y eran la mayoría, mayoría gana y manda, otros eran 19%, 13% y bueno, eran mayoría y hay que respetar el hecho democrático de que se elige por el voto de las personas. Pero esas mismas personas que hace diez o 20 años nos echaban toda esta lectura poco sofisticada, pero contundente, del hecho democrático ahora nos vienen a decir que no había sido suficiente, la mayora del 21%, del 28% no es suficiente. Cuando un campesino indígena saca un 64%, momento, ya no es suficiente el voto, eso antes era democracia y mayoría, hoy ya se inventan teorías sobre el voto auquénido. Ahora son auquénidos los que votan 64% por alguien, pero antes, cuando se votaba 20%, eran ciudadanos de primera, formados, y son las mismas personas.

Vean una fotocopia de los discursos de los años 80 y vean una de los años 2000; son esas mismas personas pero ha cambiado como se justifica, cómo se va a entender y cómo se explica el hecho democrático. Nos decían inicialmente el voto es democrático y la mayoría siempre es la que manda; 20 años después, dicen que no es suficiente el voto democrático, cuando un campesino saca el 64% ya no es suficiente el voto democrático. Antes, cuando no eran campesinos, era suficiente el 19%; ahora, los votantes no son demócratas, son auquénidos, porque han votado de esa manera.

Luego, los mismos intérpretes nos dicen que no es suficiente el voto, tiene que haber instituciones democráticas. Suena bien. Y cuando una embajada norteamericana decidía quién iba a ser Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas o quién iba a ser Comandante y jefe de la Policía, ¿había instituciones democráticas? Cuando las embajadas se repartían los ministerios de Bolivia para financiar no solamente seminarios sino salarios e investigaciones, ¿eran instituciones democráticas hace 10, 15, 20 años. Ahora tenemos instituciones en las que, gracias a dios, el salario de ningún funcionario depende de una embajada extranjera, espero que eso no suceda en el Órgano Electoral, hay que cortar eso.

Ahora que no dependemos de ninguna embajada —y hay que dejar de depender de ellas—, nos hablan de instituciones débiles, desinstitucionalización; ahora que un comandante y jefe de la Policía ya no depende de la embajada norteamericana sino de sus méritos institucionales —malos o buenos, manipulados o no internamente—, eso es desinstitucionalización. No es suficiente para hablar de democracia, nos dicen, el que tengamos instituciones soberanas, ya no es suficiente, antes teníamos instituciones subordinadas y era suficiente, ahora tenemos instituciones soberanas y no es suficiente para hablar de democracia, nos dicen los ideólogos melancólicos del pasado.

