El camino del cambio hacia una república – La Nación, Argentina

702

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

a convocatoria presidencial a construir consensos básicos tendientes a combatir la inflación, bajar el déficit fiscal y los impuestos, generar empleo y elevar la calidad institucional debe ser contundentemente apoyada. El mensaje del primer mandatario ante gobernadores, empresarios y sindicalistas podría constituir un punto de inflexión en la historia argentina de las últimas décadas si efectivamente encuentra una respuesta positiva a su llamado a modificar viejos paradigmas que han dominado por demasiado tiempo la Argentina, como el populismo y el estatismo.

Es verdad que Mauricio Macri puntualizó, con elocuentes ejemplos, no pocas de las arbitrariedades e inconsistencias que reinan en el sector público, con la fuerza que deriva del importante apoyo popular que recibió la coalición oficialista en las recientes elecciones legislativas. Cambiemos, efectivamente, obtuvo un claro triunfo electoral. Pero ahora su conductor político y presidente de todos los argentinos deberá liderar una batalla cultural no menos compleja para dejar atrás funestas convicciones que llevaron a que cada vez más personas vivieran de un Estado cuya creciente obesidad es inversamente proporcional al crecimiento de la actividad privada y a la creación de empleo genuino y de calidad.

El Presidente sostuvo que «el cambio cuesta, pero no hay excusas para no animarse» y fue contundente al señalar: «Es ahora o nunca».

Particular impacto causaron algunos ejemplos suministrados por el jefe del Estado acerca de «rincones y recovecos» del sector público donde funcionarios de todos los gobiernos y de todos los niveles logran ubicar amigos, parientes y militantes de sus agrupaciones políticas. En tal sentido, mencionó el escandaloso caso de la Biblioteca del Congreso de la Nación, que cuenta con 1700 empleados, que la convierten probablemente en una de las más grandes del mundo, al menos en cantidad de personal.

Habría que lamentar que el presidente Macri haya tenido que esperar casi dos años desde su asunción para hacer público algo que muchos argentinos ya sabían. Efectivamente, la Biblioteca del Congreso, como tantos otros organismos de los tres poderes del Estado nacional y de las provincias y municipios, es un verdadero reservorio de «ñoquis» y amigos del poder.

Desde esta columna editorial, hemos señalado oportunamente que el actual gobierno perdió demasiado tiempo antes de hacer público un eficaz diagnóstico de la sobredimensionada e ineficiente estructura del Estado. En cambio, hizo muy poco hasta ahora para modificarla. Aumentó el número de ministerios, secretarías, subsecretarías, direcciones nacionales y generales, por lo cual, lejos de solucionar el problema, terminó agravándolo. Es de esperar que ahora, con el poder que le confiere el apoyo de las urnas, el Presidente pueda llevar a la práctica el principio de eficiencia en el que siempre creyó.

El derrotero del cambio trazado por el mensaje presidencial plantea una serie de interrogantes, sobre los cuales la ciudadanía y la dirigencia toda deberían reflexionar:

  • ¿Puede cambiar la Argentina sin un compromiso compartido de vivir sin inflación?
  • ¿Cuánto tiempo más puede permitirse que el Estado continúe gastando mucho más de lo que recauda?
  • ¿Por cuántos años más puede sostenerse una presión impositiva tan elevada, que ahoga la actividad productiva e impide la generación de nuevos empleos?
  • ¿Hasta cuándo podrá sostenerse un modelo en el que casi veinte millones de personas viven o reciben algún beneficio del Estado y sólo ocho millones de personas efectúan aportes en el sector privado?
  • ¿Es posible seguir por mucho tiempo más con un sistema previsional que no es sustentable y con argentinos que, al margen del principio de igualdad, son beneficiarios de jubilaciones de privilegio?
  • ¿Es razonable que existan alrededor de 3000 sindicatos, aunque apenas 600 firmen convenios colectivos?
  • ¿Es viable el cambio en un país donde mafias sindicales y grupos de violentos llevan a cabo toda clase de extorsiones delante de las narices de las autoridades y de la ciudadanía entera para negociar privilegios sectoriales o individuales?
  • ¿Estamos en condiciones de dejar atrás el clientelismo y avanzar hacia un sistema electoral más moderno y eficiente?
  • ¿Es finalmente factible aspirar a ser una república en serio con comportamientos de funcionarios y jueces que permiten que la impunidad frente a la corrupción reine sobre la Justicia?

Al votar por el cambio, la mayoría de los argentinos se ha pronunciado claramente en favor de que se terminen los nichos parasitarios y los «curros» de la burocracia estatal. También, en contra de la prepotencia y de la violencia de cualquier tipo. Y ha reclamado dejar atrás un país que, con la mayor presión impositiva de la historia, ha llegado a tener más de un tercio de habitantes bajo la línea de pobreza.

El presidente Macri ha demostrado tener claro ese mandato ciudadano. Al menos, su discurso de anteayer es, de todos los que ha pronunciado hasta el momento, el que más lo aproxima al de un hombre de Estado.

Pero, en la historia, lo que termina contando son los hechos, mucho más que las palabras memorables. Corresponde ahora, entonces, que tanto el jefe del Estado como el resto de la dirigencia política que pretende verdaderamente sacar al país del atraso y el aislamiento pasen a la acción. Sólo así se empezará a gestar un verdadero cambio, para el cual no se necesita más Estado, sino liberar las energías productivas de los argentinos y afianzar la república.

La Nación

Más notas sobre el tema