Tercer argumento de estos melancólicos: democracia son valores. Suena bonito también, es un conjunto de principios y valores, pero cuando los bienes públicos, la electricidad, el gas, las minas, eran entregados a personas privadas, esos eran valores democráticos. Lo público se regalaba a lo privado y ni siquiera privado boliviano, privado extranjero, eso eran valores democráticos. Cuando en palacio de Gobierno, familiares de presidentes, vicepresidentes, recogían cada viernes el dinero de la Aduana, o cuando circulaban en los pasillos de la Cámara de Diputados los maletines negros para hacer votar leyes, eso eran valores democráticos. Hoy, gracias a Dios, o a la Pachamama, o a la razón, o a la iluminación, o a lo que sea no hay esos maletines que circulan por los pasillos congresales, esos ya no son valores, estamos hablando entonces de una sociedad sin valores. Cuando hemos recuperado lo común, que estaba privatizado, cuando se recupera y se amplía lo común, ahí ya no se habla de valores, no son valores democráticos, estamos hablando de una sociedad —dicen esos ideólogos nostálgicos— una sociedad sin valores y una democracia desinstitucionalizada y sin cohesión interna. Nos dicen, los melancólicos del pasado, que la democracia es separación de poderes, viejo debate, desde tiempos de la Revolución Francesa. Y hay que separar los poderes dejando de lado la vieja crítica que tienen los franceses, norteamericanos y los ingleses respecto al Estado como una totalidad orgánica, dejemos ese tema académico para otros. Nos dicen, democracia ya no es solo el voto, valores e instituciones, tiene que ser separación de poderes. De acuerdo. Pero estas personas, que reclaman eso, hace 10 años —se acuerda, estimado senador, nos tocó a nosotros también hacer eso—, se reunían tres jefes de partido detrás de Cámara de Diputados, a ver cuántos te toca, 5 para vos, 3 para vos, 2 para vos. Así se elegía a los jueces. Lo hemos visto, a los jueces los elegían tres o cuatro partidos políticos en un cuarto y los repartían en media hora. Y se repartían los jueces del tribunal Constitucional, los jueces del Tribunal Supremo de Justicia, los jueces del Tribunal Agrario. ¡Cuatro personas repartiéndose los juzgados!, el Ministro de Justicia, a través de su buffet, controlaba y tenía la autoridad para controlar los fallos judiciales en la Corte de Distrito y en la Corte Suprema; cuando eso había, estos nostálgicos del pasado decían eso es separación de poderes y por lo tanto es democracia. Hoy hemos elegido, mal que mal, no cuatro personas sino 100 mil, 300 mil personas, han elegido un juez. “No, eso ya no es separación de poderes, eso es tiranía”. Por fin. O sea que democracia es que cuatro jefes de partido elijan entre sus parientes y sus conocidos a los jueces y que 100 mil personas, o 200 mil o 300 mil cuando elijen a un juez, esos son tiranos. “Pero está mal la justica”; ¡Claro que está mal! Pero la otra justicia tuvo 180 años y no hizo nada bien. Y esta justicia que “está mal” apenas tiene 3 años. ¿Es tiranía que 100 mil personas elijan a los jueces y es democracia que cuatro personas elijan a los jueces?, ¿dónde está el equilibrio? Democracia, nos dicen. No solamente eso es democracia sino que sacan de la manga otra sonajera, la democracia es ahora no procedimientos, donde el ciudadano es respetado y no tienen voz las corporaciones egoístas. Suena bien. Pero cuando la organización de las cinco empresas petroleras que controlaban el PIB, hace 10 años, definía si la ley va o no va, o la corporación de los empresarios privados se reunía para definir que el dinero del Estado público tenía que usarse para pagar las farras de los banqueros privados —300 millones de dólares—, cuando la corporación y los organismo internacionales y algunas embajadas se reunían para definir el aumento de los impuestos a la clase media, ahí no había corporativismo, ahí había institucionalidad. Ahora, cuando ya no son los banqueros ni los organismos internacionales, cuando es la plebe, el pueblo, los gremiales, los campesinos, los indígenas, los que se reúnen como corporación y plantean una demanda, “no, no, no, eso ya es populismo, inaguantable”. “Las corporaciones empresariales eran buenas, democráticas y eran parte de la democracia institucional, las corporaciones populares no son parte de eso, eso es populismo”.

¿Cómo salimos de esta concepción primero relativista, segundo instrumental, tercero racializada, cuarto de moralismo farisaico, hipócrita? ¿Cómo rompemos con esa lectura de democracia? Hay que hacerlo, hacen daño esas lecturas. La democracia acepta eso, pero no como un sentido común y la pelea es buscar ese sentido común, porque estoy mostrando sus contradicciones. Esa lógica instrumental y racista tuviera validez si pudiera mostrar consistencia lógica y práctica a lo largo del tiempo, es una interpretación y no es la única, y tiene derecho a mostrarse si mostrara consistencia argumental e histórica, pero no puede, hoy dice una cosa y mañana dice otra cosa. Buena parte de estas lecturas instrumentales, para Bolivia mal traducidas de manera racializada, farisaicamente moralistas e hipócritas tiene un sustento teórico. Estaba leyendo un pequeño librito que lo conocen todos los profesores de la universidad, Schumpeter, “La definición de democracia”. Es la mejor, elección competitiva, decía Schumpeter. Este era el documento, el libro de cabecera, de los intelectuales en los años 70, o Dahl, Robert Dahl con su lógica de la poliarquía: funcionarios electos son elegidos y pacíficamente sustituidos, todos tienen derecho a votar en tales elecciones, mayoría de votos tiene derecho a ocupar cargos públicos; ciudadanos gozan de derechos efectivos de libertad de expresión; accesos a diversas fuentes de información; efectivo derecho a formar asociaciones, etc. No están, mal los libros, los autores, pero esta lectura instrumental, competitiva, procedimental, es limitada y tiene este tipo de desviaciones, o malas traducciones y malos entendimientos.

La democracia como administración de los bienes comunes

Es por eso que yo, en este debate que van a hacer el día de hoy en las mesas, convoco, provoco a leer de otra manera el hecho democrático. Son elecciones, sí; son instituciones; sí, son principios, sí; es representación, sí. Todos esos son sí, pero no es suficiente ni es lo central. Propongo —recuperando la raíz griega, recuperando una experiencia nuestra, propia, del Gobierno de muchos, de gestión común, recuperando la experiencia de otros países—, propongo entender la democracia como una manera de administrar, comunitariamente, los bienes comunes de una sociedad. Es una definición más laica, más amplia: administración de los bienes comunes. Pero no es cualquier administración, es una administración de los bienes comunes. La política es un bien común, la riqueza es un bien común, la lengua es un bien común, la biodiversidad, la ciencia, los presupuestos, las empresas públicas, el agua, los bosques, el dinero del Banco Central, son bienes comunes, materiales e inmateriales. La administración de los bienes comunes, de manera común, es un primer acercamiento a una lógica práctica de la democracia.

¿Qué más caracteriza a la democracia? La constante ampliación de los sujetos que participan en la decisión de los bienes comunes. Hay democracia cuando hay disenso, hay democracia cuando hay querella, hay democracia cuando otras personas deciden, adoptan la voluntad de participar en la decisión de algún bien común, material o inmaterial, el presupuesto, el bosque, el agua, la tierra, lo que sea. Hay democracia cuando hay creciente participación de las personas en la toma de decisiones. ¿Que esto se viabiliza vía el voto? En parte sí, en parte no, en parte va a requerir otro tipo de participación democrática. El profesor Habermas trabajó la idea de la acción comunicativa; nosotros hemos trabajado otra idea práctica que es la democracia callejera, la movilización, los movimientos sociales que participan electoralmente y extra electoralmente, es lo mismo. Habría que invitar al profesor Habermas —aunque esta viejito para que venga a visitarnos—, y debatir su lógica de la acción comunicativa en la idea del potenciamiento de las sociedades modernas, esto un poco va para Alemania. Pero de eso se trata, está claro que no es el Parlamento el único lugar del ejercicio de la democracia, es un lugar importante pero no es el exclusivo, hay democracia cuando hay creciente participación parlamentaria y extra parlamentaria en la decisión de los asuntos comunes de la sociedad.

Tercer componente: ampliación de lo común. No puede haber democracia cuando lo común se vuelve privado. Esa es la antítesis de la democracia, que es administración de los bienes comunes. Va a haber democracia en cuanto se va ampliando esos bienes comunes. No es para que lo ocupe todo, pero tiene que haber una creciente ampliación de los bienes comunes, empezando por el agua, los bosques, el presupuesto, la tierra, el aire, la biodiversidad, la ciencia, la tecnología, la vida.

Hay democracia cuando hay una pluralidad de mecanismos institucionales y hay democracia cuando hay una flexibilidad de los mecanismos institucionales. No se crean y no me voy yo con el cuento de que la democracia es una democracia aburrida de instituciones perpetuas, que están ahí sin que la gente las absorba, las transforme. Esas son democracias con instituciones esclerotizadas, fósiles. Hay sociedades fósiles. En una parte del mundo desarrollado hay democracias fósiles, son instituciones que han perdido la fuerza de la sociedad, sí. Las instituciones son medios para establecer los derechos de la sociedad, las instituciones no son la democracia, son medios temporales que usa la sociedad para el ejercicio de sus derechos, de sus apetencias participativas y pueden durar 10, 20, 30, 40 años, y luego tendrán que cambiar, mutar, para mantener el fuego vivo de la participación. Cuando las democracias se vuelven aburridas, tediosas, sin participación ni fuego, sin la heroicidad, decía Hegel —no se olviden que Hegel comparaba la política con la heroicidad—, son democracias fósiles y de esas democracias no tenemos que aprender nada. No nos tiene que enseñar nadie a nosotros sobre la democracia, pueden venir a aprender de democracia con nosotros, hay democracia cuando hay fuego vivo de la sociedad, cuando la gente se incorpora, usa la institución y si ve necesario transforma la institución, para dar cabida a su ímpetu, creencia, fe participativa, hay democracia cuando hay disenso, cuando hay fe participativa.

Democracia es pues creciente participación de la sociedad en la definición de lo que es común, en la ampliación de lo que es común, en la distribución de lo que es común y, por supuesto, hay democracia cuando la comunidad internacional flexible sabe recoger la sustancia de la sociedad. Durante mucho tiempo imitamos instituciones liberales y me acuerdo que tuvimos un debate hace 10, 15 años, con un sociólogo, en la UMSA. El reclamo de ellos era que Bolivia estaba mal porque faltan instituciones liberales sólidas y en verdad mi respuesta fue a través de una paradoja: las sociedades representativas, liberales, funcionan en una sociedad moderna que ha individuado a la sociedad, que ha roto las estructuras comunitarias, locales y corporativas y ha individuado al sujeto, lo que el sociólogo llamaba el “kemenchaf”. Pero en una sociedad como la boliviana, donde tenemos sociedad, personas individuadas, es decir, arrancadas de su núcleo comunitario local, pero donde hay todavía pedazos importantes en Bolivia, espacios amplios donde sigue con fuerza lo comunitario, no puede haber instituciones exclusivamente liberales porque eso no refleja a la sociedad. Estamos ante el Estado aparente de Zavaleta. El Estado aparente es aquel de tipo de institucionalidad estatal que solo refleja aunque invertidamente, a un pedazo de la sociedad y el otro pedazo no está ahí representada. Entonces, instituciones liberales representan a gente individuada y en función de la lógica mercantil capitalista, pero si tenemos otra parte de la sociedad que no funciona bajo la lógica individuada, que no funciona bajo la lógica mercantil, qué hacemos para encajarle a ella la institución liberal mercantil. No cuaja. Es como querer encajar un cuadrado en un triángulo, no entra, o al revés un triángulo en círculo, no entra. Debe haber pluralidad institucional en la medida en que el Estado, sus instituciones flexibles y mutantes, no fósiles logran recuperar la diversidad material estructural y económica de una sociedad.

La lógica dual de Bolivia: individuada y comunitaria

Bolivia en parte es sociedad individuada, sí, y funciona entonces la lógica representativa: un individuo un voto. Funciona y es parte del acervo político de los bolivianos, la gente va a votar, es una herencia colectiva, generada y reactualizada permanentemente como hecho político. Pero al día siguiente la gente así como va a votar va a su asamblea, a su sindicato, a su comunidad y toma decisiones al margen del Parlamento, toma decisiones sobre agua, tierra, servicios básicos, en su comunidad, muy bien esa es la vida real de la democracia, una democracia real, sustancial tiene que recoger esa base real y convertirla en institución; por eso es sabía la Constitución, la que hemos aprobado recientemente, porque reconoce instituciones liberales, representativas, pero reconoce también otras formas de participación democrática, comunitarias o de democracia directa, nuestra Constitución incorpora el voto, el referéndum y formas de participación comunitaria. Hay un debate con los compañeros, “¿por qué no se amplía lo comunitario?”, porque Bolivia tiene esa lógica dual, hay comunitario e individuado, hay representación individual y vida política colectiva, hay grupos de personas donde en ciertos momentos es el individuo el que se interpone a lo colectivo y en otros momentos es el colectivo el que hace existir al individuo. Tenemos esa dualidad estructurada en nuestra sociedad, como personas, regiones, provincias, lugares específicos en actividad cotidiana, productiva, económica, del espacio vital doméstico.

Esta riqueza de nuestras instituciones —que siempre se puede mejorar, que no tienen que ser fósiles, tienen que ser flexibles para mantener la vida de la dinámica política de la sociedad—, se expresa en la forma de elección de ciertas autoridades. Una parte de la autoridad se elige por 180 diputados, por el voto individual, sí, es verdad, pero una buena parte de esos 180 diputados previamente ha sido elegida en sus comunidades, en sus asambleas. Al final, es el voto individual el que valida la elección de manera institucional, eso es cierto, pero internamente ese diputado o senador fue fruto de una deliberación comunitaria de una comunidad. Aun en el ámbito nacional se da esta interjección entre lo representativo individual y lo comunitario social, a niveles de los gobiernos sub nacionales con mucha más fuerza, tenemos representantes elegidos por voto individual en los departamentos y tenemos representantes elegidos por decisión democrática. No sé cuántos diputados departamentales son elegidos de esa manera, pero hay una buena cantidad, de manera que la ley está garantizando, de manera corporativa son elegidos. Ahora no le tengan miedo a la palabra corporativa. Hay que leer al profesor Shmitter, un autor que estudia la democracia europea, y nos muestra cómo la democracia europea, en los últimos tiempos de bienestar, ha sido corporativa, pero nuestros profesores críticos, melancólicos, siguen todavía con su vieja lectura de Bobbio. No hay que tenerle miedo al corporativismo, somos una sociedad corporativista, en parte sí, y toda sociedad en el mundo es corporativa. No hay democracia que no tenga niveles de corporativismo, porque son formas de participación de colectivos sociales en la toma de decisiones. ¿Cuál es la diferencia con nosotros? ¿Qué el corporativismo empresarial y trasnacional lo hemos sustituido por un corporativismo popular, obrero, indígena, campesino.

Y en otras democracias funcionan ambos, los sindicatos como grupos de presión, no solamente económicos sino que en los Parlamentos, no hay democracia que no tenga componentes, mayores o menores, de corporativismo democrático. Hay que tener cuidado, porque el corporativismo tiende a ver las cosas localmente, pero Bolivia es un ejemplo de corporativismo global. La demanda de democracia, ¿quién la reivindicó? La COB es una corporación de trabajadores, ¿y qué reivindicó la COB? Un hecho universal para todos, no reclamaba el Gobierno nada más para la COB, el Gobierno hecho por todos. La nacionalización, ¿quién la reivindicó? No fueron los partidos, no plantearon inicialmente una corporación de trabajadores y de vecinos, no era el gas para los alteños, era el gas para los bolivianos, un planteamiento universal de una corporación. Bolivia es un ejemplo de que las corporaciones, es decir, las organizaciones sociales, tienen permanentemente propuestas universalistas, nacionales, que tienden a abarcar a todos, y en momentos se repliegan a propuestas más locales, por supuesto, pero si alguien en Bolivia ha tenido un espíritu universalista, es decir, nacional, no cabe duda de que son las organizaciones sociales, es decir, las corporaciones campesinas, indígenas, obreras, populares.

Y así va a ser nuestra democracia, siempre que sea una democracia real. Hay cosas que aprender de otras democracias, sí, aprendamos todo lo que tiene que ver con participación, pero no recojamos todo lo que tiene que ver con la pasividad, la apatía, porque esas son democracias derrotadas. Si en una democracia sus ciudadanos son apáticos, es una democracia derrotada, una democracia en la que sus ciudadanos son pasivos, esa es una democracia derrotada aunque tenga un buen estándar de vida y unas instituciones perfectas y pulcras, si no tiene vitalidad es una democracia derrotada. Frente a esto, reivindiquemos la democracia viva, sustancia, de heroicidad, de participación, de reivindicación de las cosas y con errores, por supuesto que se va a tener errores, qué bien que se tenga errores porque así vamos aprendiendo de esos errores y vamos perfeccionando. Pero en todo caso, frente a estas miradas fosilizadas de la democracia, propongo, reivindico, hagamos miradas sustanciales de la democracia. Me van a decir: “oye Álvaro, pero en lo que estamos haciendo falta más participación de las mujeres y de otros sectores”. Sí, por supuesto, y por eso es democracia viva, porque hay gente que se siente inconforme y plantea su propuesta para mejorar. Eso es la democracia, la democracia es disenso y propuesta de modificar la distribución de los bienes, políticos, económicos, culturales, ideológicos. ¿Qué se debería ampliar la participación indígena?, de acuerdo. ¿Que se debería ampliar para las mujeres?, de acuerdo. Esa es una democracia viva. Cuando las cosas quedan estáticas y todos se mueven como una maquina estática y aburrida ya no hay democracia, es la muerte de la democracia, aunque formalmente aparezca el caparazón de la democracia. Hay democracia viva cuando hay debate, querella, transformación, disputa de la administración de lo común. Entonces, no cabe duda de que Bolivia está viviendo un momento excepcionalmente democrático y que está profundizando de manera excepcional sus estructuras democráticas, y quienes hablan hoy de tiranía, de despotismo, de autoritarismo son los mismos que hace 10 años cerraban la boca cuando las decisiones se tomaban entre cuatro personas, cuando las riquezas comunes se repartían al extranjero, cuando las embajadas extranjeras decidían quién era Ministro o Diputado. No tienen autoridad moral para decidir. Trabajemos, pues, agilicemos esta mirada y esta lógica de una democracia sustantiva.

 

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